miércoles, 18 de agosto de 2010

Una Embajada Solemne

“¡Oh, hombres, volveos, volveos, ¿por qué moriréis?! Por la necesidad que sentirán de un Salvador en los dolores al partir al otro mundo, cuando las pulsaciones sean escasas y débiles, hasta que expiren exhalando un último suspiro; por la resurrección, cuando despierten, si no fuera a Su semejanza, para vergüenza y desprecio eternos; por el tribunal del juicio, donde sus pecados serán publicados, y serán llamados a rendir cuentas por los actos hechos en el cuerpo; por el espantoso decreto que arroja por siempre en el abismo a quienes no se arrepienten; por el cielo que perderán, y por el infierno en el que caerán; por la eternidad, esa horripilante eternidad cuyos años nunca se extinguen; por la ira venidera, y la quemante indignación que nunca se enfriará; por la inmortalidad de sus propias almas, por los peligros que afrontan ahora, por las promesas que desprecian, por las provocaciones que multiplican, por los castigos que acumulan, les rogamos: reconcíliense con Dios”.
C. H. Spurgeon, sermón #3497

viernes, 13 de agosto de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.54

Menton
Jueves 5 de Noviembre de 1891

Para El Tabernáculo
Amados amigos:

Para que les llegue esta carta el día domingo, les escribo en jueves. Ustedes desean saber cómo me encuentro; entonces, voy a responder la consabida pregunta en unas pocas palabras. Me encuentro casi en la misma condición que cuando partí. Lleno de confianza en que en respuesta a la oración seré perfectamente restaurado, debo esperar pacientemente en debilidad hasta que nuestro Padre celestial me devuelva mi fortaleza. No es una pequeña prueba sentir el deseo de hacer muchas cosas, y, sin embargo, tener que experimentar de nuevo tu incapacidad en los más simples esfuerzos. Subir unos cuantos escalones, dar cortos paseos, mover un bulto, y todas las insignificancias de ese tipo, se vuelven una dificultad, de tal manera que las palabras de Salomón son ciertas: ‘La langosta será una carga’. Pienso que podría predicar, pero cuando he visto a un amigo durante cinco minutos, comienzo a sentir que ya he tenido toda la plática que podría aguantar. De esta manera pueden ver dónde me encuentro, y mientras le dan gracias a Dios por Su bondad al restaurarme hasta este punto, les pido de nuevo sus oraciones para que mi enfermedad continúe menguando, y sobre todo, para que no recaiga.

Mi otro tema es mucho mejor. Por todo lo que oigo, hay un interés esperanzador generado en el ministerio que el Señor les ha provisto. Los peces están alrededor del barco. Que el Señor capacite ahora a los pescadores a echar la red diestramente, y que haya una gran redada de grandes peces. En ciertos momentos, la mayor demanda del pescador es un salabardo. Tiene capturado al pez, pero necesita de ayuda para sacarlo a la costa. Que cada miembro de la iglesia sea esa red de desembarco para el honorable predicador a quien oyen. Algunos de ustedes conocen ese arte sagrado a través de una larga práctica; otros han de iniciarse en ese hábito bendito. Las almas están siendo despertadas a todo su alrededor. Amados, ustedes mismos estén despiertos. ‘Cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás’.

Les estoy escribiendo temprano en la mañana de un cálido día de radiante sol; y el simple pensamiento de su santa asamblea, y sus amorosos pensamientos acerca de mí, hace que todo esto sea diez veces más poderoso para animarme y restaurarme. Si no tuviera a un pueblo tan apegado, me perdería mi mayor gozo terrenal y sucumbiría a la depresión que la debilidad física es tan propensa a producir. Mi querido hermano estará pronto con ustedes para reportarles sobre mi comportamiento, pero yo estoy doblemente feliz por tener a mi amada esposa como mi cuidadosa compañera, un gozo que me es dado en esta peculiar hora de necesidad.

Que el propio Señor los bendiga a todos ustedes, y especialmente a quienes ministran en la Palabra y en la doctrina.

Su amante amigo

C. H. Spurgeon

Nota: Salabardo: red colocada en un aro, que se emplea para sacar peces d
e las redes grandes.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El arte de la ilustración bíblica

Para el pastor Spurgeon la Biblia no era únicamente la fuente más adecuada para el material de un sermón, sino también era una fuente de material de referencia y de ilustración. A Spurgeon le gustaban mucho los ejemplos, a los que llamaba: “ventanas que dejan penetrar la luz”, según lo comentó en una conferencia conocida como: “El Arte de la Ejemplificación”; estaba convencido además de que, aun cuando hubiera otras fuentes disponibles, ninguna podía ser de más utilidad que la misma Palabra de Dios. Decía:

“La Biblia es su propio mejor ilustrador. Si necesitan una anécdota, un símil, una alegoría o una parábola, recurran a la página sagrada. La verdad escritural nunca se ve más hermosa que cuando está adornada con joyas tomadas de su propio tesoro”.

Como predicador, Spurgeon no estaba muy a favor de largas series de sermones, ni de predicar versículo por versículo de un libro completo de la Biblia, aunque predicó más series de sermones de las que muchos biógrafos modernos y críticos le reconocen. A pesar de su amor por los ‘puritanos’ y sus exposiciones devocionales de la Escritura, nunca favoreció realmente el método utilizado por los puritanos de un estudio de la Escritura versículo por versículo. Por un lado, Spurgeon consideraba que una larga serie de sermones obstaculiza en ocasiones la obra del Espíritu Santo, que conduce a un texto o a un pasaje en especial, si estuviera involucrado en una prolongada serie. Por otro lado, “es seguro que para cubrir una larga epístola se requiere de mucho genio de parte del predicador, y exige un mundo de paciencia de parte de los oyentes”.

Tampoco estaba a favor de que otras personas le pidieran al predicador que predicara sobre un texto o un tema dados por otros. Spurgeon comentaba que si recibiera una petición así, su respuesta sería invariablemente: “Jamás”; pero luego cedía un poco al respecto, y afirmaba: “Si tiene que haber excepciones, que sean pocas”. El pastor ilustraba su punto de esta manera:

“Permítanme recordarles que nadie maneja un taller al que puedan venir los clientes y dar sus propias órdenes. Cuando un amigo sugiere un tópico, reflexionen y consideren si es apropiado y comprueben si llega a ustedes con poder. Reciban la petición con cortesía, pues están obligados a actuar como caballeros y como cristianos. Pero si el Señor a quien sirven no arroja Su luz sobre el texto, no lo utilicen para predicar en ese momento, sin importar quién quiera persuadirlos”.

Hay otra valiosa razón para leer la Biblia, según Spurgeon. Él estaba de acuerdo con John Newton que “leía el periódico para ver cómo gobernaba al mundo mi Padre celestial”, pero iba más allá. Él creía que era útil sostener el periódico con una mano y la Biblia con la otra. Eso nos enseña mucho espiritualmente. Él propio Spurgeon pasó tres meses haciendo eso, y el resultado de ese experimento fue la publicación de una obra en 1878, intitulada: La Biblia y el periódico. En el prefacio de ese pequeño volumen decía:

“Hemos leído el periódico… para encontrar ilustraciones de la enseñanza de nuestro Padre celestial; y creemos que no lo hemos leído en vano, pues hemos recogido ejemplos como prueba y hechos como explicación, que hemos escrito en esas páginas. Los mundos de la naturaleza y de la providencia están llenos de paralelos con las cosas morales y espirituales, y sirven como cuadros que aclaran mucho más el libro inspirado a los hijos de Dios. La misma Biblia abunda en metáforas, y símbolos; es un grandioso libro de ilustraciones; prácticamente no hay una figura poética que no pueda encontrarse en la ley y en los profetas, o en las palabras de Jesús y de Sus apóstoles. Al predicador se le pide que hable como oráculo de Dios, y en consecuencia, debe imitar su método ilustrativo, y abundar en emblemas y parábolas. Un sermón que está lleno del comparativo “como” está lleno de ventanas que iluminan la mente, y de manos que la mantienen cautiva. Los discursos engalanados con símiles no solamente proporcionan placer a los niños, sino que personas más maduras se verán encantadas e instruidas también”.

De esta manera, en La Biblia y el periódico, Spurgeon nos enseña cómo leer las noticias del hombre pecador lado a lado con las noticias de un santo Dios, para que el pecador sea visto a la luz del Dios santo y Dios arroje luz sobre el pecador.







viernes, 6 de agosto de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.53

Menton
31 de Octubre de 1891

Amados amigos:

Estoy supremamente agradecido por haber podido telegrafiar a Londres para avisarles que no estoy exhausto por mi viaje de mil millas, sino que antes bien he sido reconfortado por él. Les escribí diciendo que ésto era ‘casi milagroso’, y mi querido hermano me hizo ver que podría dejar fuera el ‘casi’, y así ahorrar los dos peniques que corresponden a la tarifa por palabra. Bien, en verdad me parece que está más allá de todo lo que habría podido pedir o siquiera pensar. ¡Bendito sea el Señor sanador!

Estoy pendiente y en espera de noticias de casa que sean tan notables en relación a un avivamiento en el Tabernáculo, como lo son estas nuevas de parte mía en cuanto a mi restauración de la salud. Espero ahora grandes cosas en conexión con las labores del doctor Pierson y las de todos mis amigos en casa. Ya me han llegado buenas noticias en lo tocante a la utilidad de los sermones impresos; pero anhelo más. Divulgar mis sermones, es ayudar a la causa de la manera más eficiente. Orar pidiendo una bendición, es participar en ella. ¿Por qué no habríamos de ver una renovación de la fe, una nueva entronización de la verdad, un profundo y difundido avivamiento de la religión en casa, y un gran avance de las misiones en el extranjero? ¡Herederos del reino celestial, de acuerdo a su fe, así les sea dado a ustedes!

Su consiervo

C. H. Spurgeon

domingo, 1 de agosto de 2010

El sacerdocio de los creyentes

Yo sé que es un error común pensar que no puedes servir a Dios, a menos que te subas a un púlpito, o asistas a una reunión de oración. ¡Tonterías! Tú puedes servir a Dios, verdaderamente, detrás del mostrador y en el cuarto de trabajo; puedes servir a Dios cuando cavas una zanja, o recortas un vallado. Yo creo que Dios es servido, con frecuencia, por el sastre o el zapatero que están conscientes de su llamado, de la misma manera que es servido por obispos y arzobispos, o por hombres de cualquier iglesia en el mundo. De cualquier manera, si tú no puedes servir a Dios en todo lo que haces, tienes la necesidad de pedir que se te enseñe el secreto de la vida cristiana, pues ese secreto es la consagración de todo a Jesucristo.
C. H. Spurgeon El sacerdocio de los creyentes, sermón #3266