sábado, 15 de octubre de 2011

Tomamos los sermones de Whitefield o de Berridge o de Edwards para estudiarlos o para usarlos como modelo, pero son los individuos mismos los que tenemos que tomar como principal ejemplo; el espíritu de esos hombres, más que sus obras, es lo que tenemos que absorber si hemos de imitar un ministerio tan poderoso y victorioso como el suyo. Esos eran hombres espirituales que caminaban con Dios. Es la comunión viviente con un Salvador viviente lo que nos transforma a Su imagen y nos capacita para poder ser ministros del Evangelio competentes y exitosos.

Sin eso, ninguna otra cosa da resultado. Sin eso, ni la ortodoxia, ni el aprendizaje, ni la elocuencia, ni el poder de los argumentos, ni el celo, ni el fervor lograrán nada. Eso es lo que da poder a nuestras palabras y persuasión a nuestros argumentos, haciéndolos como el bálsamo de Galaad para el espíritu herido o como flechas afiladas del Poderoso para la conciencia del acérrimo rebelde. Parece que brotan una virtud y una fragancia benditas de quienes caminan con Él en una relación santa y feliz dondequiera que van. La cercanía a Él, la intimidad con Él, la asimilación de Su carácter: esos son los elementos de un ministerio poderoso.

Horatious Bonar (1808-1889) ganador de almas.

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