viernes, 28 de septiembre de 2007

Spurgeon: 'Evangelista'

Una publicación londinense llamada Christian Commonwealth resumió la personalidad de Spurgeon por medio de un escritor de apellido Lorimer:
"La voz era la de Crisóstomo, el ardor era el de Wesley, la unción era la de Savonarola, la doctrina era la de Bunyan, el talento era el de Thomas Adams, la originalidad era la de Christmas Evans, el fervor era el de John Howe, el denuedo era el de Calvino, la simplicidad era la de Whitefield y la pasión era la de Toplady. Sí, es el carácter multifacético de la predicación de Spurgeon lo que explica su encanto infinito. En esto difería de todos los demás predicadores."

El eficaz ministerio de predicación de Spurgeon será siempre considerado como sin paralelo en el siglo diecinueve. Spurgeon sirvió a su iglesia como un pastor/predicador, a su ciudad como un ardiente reformador social, y, tal vez, por encima de todo, al mundo en general como un eficaz evangelista. Spurgeon puede ser llamado correctamente en las palabras de Bunyan: "una persona grandiosa y honorable, su nombre es. . . Evangelista." Así, para poder analizar a Spurgeon como un predicador, parece obligado ver en él a un proclamador del Evangelio.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Spurgeon: ¿Cómo tiene que articularse la fe?

"A los hombres no les gusta predicar siempre lo mismo. Hay atenienses en los púlpitos y en las bancas de las iglesias, que no hacen otra cosa sino escuchar algo nuevo. No se contentan con decir repetidamente, una y otra vez, este simple mensaje: "El que cree en el Señor Jesucristo tiene vida eterna." Así que toman prestadas ciertas novedades de la literatura y maquillan la Palabra de Dios con palabras enseñadas por la sabiduría humana. Envuelven en misterio la doctrina de la expiación. La reconciliación por medio de la sangre preciosa de Jesús deja de ser la piedra angular de su ministerio. Su propósito principal es adaptar el Evangelio a los deseos enfermizos y a los gustos de los hombres, por encima de cualquier intención de reformar la mente y renovar el corazón de los hombres, para que puedan recibir el Evangelio tal como es. No podemos decir adónde van a parar los que dejan de seguir al Señor con un corazón verdadero e íntegro, descendiendo desde una profundidad a otra mayor, hasta que son recibidos por la negrura de la oscuridad, a menos que la gracia lo impida.
Tomado del sermón La Vieja, Vieja Historia.