miércoles, 30 de julio de 2008

Publicaciones

En 1895, tres años después de la muerte de Charles Haddon Spurgeon, fue publicada una biografía titulada Reminiscencias personales de Charles Haddon Spurgeon. Fue escrita por William Williams, un amigo cercano de Spurgeon, y uno de sus propios estudiantes del Colegio del Pastor, que ministraba a una concurrida iglesia que prosperaba bajo la sombra del Tabernáculo Metropolitano.
Aunque no se trataba de una biografía académica, (Williams creció en un medio rural, al igual que Spurgeon), gustó mucho al público en general y treinta y ocho años más tarde fue publicada nuevamente por la hija de Williams, con un Prólogo del doctor J. C. Carlile.
En un capítulo final que fue agregado: EPÍLOGO – Resplandor crepuscular, la hija de Williams procura actualizar la biografía escrita por su padre, compila algunas estadísticas y valora algo de la permanente influencia del amigo de su padre. Parecería adecuado terminar estos hechos notables de la vida de Spurgeon, desde la perspectiva de sus sermones, considerando algo más acerca del resplandor crepuscular, pues el resplandor continúa.
Dicho Resplandor fue escrito por una dama que, siendo una niña, sintió la mano de Spurgeon puesta sobre su cabeza para bendecirla, y que viajó desde el Tabernáculo algunas veces, en el coche de Spurgeon. También salía de vacaciones con la familia Spurgeon. Su padre frecuentemente le sugería textos a su amigo Spurgeon, y el Príncipe de los predicadores predicaba sobre ellos el siguiente domingo.
Tres años después de la muerte de Spurgeon, más de 60, 400,000 de sermones semanales se vendían todavía. Se conservaban siempre en inventario cerca de dos millones de sermones, junto con toneladas de otros materiales impresos de Spurgeon. El primer sermón semanal fue impreso en 1855 y el último fue impreso el 10 de Mayo de 1917, para formar un total de 3563 sermones. La publicación sólo se detuvo después de 62 años y medio por causa de las condiciones prevalecientes durante la guerra. Ninguna otra literatura de sermones ha igualado jamás ese record, ya sea en números o en circulación.
Cuando Passmore y Alabaster concluyó la publicación de las obras de Spurgeon en 1909, más de siete mil colecciones de los siete volúmenes del Tesoro de David habían sido publicadas. Estos libros han visto múltiples impresiones posteriores.
Treinta y ocho años después de la muerte de Spurgeon, 480,000 copias de John Ploughman habían sido vendidas, y Cada mañana y Cada noche habían alcanzado las cifras de 145,000 y 100,000 respectivamente. Desde entonces se publicó un volumen combinado de las lecturas matutinas y vespertinas, que ha visto muchas ediciones por parte de diversas casas editoriales.
Después de la muerte de Spurgeon, se publicó una réplica de su Biblia del púlpito, que vio una amplia circulación, pues se trataba de una Biblia que registraba cada versículo sobre el que había predicado, marcada con el número del sermón publicado junto al versículo correspondiente.
Estas cifras han sido rebasadas en millones, y las obras de Spurgeon en inglés se pueden encontrar en cualquier librería comercial de los Estados Unidos, Canadá y de otros países anglófonos. Esperemos que esa misma difusión sea alcanzada en los países de habla española.
Con esto ponemos fin a los comentarios sobre los hechos notables de la vida de Spurgeon, desde la perspectiva de sus sermones.
Soli Deo Gloria

lunes, 28 de julio de 2008

La Semana de Trabajo de Spurgeon

Un trabajador de la época victoriana se refirió a C. H. Spurgeon, con mucha razón, como “un verdadero ejemplo de un trabajador”. Cuán diferente es esa concepción de la perspectiva actual de que el pastor tiene “un trabajo de sólo un día a la semana”.
Spurgeon era un trabajador prodigioso. Exhortaba a sus estudiantes: “dediquen hora fijas al estudio, aunque descubrirán que, sin importar cuáles horas elijan, van a recibir muchos visitantes en esos momentos; el diablo se encargará de ello. Él mismo tenía que rechazar al diablo en este asunto, pues estaba en mayor riesgo de tensión y de estrés que muchos otros predicadores.
Cada domingo, además de los dos servicios principales del Tabernáculo, presidía el servicio de la Santa Cena. Ponía su alma entera en la conducción de ese servicio y con frecuencia dirigía unas preciosas palabras propicias para la ocasión.
Después del servicio dominical, casi siempre permanecía en el Tabernáculo durante al menos una hora, mientras entrevistaba a los buscadores y se reunía con visitantes que llegaban de todas partes del mundo.
Los lunes por la mañana aparecía en su estudio muy temprano, algunas veces a las cuatro y media de la mañana, y permanecía allí durante unas cinco horas que eran dedicadas a un duro trabajo. Los lunes corregía las pruebas del sermón que debía imprimirse en esa semana. Por la tarde pasaba muchas horas con los estudiantes del Colegio del Pastor. Luego, de las siete hasta las ocho y media de la noche, entrevistaba a buscadores, antes de la reunión de oración de los lunes por la noche en el Tabernáculo. Spurgeon comentaba que hablar con los buscadores era “un trabajo glorioso”.
Los martes estaba también en el Tabernáculo durante muchas horas o tenía algún compromiso para predicar en alguna otra parte de la ciudad o del país.
Creyendo que los ministros deberían observar la ley de un día de descanso en la semana, Spurgeon guardaba el día miércoles, cuando era posible, como su día de descanso. Se refería a sus caballos como ‘judíos’, y les daba descanso el día sábado.
Además del trabajo vinculado con el Tabernáculo, y las predicaciones en diversos lugares, tenía también varias instituciones que visitaba y supervisaba; editaba su revista, La Espada y la Cuchara, y contestaba innumerables cartas.
Aun en las vacaciones trabajaba. No dejaba de ser predicador y corresponsal y comentador incluso cuando se estaba recuperando de sus enfermedades en Mentone, en el sur de Francia. En 1881, en Mentone, se dedicó al estudio de la Carta a los Romanos en preparación de varios sermones sobre ese libro que predicaría a su regreso a Londres. En otra ocasión, también en Mentone, predicó acerca de todo el Evangelio de Juan durante las oraciones en familia. Su intensa actividad previa a su predicación, desmiente a aquellos críticos que decían que subía al púlpito sin ninguna preparación; que lo hacía sin saber, a menudo, sobre qué texto predicaría.
Dondequiera que estuviera, pensaba en su castillo: el púlpito. Un leve viento de primavera que provocó que las hojas de una balsamera temblaran, le sugirieron un sermón sobre “el ruido como de marcha por las copas de las balsameras”. Ese sermón resultó en la conversión de un hombre que posteriormente se convirtió en uno de sus más leales diáconos.
La predicación de sermones, sin una previa preparación, era una excepción. Spurgeon decía a sus estudiantes: “pienso que estoy obligado a entregarme a la lectura, para no agraviar al Espíritu por efusiones irreflexivas”. Toda su vida diaria era una preparación para el tiempo que pasaría en el púlpito, predicando el Evangelio a las multitudes que querían oírle. Una vez, cuando pasaba con un amigo junto a un junto a un depósito de chatarra, le comentó: “mira esos dos motores gastados. Son dos cuadros de lo que pronto seremos tú y yo, que ya estamos desprovistos de vapor, y hemos perdido nuestras facultades y se han extinguido los potentes fuegos de nuestro ser.” Spurgeon no se encontraba bien de salud en aquel entonces, y lo sabía. Pronto estaría “acabado”, habiendo ‘gastado lo suyo y aun él mismo’ como el apóstol Pablo. Pero hasta ese momento había “aprovechado bien el tiempo” no dejando escapar ninguna oportunidad “entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.”

sábado, 26 de julio de 2008

El Arquitecto del Tabernáculo

Willmer Willmer Pocock, (1813-1899) fue el arquitecto del Tabernáculo Metropolitano de Spurgeon. La selección se llevó a cabo a través de un concurso entre varios arquitectos, que ofrecieron diversos diseños, y Pocock resultó vencedor. En algunas reminiscencias manuscritas, Pocock arroja una luz interesante sobre Spurgeon y el Tabernáculo.
Pocock quería estudiar en Cambridge, pero su padre insistió en que asistiera a King’s College, perteneciente a la Universidad de Londres. Se convirtió en uno de los primeros estudiantes en obtener una licenciatura en esa Universidad. Siendo todavía un joven presenció el incendio que afectó a la Abadía de Westminster. Conjuntamente con su padre diseñó varios edificios muy conocidos en Londres. Pocock se enteró por el señor Higgs, -que era el diácono encargado de la construcción del Tabernáculo de Spurgeon- que se solicitaba en concurso el diseño del edificio, y cuando se encontraba en su cama una mañana, tuvo una visión de lo que se requería, y simplemente se sentó a dibujar los bosquejos iniciales.
Poco tiempo después se reunió con el señor Spurgeon y con las personas de su comité de construcción. Les expresó que su comisión sería el 5% del desembolso para la obra, pero ellos le informaron que otros competidores habían ofrecido hacer el trabajo por una comisión del 2.5%. Pocock permaneció inconmovible en su honorario del 5%.
Spurgeon invitó a Pocock a comer y entretuvo al arquitecto con muchas anécdotas chispeantes. El gran predicador también le contó cómo siendo un muchacho no se atrevía a diferir de las opiniones de su padre, y cuando lo hizo fue censurado severamente. Pocock aceptó una reducción sustancial de su comisión por la obra.
El arquitecto insistió en nombrar como capataz de las obras de construcción a un buen viejo predicador metodista. Al descubrir esto, Spurgeon comentó: “no sé cómo es esto; yo siempre he estado predicando en contra de los arminianos, y ya tengo aquí a un arquitecto arminiano y pensé que con eso bastaba. Ahora he de tener adicionalmente a un arminiano como capataz de obras en mi construcción.” Pocock comentó que Spurgeon bromeaba diciendo que eso era “una censura a su calvinismo y un freno a su intolerancia calvinista”.
Mientras se construía el Tabernáculo, Pocock concluyó la erección de la Capilla Wesleyana en los terrenos de Richmond College. Esa capilla resultó ser un fracaso en términos acústicos. Pocock resolvió no cometer el mismo error con el Tabernáculo de Spurgeon. Este resultó ser un éxito espléndido desde el punto de vista acústico. El arquitecto sugirió al comité de construcción que las superficies inferiores de los balcones fueran cortadas en forma de ‘trampas de sonido’, para que las ondas de sonido que entraran a esas cavidades fueran destruidas. El comité objetó la sugerencia, pero el señor Spurgeon no los apoyó en su negativa, diciendo: “ninguno de nosotros sabe nada al respecto de eso, pero si permitimos que el arquitecto lo haga a su manera, tendremos el consuelo de contar con alguien a quien culpar en caso de que falle, lo cual seguramente ocurrirá.” No falló, y así la combinación de la habilidad del arquitecto y de la “voz semejante a una campana de plata” de Spurgeon dieron por resultado que el Evangelio fuera escuchado por todo el edificio con la mayor claridad posible.

jueves, 24 de julio de 2008

Salud por las Heridas de Jesús

Si conoces a Cristo, háblales a otros de Él. Tú no sabes cuánto bien está contenido en dar a conocer a Jesús, aunque todo lo que puedas hacer sea dar un folleto, o repetir un versículo. El doctor Valpy, autor de una gran cantidad de libros escolares, escribió, como su confesión de fe, estas líneas muy sencillas:

“En paz he de entregar mi aliento,
Y he de ver Tu salvación;
Mis pecados merecen la muerte eterna,
Pero Jesús murió por mí.”

Valpy está muerto y ha partido; pero le entregó esas líneas al apreciado anciano, el doctor Marsh, Rector de Beckenham, quien las colocó sobre la repisa de la chimenea de su estudio. El Conde de Roden entró en una ocasión y las leyó. “¿Me podría proporcionar una copia de esas líneas?”, preguntó el buen conde. “Con mucho gusto”, respondió el doctor Marsh, y procedió a copiarlas. Lord Roden las llevó consigo a casa, y las colocó sobre su repisa. El general Taylor, un héroe de Waterloo, entró una vez a esa habitación, y advirtió las líneas. Las leyó una y otra vez, mientras compartía con el conde Roden, hasta que su señoría comentó: “Pienso, amigo Taylor, que ya se sabe de memoria esas líneas”. Él respondió: “En efecto, me las sé de memoria; en verdad, mi propio corazón ha captado su significado.” Fue llevado a Cristo por medio de esa humilde rima. El general Taylor a su vez entregó esas líneas a un oficial del ejército, que era enviado a la guerra de Crimea. El oficial fue gravemente herido y regresó a casa para morir; y cuando el doctor Marsh fue a visitarlo, esa pobre alma le dijo en su debilidad: “buen señor, ¿conoce esta estrofa que el general Taylor me proporcionó? Esa estrofa me llevó a mi Salvador, y muero en paz.” Para sorpresa del doctor Marsh, repitió las líneas:

“En paz he de entregar mi aliento,
Y he de ver Tu salvación;
Mis pecados merecen la muerte eterna,
Pero Jesús murió por mí.”

Sólo piensen en el bien que pueden hacer cuatro simples líneas. Tengan ánimo todos ustedes que conocen el poder sanador de las heridas de Jesús. Divulguen esta verdad por todos los medios. No se preocupen por la sencillez del lenguaje. Proclámenla: proclámenla por doquier, y de todas las maneras, incluso si no pudieren hacerlo de cualquier otra manera, excepto copiando una estrofa de un himnario. Proclamen que por las heridas de Jesús somos sanados. ¡Que Dios les bendiga, queridos amigos! Oren por mí para que este sermón, que ostenta el número DOS MIL, sea muy fructífero.

Porción de la Escritura leída antes del sermón: Isaías 53.


miércoles, 23 de julio de 2008

Pon tu Nombre en el Espacio en Blanco

En uno de los números de la revista La Espada y la Cuchara, Spurgeon publica un grabado que muestra la “tarjeta de la decisión” usada por sus evangelistas del Tabernáculo. Es una reproducción de Juan 3: 16 con las palabras TODO AQUEL impresas en grandes mayúsculas. Se dejaba un apropiado espacio en blanco en medio de esas palabras, con la instrucción: “escriba su propio nombre” cuando reciba a Cristo como Salvador.

Uno de los más usados evangelistas de Spurgeon, el señor J. Manton Smith, escribió una biografía de Spurgeon destinada a los niños: El joven de Essex que se convirtió en el más grande predicador de Inglaterra. El libro incorpora dos cartas dirigidas a sendos niños, ambas escritas por C. H. Spurgeon. Manton Smith suprimió los correspondientes nombres, dejando un espacio en blanco con la instrucción: “escriba su propio nombre en el espacio correspondiente”. Smith testifica que dos de sus propios hijos fueron convertidos por medio de la lectura de una de esas cartas y después de insertar sus nombres en el espacio apropiado.

Una de esas cartas da comienzo (después de que Spurgeon escribió en la esquina superior izquierda: “Oh Señor, bendice esta carta”) así:

Mi querido _______________:

Hace muy poco me encontraba en una reunión de oración en la que un gran número de ministros estaban reunidos. El tema de la oración era “nuestros hijos”. Al oír a esos buenos padres suplicando a Dios por sus hijos e hijas, pronto brotaron lágrimas de mis ojos. Conforme proseguían pidiéndole al Señor que salvara a sus familias, mi corazón estaba a punto de explotar por el fuerte deseo que fuera tal como lo pedían. Luego se me ocurrió: “escribiré una carta a esos hijos e hijas para comentarles acerca de las oraciones de sus padres.”

Querido_________________, eres grandemente privilegiado porque tienes unos padres que oran por ti. Tu nombre es conocido en los atrios del cielo. Tu caso ha sido presentado ante del Trono de Dios… Pero todas las súplicas y luchas de tu padre no te salvarán si tú mismo no buscas al Señor… tú no puedes salvarte a ti mismo, pero el grandioso Señor Jesús puede salvarte. Pídele que lo haga. “Todo aquel que pide, recibe”. Entonces, confía en Jesús, confía en que te salve. Él puede hacerlo, pues murió y resucitó otra vez para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

La carta finaliza: “Con todo cariño, C. H. Spurgeon.”

¿Has insertado tu nombre en el espacio en blanco: _________? Los sermones que hablan de la salvación del alma te han sido entregados como un don. Lee los sermones y escudriña tu corazón para ver si eres o no eres salvo por toda la eternidad. Escribe tu nombre y la fecha en el espacio en blanco cuando recibas a Cristo en tu corazón como Salvador y Señor después de leer el camino de salvación en estas preciosas páginas de sermones.

sábado, 19 de julio de 2008

El Librito de Broche

A pesar de que contamos con una abundante información acerca de la vida de Spurgeon, hay todavía muchos vacíos e interrogantes que han quedado sin respuesta. Un predicador preguntó una vez: “¿Qué pasaría con la cartas que Pablo escribió a Damasco?” Su destino es motivo de una conjetura interesante e intrigante. De igual modo, el doctor R. E. Day, un norteamericano que es autor del libro La sombra del sombrero de ala ancha, nos informa de un pequeño libro con un broche por el que “daría el rescate de un rey para tocarlo y leerlo”.
Este pequeño libro que se cerraba con un broche, era un diario secreto que su esposo entregó a la señora Spurgeon el día de su boda. Era un registro de su vida y de sus pensamientos durante su período de formación en el año de 1850. Susannah no abrió el sello del libro sino hasta cuatro años después de la muerte de Charles. En ese librito deben de estar las respuestas a muchas preguntas desconcertantes.
¿Qué habría hecho Spurgeon en tiempos de guerra como un ministro de la religión? ¿Habría permanecido en su “ocupación reservada” o se habría puesto un uniforme y habría combatido por el rey o la reina y por su país? Es indudable que Spurgeon era muy patriota, pero algunos fragmentos de sus sermones revelan una vena pacifista. ¿Habría sido el librito de broche más específico sobre el tema de la guerra y la paz? ¿Habría cambiado a Spurgeon una educación universitaria, al hombre o a su forma de predicar?
Spurgeon comentó una vez: “yo viví durante tres años en Cambridge, pero nunca entré a la Universidad.” Su padre quería que solicitara admisión a Stepney College, hoy llamado Regents Park College, Oxford, para recibir entrenamiento teológico. Es muy conocida la historia de cómo Spurgeon esperó durante un par de horas al director del Instituto, el doctor Joseph Angus, en un salón de una casa, mientras en el doctor esperaba a Spurgeon en otro salón de la misma casa, todo debido a la torpeza de una sirvienta que no advirtió que el uno esperaba al otro. ¿Cuál habría sido el resultado si Spurgeon hubiese sido aceptado a la preparación ministerial? Uno de sus biógrafos opina: “Con una educación universitaria, sus prédicas no habrían perdido nada de su ardor, sino habrían encontrado la inmortalidad literaria que casi alcanzaron.” Ese biógrafo estaba claramente equivocado, pues los sermones de Spurgeon han sido más publicados que los de cualquier otro predicador en toda la historia del mundo.
¿Habría revelado el librito de broche alguna desilusión por parte del predicador por no haber recibido una educación universitaria? Todo lo que sabemos es que fundó el Colegio del Pastor para garantizar que otros predicadores tuvieran las oportunidades de la educación requerida.
En uno de sus sermones, Spurgeon se describe a sí mismo estando en un distante planeta solitario, predicando las glorias del Evangelio al universo. Es muy difícil imaginar que el Príncipe de los Predicadores permanezca callado a lo largo de toda la eternidad.
Pero no sabremos las respuestas a nuestras preguntas, que nos serían reveladas a través del librito de broche. Únicamente “el hermoso salón de clases del cielo” nos proporcionará las respuestas a las preguntas, que podrían estar contenidas en ese librito perdido para la posteridad
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jueves, 17 de julio de 2008

Presentando a Tirsata

Tirsata necesita ser presentado pues usualmente es conocido por otro nombre. Sólo es mencionado en dos libros del Antiguo Testamento, y sólo en cinco ocasiones (cuatro referencias en el Libro de Nehemías, y una en el Libro de Esdras).
“Tirsata” es una antigua palabra persa que significa “su excelencia” o “Gobernador”. Para la señora Susana Spurgeon, sin embargo, era una deleitable expresión de cariño, que usaba frecuentemente, cuando se dirigía a su esposo, Charles Haddon Spurgeon. Para ella, Charles fue siempre “Tirsata”, desde el día de su boda en la Capilla New Park Street, hasta la dolorosa partida del pastor, treinta y seis años más tarde.
¿Cuál fue el origen de este cariñoso nombre? ¿Fue el producto de la propia fantasía vivaz de Spurgeon? ¿Fue esta la razón por la que sus diáconos y ancianos y estudiantes se referían a él como el “Gobernador”? Era un término que indicaba amor y no autoridad.
Nehemías, el Tirsata bíblico, era el ‘gobernador’ que Dios levantó para proteger a Su pueblo de los caldeos. Su misión era reconstruir los muros de Jerusalén. Spurgeon, el “Tirsata” del siglo 19, fue levantado en un tiempo en el que los muros de la Jerusalén terrenal necesitaban fortalecimiento y reconstrucción. Al igual que Nehemías antes que él, se apoyaba en “la espada y la cuchara” para poder combatir y construir.
Fue a través de sus sermones, predicados e impresos, que reconstruyó y defendió a “Jerusalén”. La elección, la predestinación, la depravación total, la perseverancia de los santos, la expiación sustitutiva, la justificación por fe, la seguridad eterna, la soberanía divina, la santificación, la segunda venida de Cristo: estas eran las doctrinas de la gracia que Spurgeon predicaba para la edificación del pueblo de Dios.
Él se tuvo que enfrentar con problemas internos (apatía e indiferencia), y con los peligros externos (falsas doctrinas que provocaron la famosa Controversia del Declive a partir de 1887). Sabiendo que la “herejía en el Seminario significaba falsa doctrina en la iglesia”, Spurgeon sugirió una sencilla base de doctrinas bíblicas como remedio. Esta sugerencia no fue adoptada por la Unión Bautista y por ello, ‘Tirsata’ se retiró de la Unión después de que aprobaron un voto de censura en su contra.
Como Nehemías, dirigió su atención a tomar medidas para el bien público. Los servicios sociales fueron gigantescos. No sólo fundó sus propias instituciones filantrópicas (el orfanato para niños y niñas, 20 estaciones misioneras, los asilos, etc.), sino que apoyaba la labor de hombres como Müller y Barnado en su labor con los niños, y a Groom en su obra para niñas discapacitadas. Sus clases para analfabetos en los salones ubicados en los sótanos del Tabernáculo Metropolitano fueron las pioneras de las escuelas nocturnas, de los politécnicos, y de los institutos técnicos de Londres.
Ambos Tirsatas eran hombres de oración. Nehemías extendía todos sus cuidados, aflicciones y lágrimas delante de Dios. Para Spurgeon la oración era tan natural como respirar. En un bosque de Surrey, en un vagón del tren, en cualquier lugar, Tirsata podía arrodillarse y derramar su alma delante del Trono de la Gracia.
Como el Tirsata del Antiguo Testamento, Spurgeon era generoso. Recibió dos ofrendas sustanciales de dinero, que le fueron presentadas por su congregación del Tabernáculo, pero en ambas ocasiones donó ese dinero a otras personas. Spurgeon siempre llevaba billetes de cinco libras esterlinas en sus bolsillos, listos para ser distribuidos a ministros pobres y a sus viudas. El príncipe de los predicadores era un filántropo principesco.

miércoles, 9 de julio de 2008

Caminatas y pláticas con Spurgeon

En el año de la muerte del señor Charles Spurgeon, 1892, comenzaron a publicarse mensualmente biografías suyas, algunas con una extensión de varios volúmenes. Entre estas biografías se publicó un pequeño opúsculo de sólo veintitrés páginas, que fue editado por la Sociedad Americana de Publicaciones Bautistas de Filadelfia. Su autor era el doctor Wayland Hoyt. El doctor Hoyt era un allegado muy cercano al señor Spurgeon, con quien compartía caminatas y pláticas. También visitaba con frecuencia el hogar de Spurgeon.
Sus caminatas los conducían hasta el bosque de Surrey, ubicado en las afueras de Londres, y sus pláticas eran sobre diversos temas espirituales y sobre el ministerio de Spurgeon. En su breve biografía, el doctor Hoyt nos presenta un cuadro del Príncipe de los Predicadores, bajo tres características: su “sencillez religiosa”, su “confianza infantil” y su “expectación espiritual”.
Sencillez religiosa: el doctor Hoyt descubrió, mientras caminaba y platicaba con Spurgeon, que era un hombre “libre de mojigatería”. Era completamente natural. Spurgeon nunca usaba los términos y frases religiosos entonces comunes, que marcaran a un hombre como un ser ultra piadoso. “La religión no era nunca algo que se fingiera”. En las caminatas por el bosque, era natural que le dijera la doctor Hoyt: “venga, oremos”, y, arrodillándose junto a un tronco, derramaba su alma en una oración ferviente y reverente. Poniéndose de pie, proseguía su camino hablando de esto y de lo otro, como si no hubiese ocurrido nada. Para Spurgeon, la oración era un hábito mental, tan natural, como lo es la respiración para el cuerpo.
Confianza infantil: Spurgeon esperaba que el Todopoderoso, como un amoroso Padre celestial, satisficiera todas las necesidades de Su hijo. Comentando con el doctor Hoyt acerca de todo el dinero que necesitaba para sus diversas instituciones, estaba “tan despreocupado como un niñito sostenido por la mano de su madre. No había arrugas en su frente, no había una sombra de ansiedad en su rostro, y sólo había una amplia y confiada sonrisa.” Sin embargo, tenía la responsabilidad de alimentar a quinientos huérfanos, a las viudas que protegía en el asilo, pagar los sueldos de los maestros del Colegio del Pastor, y ver por la manutención y vestidos de algunos estudiantes pobres. La actitud de Spurgeon era: “El Señor es un buen banquero. Yo confío en Él. Nunca me ha fallado. ¿Por qué habría de estar ansioso?”
Expectación espiritual: como resultado de su sencillez religiosa y de su confianza infantil, Spurgeon siempre esperaba resultados espirituales de su predicación. Esperaba conversiones, tanto de sus predicaciones como de sus sermones impresos, y reprendía a cualquiera de sus estudiantes que no esperara resultados de cada uno de sus sermones. “Conforme a vuestra fe os sea hecho” era el lema de Spurgeon. Subía al púlpito “pronosticando la victoria y no presagiando la derrota”. Esperaba vencer y no ser vencido. De la misma manera, convocaba a su gran iglesia a una oración especial por los enfermos, y esperaba que se recuperaran debido al “poder de la oración”. Cada recuperación era saludada con júbilo como una evidencia más de que Dios escucha a Sus hijos cuando claman a Él.
El doctor Wayland Hoyt resume a Spurgeon de esta manera: “Tenía una singular habilidad, oleajes de emoción, y un lenguaje muy oportuno, y todos estos eran importante elementos en su predicación. Pero lo principal era que Spurgeon era un hombre plenamente consagrado a Jesucristo.”