jueves, 11 de septiembre de 2014

¿Qué es lo que hacemos?

“¡Pudiéramos hacer lo que la iglesia nos dice, y no hacer nunca lo que Cristo nos dice, pues pudieran ser cosas diferentes! Y la iglesia no es nuestro Salvador, sino Cristo”.
C. H. Spurgeon - Sermón #1015 – Vol. 17.

miércoles, 30 de julio de 2014

Errar es humano

Errar es humano, arrepentirse es divino. El hombre puede cometer la iniquidad, pero aun saber que es una iniquidad como para sentir su culpa, es un don de la gracia de Dios. Nosotros no tenemos nada y no somos nada que no sea vil. Todo lo que es semejante a la Deidad, todo lo que aspira hacia la rectitud y a la verdadera santidad, proviene del Altísimo.  
C. H. Spurgeon - Las Primeras Palabras de Dios para el Primer Pecador. Sermón #3309 - Volumen 58  

¡Perdidos!


¿Qué es lo que se entiende por “los perdidos”? Bien, “perdido” es una palabra terrible. Necesitaría mucho tiempo para explicarla; pero si el Espíritu de Dios, como un destello de luz, entrara en tu corazón y te mostrara lo que por naturaleza eres, aceptarías esa palabra “perdido” como descriptiva de tu condición, y la entenderías mejor de lo que te permitirían entender mil palabras mías. Perdido por la caída; perdido por heredar una naturaleza depravada; perdido por tus propios actos y acciones; perdido por mil omisiones del deber y perdido por incontables actos de abierta transgresión; perdido por hábitos de pecado; perdido por tendencias e inclinaciones que han acumulado fuerzas y te han sumido en una cada vez más profunda oscuridad e iniquidad; perdido por inclinaciones que nunca se volverían por sí mismas a lo que es recto sino que resueltamente rehúsan la misericordia divina y el infinito amor. Estamos perdidos obstinada y voluntariamente; perdidos perversa y completamente; pero aún así perdidos espontáneamente que es la peor forma de estar perdidos que pueda haber. Estamos perdidos para Dios, quien ha perdido el amor de nuestro corazón y ha perdido nuestra confianza y ha perdido nuestra obediencia; perdidos para la iglesia a la que no podemos servir; perdidos para la verdad, que no queremos ver; perdidos para los rectos, cuya causa no sostenemos; perdidos para el cielo, en cuyos sagrados recintos no podemos entrar nunca; perdidos, tan perdidos que a menos que la misericordia todopoderosa intervenga, seremos arrojados en el pozo del abismo para hundirnos allí para siempre. “¡PERDIDOS! ¡PERDIDOS! ¡PERDIDOS!” La simple palabra me parece que es el tañido de campanas de difuntos de un alma impenitente. “¡Perdidos! ¡Perdidos! ¡Perdidos!” ¡Oigo el lúgubre tañido! ¡Se está celebrando el funeral de un alma! ¡La muerte sin fin le ha acontecido a un ser inmortal! Se eleva como un espantoso lamento desde mucho más allá de los límites de la vida y la esperanza, procedente de esas lúgubres regiones de muerte y de oscuridad donde moran los espíritus que no quieren que Cristo reine sobre ellos. “¡Perdidos! ¡Perdidos! ¡Perdidos!” ¡Cuán terrible sería que estos oídos oigan jamás ese lúgubre sonido! ¡Es preferible que arda un mundo entero a que se pierda un alma! ¡Es preferible que se apague cada estrella y que aquellos cielos se conviertan en una ruina a que una sola alma se pierda! 
C. H. Spurgeon - Sermón 3309 - Vol. 58

lunes, 21 de julio de 2014

Una advertencia

¡LOT: UNA ADVERTENCIA!

“Y deteniéndose él…” (Génesis 19: 16)

La Biblia, que fue escrita para nuestra instrucción, nos muestra lo que no debemos imitar, así como lo que debemos imitar. Si queremos ser santos, la Biblia nos muestra qué tenemos que evitar así como lo que debemos buscar. Lot es un ejemplo de algo que ha de ser evitado. Su carácter se resume en dos palabras: él dudó. ¡Aunque eran dos ángeles los que le exhortaban a abandonar la ciudad de Sodoma, aun así él todavía dudó!

1.   ¿Qué tipo de persona era Lot?

Si esto no queda bien claro, tal vez muchas personas digan: ‘¡Ah!, Lot era un hombre malo, un pobre inconverso; no nos sorprende que haya dudado’. Pero Lot no era nada de eso. Lot era un verdadero hijo de Dios y un creyente justificado. Él era, un hombre justo… (2 Pedro 2: 7). Había defectos en su carácter y pagó caramente por causa de ellos. Entonces no olvidemos que, como Lot, un creyente puede tener muchos defectos, y sin embargo, ser un verdadero cristiano.

a) Sabemos que Lot vivía en una ciudad malvada, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos y sin embargo, él mismo no era inicuo (2 Pedro 2: 8). Ser un hombre justo en Sodoma sólo podía ser por la gracia de Dios. Sin tal gracia sería imposible.

b) Otra evidencia de su carácter era que afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos (2 Pedro 2: 8). La vista del pecado le afligía, le dolía y le hería. Nada explicaría esto sino la gracia de Dios.

c) Otra evidencia más de su carácter es que estaba abrumado por la nefanda conducta de los malvados… cada día (2 Pedro 2: 7). No se acostumbró gradualmente a ver el pecado de manera que comenzara a verlo sin preocupación, como lo hacen muchos. Nuevamente, esto sólo puede explicarse por la gracia de Dios en Lot.

Entonces no lo olviden: Lot era un hijo de Dios.

JC Ryle - Aspectos de la santidad 

  


jueves, 17 de julio de 2014

Cómo mirar al pecado

Un mar de lágrimas es el medio apropiado a través del cual un cristiano debería mirar al pecado.
C. H. Spurgeon – Sermón #834 y Vol. 14

miércoles, 16 de julio de 2014

Lección práctica proveniente del ejemplo de Moisés



 ¿Qué lección práctica podemos aprender del ejemplo de Moisés?
a) Si deseas ser un verdadero cristiano debes elegir el camino de Dios y no el camino del mundo. Tienes que estar preparado para aceptar cosas duras y difíciles, y para rehusar esas cosas fáciles y confortables que no sean la voluntad de Dios. El mundo en nuestro día es como era en el día de Moisés: los corazones de la gente están endurecidos todavía contra Dios, y el pueblo de Dios es todavía despreciado. La pregunta importante es: ¿Quieres ser salvado? Entonces recuerda que has de elegir a quién servirás. Tienes que dejar a los hijos de este mundo. No puedes servir tanto a Dios como al mundo.

¿Estás haciendo tales sacrificios? ¿Te cuesta algo tu religión? ¿Estás dispuesto a renunciar a todo aquello que te impida acercarte a Dios? ¿Hay algo en tu forma de vida que colisiona con tu religión? ¿O has suavizado y redondeado todo en tu religión para que se adapte convenientemente a la manera en que vives? ¡Escudriña y ve!

b) Lo único que te capacitará a elegir a Dios en vez del mundo es la fe. Una religión que ha de sobrevivir tiene que tener un cimiento vivo y no hay ningún otro sino la fe. Tiene que haber una creencia real de que las palabras de Dios son confiables prescindiendo de cuán desagradables pudieran parecer, y que Su camino es correcto y todos los demás son erróneos.

Tienes que aprender que las promesas son mejores que posesiones; que lo que no es visto es mejor que lo que es visto; que la alabanza de Dios es mejor que la alabanza de hombres y mujeres. Entonces y sólo entonces tomarás una decisión como Moisés y preferirás a Dios sobre el mundo. Noé, Abraham, Rut, Daniel, todos ellos actuaron como lo hicieron porque creyeron en Dios, como Moisés.

c) La razón por la cual tantas personas son impías y mundanas es porque carecen de fe. No piensan realmente que lo que Dios dice es verdadero. Hay incluso muchos que se llaman a sí mismos cristianos que no pensarían nunca en hacer lo que hizo Moisés.

Tales personas no creen en el infierno, y por tanto, no huyen de él. No creen en el cielo, y por tanto, no lo buscan. No creen en la culpa del pecado y así no se apartan de él. No creen que necesitan a Cristo y así no confían en Él. No sienten confianza en Dios, y entonces no hacen nada por Él. La fe que no influencia nuestra norma de vida no es verdadera fe.

d) El secreto de hacer grandes cosas para Dios es tener una gran fe. En tu caminar con Dios irás sólo tan lejos como creas y no más allá. Tu paz, paciencia, valor, celo y servicio para Dios no serán más grandes que tu fe en Él.

Cuando lees las vidas de los grandes cristianos del pasado encontrarás que fue su fe la que fue la inspiración de su santidad. Eran tan entregados a la oración porque la oración es la fe hablando con Dios. Eran tan diligentes porque la diligencia es fe en acción. Eran tan valientes porque el valor es fe cumpliendo su deber. Eran santos porque la santidad es fe en el proceso de hacerse visible.

¿Deseas dejar en claro que, como Moisés, tú elijes a Dios y no al mundo? Entonces anda y clama al Señor Jesucristo pidiéndole: ¡Señor, aumenta mi fe! La fe es la raíz de un carácter cristiano verdadero. Si tu raíz es la debida, serás fructífero. Tu prosperidad espiritual será siempre tan grande como tu fe. ¡Toma a Moisés como ejemplo para ti!

  









    

martes, 24 de junio de 2014

Orar no es fácil

Usualmente me siento más insatisfecho con mis oraciones que con cualquier otra cosa que hago.
C. H. Spurgeon. Volumen 1.

miércoles, 11 de junio de 2014

¿Qué llevó a Moisés a actuar como lo hizo?

3.   ¿Qué llevó a Moisés a actuar como lo hizo?

La razón de su inusual comportamiento era su fe. Moisés rehusó todo lo que rehusó y eligió todo lo que eligió porque creía en Dios. Dios había revelado a Moisés que en el futuro distante iba a nacer un Salvador de la nación israelita, y que la primera parte del proceso conducente a eso iba a suceder ahora, por medio de él. Moisés creyó lo que Dios había dicho.

a) Moisés creyó que Dios guardaría sus promesas, y que haría exactamente como había dicho.

b) Creyó que nada era imposible para Dios. La razón humana podría decir que la liberación de los israelitas no iba a suceder nunca. Pero su fe le decía a Moisés que Dios podía hacer que sucediera.

c) Moisés creyó que Dios lo sabe todo. La razón humana podría decirle que era un tonto por desechar todas las ventajas que tenía, por dejar la corte de Faraón, pero, por fe, Moisés entendió que si Dios señalaba un cierto camino, entonces ese camino era el mejor.

d) Moisés creía que Dios es misericordioso. La razón humana podría sugerir que Dios podía hacer más fácil la vida para los israelitas, pero la fe le decía a Moisés que Dios es un Dios de amor, y que no le daría a su pueblo ni una gota de amargura más allá de lo que fuera necesario.

e) Su fe le ayudó a entender la verdadera situación en la que estaba el pueblo. Él sabía que la grandeza en la sociedad humana es algo temporal. Él sabía que había una recompensa en el cielo para el creyente obediente, mucho más valiosa que las riquezas de Egipto. Él sabía que las tribulaciones y el sufrimiento podían ser el medio de entrenar a los creyentes en la vida espiritual. Él sabía que los israelitas eran de hecho el pueblo de la elección de Dios.

¿Y no tenía razón al creer lo que creía? El nombre de la hija de Faraón ha perecido; la ciudad del palacio de Faraón es desconocida; los tesoros de Egipto se esfumaron, pero el nombre de Moisés es conocido todavía en todas partes donde se lee la Biblia. ¡Él es un gran ejemplo del hecho de que todo aquel que vive por fe es bendito! 
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

  







Seis palabras



Es mejor decir seis palabras en el poder del Espíritu Santo, que predicar setenta años de sermones sin el Espíritu.
C. H. Spurgeon – Vol. 32, página 487.

martes, 10 de junio de 2014

Algo terriblemente fácil

Es algo terriblemente fácil ser un ministro del Evangelio y un vil hipócrita al mismo tiempo.
C. H. Spurgeon – Vol. 52

sábado, 31 de mayo de 2014

Un destierro inapropiado

Si pudiéramos desterrar de este mundo el dolor y la enfermedad, pudiera ser que le estuviéramos robando a la justicia dos de sus más impresionantes evangelistas.
C. H. Spurgeon – sermón #1101 – vol. 19

miércoles, 28 de mayo de 2014

Lo que Moisés eligió

2.   Lo que Moisés escogió

a) Él escogió el sufrimiento y la aflicción. Él optó por su propio pueblo, un pueblo que era víctima de la esclavitud y de la persecución, para el que no parecía haber ninguna posibilidad de liberación de la servidumbre egipcia y para quien la probabilidad de obtener una patria parecía más allá de toda posibilidad.

Nosotros rehuimos naturalmente el dolor y evitamos el sufrimiento si podemos. ¡Pero he aquí un varón que, aunque semejante a nosotros, elige en realidad la aflicción!

b) Él eligió la compañía de un pueblo despreciado. Abandonó la sociedad de los grandes y de los sabios, y se identificó con esclavos y obreros. Vio a un pueblo despreciado y escogió su compañía antes que la de la gente más noble de la tierra.

c) Él escogió el vituperio y el escarnio. Piensen en el ridículo que Moisés tuvo que soportar al retirarse de la corte de Faraón para unirse a los israelitas. Hay pocas cosas que nos parecen tan difíciles de soportar como el ridículo y el escarnio. Sin embargo, he aquí un varón que no rehuyó esa prueba.

Y guarden en mente que Moisés no era una persona débil o sin educación, ni que estaba obligado a hacer esa elección. Lo que él hizo lo hizo libre y voluntariamente. ¡Ciertamente esto hace que sus elecciones sean tan notables como sus rechazos!
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad  





jueves, 15 de mayo de 2014

El gozo del pecado perdonado

Tal vez el gozo del pecado perdonado nunca se destaca más brillantemente que en el lecho de un moribundo. Con frecuencia he tenido el privilegio de comprobar el poder de la religión cuando he estado junto al lecho de personas moribundas. Hay una joven mujer que está ahora en el cielo y que una vez fue miembro de esta nuestra iglesia. Yo fui a verla con uno de mis amados diáconos cuando su partida estaba muy cercana. Sufría la última etapa de la tisis. Se miraba hermosa y dulcemente bella, y creo que nunca oí tales sílabas como las que caían de los labios de esa muchacha. Había tenido decepciones, y pruebas, y problemas, pero de todo ello no tenía que decir ni una sola palabra, excepto que bendecía a Dios por ello; la habían llevado más cerca del Salvador. Y cuando le preguntamos si no tenía miedo de morir, “No” –respondió- “lo único que temo es esto: tengo miedo de vivir, no sea que mi paciencia se agote. Todavía no he dicho ni una palabra de impaciencia, señor, y espero no hacerlo. Es triste estar tan débil, pero pienso que si me tocara decidir preferiría estar aquí que gozando de salud, pues es algo muy precioso para mí; yo sé que mi Redentor vive, y estoy esperando el momento cuando Él envíe su carro de fuego para llevarme con Él”. Yo le hice la pregunta: “¿Tienes alguna duda?” “No, ninguna, señor, ¿por qué habría de tenerla? Yo sujeto mis brazos alrededor del cuello de Cristo”. “Y ¿no tienes ningún miedo por tus pecados?” “No, señor, todos han sido perdonados; yo confío en la sangre preciosa del Salvador”. “¿Y crees que seguirás siendo tan valiente como ahora cuando llegue efectivamente el momento de tu muerte?” “No señor, si Él me dejara, pero Él nunca me dejará, pues ha dicho: ‘No te desampararé, ni te dejaré’”. Ahí tienen a la fe, queridos hermanos y hermanas; que todos la tengamos y recibamos el perdón de los pecados según las riquezas de Su gracia.  
C. H. Spurgeon - El Tesoro de la Gracia , Sermón #295 



domingo, 4 de mayo de 2014

Todo por Gracia



“Todo por Gracia” es un pequeño libro con un gran propósito. No busca otra cosa que la salvación del lector. El lenguaje es sencillo y hasta casero, como el de John Bunyan; y en su contenido, así como en su forma, es exactamente el tipo de libro que el autor de ‘El Progreso del Peregrino’ habría escrito, si hubiese vivido en la Inglaterra de nuestros días. 
Christian Leader

Recomiéndenlo cuanto puedan.

miércoles, 30 de abril de 2014

Aspectos de la Santidad

8.
SEAN COMO MOISÉS

“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón (Hebreos 11: 24-26).

A quienes buscan un modelo de santidad práctica, yo les ofrezco a Moisés como un ejemplo. Me parece que la manera en que la fe en Dios moldeó la vida de Moisés nos muestra cómo podría moldear nuestras vidas. Su fe lo condujo a comportarse de cierta manera en que debemos comportarnos si deseamos vivir una consistente vida cristiana.

1.   A lo que renunció Moisés

a) Moisés renunció a una posición y a una grandeza en el mundo. Él rehusó ser conocido como el hijo de la hija de Faraón. Debido a que la princesa egipcia le había adoptado y educado como a su propio hijo, Moisés pudo haber sido un hombre muy importante en la corte egipcia. ¡Pudo haber tenido rango, poder, honor y títulos, todas esas cosas que mucha gente busca ávidamente!

b) Rehusó los placeres. En la corte egipcia le esperaban placeres de todo tipo: placeres sensuales, sociales e intelectuales. Egipto era un centro de saber, de arte y de ciencias. El placer es algo en lo que muchos invierten sus vidas para lograrlo. ¡Cuán grande tentación debe de haber sido todo esto para Moisés!

c) Moisés rehusó las riquezas. Las antiguas ruinas de Egipto nos dan alguna indicación de la riqueza y de la grandeza que una vez pertenecieron a ese país. Moisés creció en el palacio de Faraón. Él experimentó por sí mismo cuán cómoda podía ser la vida cuando se poseen tales riquezas. Qué tentación debe de haber sido poseer tal comodidad. Sin embargo, llegado el tiempo, encontró la fuerza para darle la espalda a todo eso.   
J. C. Ryle - Aspectos de la santidad 





miércoles, 26 de febrero de 2014

Entre las fauces de Behemot sin ningún miedo

Es un buen dicho, aunque no pertenece a la Escritura, que “Nosotros somos inmortales mientras nuestra labor no esté concluida”. Si Dios te ha encomendado algo, ponte a hacerlo pues el tiempo es corto, pero no sueñes con que serás cortado demasiado pronto. Tú tienes una obra en tu tiempo, y tendrás tiempo para tu obra. Créelo y entonces puedes meterte entre las fauces de behemot sin ningún miedo mientras Dios tenga para ti un trabajo que debes cumplir para Él; por tanto, no temas, pues Jesús dice: “Dejad ir a éstos”. 
Sermón #2368 - C. H. Spurgeon

Aspectos de la santidad

4.   Algunas dificultades probables en obtener la seguridad

Hay algunos individuos cuya falta de seguridad puede explicarse por alguna de las siguientes causas. Muchos creen, pero menos individuos son persuadidos; muchos tienen fe, pero menos individuos tienen confianza. Ahora bien, ¿por qué es así?

a) Tal vez haya un entendimiento defectuoso de la doctrina de la justificación. Si no se entiende bien que es la obra de Cristo, y no la nuestra, la base de nuestra aceptación por parte de Dios, esa falla nos robará la seguridad. De nuestra parte sólo se requiere la fe simple. La justificación es un don, algo enteramente aparte de nosotros mismos. Creer simplemente es ser plenamente justificado. El creyente más débil es tan completamente justificado como el creyente más sólido, y por tanto, puede tener la seguridad.

b) Tal vez haya pereza en cuanto a la necesidad de crecer en la gracia. Muchos parecieran pensar que pueden relajarse y disfrutar de su fe recién encontrada. Deben recordar que esta gracia les ha sido dada como un talento que tienen que usar. Los creyentes tienen que añadir continuamente a su fe (2 Pedro 1: 5).

Hay una conexión inseparable entre diligencia y seguridad (Hebreos 6: 11; 2 Pedro 1: 10). La seguridad no llegará nunca sin diligencia en la vida espiritual. Una enseñanza de los puritanos es importante: la fe de adherencia, esto es, la entrega a Cristo viene por el oír, pero la fe de la seguridad no viene sin que hagamos algo. ‘Un cristiano perezoso siempre carecerá de cuatro cosas: consuelo, contentamiento, confianza y seguridad. Dios ha establecido una separación entre gozo y ociosidad, entre seguridad y pereza; y, por tanto, es imposible que unas lo que Dios ha separado’.

c) Otra razón para la falta de seguridad pudiera ser una vida inconsistente. La inconsistencia de vida es totalmente destructiva para la paz de la conciencia. Si quieres mantener los pecados que te asedian, y no puedes decidir renunciar a ellos, no tendrás nunca seguridad. “En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Juan 2: 3). Nuestra salvación no depende de nuestras obras, pero su sentido consolador depende, en verdad, de una caminata cristiana consistente.

Dejo ahora estos puntos para su consideración. Vale la pena examinarlos cuidadosamente.  
J. C. Ryle . Aspectos de la Santidad



martes, 25 de febrero de 2014

Aspectos de la Santidad



3.   Una cierta esperanza es algo muy deseable

Yo desearía que buscaran más la seguridad de lo que la buscan. Demasiados creyentes viven dudando y mueren dudando, y van al cielo en una especie de niebla.

a) La certeza es deseable porque le da a nuestras almas una paz y un consuelo inmediatos. La incertidumbre en los asuntos de esta vida, tales como las relaciones familiares, el dinero o el trabajo, pueden arruinar nuestra salud mental y corporal. La incertidumbre en los asuntos espirituales puede arruinar la salud de nuestra alma.

La seguridad sustentará a un creyente cuando mueren seres queridos; hará posible alabar a Dios aun en medio de la dificultad, y regocijarse cuando se sufre por la causa de Cristo. La seguridad hizo posible que Pedro durmiera profundamente la noche antes de que le dieran muerte según estaba programado (Hechos 12). La seguridad suprime el último miedo; permite que el creyente en el trance de la muerte diga: “Si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5: 1).

b) La posesión de una cierta esperanza libera la energía de un creyente para la obra cristiana. Hablando en general, nadie hace tanta obra por Cristo como aquellos que gozan de la plena confianza de entrar en el cielo. Un creyente carente de seguridad pasará mucho tiempo escudriñando su corazón con respecto a su condición espiritual. Pero el creyente que, como Pablo, tiene una fe firme y una esperanza segura, está libre de tales distracciones. La atención indivisa a la obra traerá siempre el mayor éxito.

c) La seguridad elimina la indecisión en los asuntos espirituales. Muchos de aquellos que solo pueden esperar que son hijos de Dios, tienen continuas dudas acerca de cómo comportarse. ¿Deben hacer esto, o aquello? ¿Deben ir allí? ¿No han de hacer nunca esto o eso? ¡Y esto se debe a que no están completamente seguros de ser hijos de Dios o no! Si ellos supieran que la obra salvadora de Jesús fue ciertamente para ellos, entonces sabrían que son hijos de Dios y eso decidiría sus acciones.

d) La seguridad es deseable porque produce los más santos cristianos. “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3: 3). Una esperanza que no purifica es una burla y un engaño.

De lo que he dicho hasta aquí debería quedar claro que el descuido de la seguridad pudiera ser la principal razón de todas nuestras fallas en la vida cristiana. Si así sucede con ustedes, entonces acepten mi consejo ahora. Hagan a un lado sus dudas, y apóyense más fuertemente en el Señor Jesucristo. Comiencen simplemente por creer en Él y la seguridad será añadida.  
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad






martes, 18 de febrero de 2014

Aspectos de la Santidad

2. Un creyente puede tener fe salvadora y no obstante puede desconocer la seguridad

Yo creo que es de gran importancia tener a la vista la distinción entre fe y seguridad. La fe es como la raíz de nuestra creencia, y la seguridad es la flor. No puedes tener nunca una flor sin la raíz pero algunas veces puedes tener la raíz sin la flor. La simple fe en Cristo salvará ciertamente a una persona; con todo, pudiera ser que nunca estuviera libre de ansiedad y de dudas. La fe llevará a un alma al cielo pero la seguridad traerá el cielo a un alma.

La fe es el clamor de Pedro cuando se hundía: “¡Señor, sálvame!” (Mateo 14: 30). La seguridad es ese mismo Pedro declarando más tarde al Concilio: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). ¡Al que tiene fe le va bien, pero al que tiene seguridad le va mucho mejor!
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


miércoles, 5 de febrero de 2014

Le era necesario pasar por el Tabernáculo Metropolitano


Hace unos tres años estaba hablando con un ministro anciano, y comenzó a buscar a tientas en el bolsillo de su chaleco pero le tomó mucho tiempo encontrar lo que quería. Por fin sacó una carta casi hecha pedazos y dijo: “¡El Dios Todopoderoso le bendiga! ¡El Dios Todopoderoso le bendiga!” Y yo le pregunté: “Amigo, ¿de qué se trata?” Él me respondió: “Yo tenía un hijo. Yo creía que él iba a ser el sostén en mi ancianidad, pero él se desacreditó y se alejó de mí, y yo no supe adónde se fue; sólo dijo que se iba a América. Compró un boleto para navegar a América desde los muelles de Londres, pero no partió en el día preciso que esperaba hacerlo”. Este anciano ministro me pidió que leyera la carta, y yo la leí. Iba más o menos así: “Padre, estoy aquí en América. He encontrado un empleo y Dios me ha prosperado. Le escribo para pedirle perdón por los miles de daños que le he provocado y por la aflicción que le he causado, pues, bendito sea Dios, he encontrado al Salvador. Me he unido a la iglesia de Dios aquí, y espero pasar mi vida al servicio de Dios. Ocurrió así: no navegué a América el día que yo esperaba. Me fui al Tabernáculo para ver de qué se trataba, y Dios se encontró conmigo. El señor Spurgeon dijo: ‘Tal vez haya un hijo fugitivo aquí. Que el Señor lo llame por Su gracia’. Y Él lo hizo”. “Ahora” –dijo él, al tiempo que doblaba la carta y la ponía en su bolsillo- “ese hijo mío está muerto, y está en el cielo, y yo lo amo a usted y lo haré en tanto que viva, porque usted fue el instrumento de llevar a mi hijo a Cristo”. 
C. H. Spurgeon - La Historia de un Esclavo Fugitivo

El paquete de sermones de Spurgeon

Muchos marineros han sido desenfrenados, temerarios, sin Dios, sin Cristo, y al fin han terminado en algún hospital extranjero. Ah, si su madre supiera que cayó con la fiebre amarilla, cuán triste se pondría, pues concluiría que pronto su amado hijo moriría lejos en la Habana, o en algún otro lugar, y que nunca regresaría a casa. Pero es justo en aquel hospital que Dios tiene el propósito de encontrarse con él. Un marinero me escribió contándome algo parecido a eso. Dijo: “Mi madre me pidió que leyera un capítulo cada día, pero nunca lo hice. Tuve que ser admitido en un hospital en la Habana, y mientras estaba ahí, había un hombre cerca de mí que se estaba muriendo, y murió una noche; pero antes de morir me dijo: ‘Amigo, ¿podrías acercarte a mí? Quiero hablar contigo. Tengo aquí algo muy preciado para mí. Yo era un sujeto desenfrenado, pero la lectura de este paquete de sermones me ha llevado al Salvador, y muero con una buena esperanza por medio de la gracia. Ahora, cuando muera y haya partido, toma estos sermones y léelos, y que Dios los bendiga para ti. ¿Y le escribirías una carta al hombre que predicó e imprimió esos sermones para decirle que Dios los bendijo para mi conversión, y que yo espero que los bendiga para ti también?’” Era un paquete de mis sermones, y Dios en efecto los bendijo también para aquel joven que, no tengo ninguna duda de ningún tipo, fue a ese hospital porque allí había un hombre que había sido llevado a Cristo que le entregaría las palabras que Dios había bendecido para él mismo y que bendeciría para su amigo. Tú no sabes, querida madre, tú no lo sabes. Lo peor que le puede pasar a un joven es algunas veces lo mejor que le puede pasar. 
C. H. Spurgeon - La Historia de un Esclavo Fugitivo

martes, 28 de enero de 2014

La fuerza del libre albedrío

¡Ah!, he oído que algunos hombres hablan como si la fuerza del libre albedrío de la naturaleza humana fuera suficiente para llevar a los hombres al cielo. El libre albedrío ha llevado a muchas almas al infierno, pero nunca ha llevado todavía a un alma al cielo. Ninguna fuerza de la naturaleza puede bastar para servir al Señor debidamente. Nadie puede decir que Jesús es el Cristo sino por el Espíritu Santo. Nadie puede venir a Cristo si el Padre, que ha enviado a Cristo, no le trajere. Si, entonces, el primer acto de la vida cristiana está más allá de toda fuerza humana, ¿cuánto más están más allá de cualquiera de nosotros esos pasos más elevados? 
C. H. Spurgeon - Sansón Vencido #224