viernes, 30 de diciembre de 2011

Hablando de nuestro Señor, el autor de la biografía de San Benito de Nursia, San Gregorio Magno, afirma: “Cristo estuvo anuente a morir ante los altivos y a resucitar ante los humildes con el resultado de que los altivos vieron en Él algo despreciable y los humildes vieron algo que tenían que amar y venerar. Como resultado de este misterio sucedió que mientras los altivos ven el desprecio de la muerte, los humildes, por otro lado, reciben la gloria del poder sobre la muerte”.
Vida de Benito por Gregorio Magno
Early Christian Lives
Penguin Classics

jueves, 29 de diciembre de 2011

Yo oro pidiendo que cada miembro de esta iglesia sea un varón de vigor interior y no uno de esos bebés a quienes tenemos que estar cuidando cada día y alimentando con viandas con una cuchara espiritual cada día domingo, sino varones que, por la bendición de Dios, tienen algo en su interior cuyo valor conocen, y a lo que no podrían renunciar aunque todo el mundo los tentara o los amenazara. He comparado a esos sólidos creyentes con navegantes, y no retiraré la comparación, pues necesitamos hombres que puedan decirles a los montes: “Quítate”, y a los valles: “Engrandécete”; y es por tales agentes que el Señor enderezará calzada en la soledad para Su marcha de misericordia.
C. H. Spurgeon - Vida en Abundancia
¡Pecador, tienes que mirar a Cristo! Eres enteramente dependiente de la voz vivificadora de Aquel que es la resurrección y la vida. “Eso” –diría alguien- “es muy desalentador para nosotros”. La intención es que lo sea. Es un acto de bondad desalentar a los hombres cuando actúan basados en principios erróneos. En tanto que pienses que tu salvación puede ser alcanzada mediante tus propios esfuerzos, o mediante tus méritos, o mediante cualquier otra cosa que pudiera provenir de ti mismo, vas por la ruta equivocada y es nuestro deber disuadirte. El camino a la vida va en la dirección opuesta. Tienes que mirar al Señor Jesucristo en vez de mirarte a ti mismo, tienes que confiar en lo que Él ha hecho y no en lo que tú pudieras hacer, y no debes valorar lo que tú pudieras obrar en ti, sino lo que Él obra en ti. Recuerda que Dios declara: “Para que todo aquel que cree en Jesús, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Por tanto, si eres capacitado a venir y confiar en la sangre y en la justicia de Jesucristo, tienes de inmediato esa vida eterna que todas tus oraciones y tus lágrimas, tu arrepentimiento, tus asistencias a la iglesia o a la capilla y los sacramentos, no podrían darte nunca. Jesús puede dártela libremente en este momento, pero tú no puedes generarla por ti mismo. Podrías imitarla engañándote a ti mismo, podrías hermosear el cadáver y hacer que parezca como si estuviera vivo, y pudieras provocarle algunos movimientos espasmódicos por medio de corrientes eléctricas, pero la vida es un fuego divino y tú no puedes ni robarte la llama ni encenderla por ti mismo; a Dios únicamente le corresponde dar vida y por tanto te exhorto a que mires únicamente a Dios en Cristo Jesús. Cristo ha venido para que tengamos vida; si hubiéramos podido obtener la vida sin necesidad de Su venida, ¿por qué fue necesario que viniera? Si los pecadores pudieran recibir la vida aparte de la cruz, ¿por qué fue necesario clavar al Señor de Gloria al vergonzoso madero? ¿Por qué las heridas sangrantes, Emanuel, si la vida podía venir por alguna otra puerta? Pero, además, ¿por qué el Espíritu de Dios descendió en Pentecostés, y por qué permanece todavía entre los seres humanos si pudieran ser vivificados sin Él? Si la vida pudiera ser alcanzada prescindiendo del Espíritu Santo, ¿con qué fin obra Él en el corazón humano? El sangrante Salvador y el Espíritu que mora en el hombre son pruebas contundentes de que nuestra vida no proviene de nosotros mismos, sino que proviene de arriba. ¡Oh trémulo amigo, apártate de ti mismo, entonces! ¡No busques entre los muertos al que vive! No busques la vida divina en el sepulcro del yo. La vida de los hombres está en ese Salvador, y todo aquel que cree en Él no perecerá jamás.
C. H. Spurgeon - Vida en Abundancia

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Todos nosotros por naturaleza estamos “muertos en delitos y pecados”. En el día en que nuestros primeros padres quebrantaron la ley murieron espiritualmente y todos nosotros morimos en ellos; y ahora hoy, separados de Cristo, todos nosotros estamos muertos para las cosas espirituales y estamos desprovistos de ese Espíritu viviente que nos capacita para tener comunión con Dios y para gozar y entender las cosas espirituales. Todos los hombres están desprovistos por naturaleza del Espíritu que vivifica para alcanzar la forma más sublime de vida. Los hombres no regenerados cuentan con una vida física y mental, pero carecen de vida espiritual, y no la tendrían jamás excepto si Jesús se las otorga. El Espíritu de Dios sale según la voluntad divina, e implanta en nosotros una simiente viva e incorruptible que es comparable a la naturaleza divina, y nos confiere una nueva vida en virtud de la cual vivimos en el reino de las cosas espirituales, comprendemos las enseñanzas espirituales, buscamos propósitos espirituales y estamos vivos para Dios, quien es Espíritu. Ninguno de nosotros tiene alguna vida de ese tipo por nacimiento; tampoco la recibimos gracias a ritos ceremoniales ni puede ser obtenida por algún mérito humano. Los muertos no pueden volver a la vida a no ser por un milagro y tampoco el hombre puede resucitar a la vida espiritual a no ser por la obra del Espíritu de Dios en él, pues Él es el único que puede vivificarnos. Cristo Jesús ha venido para llamarnos a que salgamos de los sepulcros del pecado. Muchos ya han oído Su voz y viven.
C. H. Spurgeon - Vida en Abundancia

jueves, 22 de diciembre de 2011

Joven que estás comenzando a predicar, no tengas miedo de apegarte a tus textos; esa es la mejor manera de obtener variedad en tus discursos. Satura tus sermones de ‘Biblina’, la esencia de la verdad bíblica y siempre tendrás algo nuevo que comunicar.
C. H. Spurgeon - Un Hito Memorable

miércoles, 7 de diciembre de 2011

¿Qué tienes que no hayas recibido?

“¿Qué tienes que no hayas recibido?” Durante mucho tiempo ha habido una gran discusión doctrinal entre los calvinistas y los arminianos sobre muchos puntos importantes. Yo estoy personalmente persuadido de que únicamente el calvinista está en lo correcto en algunos puntos, y que únicamente el arminiano está en lo correcto en otros puntos. Hay mucho de verdad en el lado positivo de ambos sistemas, y mucho de error en el lado negativo de ambos. Si se me preguntara: “¿por qué es condenado un hombre?”, yo respondería como respondería un arminiano: “él se destruye a sí mismo”. Yo no me atrevería a colocar la ruina del hombre a la puerta de la soberanía divina. Por otro lado, si se me preguntara: “¿por qué es salvado un hombre?”, sólo podría dar la respuesta calvinista: “él es salvado por medio de la gracia soberana de Dios, y no por sí mismo en lo absoluto”. Yo no soñaría en atribuir la salvación al hombre mismo en ninguna medida. De hecho no he encontrado que a ningún cristiano le interese contender con un ministerio que contenga estas dos verdades en proporciones justas. Los encuentro dando coces contra las inferencias que se supone que se derivan de uno o de otro de esos sistemas, y algunas veces los veo dando voces innecesariamente para “reconciliarlos”; pero las dos verdades juntas, como regla, se recomiendan a la conciencia y me siento seguro de que si pudiera presentarlas a ambas esta mañana con igual claridad me ganaría el asentimiento de la mayoría de los cristianos. En este momento, sin embargo, tengo que limitarme a la declaración de que toda la que gracia que tenemos es un don de Dios para nosotros, y confío en que nadie suponga, por tanto, que niego el otro lado de la pregunta. Yo creo con toda certeza que no hay nada bueno en nosotros, excepto lo que hemos recibido. Por ejemplo, nosotros estábamos muertos en delitos y pecados, y fuimos revividos a la vida espiritual: hermanos míos, ¿brotó esa vida de las costillas de la muerte? ¿Engendró el gusano de nuestra corrupción la simiente viva de la regeneración? Sería absurdo pensarlo. Alabado sea Dios por Su gran amor con que nos amó -aun cuando estábamos muertos en el pecado- que lo condujo a vivificarnos por Su gracia. Nuestros múltiples pecados han sido perdonados; totalmente perdonados; hemos sido limpiados por medio de la sangre preciosa de Cristo. ¿Lo merecíamos? ¿Dice alguien que profese ser cristiano, por un solo instante, que merecía el rescate pagado por Cristo y que merecía el perdón de su pecado? Siquiera imaginar eso sería una blasfemia monstruosa. Oh, no; “Por gracias sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Dios nos perdonó gratuitamente; no podría haber existido ninguna cualidad en el pecado que hubiera podido originar el amor perdonador. Tuvo misericordia de nosotros porque quiso tener misericordia de nosotros, no porque pudiéramos exigir nada de Su mano.
C. H. Spurgeon - sermón #1271
Dios preserva a los extranjeros. En todas las naciones, en tiempos antiguos, los extranjeros eran echados fuera; no querían que ningún extranjero se estableciera en medio de ellas. En este país, en casi cada aldea, solía ser la práctica que un extranjero fuera considerado como un tipo de perro loco; y si se daba el caso de que usara un vestido diferente del que usaban los aldeanos, todos los muchachos le gritaban. Pareciera que nuestra depravada humanidad es naturalmente hostil para con los extranjeros. Con frecuencia oigo decir a la gente incluso ahora: “¡oh, él es un extranjero!” ¡Oh, tú, inglés altivo! ¿Acaso no es tan bueno como tú? Tú eres un extranjero cuando llegas al otro lado del Canal de la Mancha. La orden de Dios a Su antiguo pueblo era que debían ser amables con los extranjeros. Dondequiera que llegaran los extranjeros, se les debía permitir habitar, y debían ser protegidos. Dios lo expresó así para Israel: “Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto”; y debido a que Dios los amó cuando fueron extranjeros en Egipto, debían tener especial cuidado de los forasteros y de los extranjeros que se establecían entre ellos.

¡Cuán grandioso rasgo del carácter de Dios es éste: “Jehová guarda a los extranjeros”! Si algunos de ustedes se sienten muy extranjeros aquí esta noche, si son forasteros para la religión, forasteros para las observancias religiosas, forasteros para todo lo que es bueno, si sienten, cuando oyen el Evangelio, que son tan completamente extraños a él que suena muy extrañamente a sus oídos, ¡vengan, amados forasteros, “Jehová guarda a los extranjeros”! Vengan bajo la sombra de Sus alas, y allí encontrarán refugio. El padre está muerto, la madre está muerta, todos los amigos se han ido, e incluso en la propia aldea donde naciste eres un extraño; ven, pues tu Dios no está muerto, tu Salvador vive: “Jehová guarda a los extranjeros”.

C. H. Spurgeon - Sermón #2347
Querido amigo, todo lo que te distinga del pecador común es un don de la gracia de Dios para ti. Tú sabes que lo es. Tienes fe en Cristo, sí, pero, ¿no obró el Espíritu Santo esa fe en ti? ¿No suscribes gozosamente la doctrina de que la fe es producto de la operación de Dios? Tú tienes arrepentimiento del pecado, pero, ¿fue el arrepentimiento algo natural para ti? ¿No lo recibiste de Aquel que es exaltado en lo alto para dar arrepentimiento? ¿Acaso no es tu arrepentimiento un don Suyo? “Ciertamente” –dirá alguien- “pero el mismo Evangelio fue predicado a otros así como a nosotros”. Precisamente así es. Tal vez el mismísimo sermón que fue el instrumento de tu conversión dejó impasibles a otros. Entonces, ¿en qué consistió la diferencia? ¿Acaso respondes: “Nosotros quisimos creer en Jesús”? Eso es verdad; una fe renuente no sería ninguna fe; pero ¿quién influenció tu voluntad? ¿Fue influenciada tu fe por una mejor condición de tu naturaleza por la que pudieras reclamar algún crédito? Por mi parte rechazo con aborrecimiento una idea de esa naturaleza. ¿Acaso replicas: “Nuestra voluntad fue influenciada por nuestro entendimiento, y nosotros elegimos lo que reconocimos como lo mejor”? Sí, pero, ¿quién iluminó tu entendimiento? ¿Quién te dio la luz que iluminó tu mente para que eligieras el camino de la vida? “Oh” –dices tú- “pero nuestros corazones estaban enfocados a la salvación, y los corazones de los demás no lo estaban”. Eso también es cierto, pero entonces, ¿quién hizo que tu corazón se enfocara en esa dirección? ¿Quién fue el que tomó la iniciativa? ¿Fuiste tú o fue Dios? Allí está la pregunta, querido hermano mío, y si te atreves a afirmar que en el asunto de tu salvación tú fuiste el que tomó la iniciativa, me veo imposibilitado de entenderte, y yo espero que haya pocas personas que compartan tu creencia.
C. H. Spurgeon - sermón 1271 - Volumne 22

viernes, 2 de diciembre de 2011

Sería algo triste estar desprovisto por completo de un paladar natural; yo conozco a una persona que no tiene el sentido del gusto. El poeta Wordsworth careció durante años del sentido del olfato. Él era un caso muy notable, con una mente muy sutil, muy preciosa, muy hermosa. Una vez, durante un lapso muy breve, le regresó el sentido del olfato cuando estaba entre los brezos, y ustedes saben cómo cada ‘primavera’ (flores amarillas) a la vera del río tenía palabras para Wordsworth, y le hablaba realmente; y cuando le llegaba el dulce perfume de las apreciadas flores de mayo, el poeta quedaba muy arrobado, como si por un breve lapso hubiera entrado en el cielo. Pero el sentido del olfato pronto se esfumó, y otra vez se vio infelizmente desprovisto de él. La flor más rica, el más dulce arbusto no podrían ser nada para el hombre cuya nariz fuera insensible a su perfume.
C. H. Spurgeon - El Mejor Banquete de Navidad

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Diario de Spurgeon

24 de Mayo – 1850

Un día de dicha inmerecida. No estoy desterrado por completo de la presencia del Señor. He aquí, aunque Él me matare no podría hacer otra cosa que esperar en Él, puesto que he recibido grandes muestras de Su amor. ¡Señor, cuando me encuentre sumido en oscuridad y en zozobra, cuando mi cabeza esté inclinada hasta el suelo, regresa entonces a Tu siervo para animarlo y apoyarlo! ¡Para siempre, oh, para siempre amarrado al Arca, y protegido del diluvio, llegaré al fin a la terra firma (tierra firme) de gloria! ¡Oh, no permitas que Te deshonre! ¡Que nunca cause oprobio a la causa de Cristo! Guárdame, y estaré infinitamente seguro, y reposaré seguramente.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Pero en estos días me encuentro con personas que son “poderosas en las Escrituras”, sí, y muy acuciosas en asuntos de doctrina, quienes

“Podrían dividir un pelo
Entre su lado oeste y su lado este”,

respecto a puntos de teología; pero en cuanto a la caridad para con los pobres, en cuanto a visitar a los necesitados, a cuidar las almas de los hombres, en cuanto a vivir santamente y a prevalecer con Dios en la oración, no se encuentran en ninguna parte. Yo les ruego que aborrezcan una religión que sólo está en el libro. Deben tenerla en el corazón. Deben tenerla en la vida, pues de lo contrario este Niño que nació en Belén sólo los afectará en la medida en que lean los Libros de la Escritura, y allí termina el asunto en lo que a ustedes respecta. Sí, sí, sí, conozcan la Biblia, eso es bueno, pero practiquen lo que les dice su Biblia, pues eso es mejor. Sí, sí, sí, entiendan las doctrinas de la gracia, entiéndanlas claramente; pero ámenlas, vívanlas, pues eso es mucho mejor. Sí, sí, sí, sean teólogos sólidos, pero hemos de ver en ustedes una santa humanidad también. ¡Que Dios nos conceda que así sea! De otra manera, les digo que su conocimiento libresco los dejará siendo todavía enemigos de Cristo.

C. H. Spurgeon - sermón #2325

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amados, lo importante no es el oficio que desempeñen sino la dedicación; no es la posición, sino la gracia que nos capacita para glorificar a Dios. Dios será glorificado con toda seguridad en ese puesto de trabajo del zapatero donde el piadoso obrero canta acerca del amor del Salvador mientras sostiene su lezna, sí, y es glorificado muchísimo más que en muchos puestos de prebendas donde la religiosidad oficial cumple con sus escasos deberes. El nombre de Jesús es glorificado tanto por aquel carretero cuando arrea a su caballo y bendice a su Dios o cuando habla con su colega de trabajo junto al camino, como por aquel teólogo que, a través de todo el país, como Boanerges, retumba con la predicación del Evangelio. Dios es glorificado cuando permanecemos en nuestra vocación. Tengan cuidado de no desviarse de la senda del deber, abandonando su llamamiento, y tengan cuidado de no deshonrar su profesión mientras estén en ella; no tengan una alta opinión de ustedes mismos pero no consideren poca cosa sus llamamientos. No hay ningún oficio que el Evangelio no santifique. Si buscan en la Biblia, encontrarán que las más insignificantes formas de labor han estado de alguna manera u otra conectadas con los más atrevidos actos de fe, o bien con personas cuyas vidas han sido de otra manera ilustres. ¡Sé fiel a tu llamamiento, hermano, sé fiel a tu llamamiento! No importa lo que Dios haya hecho de ti; si Él te llama, permanece haciendo eso, a menos que estés muy seguro, ojo, a menos que estés muy seguro de que Él te llama a otra cosa.
C. H. Spurgeon - Sermón #666 - Vol.11

martes, 22 de noviembre de 2011

Las traducciones de los salmos que hizo Lutero fueron de tanto servicio como sus discusiones y controversias; y los himnos de Charles Wesley, de Cennick, de Toplady, de Newton y de Cowper, ayudaron tanto en el avivamiento de la vida espiritual en Inglaterra como la predicación de John Wesley y George Whitefield. Necesitamos cantar más. Canten más y murmuren menos, canten más y calumnien menos, canten más y objeten menos, canten más y lamenten menos. Que Dios nos conceda hoy glorificar a Dios, como lo hicieron aquellos pastores, alabándolo.
C. H. Spurgeon - Sermón #666 - Vol. 11

viernes, 18 de noviembre de 2011

Yo no creo que ningún cristiano trabaje demasiado duro y, como regla, si los que se matan en el servicio de Cristo fueran enterrados en un lote especial en un cementerio, pasaría mucho tiempo antes de que se llenara. Trabajen muy duro por Cristo.
C. H. Spurgeon – Volumen 62, Sermón #3499

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Permítanme presentarles un cuadro. Ustedes recuerdan la lucha de Jacob y del ángel en la noche. ¿Han experimentado alguna vez lo que significa luchar con Cristo? Yo recuerdo cuando me encontró y entró en un conflicto de gracia con mi espíritu rebelde. Yo me erguí en altivez, y le dije virtualmente que no tenía necesidad de un Salvador; pero Él luchó conmigo pues no me dejaría ir. Me quedé pisando firme, según me imaginaba, en la ley, pero ¡qué caída me provocó cuando me reveló su naturaleza espiritual y demostró mi culpabilidad en cada punto! Entonces, pensé que estaba parado firmemente con un pie sobre la ley y con el otro sobre Su gracia, imaginando que yo podría ser salvado en parte por la misericordia de Dios y en parte por mis propios esfuerzos. Pero qué caída experimenté cuando aprendí que si la salvación era por obras, no podía ser por gracia, y si era por gracia no podía ser por obras; que las dos no podían mezclarse entre sí. Luego dije que pondría mi esperanza en el cumplimiento de los deberes que el Evangelio inculca; pensé que tenía el poder de hacer eso; me arrepentiría, y creería, y así ganaría el cielo. Pero qué caída experimenté y cómo cada uno de mis huesos parecía quebrado cuando me declaró: “Separados de mí nada podéis hacer. Ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”.
C. H. Spurgeon - Cristo: Caída y Levantamiento de Muchos

martes, 15 de noviembre de 2011

"Nos hemos enterado de algunas personas que al estarse ahogando se sujetaban de otras que a duras penas podían salvarse a sí mismas pero que no podían sostener a otra, y que por tanto, se veían forzadas a deshacerse de quienes se aferraban a ellas. Pero tú te puedes aferrar a Cristo sin miedo; Él es un nadador todopoderoso que llevará a tierra a toda alma que se abrace a Él".
C. H. Spurgeon - Cristo: Caída y Levantamiento de Muchos

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ya les he hablado antes de los dos montañeses de Escocia que querían remar a través de un cierto brazo de mar en una ocasión. Habían estando tomando whisky en abundancia antes de subirse al bote, y comenzaron a remar, y siguieron remando, pero no podían avanzar. No podían entender cómo era que, a pesar de todo lo que remaban, se mantenían en la misma posición, hasta que uno de ellos dijo: “Sandy, ¿levaste el ancla?” No, no había levado el ancla, así que allí estaban con el ancla enterrada y tratando de alejarse sin conseguirlo.

Tienes que levar el ancla, joven amigo, ya sea de la bebida, o de la lascivia o del juego o del robo. Eres un insensato si pretendes remar cuando sabes que el ancla está hundida todavía en el lodo.

C. H. Spurgeon, sermón #2325 - Vol. 39

domingo, 6 de noviembre de 2011

Diario de Spurgeon

23 de Mayo – 1850

Fui a la capilla; había muy pocas personas allí. “Confortará mi alma”. ¡El mismo tema de nuevo! ¡Cuán cierto es eso; cómo me ha revivido! Breves pero gloriosos son los días de mi refrigerio que valen años de aflicción y turbación. ¡Oh Amado mío, si mi camino se extendiera sobre los rescoldos del infierno durante toda mi vida, con sólo que Tú te mostraras, me apresuraría a atravesar el fuego para encontrarme contigo! No he experimentado tanto éxtasis como en algunos días anteriores. ¡Yo soy del Señor para siempre; cuánto le debo! ¡Abogado, Hermano, Esposo mío, no permitas que mi primer amor pierda calor y se enfríe! ¡Guárdame y presérvame en Tus manos!

domingo, 30 de octubre de 2011

"Un día, vi a un hombre sentado a una mesa, con su servilleta debajo de su barbilla, disfrutando de su comida; él escuchó, desde su lugar, una observación que yo hice acerca de un pecador; entonces intervino diciendo: “yo nunca he tenido una sensación espiritual en mi vida, y yo no creo que haya nada espiritual en este mundo”. Ahora, si yo hubiera estado parado junto a una pocilga, y un cerdo me hubiera hecho esa observación, yo no le habría contradicho. Y yo no contradije a aquel hombre, pues pensé que había dicho la verdad; creí en verdad que ese hombre no había experimentado nunca una sensación espiritual en su vida".
C. H. Spurgeon - La Gran Comida de Navidad

miércoles, 26 de octubre de 2011

Se nos dice a continuación que Cristo vino para redimir a los que estaban bajo la ley; es decir, el nacimiento de Jesús, Su venida bajo la ley y Su cumplimiento de la ley, han liberado de la ley a los creyentes como un yugo de esclavitud. Ninguno de nosotros desea ser libre de la ley como una regla de vida; nos deleitamos en los mandamientos de Dios, que son santos, justos y buenos. Deseamos poder guardar cada precepto de la ley, sin una sola omisión ni transgresión. Nuestro sincero deseo es el de alcanzar una perfecta santidad, pero no miramos en esa dirección para nuestra justificación ante Dios. Si se nos preguntara hoy: ¿esperan ser salvados por medio de ceremonias? Respondemos: “Dios no lo quiera”. Algunos parecieran fantasear que el bautismo y la Cena del Señor han reemplazado a la circuncisión y a la Pascua, y que si bien los judíos eran salvados por una forma de ceremonial, nosotros hemos de ser salvos por medio de otra. Nunca demos cabida a esa idea; no, ni siquiera por una hora. El pueblo de Dios es salvo, no por ritos externos, ni formas, ni supercherías sacerdotales, sino debido a que “Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”, y Él guardó la ley de tal manera que, por fe, Su justicia cubre a todos los creyentes y no somos condenados por la ley. En cuanto a la ley moral, que es la norma de equidad para todo tiempo, no es un camino de salvación para nosotros. Una vez estuvimos bajo esa ley, y nos esforzábamos por guardarla con el objeto de ganar el favor divino; pero ahora no tenemos un tal motivo. La palabra era: “Haz esto, y vivirás”, y por tanto, nosotros nos esforzábamos como esclavos para escapar del látigo, y ganar nuestro salario; pero ya no es más así. Luego nos esforzamos por cumplir la voluntad del Señor para que Él nos amara, y para que fuésemos recompensados por lo que hicimos; pero ahora no tenemos el designio de comprar ese favor, pues lo disfrutamos segura y libremente sobre una base muy diferente. Dios nos ama por pura gracia y nos ha perdonado nuestras iniquidades gratuitamente, y esto por una bondad gratuita. Ya somos salvos, y eso no por obras de justicia que hayamos hecho, o por actos santos que esperamos realizar, sino enteramente por la gracia inmerecida. Y si es por gracia, ya no es por obras, y es nuestro gozo y gloria que sea todo por gracia de principio a fin. La justicia que nos cubre fue obrada por Aquel que nació de mujer, y el mérito por el cual entramos en el cielo es el mérito, no de nuestras propias manos o de nuestros propios corazones, sino de Aquel que nos amó y se entregó por nosotros. Entonces somos redimidos de la ley porque nuestro Señor fue nacido bajo la ley; y nos volvemos hijos y ya no más siervos porque el grandioso Hijo de Dios se hizo siervo en lugar nuestro.
C. H. Spurgeon - El Gran Cumpleaños, sermón #1815
El reconocido escritor C. S. Lewis, en un libro muy solicitado todavía, titulado Mere Christianity, toma prestado del griego dos palabras para distinguir entre dos tipos de vida: Bios y Zoe. Bios se refiere a la vida que todo mundo tiene, la vida biológica que es sustentada por los alimentos, el aire, el agua, pero que invariablemente termina en la muerte. Zoe, por otra parte, es la vida espiritual, el tipo de vida que Dios da cuando nacemos de nuevo, una vida que dura para siempre. Lewis nos informa que estos dos tipos de vida no solamente son diferentes, sino que son antagonistas, se oponen la una a la otra. Bios, está centrada en el yo, mientras que Zoe está centrada en Dios y en el prójimo, en los demás. La regeneración es el mismísimo principio del proceso de la salvación.

Entonces podemos decir que la regeneración es el comienzo de la vida espiritual en la persona, implantada en el ser humano por el Espíritu Santo, que le capacita para arrepentirse y creer. Y posteriormente es la primera manifestación de la nueva vida implantada.

También podemos definir la regeneración de esta manera: “es un cambio radical de la muerte espiritual a la vida espiritual, un cambio generado en nosotros por el Espíritu Santo, un cambio en el que el hombre es un ente completamente pasivo. Este cambio implica una renovación interior de nuestra naturaleza, es el fruto de la gracia soberana de Dios y tiene lugar en unión con Cristo”.

También mencionamos la justificación. Podemos definir la justificación como un acto judicial y de gracia de Dios, por medio del cual declara a los pecadores creyentes: ‘justos’ sobre la base de la justicia de Cristo que les es acreditada a los pecadores, perdona todos sus pecados, los adopta como hijos, y les da el derecho a la vida eterna.

La doctrina de la justificación presupone un reconocimiento de la realidad de la ira de Dios.
Es una acto de Dios por medio del cual declara judicialmente justo al pecador. No es un proceso.
La justificación es recibida estrictamente por la fe, y no es un mérito conseguido por las buenas obras de los seres humanos.
La justificación tiene su raíz en la unión con Cristo. Es debido a que somos uno con Cristo que Su justicia puede sernos acreditada.
La justificación está basada en la obra sustitutiva de Cristo. Cristo intercambia lugares con nosotros y soporta el castigo de la ira de Dios que nuestros pecados merecían.
La justificación implica la imputación de la justicia de Cristo a nosotros.
En la justificación se reúnen la misericordia y la justicia. Es totalmente inmerecida.
La justificación tiene tanto un aspecto negativo como un aspecto positivo. En el aspecto negativo significa el perdón de nuestros pecados. En el lado positivo incluye nuestra adopción como hijos de Dios y la recepción del derecho a la vida eterna.
La justificación tiene implicaciones escatológicas. Significa que el veredicto que Dios pronunciará para nosotros en el Día del Juicio ha sido traído al presente. Por tanto no necesitamos temer al Día del Juicio.
Aunque la justificación nunca ha de ser separada de la santificación, esas dos bendiciones son distintas.

Elaborado por Allan Román




lunes, 24 de octubre de 2011

No hay nada que pueda causar mayor daño a la Iglesia y anular con tanta eficacia los músculos de su fuerza, como la falta de santidad de sus miembros.
C. H. Spurgeon, sermón no. 441 – Vol.8

jueves, 20 de octubre de 2011

Oh, hombre inconverso, el tiempo de soltar tus cables se acerca; está incluso a la puerta. En breve has de izar tus velas hacia un país lejano. ¡Ah!, entonces el tuyo no es el viaje de un pasajero hacia un clima más dulce, hacia un hogar más feliz y con una perspectiva más brillante a la vista. Tu partida es el destierro de un convicto con una colonia penal destacándose en la distancia; el miedo es algo dominante y la esperanza está ausente, pues el término de tu destierro es interminable. Me temo que hay algunos que han de partir pronto llenos de tenebrosidad, con una temerosa espera del juicio y de la indignación de fuego. Me parece ver al ángel de la muerte aleteando sobre mi audiencia. Podría, tal vez, seleccionar como su víctima a un alma inconversa. Si así fuera, detrás de ese ángel de la muerte está presente algo mucho más sombrío. El infierno sigue a la muerte para las almas que no aman a Cristo. ¡Oh, apresúrense, apresúrense, apresúrense! Busquen a Cristo. Aférrense a la vida eterna; y que la misericordia infinita los salve, por Jesucristo nuestro Señor. Amén y Amén.
C. H. Spurgeon - Una Última Advertencia
Recuerden, queridos amigos, que es posible que cualquiera que mantenga una decente profesión cristiana durante cincuenta años, sea, después de todo, un hipócrita; que es posible ocupar un oficio en la iglesia de Dios, incluso de los más altos, y con todo, ser un Judas; y uno podría no sólo servir a Cristo, sino sufrir por Él también, y no obstante, como Demas, podría no perseverar hasta el fin, pues no todo lo que parece gracia es gracia. Donde hay verdadera gracia, la habrá siempre; pero donde está sólo la semblanza de ella, desaparecerá con frecuencia súbitamente. Escudríñate, buen hermano; ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. ¿Tienes tú la fe de los elegidos de Dios? ¿Estás edificado sobre Cristo? ¿Ha sido renovado tu corazón? ¿Eres verdaderamente un heredero del cielo? Yo exhorto a todo hombre y a toda mujer en este recinto –puesto que el tiempo de su partida podría estar más cercano de lo que piensan, que evalúen la situación, y hagan su cálculo, y vean si son de Cristo o no.
C. H. Spurgeon - Una Última Advertencia

"El tiempo de mi partida está cercano".

En un cierto sentido, cada cristiano podría decir eso, pues prescindiendo de la longitud de tiempo que pudiera interponerse entre nosotros y la muerte, ¡cuán extremadamente breve es! ¿Acaso no tienen todos ustedes un sentido de que el tiempo fluye más rápido de lo que lo hacía antes? En nuestros días infantiles pensábamos que un año era un largo lapso; era toda una época en nuestra carrera; ahora, ¡cuán difícil es contar las semanas! Pareciera que vamos viajando en un tren expreso, que vamos volando a una velocidad tal que difícilmente podemos contar los meses. Vamos, nos pareció que el año pasado entró por una puerta y salió por la otra; ¡finalizó tan pronto…!
C. H. Spurgeon - Una Última Advertencia

domingo, 16 de octubre de 2011

Cuando podemos decirle a la gente: “Hemos contemplado Su gloria, y por lo tanto, podemos hablar de ella. No hablamos de algo que nos han contado, antes bien, hemos visto al Rey en Su gloria”. ¡Qué majestuosa posición ocupamos! Nuestro poder para atraer a los hombres a Cristo brota principalmente de la plenitud de nuestro gozo personal y de la intimidad de nuestra comunión personal con Él. El rostro que más refleja a Cristo, y que brilla más con Su amor y gracia, es el más capacitado para atraer la mirada de un mundo indiferente y aturdido, y para ganar a las almas inquietas, apartándolas de las fascinaciones del amor y la belleza mundanos. Un ministerio lleno de poder tiene que ser fruto de una intimidad santa, apacible y amorosa con el Señor.
Horatius Bonar (1808-1889) reconocido pastor escocés.

sábado, 15 de octubre de 2011

Tomamos los sermones de Whitefield o de Berridge o de Edwards para estudiarlos o para usarlos como modelo, pero son los individuos mismos los que tenemos que tomar como principal ejemplo; el espíritu de esos hombres, más que sus obras, es lo que tenemos que absorber si hemos de imitar un ministerio tan poderoso y victorioso como el suyo. Esos eran hombres espirituales que caminaban con Dios. Es la comunión viviente con un Salvador viviente lo que nos transforma a Su imagen y nos capacita para poder ser ministros del Evangelio competentes y exitosos.

Sin eso, ninguna otra cosa da resultado. Sin eso, ni la ortodoxia, ni el aprendizaje, ni la elocuencia, ni el poder de los argumentos, ni el celo, ni el fervor lograrán nada. Eso es lo que da poder a nuestras palabras y persuasión a nuestros argumentos, haciéndolos como el bálsamo de Galaad para el espíritu herido o como flechas afiladas del Poderoso para la conciencia del acérrimo rebelde. Parece que brotan una virtud y una fragancia benditas de quienes caminan con Él en una relación santa y feliz dondequiera que van. La cercanía a Él, la intimidad con Él, la asimilación de Su carácter: esos son los elementos de un ministerio poderoso.

Horatious Bonar (1808-1889) ganador de almas.

lunes, 10 de octubre de 2011

“También tengo otras ovejas” –dijo Cristo- “que no son de este redil; aquéllas también debo traer”, y por ello, nosotros predicamos, porque esas ovejas deben ser traídas.
C. H. Spurgeon, sermón # 3358 – Vol. 59

miércoles, 5 de octubre de 2011

El capellán de una cárcel, un querido amigo mío, me contó una vez el sorprendente caso de una conversión en el que un conocimiento del pacto de gracia fue el principal instrumento usado por el Espíritu Santo. Mi amigo tenía bajo su cargo a un hombre sumamente mañoso y brutal. Era singularmente repulsivo, incluso en comparación con otros convictos. Había sido renombrado por su arrojo, y por la completa ausencia de todo sentimiento al cometer sus actos de violencia. Creo que había sido llamado “el rey de los estranguladores”. El capellán le había hablado varias veces, pero no había tenido éxito en obtener respuesta alguna. El hombre estaba ásperamente en contra de toda instrucción. Finalmente expresó un deseo por un cierto libro, pero como no estaba disponible en la biblioteca, el capellán le señaló la Biblia que estaba colocada en su celda, y le preguntó: “¿Has leído alguna vez ese Libro?” El hombre no respondió pero miró al capellán como si quisiera matarlo. El capellán repitió la pregunta amablemente, con la seguridad de que descubriría que valía la pena leerlo. “Amigo” –replicó el convicto- “no harías esa pregunta si supieras quién soy. ¿Qué tengo yo que ver con un Libro de esa clase?” El capellán le dijo que conocía muy bien su carácter, y que por esa razón le recomendaba la Biblia como el Libro que sería apropiado para su caso. “No me haría ningún bien”, -exclamó- “pues soy completamente insensible”. Cerrando su puño golpeó la puerta de hierro de la celda, y dijo: “Mi corazón es tan duro como este hierro; no hay nada en ningún libro que me pudiera tocar jamás”. “Bien” –dijo el capellán- “Tú necesitas un nuevo corazón. ¿Leíste alguna vez algo sobre el pacto de gracia?” A lo cual el hombre respondió malhumoradamente preguntando qué quería decir con esas palabras. Su amigo replicó: “Escucha estas palabras: ‘Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros’”. Las palabras dejaron al hombre sumido en el asombro, hasta donde le era posible; pidió que el capellán le encontrara ese pasaje en la Biblia. Leyó las palabras una y otra vez; y cuando el capellán vino a visitarlo al día siguiente, la fiera salvaje había sido domada. “Oh, amigo” –le dijo- “¡nunca soñé con una promesa así! Nunca creí posible que Dios hablara así a los hombres. Si Él me diera un nuevo corazón sería un milagro de la misericordia; y, con todo, yo pienso que” –dijo- “Él va a obrar ese milagro en mí, pues la propia esperanza de una nueva naturaleza está comenzando a tocarme como nunca antes fui tocado”. Ese hombre se volvió de modales amables, obediente a la autoridad, y semejante a un niño en espíritu.
C. H. Spurgeon - La Sangre Derramada por Muchos

martes, 27 de septiembre de 2011

Si Cristo quería un pueblo, ¿por qué no eligió a los reyes, y a los príncipes y nobles de la tierra? En vez de eso, toma a los pobres, y los hace conocer las maravillas de Su amor moribundo; y en vez de seleccionar a los hombres más sabios en el mundo, toma a los más necios, y los instruye en las cosas del reino.
C. H. Spurgeon - sermón #2219 - Un Arpa de Diez Cuerdas
¡Cuántas veces he anhelado que hombres de mentes sobresalientes pudieran ser convertidos! He deseado que pudiéramos contar con unos cuantos hombres como Milton, pero que cantaran al amor de Cristo; unos cuantos hombres poderosos, maestros de política y de ciencias semejantes, que consagraran sus talentos a la predicación del Evangelio.¿Por qué no sucede así? Bien, porque parece que el Espíritu Santo no cree que esa sea la manera de glorificar supremamente a Cristo; y prefiere, como una mejor manera de hacerlo, traernos a personas comunes, y tomar de las cosas de Cristo y hacérnoslas saber. Él verdaderamente glorifica a Cristo; y bendito sea Su santo nombre porque por siempre mis ojos de confusa mirada contemplarán su infinita amabilidad; que por la eternidad un infeliz como yo, que puede entender cualquier cosa excepto lo que debe entender, sea conducido a comprender las alturas y las profundidades, y conocer, con todos los santos, el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento.
C. H. Spurgen - sermón #2213
Hermanos, mantengan la señal de la sangre muy visible sobre todas las misericordias que reciben. Todas ellas están marcadas con la sangre de la cruz; pero algunas veces pensamos tanto en la dulzura del pan, o en la frescura de las aguas, que nos olvidamos de dónde proceden, y cómo nos llegaron, y entonces pierden su mejor sabor. Que haya venido de Cristo es lo mejor acerca de la mejor cosa que provenga jamás de Cristo. Que Él mismo me salve es, de alguna manera, mejor, que simplemente ser salvado. Ir al cielo es una gran bendición; pero yo sé que es mejor estar con Cristo, y, como resultado de ello, ir al cielo. Es Él mismo, y lo que procede de Él, lo que es lo mejor de todo, porque viene de Él mismo.
C. H. Spurgeon - #2213

sábado, 10 de septiembre de 2011

Una evidencia segura de ser un hijo de Dios

Escuché una vez una encantadora historia sobre Robert Hall –el más poderoso de nuestros oradores bautistas- y tal vez uno de los más grandes y elocuentes ministros que haya vivido jamás. Él estaba sujeto a ataques de terrible depresión de ánimo; y, una noche, cuando se dirigía hacia un cierto lugar adonde iba a predicar, tuvo que detenerse por causa de una fuerte nevada. Había tal cantidad de nieve que se vio obligado a pasar la noche en la casa de la granja donde había tenido que detenerse. Pero tendría que predicar –decía- tenía listo su discurso y tendría que predicarlo. De tal forma que tuvieron que reunir a los sirvientes, y a la gente de la granja, y el señor Hall predicó el sermón que había preparado, un sermón demasiado maravilloso para ser predicado en la sala de la casa de una granja, y después que todas las personas se marcharon, se sentó junto a la chimenea con el buen hombre de la casa –un granjero sencillo- y el señor Hall le preguntó: “Ahora dígame, señor Fulano de Tal, ¿cuál piensa usted que sea la evidencia segura de que un hombre sea un hijo de Dios? A veces me temo que no soy un hijo.”

“¡Oh!”, –le respondió el granjero- “mi querido señor Hall, ¿cómo puede usted hablar así?”

“Bien, ¿cuál piensa usted que es la mejor evidencia de que un hombre es realmente un hijo de Dios?”

“¡Oh!”, -replicó el granjero- “estoy seguro de que si un hombre ama a Dios, aceptará todo de buen grado”.

“Entonces”, -dijo el granjero continuando con la historia- “deberían haberlo oído hablar. Dijo: ‘¿Amar a Dios, amigo? ¿Amar a Dios? Aunque yo estuviera condenado, todavía lo amaría. ¡Él es un Ser tan bendito, tan santo, tan veraz, tan clemente, tan amable, tan justo!’ Prosiguió durante una hora alabando a Dios, y las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras seguía diciendo: ‘¡Amarlo! No podría evitar amarlo; tengo que amarlo. Sin importar lo que me haga, tengo que amarlo’”.
C. H. Spurgeon - Revelación y Conversión

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Nuestras ofrendas

Nuestras ofrendas no han de ser medidas por el monto que aportamos, sino por el excedente que conservamos en nuestra propia mano. Las dos blancas de la viuda valían más, a los ojos de Cristo, que todo el dinero restante echado en el arca; pero “ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento”.
C. H. Spurgeon - La Dádiva Óptima

lunes, 5 de septiembre de 2011

No podrían imaginar el gozo que sentí hoy al visitar a un hermano que yace gravemente enfermo. Mi querido amigo, al hablar conmigo hace unos instantes, cuando me encontraba junto a su lecho, me dijo: “Pastor, ¿recuerda usted lo que me dijo cuando me bautizó?” Yo le respondí: “No, no lo recuerdo”. “Bien” –comentó- “fue hace treinta y cinco años, y cuando estaba entrando en el agua, usted pidió: ‘Alabemos al Señor por este hermano. Yo espero que sea un don, un don precioso, para esta iglesia’. Y luego usted se detuvo antes de bautizarme, y oró: ‘¡Señor, hazlo útil, y concédele la gracia de servirte durante muchos años más!’ De eso hace treinta y cinco años” –dijo- “y sin embargo, lo recuerdo como si fuese ayer: cómo oró usted por mí, y cómo concluyó diciéndome: ‘¡Y, cuando tus pies toquen las frías aguas del río de la muerte, que lo pises con firmeza!’ Oh, querido pastor” –dijo- “estoy pisando con firmeza. Nunca fui tan feliz ni tan dichoso como lo soy ahora, en espera de ver pronto el rostro de mi Amado”. Nuestro hermano agregó también: “¡Cuán poco aporta la teología moderna al hombre que está al borde de la eternidad! Yo no necesito ninguna teoría acerca de la inspiración, o acerca de la expiación. La Palabra de Dios es verdadera para mí de principio a fin, y la sangre preciosa de Jesús es mi única esperanza”. Yo le respondí: “Mi hermano me dijo el otro día lo que John Wesley le dijo a Charles Wesley. Le dijo: ‘Hermano, nuestra gente muere bien’”. “Sí”, me respondió el hermano que está enfermo: “así es, pues como un anciano de la iglesia he visitado a muchísimas personas, y siempre han muerto con una fe segura y confiada”. Yo nunca veo ninguna duda en ninguno de nuestros amigos cuando están al borde de la muerte. Yo tengo más dudas de las que ellos parecieran tener. ¡Ay, que tenga que ser así! Pero yo espero comportarme como un hombre cuando muera, como lo hacen ellos, descansando en ese mismo Salvador. Pero, hermanos, habríamos sido grandes perdedores si ese hermano, hace treinta y cinco años, habiéndose dado a sí mismo al Señor, no se hubiera dado también a mí y a la iglesia sobre la cual el Señor me había hecho pastor. ¡Bendito sea Dios, que le ha guardado a él y a nosotros hasta este día!
C. H. Spurgeon - La Dádiva Óptima

domingo, 4 de septiembre de 2011

De la iglesia perfecta

Ustedes, que ya son miembros de la iglesia, no la han encontrado perfecta, y yo espero que casi se sientan contentos por no haberla encontrado así. Si yo no me uniera nunca a ninguna iglesia hasta no encontrar la iglesia perfecta, no me habría unido a ninguna en absoluto; y en el momento en que me uniera a ella -si encontrara alguna- la arruinaría, pues no sería una iglesia perfecta a partir del instante en que me hiciera miembro de ella. Aun así, imperfecta como es, es el lugar que más amamos en la tierra.
C. H. Spurgeon - sermón #2234.

¿Es así nuestra entrega a Cristo?

Algunos de nosotros nos entregamos a Cristo hace cuarenta años. Oh, cuán agradecido estoy de poder decir: “¡Hace cuarenta años!” Algunos de ustedes vinieron hace treinta años; algunos hace veinte años; algunos hace diez años. Algunos de ustedes se entregaron a Cristo bastante recientemente, cuando mis queridos hermanos Fullerton y Smith estuvieron en el Tabernáculo. Bien, ¿desean regresar corriendo? Si algunos de ustedes quisieran hacerlo, yo conozco a uno que no quiere, que antes bien dice: “Señor, yo vengo de nuevo, como si nunca antes hubiere venido, y el deseo de mi corazón es ser plenamente Tuyo, más enteramente Tuyo de lo que lo he sido jamás. Toma mi corazón, y mis manos, y mis pies, y mis ojos, y mis oídos y mi lengua; toma mi vida, y mi voluntad, y todos los poderes de mi cuerpo, mente y alma; toma todo lo que soy, y todo lo que tengo, y todo lo que tendré jamás; tómalo todo, pues es todo Tuyo”.
C. H. Spurgeon, sermón #2234 - Volumen 37



viernes, 2 de septiembre de 2011

¿Acaso nuestra Cabeza fue coronada de espinas y ustedes se imaginan que los demás miembros del cuerpo habrán de ser mecidos sobre el cómodo regazo de la tranquilidad?
C. H. Spurgeon – sermón #254 – Vol. 5

jueves, 1 de septiembre de 2011

Al reflexionar sobre esta sumamente importante verdad, quiero que consideren el contexto del texto. Encontrarán en el versículo séptimo de este capítulo, que el amor a Dios es establecido como una indispensable señal del nuevo nacimiento. “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. Entonces no tengo ningún derecho a creer que soy una persona regenerada a menos que mi corazón ame a Dios verdadera y sinceramente. Sería vano que yo, si no amara a Dios, citara el certificado que registra una ceremonia eclesial y dijera que eso me regeneró. Ciertamente no hizo eso, pues de otra manera se habría presentado el resultado seguro. Si he sido regenerado, yo podría no ser perfecto, pero sí puedo decir esto: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Cuando por la fe recibimos el privilegio de convertirnos en hijos de Dios, recibimos también la naturaleza de hijos y con amor filial clamamos: “¡Abba, Padre!” Esta regla no tiene ninguna excepción. Si un hombre no ama a Dios, tampoco ha nacido de Dios. Muéstrenme un fuego sin calor y entonces pueden mostrarme una regeneración que no produce amor a Dios, pues así como el sol tiene que producir su luz, así un alma que por la gracia divina ha sido creada de nuevo, tiene que poner de manifiesto su naturaleza mediante un sincero afecto hacia Dios”. “Os es necesario nacer de nuevo” pero ustedes no han nacido de nuevo a menos que amen a Dios. Cuán indispensable es entonces el amor a Dios.
C. H. Spurgeon - La Lógica del Amor

miércoles, 31 de agosto de 2011

La Lógica del Amor

Amados, habemos unos cuantos que sabemos mucho acerca de las profundidades del amor de Dios. Nuestro amor es superficial. ¡Ah, cuán superficial! El amor a Dios es como un gran monte. La mayoría de los viajeros lo avistan a la distancia, o recorren el valle en torno a su base. Unos cuantos escalan hasta un descansadero ubicado en alguna de sus elevadas estribaciones, desde donde ven una porción de sus sublimidades. Por aquí y por allá algún viajero aventurero escala un pico menor, y mira al glaciar y a la elevada montaña a una distancia muy cercana. Más escasos aún son aquellos que escalan el pináculo más alto y pisan la nieve virgen.

Así es en la Iglesia de Dios. Todo cristiano permanece bajo la sombra del amor divino; unos cuantos disfrutan y regresan ese amor en un grado notable; pero hay unos cuantos –en esta época, tristemente, unos pocos- que alcanzan un amor seráfico, que ascienden al monte del Señor para estar allí donde el ojo del águila no se ha posado, y para caminar por el sendero que el cachorro del león no ha hollado nunca, por los lugares altos de una completa consagración y de un ardiente amor inextinguible.

Ahora, fíjense bien, puede ser difícil ascender tan alto, pero hay una ruta segura, y solo una, que el hombre tiene que seguir si quiere alcanzar esa sagrada elevación. No es la senda de sus obras, ni la vereda de sus propias acciones, sino ésta: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Juan y los apóstoles confesaron que así habían obtenido su amor. Para el amor más sublime que haya resplandecido jamás en algún pecho humano no hubo otra fuente que ésta: Dios amó primero que el hombre. ¿No ven ustedes cómo es eso? Saber que Dios me ama echa fuera mi temor atormentador acerca de Dios, y una vez que ese temor es expulsado, hay espacio para un abundante amor a Dios. Cuando el miedo sale, el amor entra por la otra puerta. Así que entre más fe en Dios haya, más espacio hay para el amor que llena el alma.

C. H. Spurgeon - Sermón no.1008

Sobre el amor a Dios

Hay algunas gracias que, en su vigor, no son absolutamente esenciales para la pura existencia de la vida espiritual, aunque son muy importantes para su sano crecimiento; pero el amor a Dios tiene que estar en el corazón, o de lo contrario no hay allí ninguna gracia de ningún tipo. Si alguien no ama a Dios, no es un hombre renovado. El amor a Dios es una marca que está siempre asentada sobre las ovejas de Cristo, pero que nunca está asentada sobre nadie más. Al reflexionar sobre esta sumamente importante verdad, quiero que consideren el contexto del texto. Encontrarán en el versículo séptimo de este capítulo, que el amor a Dios es establecido como una indispensable señal del nuevo nacimiento. “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. Entonces no tengo ningún derecho a creer que soy una persona regenerada a menos que mi corazón ame a Dios verdadera y sinceramente. Sería vano que yo, si no amara a Dios, citara el certificado que registra una ceremonia eclesial y dijera que eso me regeneró. Ciertamente no hizo eso, pues de otra manera se habría presentado el resultado seguro. Si he sido regenerado, yo podría no ser perfecto, pero sí puedo decir esto: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Cuando por la fe recibimos el privilegio de convertirnos en hijos de Dios, recibimos también la naturaleza de hijos y con amor filial clamamos: “¡Abba, Padre!” Esta regla no tiene ninguna excepción. Si un hombre no ama a Dios, tampoco ha nacido de Dios. Muéstrenme un fuego sin calor y entonces pueden mostrarme una regeneración que no produce amor a Dios, pues así como el sol tiene que producir su luz, así un alma que por la gracia divina ha sido creada de nuevo, tiene que poner de manifiesto su naturaleza mediante un sincero afecto hacia Dios”. “Os es necesario nacer de nuevo” pero ustedes no han nacido de nuevo a menos que amen a Dios. Entonces cuán indispensable es el amor a Dios.
C. H. Spurgeon - La Lógica del Amor, sermón no. 1008

lunes, 29 de agosto de 2011

Aspectos de la Santidad

6. Algunos usos prácticos que podemos darle a la doctrina del pecado

a) En primer lugar una visión escritural del pecado es uno de los mejores antídotos para un tipo de teología vago y nebuloso que es tan común: ‘algo acerca de Cristo, algo acerca de la gracia, algo acerca de la fe’. Esa teología nebulosa no ejerce ninguna influencia en la vida cotidiana ni proporciona paz en la hora de la muerte. Quienes se someten a un tipo de teología así, a menudo se dan cuenta demasiado tarde que no hay nada sólido o real en su religión.

Los seres humanos no mirarán resueltamente al cielo ni vivirán como peregrinos aquí mientras no sientan realmente que están en peligro de irse al infierno por causa de sus pecados. Podemos estar seguros de que las personas no vendrán nunca a Jesús y no estarán con Él ni vivirán para Él, si no saben por qué necesitan venir. Aquellos a quienes el Espíritu Santo atrae a Cristo son los mismos a quienes les ha infundido una convicción de su pecaminosidad.

b) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto para contrarrestar la teología liberal y modernista. La tendencia de esta teología es rechazar todas las declaraciones dogmáticas de la verdad e intentar convencernos de que todo es verdad, que todo el mundo está en lo correcto y que eventualmente todo el mundo será salvado. La expiación de Cristo, la personalidad del demonio, los milagros de los que habla la Escritura, la realidad y la eternidad del castigo futuro, todas estas verdades han sido descartadas por la errónea creencia de que hacerlo hará que el cristianismo sea más aceptable frente a las ideas modernas.

c) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto para un tipo de cristianismo ceremonial y formal. Un niñito se queda satisfecho con los juguetes y con diversos objetos en tanto que no esté hambriento. Lo mismo sucede con nosotros en los asuntos del alma. Una vez que una persona entiende su pecado y su necesidad de un Salvador, entonces la música, las flores, las velas, el incienso, los pendones y las ceremonias elaboradas por el hombre le parecerán un triste desperdicio de tiempo.

d) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto contra la teoría de la perfección libre de todo pecado. Por todos los medios hemos de apuntar a lo más alto. Pero si la gente habla en serio cuando nos dice que en este mundo un creyente puede vivir por años en una inquebrantada comunión con Dios, debo decir que tal visión no es escritural y es peligrosa. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1: 8).

e) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto en contra de las visiones rastreras de la santidad personal. Durante mucho tiempo he tenido una triste convicción de que la norma de vida cotidiana entre los cristianos profesantes ha ido en declive paulatinamente. Pudiera ser que el incremento de las riquezas haya introducido una plaga de mundanalidad y un gusto por sentirse a sus anchas. Pudiera ser que la controversia religiosa haya marchitado nuestra vida espiritual. Sea cual fuese la razón, ha habido últimamente una norma más baja de santidad personal de la que solía haber en los días de nuestro padres. Yo estoy convencido de que el primer paso para alcanzar una norma más alta de santidad es darse cuenta más plenamente de la sorprendente pecaminosidad del pecado.
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

lunes, 22 de agosto de 2011

Diario de Spurgeon

22 de Mayo – 1850

Mi debilidad es mi mayor fuerza, pues es entonces cuando confío únicamente en Jesús, cuando siento mi propia dependencia. Yo soy una vasija de barro y he estado entre las ollas de los irredentos. ¡Hazme ahora una vasija para Tu uso! Tu sangre es mi confianza, pues he sido lavado; ¿quién me ennegrecerá ahora como para que no esté sin mancha al final? ¡Dicha, dicha indecible, éxtasis divino, yo vuelo más allá de los confines de la tierra y mi Esposo me sostiene en Sus brazos y yo soy Suyo y Él es mío, mi glorioso Príncipe, mi Redentor, mi Amor!

martes, 16 de agosto de 2011

Aspectos de la Santidad

5. Lo relativo a la falacia del pecado

La falacia del pecado puede ser demostrada por nuestra disposición a ofrecer excusas por él y a minimizar su culpa. Decimos: ‘Es sólo un pecadito… Dios es misericordioso… teníamos una buena intención… no podemos ser tan detallistas… ¿dónde está el daño?’ ¿Qué es lo queremos decir? Queremos decir que estamos tratando de engañarnos a nosotros mismos para creer que el pecado no es realmente tan pecaminoso. Me temo que no nos damos cuenta de la sutileza extrema del pecado. Raramente se presenta como pecado, al principio.

Qué razones reales tenemos para la humillación y el abatimiento del ego; razones para considerar la necesidad de un cambio de corazón, el cambio que la Biblia llama regeneración, nuevo nacimiento y conversión. Por otro lado, cuán agradecidos debemos estar por el mensaje evangélico que nos habla del remedio para nuestra enfermedad. No tenemos que tener miedo de estudiar la naturaleza, el origen, el poder, el alcance y la vileza del pecado si, al mismo tiempo, miramos a la salvación provista para nosotros en Jesucristo. “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5: 20).

J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

jueves, 11 de agosto de 2011

Aspectos de la Santidad

4. Lo relativo a la maldad del pecado

Yo no creo que nosotros, con nuestra inadecuada concepción del pecado, podamos captar jamás su extrema fealdad ante los puros ojos de Dios. Un ciego no puede notar la diferencia entre una obra de arte famosa y una ruda señal en una aldea; un sordo no puede notar la diferencia entre un simple silbato y un gran órgano.

Tenemos que fijar en nuestras mentes lo que dice el profeta acerca de Dios: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1: 13), y que, por tanto, “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18: 4). Incluso de los labios de Jesús tenemos las palabras: “E irán éstos al castigo eterno” (Mateo 25: 46). ¡Estas son palabras terribles cuando consideramos que están escritas en el libro de un Dios misericordioso!

J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


lunes, 8 de agosto de 2011

Yo siento un gran deseo en mi corazón y me gustaría compartirlo con ustedes. Mi deseo es que haya más convertidos en este lugar de los que hubieren sido convertidos jamás en cualquier lugar desde que el mundo existe, pues nunca antes fue congregada una audiencia tal para oír a un hombre. Si me será concedido ese deseo, yo no lo sé, pero si tenemos suficiente fe para eso, podría suceder y sucederá; ¿por qué no habría de suceder? ¡Oh, que algunos grandes pecadores pudieran ser salvados, pues siempre se convierten en los mejores santos! ¡Oh, que el Señor tomara a algunos de los cabecillas del ejército del diablo y los convirtiera en lugartenientes a Su servicio! Nadie es tan valiente por Cristo como quienes fueron osados para pecar. ¡Que la grandiosa misericordia los encuentre a ustedes, empedernidos pecadores! Recuerden que el camino de la salvación es éste: confíen en Jesús, y serán salvos; mírenlo a Aquel a quien les he presentado justo ahora sangrando, gimiendo y muriendo en el madero. ¡Miren, miren, y vivan! Dependan únicamente de Él, entréguenle su corazón únicamente a Él, y descansen en Él, y recuerden que no es posible que alguien venga a Jesús y ponga su confianza en Él y aun así perezca.
C. H. Spurgeon . Sermón #743





miércoles, 3 de agosto de 2011

¡Ah, amigo mío!, permíteme que te asegure, y, ¡oh!, cuánto me alegra poder hacerlo, que hay esperanza para el más vil por medio de la sangre preciosa de Jesús. Nadie podría ir demasiado lejos para que el largo brazo de Cristo no pudiera alcanzarle. Cristo se deleita en salvar a los peores pecadores. Él les dijo a Sus apóstoles: “Predicad el evangelio a toda criatura, pero comenzad”, ¿dónde?, “comenzad en Jerusalén. Allí viven los desdichados que escupieron en mi rostro. Allí viven los seres crueles que clavaron los clavos en Mis manos. Vayan y predíquenles el Evangelio a ellos primero. Díganles que puedo salvar, no meramente a los pequeños pecadores, sino al peor de los pecadores. Díganles que confíen en Mí y vivirán”.
C. H. Spurgeon - sermón # 742
¿Conoces el plan de salvación? Óyelo y vive por él. Has ofendido a Dios. Dios tiene que castigar el pecado. Es una ley inamovible que el pecado tiene que ser castigado. Entonces, ¿cómo puede Dios tener misericordia de ti? Pues bien, únicamente de esta manera: Jesucristo vino del cielo y sufrió en el lugar, en la condición y en sustitución de todos los que confían en Él. Sufrió lo que ellos debían haber sufrido, de tal manera que Dios es justo, y, con todo, es capaz al mismo tiempo de perdonar al peor de los pecadores a través de los méritos de Su amado Hijo. Cristo ha pagado todas tus deudas, si fueras un creyente en Él. Si tan sólo vienes y descansas en Jesús y únicamente en Jesús, Dios no puede castigarte por tus pecados, pues Él castigó a Jesús por ellos, y no sería justo de Su parte castigar a Cristo y luego castigarte a ti, exigir el pago de la Fianza primero y después exigir el pago del deudor.
C. H. Spurgeon - sermón #742

jueves, 28 de julio de 2011

“Es indebido decirle a un hombre que tiene que arrepentirse antes de que pueda confiar en Cristo, pero es correcto decirle que habiendo confiado en Cristo, no es possible que siga siendo impenitente”.
C. H. Spurgeon – Sermón #3434 – Volúmen 60.
El nombre de ‘santo’, si no está justificado por la santidad, es una ofensa para los hombres honestos, y mucho más para un Dios santo. Una sonora y atrevida confesión de cristianismo sin una vida cristiana que la respalde, es una mentira aborrecible a Dios y al hombre, una ofensa contra la verdad, una deshonra para la religión, y es precursora de una maldición marchitante.
C. H. Spurgeon - Sermón #2107 - La Higuera Seca

domingo, 24 de julio de 2011

Diario de Spurgeon

21 de Mayo – 1850

¡Glorioso día, qué felicidad sería que todos fueran como éste! ¡Oh, la seguridad de un cristiano, que está tan seguro, aunque no tan bendecido, como cualquier santo en el Cielo! Señor, ¿cómo podría dejarte? ¿A quién, o adónde iría? Tú eres el centro de mi amor, todos los nombres gloriosos en uno, Tú eres el más refulgente, el más dulce, el más hermoso Ser que los ojos hayan visto o los ángeles hayan conocido. Yo confío en Ti para mi salvación; sin Ti, no puedo hacer nada. ¡Yo soy una completa debilidad; Tú tienes que hacerlo todo o pereceré! ¡Amor de mis amores, que sobrepasa a todo amor, fija mi corazón errabundo en Ti!

jueves, 21 de julio de 2011

La Salvación es Perpetua

Para usar una antigua figura: asegúrense de comprar un boleto que cubra la ruta completa. Muchas personas sólo han creído que Dios las salva temporalmente, en tanto que sean fieles, o en tanto que sean denodadas. Amados, crean que Dios los guarda fieles y denodados toda su vida; compren un boleto por el trayecto completo. Obtengan una salvación que cubra todos los riesgos. No hay ningún otro boleto emitido por parte de la oficina autorizada excepto un boleto por la ruta completa. Cualquier otro boleto es una falsificación. Quien no pueda conservarlos perdurablemente, no puede conservarlos por un día. Si el poder de regeneración no dura toda la vida, podría no durar ni siquiera una hora. La fe en el pacto eterno agita la sangre de mi corazón, me llena de gozo agradecido, me inspira confianza y me enardece de entusiasmo. No podría renunciar nunca a mi creencia en lo que el Señor ha dicho: “Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí”. ¡Que Dios los bendiga, por Cristo nuestro Señor! Amén.
C. H. Spurgeon - Perseverancia en Santidad #2108

miércoles, 20 de julio de 2011

Aspectos de la Santidad

3. Lo relativo al alcance del pecado

No debemos cometer ningún error acerca de ésto: la única base segura para nuestro entendimiento es lo que la Biblia enseña. “Todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6: 5). “Engañoso es el corazón más que todas las cosas” (Jeremías 17: 9). El pecado es una enfermedad que invade todas las facultades de nuestra mente: el entendimiento, los afectos, los poderes de razonamiento y la voluntad, todos están infestados. Incluso la conciencia está cegada de tal manera que no se puede confiar en ella como una guía segura para el recto comportamiento, a menos que sea iluminada por el Espíritu Santo.

Todo esto puede quedar oculto por una muestra exterior de cortesía. Es verdad que muchos seres humanos tienen unas nobles facultades y muestran una inmensa capacidad para alcanzar la excelencia en el arte, la ciencia y la literatura. Pero es un hecho que en las cosas espirituales estamos ‘muertos’. Naturalmente no tenemos temor ni amor de Dios en nuestros corazones. Lo que es mejor en nosotros está tan mezclado con la corrupción, que el contraste únicamente sirve para demostrar el alcance del pecado en nosotros.

El poder del pecado es tal que, incluso después de haber experimentado la conversión por la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, sentimos todavía su fuerza. Nunca nos hemos deshecho de las raíces del pecado en nosotros. En cuanto a los creyentes, de lo que podemos estar seguros es que el pecado está debilitado y contenido por la gracia por la gracia de Dios en nosotros. Pero tenemos que pelear diariamente la batalla entre los deseos de la carne y del espíritu, y eso es un testimonio del enorme poder y de la vitalidad del pecado.

No conozco ninguna prueba más sólida de la narración bíblica del origen de la humanidad, que esta universalidad del pecado. Si aceptamos que todos los seres humanos han descendido de una pareja, y que esa pareja se rebeló contra Dios, entonces el estado de nuestra naturaleza humana es fácilmente explicable. Si negáramos la historia del Génesis, como hacen algunos, entonces es difícil explicarnos el sorprendente alcance y poder del pecado hoy día.

Dichoso es el creyente que entiende el hecho del pecado, y que puede decir: “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”, sin olvidar jamás que hay que vigilar y orar para no caer en tentación.

J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

domingo, 17 de julio de 2011

Aspectos de la santidad

2. El origen y la fuente del pecado

Nuestra pecaminosidad no comienza desde afuera de nosotros, sino desde adentro. No es el resultado de un mal aprendizaje en los primeros años; no es algo copiado de malos compañeros y de malos ejemplos. ¡No! Es una enfermedad familiar con la que nacemos, heredada de nuestros primeros padres: Adán y Eva. “El pecado entró en el mundo por un hombre… (Romanos 5: 12). El bebé más hermoso nacido en este año no es “un pequeñito inocente”, sino un pecador pequeño. Sólo observen cómo se desarrolla y pronto verán en él los gérmenes del engaño, del mal carácter, del egoísmo, del capricho, de la obstinación, de la avaricia, de los celos y de la pasión, que si son tolerados y se quedan sin corrección, crecerán tan rápido como la maleza en el jardín. ¿Quién le enseñó al niño esas cosas? ¡Sólo la Biblia puede responder esa pregunta! “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7: 21-23).

J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

sábado, 16 de julio de 2011

Aspectos de la Santidad

1. Algunas definiciones de pecado

El pecado es esa vasta enfermedad moral que afecta a la raza humana entera. Un pecado consiste en hacer, decir, pensar o imaginar cualquier cosa que no se conforme perfectamente a la mente y a la ley de Dios. La más ligera separación, externa o interna, del completo acuerdo con la voluntad y el carácter revelados de Dios, es un pecado, y de inmediato nos hace culpables a Sus ojos. Es demasiado fácil quebrantar la ley de Dios en pensamiento o deseo aun cuando no haya un acto visible de impiedad. Nuestro Señor estableció ese punto más allá de toda disputa en Su Sermón del Monte (Mateo 5: 21-28).

Es también fácil quebrantar la ley de Dios cuando se omite hacer lo que Él exige. Jesús dejó esto muy en claro también: “Tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber” (Mateo 25: 42). Y debo recordarles que es posible cometer algún pecado, y, sin embargo, ser ignorante de ello. Al pueblo de Dios, Israel, se le instruyó que hay pecados de ignorancia (Levítico 4) lo cual fue confirmado por nuestro Señor cuando dijo: “Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco” (Lucas 12: 48). Haríamos bien en recordar que nuestro conocimiento imperfecto no es la verdadera medida de nuestra pecaminosidad!

J. C. Ryle - Traducción de Allan Román

miércoles, 13 de julio de 2011

El Pecado

el pecado es infracción de la ley (1 Juan 3: 4)

Un recto conocimiento del pecado es la base de un verdadero entendimiento del cristianismo. Sin eso, tales verdades como la justificación, la conversión y la santificación, son únicamente palabras y nombres. Lo primero que Dios hace cuando atrae a la gente hacia Sí, es hacerlos reconocer interiormente que son pecadores culpables. Así como la creación del mundo comenzó con la llegada de la luz (Génesis 1: 3), así esta nueva conciencia de pecado es el comienzo de la recreación espiritual de una persona. Dios brilla en nuestros corazones por el Espíritu Santo y entonces comienza nuestra vida espiritual (2 Corintios 4: 6).

Aspectos de la Santidad - J. C. Ryle

lunes, 11 de julio de 2011

Diario de Spurgeon

20 de Mayo – 1850

Asistí a la reunión de oración y participé en la oración. ¡Cuán inextinguible es la fuente de la que proviene mi vida! ¡Cuán ilimitada la reserva de donde viene mi provisión! He de ser salvo, pues la Omnipotencia ha asumido mi salvación. ¡Otro día glorioso, otra visita de Su gracia vivificadora; bendito sea el nombre del Señor! El servicio del Señor sería un servicio dichoso, aun si un disfrute como éste fuera su única recompensa. ¡Cuán dulce son las visitas de Su gracia, dulces más que miel, y que la que destila del panal!

martes, 5 de julio de 2011

Diario de Spurgeon

19 de Mayo – 1850

Fui a la escuela dominical. El señor S. predicó esta mañana sobre 2 Corintios 3: 6-8. ¡Cuán glorioso es el ministerio de vida, cuán hermosas las tablas de piedra cuando están encerradas en el arca bendita del pacto! Por la tarde, Ezequiel 36: 27. Por la noche, “¿Qué es la verdad?” En cuanto a interés, los sermones de hoy han sido un fracaso. Les hablé a los niños sobre la oración. Fuimos a visitar, con el señor M. a seis nuevos niños. Por la noche estuve en casa del señor B. Me involucré en la oración en su altar familiar. Hoy ha sido un día soleado para mí. El Señor me ha visitado desde lo alto. ¡Gózate, oh alma mía, alégrate, y renueva tu fuerza; corre, corre, en el nombre del Señor! Él está conmigo, Él ha estado conmigo. ¡Ha convertido la debilidad en fuerza! ¡Poderoso para salvar, Tú recibirás todos mis más nobles cantos! ¡Que Tu gracia me constriña a amarte, y a vivir para Ti! ¡Yo estoy sepultado con mi Señor y Salvador; que sea yo crucificado al mundo, y que muera diariamente! ¡Cuán cierto es que Tu yugo es fácil, y Tu carga ligera! Puedo hacerlo todo por medio de Cristo Jesús.

jueves, 30 de junio de 2011

¡Recuerda que Cristo y tu alma nunca serán uno hasta que tú y tu pecado sean dos!
C. H. Spurgeon, Sermón #283 – Vol. 5

miércoles, 29 de junio de 2011

Nuestras familias, nuestras escuelas, nuestras congregaciones, para no mencionar a nuestras ciudades, a nuestra patria, a nuestro mundo, deberían ponernos de rodillas diariamente, porque la pérdida de siquiera un alma es más terrible de lo que podemos concebir. El ojo no ha visto, el oído no ha escuchado, ni ha entrado en el corazón del hombre, lo que el alma tiene que sufrir para siempre en el infierno. ¡Señor, haz que sintamos misericordia! “¡Qué misterio: el alma y la eternidad de un hombre dependen de la voz de otro!”
Horatius Bonar (1808 – 1889). Reconocido pastor escocés.

lunes, 27 de junio de 2011

¿Has Nacido de Nuevo?

¿Has nacido de nuevo? Esta es una de las preguntas más importantes de la vida. Jesucristo dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).

No basta con responder: “Pertenezco a la iglesia; yo supongo que soy cristiano”. Miles de cristianos nominales no muestran ninguna de las señales de haber nacido de nuevo que las Sagradas Escrituras nos proporcionan, muchas de ellas anotadas en la Primera epístola de Juan.

No comete habitualmente pecados

Primero, Juan escribió: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Juan 3:9). “Todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Juan 5:18).

La persona que es nacida de nuevo, o que ha sido regenerada, no comete habitualmente pecados. Ya no peca con su corazón ni con su voluntad. Probablemente hubo una época cuando no pensaba si sus acciones serían o no pecaminosas, y no siempre sentía pesar después de haber hecho el mal. No había problemas entre él y el pecado; eran amigos, pero el cristiano auténtico odia el pecado, huye de él, lucha contra él, lo considera su mayor plaga, resiente la carga de su presencia, se duele cuando cae bajo su influencia y anhela librarse totalmente de él. El pecado ya no le agrada y ni siquiera le es indiferente; ha llegado a ser algo que odia. No obstante, no puede eliminar su presencia dentro de él.

Si dijera que no tiene pecado, estaría mintiendo (1Juan 1:8). Pero puede decir que odia el pecado y que el gran anhelo de su alma es no volver a cometer ningún pecado. No puede impedir malos pensamientos, ni que faltas, omisiones y defectos aparezcan tanto en sus palabras como en sus acciones. Sabe que “todos ofendemos muchas veces” (Santiago 3:2).

Pero puede decir ciertamente, en la presencia de Dios, que estas cosas le causan dolor y tristeza y que su naturaleza entera no las consiente. ¿Qué diría de ti el apóstol? ¿Has nacido de nuevo?

Cree en Cristo

Segundo, Juan escribió: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1).

El hombre que es nacido de nuevo, o es regenerado, cree que Jesucristo es el único Salvador que puede perdonar su alma, que es la persona divina designada por Dios el Padre justamente para este propósito, y fuera de Él no hay ningún Salvador. Se considera indigno. Pero tiene plena confianza en Cristo, y confiando en él, cree que todos sus pecados han sido perdonados. Cree que, porque ha aceptado la obra consumada de Cristo y la muerte en la cruz, es considerado justo a los ojos de Dios, y puede encarar la muerte y el juicio sin temor.

Puede tener temores y dudas. Quizás a veces diga que se siente como que no tiene nada de fe. Pero pregúntale si está dispuesto a confiar en otra cosa en lugar de Cristo, y observa lo que dice. Pregúntale si está dispuesto a basar su esperanza de vida eterna en su propia bondad, en sus propias obras, en sus oraciones, en su pastor o en su iglesia, y nota su respuesta. ¿Qué diría de ti el apóstol? ¿Has nacido de nuevo?

Practica justicia

Tercero, Juan escribió: “todo el que hace justicia es nacido de él”(1 Juan 2:29).

El hombre que es nacido de nuevo, o es regenerado, es un hombre santo. Procura vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, hacer las cosas que agradan a Dios y evitar las cosas que Dios aborrece. Desea continuamente tener su ejemplo en Cristo su ejemplo y dar muestras de ser amigo de Jesús haciendo todo lo que Él ordena. Sabe que no es perfecto. Percibe, con dolor, su corrupción interior. Tiene conciencia de un principio maligno dentro de sí mismo que lucha constantemente contra la gracia y trata de apartarlo de Dios. Pero no lo consiente, aunque no pueda impedir su presencia.

Aunque a veces puede sentirse tan bajo que cuestiona si es o no cristiano, podrá decir con John Newton: “No soy lo que debo ser, no soy lo que quiero ser, no soy lo que espero ser en el más allá; pero aun así no soy lo que era, y por la gracia de Dios soy lo que soy.” ¿Qué diría de ti el apóstol? ¿Has nacido de nuevo?

Ama a los demás cristianos

Cuarto, Juan escribió: “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14).

El hombre que ha nacido de nuevo tiene un amor especial por todos los auténticos discípulos de Cristo. Al igual que su Padre en los cielos, ama a todos los hombres con un gran amor general, pero tiene un amor especial por los que comparten su fe en Cristo. Al igual que su Señor y Salvador, ama a los peores pecadores y puede llorar por ellos; pero tiene un amor particular por los que son creyentes. Nunca se siente tan en casa como cuando está en su compañía.

Siente que todos son miembros de la misma familia. Son sus soldados compañeros, luchando contra el mismo enemigo. Son sus compañeros de viaje, viajando por el mismo camino. Los comprende, y ellos lo comprenden a él.

Pueden ser muy distintos a él de muchas maneras: en rango, en posición y en riquezas. Pero eso no importa. Son los hijos e hijas de su Padre y no puede menos que amarlos. ¿Qué diría de ti el apóstol? ¿Has nacido de nuevo?

Vence al mundo

Quinto, Juan escribió: “Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo” (1 Juan 5:4).

El hombre que ha nacido de nuevo no usa la opinión del mundo como su norma con respecto a lo bueno y lo malo. No le importa ir contra la corriente de las conductas, ideas y costumbres del mundo. Lo que dicen o hacen los demás ya no le preocupa. Vence al amor del mundo. No encuentra placer en las cosas que parecen dar felicidad a la mayoría de las personas. A él le parecen necias e indignas de un ser inmortal.

Ama los elogios de Dios más que los elogios del hombre. Teme ofender a Dios más que ofender a los hombres. No es importante para él si lo culpan o elogian, su meta principal es agradar a Dios. ¿Qué diría de ti el apóstol? ¿Has nacido de nuevo?

Se mantiene puro

Sexto, Juan escribió: “Aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado” (1 Juan 5:18).

El hombre que ha nacido de nuevo cuida su propia alma. Procura no sólo evitar el pecado sino también todo lo que pueda llevarlo a él. Es cuidadoso de sus compañías. Sabe que las comunicaciones impías corrompen el corazón y que el mal es más contagioso que el bien, así como una enfermedad es más contagiosa que la salud. Es cuidadoso en cuanto al uso de su tiempo, su anhelo principal es usarlo con provecho.

Anhela vivir como un soldado en territorio enemigo --usar continuamente su armadura y estar preparado para la tentación. Es diligente en ser un hombre vigilante, humilde y de oración. ¿Qué diría de ti el apóstol? ¿Has nacido de nuevo?

La prueba

Estas son las seis grandes características del cristiano que ha nacido de nuevo. Hay una gran diferencia en la profundidad y claridad de estas características en distintas personas. En algunas son débiles y casi ni se notan. En otras son fuertes, claras e inconfundibles, de modo que cualquiera las puede notar. Algunas de estas características son más visibles que otras en cada individuo. Rara vez son todas igualmente evidentes en una persona dada.

Pero aun así, teniendo todo en cuenta, aquí encontramos grabadas seis características del que es nacido de Dios.

¿Cómo hemos de reaccionar a estas cosas? Podemos, por lógica, llegar a una sola conclusión: únicamente los que son nacidos de nuevo tienen estas seis características, y los que no las tienen no son nacidos de nuevo. Esta parece ser la conclusión a la cual el apóstol quería que llegáramos.

¿Tienes estas características?

J. C. Ryle (1816 - 1900)

miércoles, 22 de junio de 2011

No hay ninguna diferencia entre los glorificados en el cielo y los condenados en el infierno, excepto la diferencia que Dios estableció por Su propia gracia soberana.
C. H. Spurgeon, sermón no. 341 – Volumen 6.
Los gozos de esta vida con los que Dios nos bendice deberían hacernos crecer en gracia y gratitud, deberían ser un motivo suficiente para la forma más excelsa de consagración, pero, como una regla, sólo somos conducidos a Cristo mediante una tormenta, quiero decir la mayoría de nosotros. Hay benditas y favorables excepciones, pero la mayoría de nosotros necesita la vara, tiene que tenerla, y no pareciéramos aprender la obediencia, excepto a través de la disciplina, de la disciplina del Señor. Aquí dejo ese pensamiento.
C. H. Spurgeon - Insondable

jueves, 16 de junio de 2011

Diario de Spurgeon

18 de Mayo – 1850

Recorrí el Distrito de la Estación. Cuando comencé, estaba mudo en lo que respecta a las cosas espirituales. Pronto sentí la operación del Señor en alguna medida. Bendito sea Su santo nombre por los siglos de los siglos, y todos los redimidos han de decir: ¡Amén! Suyo es el poder. ¡Amado, Tu belleza es perdurable! Es algo glorioso contemplarte. ¡Dame más de las visiones embelesadoras de Tu rostro, de las miradas de Tu amor, y más constante comunión Contigo! ¡Señor, dígnate moverte en la tierra, y trae a Tus elegidos de entre los condenados pecadores del mundo!

miércoles, 15 de junio de 2011

El bautismo es una ordenanza admirable en la que el creyente tiene comunión con Cristo en Su muerte. Es un símbolo; pero no es nada más que eso. Decenas de miles y millones han sido bautizados y han muerto en sus pecados. O ¿qué beneficio hay en el sacrificio incruento de la Misa, como dice el Anticristo? ¿Dice alguien que es “un sacrificio incruento”, y sin embargo, lo ofrecen como una propiciación por el pecado? Nosotros arrojamos este texto en sus caras: “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. ¿Acaso responden que la sangre está allí en el cuerpo de Cristo? Nosotros respondemos que incluso si así fuera, eso no respondería al caso, pues es sin derramamiento de sangre, sin sangre derramada; la sangre como algo distinto del cuerpo; pero sin el derramamiento de sangre no hay remisión del pecado.
AUNQUE HAY PERDÓN DE PECADO, NUNCA ES SIN DERRAMAMIENTO DE SANGRE.

Esa es una frase arrolladora pues hay algunos seres en este mundo que confían en su arrepentimiento para el perdón del pecado. Más allá de toda duda es tu deber arrepentirte de tu pecado. Si has desobedecido a Dios, debes lamentarlo. Dejar de pecar no es sino el deber de la criatura, pues de lo contrario, el pecado no sería la violación de la santa ley de Dios. Pero has de saber que todo el arrepentimiento del mundo no puede borrar el más pequeño pecado. Si sólo un pensamiento pecaminoso se atravesara por tu mente, y tú te afligieras por él todos los días de tu vida, la mancha de ese pecado no podría ser quitada ni siquiera por la angustia que te cuesta. El arrepentimiento es la obra del Espíritu de Dios, y es un don muy precioso y es un signo de gracia; pero no hay ningún poder expiatorio en el arrepentimiento. En un mar lleno de lágrimas penitenciales no hay ni el poder ni la capacidad para lavar una sola mancha de esta espantosa inmundicia. Sin el derramamiento de sangre no se hace remisión.

Una Ley Inalterable - sermón de C. H. Spurgeon

lunes, 13 de junio de 2011

Diario de Spurgeon


17 de Mayo – 1850

Han pasado ahora quince días desde mi bautismo. ¡Cuán solemnemente me he consagrado a Ti! Quisiera repetir mis votos ahora, y consagrarme solemnemente a Ti de nuevo.



“Sean testigos, ustedes, hombres y ángeles, ahora,
Si yo abandono al Señor”.

En Su fuerza puedo hacerlo todo. Tú has jurado salvar, y ni la muerte ni el infierno podrían impedir Tu propósito eterno. ¡Sostenme! Tú me has bendecido. Sólo Tú puedes hacerlo. Si Tú no salvas, he de perecer. Tú no me dejarás; Tú me has mostrado una porción de la gloria de Tu rostro.

martes, 24 de mayo de 2011

Aspectos de la Santidad

7. ¿Es sabio enseñar a los creyentes que no deberían forcejear contra el pecado sino más bien entregarse a Dios?

La expresión presentaos ocurre en un solo lugar del Nuevo Testamento (Romanos 6: 13-19, Versión King James). En esos versículos se expresa: presentaos como un deber de los creyentes. Pero la palabra ‘presentarse’ no conlleva el sentido de ponernos pasivamente en las manos de otra persona. Tiene más bien el sentido de presentarnos activamente para el uso de otro, como Ofrecernos a Dios (Romanos 6: 13, Nueva Versión Internacional).

De cualquier manera, otros veinte o treinta pasajes de la Escritura nos enseñan que los creyentes no deben quedarse inmóviles, sino que deben ponerse de pie y trabajar. Como características de la vida cristiana se mencionan la guerra, la lucha, la vida de un soldado y la refriega. ¿Por cuál otro motivo necesitaríamos ponernos la armadura de Dios? (Efesios 6: 10-18).

La gente persiste en confundir dos cosas que difieren. En la ‘justificación’ se nos dice que creamos, que sólo creamos. En la ‘santificación’ se nos dice que vigilemos, que oremos y que luchemos.

Dejo mi introducción aquí con mucha ansiedad. Hay una actitud entre los cristianos profesantes de hoy (siglo 19), que me llena de preocupación por el futuro. Hay una asombrosa ignorancia de la Escritura con una consecuente falta de verdadera religión. Hay un gusto incrementado por lo sensacional; miles están dispuestos a congregarse si se trata de oír una nueva voz y una nueva doctrina, sin considerar si lo que oyen es verdad. Muchedumbres y aclamaciones y un incesante surgir de emociones son las únicas cosas por las que muchos se preocupan. En tanto que el predicador sea ‘brillante’ y ‘denodado’, cientos piensan que debe predicar la verdad.

El deseo de mi corazón y mi cotidiana oración son porque la santidad personal crezca grandemente entre los cristianos profesantes. Y yo confío en que todos los que se esfuercen por promoverla se adhieran estrechamente a lo que la Escritura enseña y aclara cuidadosamente entre doctrinas que difieren; “Si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca”, dice Jehová (Jeremías 15: 19).

J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


domingo, 22 de mayo de 2011

Diario de Spurgeon

16 de Mayo – 1850

Fui a la capilla. El sermón versó sobre el Salmo 23: 3. ¡Cuánto necesito esa restauración! Si el Señor no la lleva a cabo, yo no podría hacerlo. “Echa fuera a Tu enemigo y al mío”. Quiero ser pasivo, y someterme a Tu voluntad soberana; Tú harás lo que es recto. Señor, guárdame; esperaré Tu tiempo de avivamiento; ¡enséñame tanto a trabajar como a esperar, esperando y confiando que Tú vendrás pronto, y que restaurarás en mí el gozo de Tu salvación! Me encuentro en una condición abatida, pero, con todo, estoy eternamente seguro. Él me guiará.