jueves, 28 de febrero de 2008

Spurgeon: Predicar el Evangelio

Nuevamente, si me preguntan: ¿Qué es predicar el Evangelio? Contesto que predicar el evangelio es exaltar a Jesucristo. Tal vez ésta sea la mejor respuesta que puedo ofrecer. Me entristece comprobar a menudo cuán poco se entiende el Evangelio, aun entre algunos de los mejores cristianos. Hace algún tiempo una joven mujer se encontraba en medio de una gran tribulación en su alma; ella se acercó a un hombre cristiano muy piadoso, quien le dijo: "Mi querida amiga, debes irte a casa a orar." Yo pensé para mis adentros que eso no es nada bíblico. La Biblia no dice: "Vete a casa y ora." La pobre joven se fue a casa y oró y continuó sufriendo su tribulación. Él le dijo: "Debes tener paciencia, debes leer las Escrituras y estudiarlas." Eso tampoco es bíblico; eso no es exaltar a Cristo. Encuentro que muchos predicadores están predicando esa clase de doctrina. Le dicen a un pobre pecador convencido: "Tienes que ir a casa y orar, y leer las Escrituras; debes asistir al culto...", etcétera. Obras, obras, obras, en vez de: "Por gracia sois salvos por medio de la fe." Yo le diría: "Cristo debe salvarte, cree en el nombre del Señor Jesucristo." Yo no le diría a nadie, en esas circunstancias, que ore o que lea las Escrituras o que asista al templo; le presentaría la fe, la fe simple en el Evangelio de Dios. No es que menosprecie la oración; eso debe venir después de la fe. No es que diga ni una palabra en contra de buscar en las Escrituras; ésa es una señal infalible de ser hijo de Dios. No es que tenga objeciones en contra de ir al templo a escuchar la palabra de Dios, ¡Dios no lo quiera! Me gozo viendo a la gente en el templo. Pero ninguna de esas cosas es el camino de la salvación. En ninguna parte está escrito: "El que asista al templo será salvo" o "El que lea la Biblia será salvo". No he leído en ninguna parte: "El que ore y sea bautizado será salvo"; pero sí: "El que cree" -el que tiene una fe desnuda en el "Hombre Cristo Jesús"- "en Su Divinidad, en Su humanidad, es librado del pecado. Predicar que sólo la fe salva es predicar la verdad de Dios." Tampoco reconoceré a nadie como ministro del Evangelio, en ningún momento, si predica como plan de la salvación cualquier otra cosa que no sea la fe en Jesucristo; es la fe, la fe y solamente la fe en Su nombre. Pero la mayoría de las personas se encuentra enredada en sus propias ideas. Tenemos tanto concepto del trabajo almacenado en nuestro cerebro, tal idea del mérito y de las obras labrada en nuestros corazones, que nos resulta casi imposible predicar de manera clara y completa la justificación por la fe. Y si llegamos a hacerlo, entonces la gente no puede recibirla. Les decimos: "Cree en el Señor Jesús y serás salvo." Pero ellos tienen la noción de que la fe es algo tan maravilloso y misterioso, que es casi imposible que la puedan alcanzar sin tener que hacer algo más. Sin embargo, esa fe que nos une al Cordero es un don instantáneo de Dios, y aquel que cree en el Señor Jesús es salvo en el momento, sin ningún otro requerimiento. ¡Ah!, mis amigos, ¿acaso no queremos exaltar más todavía a Cristo en nuestra predicación, y exaltar más aún a Cristo en nuestras vidas? La pobre María dijo: "Han sacado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde le han puesto", y podría decir ahora lo mismo si saliera de la tumba. ¡Oh, que haya siempre un ministerio que sólo exalte a Cristo! ¡Oh, que la predicación siempre lo muestre a Él como Profeta, Sacerdote y Rey para Su pueblo! ¡Que el Espíritu manifieste al Hijo de Dios a Sus hijos a través de la predicación! Necesitamos tener una predicación que diga: "¡Mirad a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra!"¡Predicación del Calvario, teología del Calvario, libros sobre el Calvario, sermones sobre el Calvario! Éstas son las cosas que queremos y en la proporción en que el Calvario sea exaltado y Cristo sea engrandecido, en esa medida el Evangelio es predicado en nuestro medio.

domingo, 24 de febrero de 2008

Traducciones de los Sermones de Spurgeon

En el prefacio al Volumen 6 de los sermones, correspondiente al año de 1860, el señor Spurgeon afirma: “La Cabeza de la Iglesia ha abierto para nosotros otra puerta de utilidad, en la traducción de estos sermones al sueco, y en esa lengua los sermones han encontrado una muy amplia circulación; así que ahora hablamos en inglés, francés, galés, alemán y sueco, que son casi las únicas lenguas protestantes.”
En el prefacio al Volumen 7 de los sermones, correspondiente al año de 1861, Spurgeon comenta: “El sermón ‘Nadie sino Jesús’ ha sido traducido para los aborígenes de Nueva Zelanda, y algunos miles de ellos han sido distribuidos. La lectura de los sermones en Auckland, Nueva Zelanda, ha conducido a varias conversiones entre personas europeas y aborígenes.” “Selecciones de sermones sencillos han sido enviadas a las Islas Bahamas, a Bermuda y a otras islas de las Indias Occidentales, para uso de predicadores laicos, y de esta manera otra esfera de utilidad ha sido abierta para nosotros.”
En el prefacio al Volumen 8 de los sermones, correspondiente al año de 1861, el señor Spurgeon comenta: “una traducción al italiano de los sermones está ahora bajo seria consideración, y será producida probablemente durante el siguiente año. Por todas partes, de China y de Indostán, Australia, y África, de Brasil, Alemania y Francia, Florencia y Roma, hemos tenido noticias de bien procedente de los sermones.”
Como se puede ver, desde el principio, los mensajes del señor Spurgeon fueron traducidos a diversos idiomas. Una edición especial alemana fue lanzada por la Feria del Libro de Leipzig en 1861. Naturalmente, Spurgeon fue traducido de inmediato a las principales lenguas del continente europeo. También hubo traducciones al árabe, al chino, al polaco.
Un periódico, El Eco, reportó el 10 de Enero de 1888, que algunos sermones traducidos al ruso, habían recibido un sello de aprobación de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Un ministro de San Petersburgo, escribió en 1881 al señor Spurgeon, diciéndole: “usted es muy conocido entre los sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa, a quienes les llegan sus sermones traducidos, y es extraño decirlo, sé de casos en los que el Censor ha dado con suma facilidad su consentimiento para que sus obras sean traducidas, cuando ha estado muy renuente respecto a otras obras.” En las partes más remotas del vasto imperio del Zar, las obras de Spurgeon no solamente fueron conocidas, sino que promovieron la iluminación espiritual de la gente de una manera no menos impactante que gratificante.
Sabido es que a comienzos del sigo XX, en iglesias bautistas rusas que no tenían predicador, los sermones de Spurgeon eran leídos y sobrevino un avivamiento. Un señor de apellido Newton, de la Misión Bautista Alemana de Varsovia le escribió diciendo: “Creo que usted estará agradecido con el Señor al saber que aquí en Polonia, como en muchas otras partes, muchos de los miembros de la iglesia atribuyen su primer despertar religioso a la lectura de sus sermones.”

miércoles, 20 de febrero de 2008

Spurgeon y la Predicación Práctica

La predicación de Spurgeon tenía un gran efecto por su constante aplicación práctica de la Biblia para la vida diaria de la gente común, sus oyentes. Su apelación a los corazones de las personas conforme los exhortaba a responder a la verdad de la Palabra de Dios, dominó siempre su predicación. En una ocasión dijo:
'No salgas de este lugar para hablar chismes ociosos camino de tu casa. No salgas para olvidar qué tipo de hombre eres tú. Más bien, apresúrate a tu casa; busca tu recámara y cierra la puerta; póstrate junto a tu cama; confiesa tu pecado; clama a Jesús; dile que eres un ser arruinado sin Su soberana gracia; dile que tú oíste esta mañana que Él vino a salvar a los pecadores, y que el pensamiento de un amor así, te ha hecho deponer las armas de tu rebelión, y que estás deseoso de ser Suyo. Así, postrado, argumenta con Él, y dile: Señor, sálvame porque perezco.'

En un mensaje predicado en 1888, hizo el siguiente llamamiento:
"Únanse conmigo en oración en este momento, les suplico. Únanse conmigo mientras pongo palabras en su boca, y las expreso a nombre de ustedes: 'Señor, soy culpable. Yo merezco Tu ira, y no puedo salvarme a mí mismo. Señor, quiero tener un nuevo corazón y un espíritu recto, pero, ¿qué puedo hacer? Señor, yo no puedo hacer nada; ven y produce en mí así el querer como el hacer, por Tu buena voluntad. . . Pero yo ahora invoco Tu nombre desde lo más profundo de mi alma. Temblando, aunque creyendo, me arrojo completamente en Ti, oh Señor. Yo confío en la sangre y en la justicia de Tu amado Hijo; confío en Tu misericordia y en Tu amor, en Tu poder, y todos Tus atributos son revelados en Él. Me atrevo a aferrarme a esta palabra Tuya, que todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo. Señor, sálvame ahora, por Jesucristo nuestro Señor, amén."

No podemos dejar de mencionar que el señor Spurgeon tenía una gran confianza en el discernimiento espiritual que poseía el oyente 'común'. "Tengo mucho más confianza en la gente humilde, que en los ricos y ociosos. . . El instinto de las masas siempre puede ser más confiable que los caprichos de los ricos y de los estudiados."

Todo esto daba a la obra de Spurgeon desde el púlpito, una autoridad real.

viernes, 15 de febrero de 2008

Spurgeon: "Y volviendo en sí"

El señor Spurgeon nos comenta:
Es algo bendito cuando el pecador vuelve en sí. "Y volviendo en sí." Esta es la primera señal de que la gracia está obrando en el pecador, así como fue la primera señal de esperanza para el hijo pródigo. Algunas veces, este cambio ocurre súbitamente. Me dio mucho gusto, esta semana, encontrarme con una persona a quien le había ocurrido esto. Fue una conversión a la antigua, y por eso me deleitó mucho.
Vino a este edificio, hará unos tres meses, un hombre que por mucho tiempo no había asistido a ningún lugar de adoración. Profería juramentos, y bebía, y hacía cosas peores. Era descuidado e impío, pero tenía una madre que con frecuencia oraba por él, y tiene un hermano que creo que está aquí presente esta noche, cuyas oraciones por aquel hermano nunca cesaron. No asistió aquí para adorar; sólo vino a ver al predicador a quien su hermano había estado escuchando durante tantos años. Pero, cuando entró, apenas hubo llegado al lugar que iba a ocupar, sintió que no era digno de estar allí, así que fue al balcón superior, y se colocó tan atrás como pudo, y cuando un amigo le hizo señas para que se sentara, sintió que no podía hacerlo. Sólo quiso apoyarse contra la pared trasera.
Alguien más le invitó a sentarse, pero no pudo hacerlo. Sintió que no tenía derecho de hacerlo. Y cuando el predicador anunció su texto (Ver sermón #1949 - Volumen 33 - Un Sermón para el Hombre más Malo de la Tierra), "Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador," dijo algo parecido a esto: "tú, que estás en la parte más lejana del Tabernáculo y no te atreves a sentarte porque sientes que tu culpa es demasiado grande, tú eres el hombre a quien Dios me ha enviado, el día de hoy, pidiéndote que vengas a Cristo y encuentres misericordia", ¡un milagro fue obrado! Entonces "volvió en sí", como nos lo habrá de contar muy pronto, en la reunión de la iglesia, cuando pasará al frente para confesar su fe.
Yo me regocijé mucho cuando oí la anécdota de sus labios, pues en su caso, ha habido un cambio que todo el mundo que lo conoce, puede ver. ¡Está envuelto en el deseo de todo lo que es de gracia, como una vez practicó todo lo que era malo! Ahora, esto es lo que sucede algunas veces, y, ¿por qué no habría de suceder otra vez el día de hoy? ¿Por qué algún hombre o alguna mujer, no podrían volver en sí, el día de hoy? Este es el camino a casa: primero volver en sí, y luego venir a su Dios.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La Influencia de los Sermones de Spurgeon

En 1933, cuarenta y un años después de la muerte de Charles Haddon Spurgeon en 1892, todavía existía una sociedad llamada “La Sociedad del Sermón de Spurgeon”, dedicada a la impresión y distribución de un sermón semanal del Príncipe de los Predicadores. En aquel tiempo, 2,000 familias que vivían en las cercanías del Tabernáculo Metropolitano, en Londres, recibían los sermones de Spurgeon.
Los sermones semanales fueron publicados durante más de sesenta y dos años. El último sermón se publicó el 10 de Mayo de 1917. Los mensajes de Spurgeon ya habían viajado alrededor del mundo, siendo traducidos hasta ese momento a veintitrés diferentes idiomas que incluían el ruso, el chino y el japonés, el siríaco y el árabe. Es imposible evaluar la maravillosa influencia espiritual de la voz y de la pluma de Spurgeon, ejercida a través de estas publicaciones semanales. Los editores de los primeros sermones esperaban una venta que ascendería a unos quinientos o seiscientos sermones, pero desde el propio principio del proyecto, la circulación superó los cinco mil sermones. El Informador de Steele, El Espectador de Addison y Divagadores y Ociosos de Johnson, se distribuían básicamente en Londres. Los sermones de Spurgeon circundaban el globo. Hay algunas historias sorprendentes vinculadas con estos sermones individuales que se vendían por un centavo.
Una mujer que trabajaba para los editores Alabaster y Passmore se robó una copia de un sermón de Spurgeon, ocultándolo en sus ropas cuando salió al finalizar su jornada. Después de leerlo, lo llevó de regreso al día siguiente y confesó al capataz, con lágrimas de arrepentimiento, que había encontrado a Cristo como su Salvador a través de su lectura. El capataz quedó tan impresionado que también él “tomó prestado” y leyó un sermón y fue convertido. Ambos se unieron a la membresía del Tabernáculo.
Un comerciante de Londres estaba sentado con su esposa en un salón de un hotel de la Riviera. Llovía mucho y no había nada que hacer. Nadie se animaba a jugar a las cartas. Sobre la mesa se encontraba un sermón de Spurgeon. Para matar el tiempo, el hombre lo leyó y bromeando se lo entregó a su esposa para que lo leyera. Regresaron a Londres antes de lo que habían planeado y fueron a un servicio del Tabernáculo. Ambos fueron convertidos y bautizados; ambos se volvieron obreros celosos del Tabernáculo y amigos íntimos de Spurgeon.
Los sermones eran leídos durante muchos años en solitarios ranchos de Estados Unidos, en las minerías, en cabañas de las tierras altas de Escocia, y, los domingos, en iglesias que no contaban con un predicador. Los marineros en alta mar, que pasaban horas solitarias “de turno”, dedicaban el tiempo a la lectura de un sermón.
Así como el sermón predicado era el centro de la adoración en Tabernáculo de Londres, así la lectura de los sermones se volvió algo importante alrededor del mundo. El material homilético ha sido descrito como “el cementerio de la reputación de muchos predicadores.” En el caso de Spurgeon, ese material aumentó su reputación y se convirtió en el instrumento de perpetuar su nombre, pero principalmente el de su Salvador, aun mucho tiempo después de que la voz del gran predicador se apagó. “Muerto, aún habla.”