miércoles, 26 de febrero de 2014

Entre las fauces de Behemot sin ningún miedo

Es un buen dicho, aunque no pertenece a la Escritura, que “Nosotros somos inmortales mientras nuestra labor no esté concluida”. Si Dios te ha encomendado algo, ponte a hacerlo pues el tiempo es corto, pero no sueñes con que serás cortado demasiado pronto. Tú tienes una obra en tu tiempo, y tendrás tiempo para tu obra. Créelo y entonces puedes meterte entre las fauces de behemot sin ningún miedo mientras Dios tenga para ti un trabajo que debes cumplir para Él; por tanto, no temas, pues Jesús dice: “Dejad ir a éstos”. 
Sermón #2368 - C. H. Spurgeon

Aspectos de la santidad

4.   Algunas dificultades probables en obtener la seguridad

Hay algunos individuos cuya falta de seguridad puede explicarse por alguna de las siguientes causas. Muchos creen, pero menos individuos son persuadidos; muchos tienen fe, pero menos individuos tienen confianza. Ahora bien, ¿por qué es así?

a) Tal vez haya un entendimiento defectuoso de la doctrina de la justificación. Si no se entiende bien que es la obra de Cristo, y no la nuestra, la base de nuestra aceptación por parte de Dios, esa falla nos robará la seguridad. De nuestra parte sólo se requiere la fe simple. La justificación es un don, algo enteramente aparte de nosotros mismos. Creer simplemente es ser plenamente justificado. El creyente más débil es tan completamente justificado como el creyente más sólido, y por tanto, puede tener la seguridad.

b) Tal vez haya pereza en cuanto a la necesidad de crecer en la gracia. Muchos parecieran pensar que pueden relajarse y disfrutar de su fe recién encontrada. Deben recordar que esta gracia les ha sido dada como un talento que tienen que usar. Los creyentes tienen que añadir continuamente a su fe (2 Pedro 1: 5).

Hay una conexión inseparable entre diligencia y seguridad (Hebreos 6: 11; 2 Pedro 1: 10). La seguridad no llegará nunca sin diligencia en la vida espiritual. Una enseñanza de los puritanos es importante: la fe de adherencia, esto es, la entrega a Cristo viene por el oír, pero la fe de la seguridad no viene sin que hagamos algo. ‘Un cristiano perezoso siempre carecerá de cuatro cosas: consuelo, contentamiento, confianza y seguridad. Dios ha establecido una separación entre gozo y ociosidad, entre seguridad y pereza; y, por tanto, es imposible que unas lo que Dios ha separado’.

c) Otra razón para la falta de seguridad pudiera ser una vida inconsistente. La inconsistencia de vida es totalmente destructiva para la paz de la conciencia. Si quieres mantener los pecados que te asedian, y no puedes decidir renunciar a ellos, no tendrás nunca seguridad. “En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Juan 2: 3). Nuestra salvación no depende de nuestras obras, pero su sentido consolador depende, en verdad, de una caminata cristiana consistente.

Dejo ahora estos puntos para su consideración. Vale la pena examinarlos cuidadosamente.  
J. C. Ryle . Aspectos de la Santidad



martes, 25 de febrero de 2014

Aspectos de la Santidad



3.   Una cierta esperanza es algo muy deseable

Yo desearía que buscaran más la seguridad de lo que la buscan. Demasiados creyentes viven dudando y mueren dudando, y van al cielo en una especie de niebla.

a) La certeza es deseable porque le da a nuestras almas una paz y un consuelo inmediatos. La incertidumbre en los asuntos de esta vida, tales como las relaciones familiares, el dinero o el trabajo, pueden arruinar nuestra salud mental y corporal. La incertidumbre en los asuntos espirituales puede arruinar la salud de nuestra alma.

La seguridad sustentará a un creyente cuando mueren seres queridos; hará posible alabar a Dios aun en medio de la dificultad, y regocijarse cuando se sufre por la causa de Cristo. La seguridad hizo posible que Pedro durmiera profundamente la noche antes de que le dieran muerte según estaba programado (Hechos 12). La seguridad suprime el último miedo; permite que el creyente en el trance de la muerte diga: “Si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5: 1).

b) La posesión de una cierta esperanza libera la energía de un creyente para la obra cristiana. Hablando en general, nadie hace tanta obra por Cristo como aquellos que gozan de la plena confianza de entrar en el cielo. Un creyente carente de seguridad pasará mucho tiempo escudriñando su corazón con respecto a su condición espiritual. Pero el creyente que, como Pablo, tiene una fe firme y una esperanza segura, está libre de tales distracciones. La atención indivisa a la obra traerá siempre el mayor éxito.

c) La seguridad elimina la indecisión en los asuntos espirituales. Muchos de aquellos que solo pueden esperar que son hijos de Dios, tienen continuas dudas acerca de cómo comportarse. ¿Deben hacer esto, o aquello? ¿Deben ir allí? ¿No han de hacer nunca esto o eso? ¡Y esto se debe a que no están completamente seguros de ser hijos de Dios o no! Si ellos supieran que la obra salvadora de Jesús fue ciertamente para ellos, entonces sabrían que son hijos de Dios y eso decidiría sus acciones.

d) La seguridad es deseable porque produce los más santos cristianos. “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3: 3). Una esperanza que no purifica es una burla y un engaño.

De lo que he dicho hasta aquí debería quedar claro que el descuido de la seguridad pudiera ser la principal razón de todas nuestras fallas en la vida cristiana. Si así sucede con ustedes, entonces acepten mi consejo ahora. Hagan a un lado sus dudas, y apóyense más fuertemente en el Señor Jesucristo. Comiencen simplemente por creer en Él y la seguridad será añadida.  
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad






martes, 18 de febrero de 2014

Aspectos de la Santidad

2. Un creyente puede tener fe salvadora y no obstante puede desconocer la seguridad

Yo creo que es de gran importancia tener a la vista la distinción entre fe y seguridad. La fe es como la raíz de nuestra creencia, y la seguridad es la flor. No puedes tener nunca una flor sin la raíz pero algunas veces puedes tener la raíz sin la flor. La simple fe en Cristo salvará ciertamente a una persona; con todo, pudiera ser que nunca estuviera libre de ansiedad y de dudas. La fe llevará a un alma al cielo pero la seguridad traerá el cielo a un alma.

La fe es el clamor de Pedro cuando se hundía: “¡Señor, sálvame!” (Mateo 14: 30). La seguridad es ese mismo Pedro declarando más tarde al Concilio: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). ¡Al que tiene fe le va bien, pero al que tiene seguridad le va mucho mejor!
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


miércoles, 5 de febrero de 2014

Le era necesario pasar por el Tabernáculo Metropolitano


Hace unos tres años estaba hablando con un ministro anciano, y comenzó a buscar a tientas en el bolsillo de su chaleco pero le tomó mucho tiempo encontrar lo que quería. Por fin sacó una carta casi hecha pedazos y dijo: “¡El Dios Todopoderoso le bendiga! ¡El Dios Todopoderoso le bendiga!” Y yo le pregunté: “Amigo, ¿de qué se trata?” Él me respondió: “Yo tenía un hijo. Yo creía que él iba a ser el sostén en mi ancianidad, pero él se desacreditó y se alejó de mí, y yo no supe adónde se fue; sólo dijo que se iba a América. Compró un boleto para navegar a América desde los muelles de Londres, pero no partió en el día preciso que esperaba hacerlo”. Este anciano ministro me pidió que leyera la carta, y yo la leí. Iba más o menos así: “Padre, estoy aquí en América. He encontrado un empleo y Dios me ha prosperado. Le escribo para pedirle perdón por los miles de daños que le he provocado y por la aflicción que le he causado, pues, bendito sea Dios, he encontrado al Salvador. Me he unido a la iglesia de Dios aquí, y espero pasar mi vida al servicio de Dios. Ocurrió así: no navegué a América el día que yo esperaba. Me fui al Tabernáculo para ver de qué se trataba, y Dios se encontró conmigo. El señor Spurgeon dijo: ‘Tal vez haya un hijo fugitivo aquí. Que el Señor lo llame por Su gracia’. Y Él lo hizo”. “Ahora” –dijo él, al tiempo que doblaba la carta y la ponía en su bolsillo- “ese hijo mío está muerto, y está en el cielo, y yo lo amo a usted y lo haré en tanto que viva, porque usted fue el instrumento de llevar a mi hijo a Cristo”. 
C. H. Spurgeon - La Historia de un Esclavo Fugitivo

El paquete de sermones de Spurgeon

Muchos marineros han sido desenfrenados, temerarios, sin Dios, sin Cristo, y al fin han terminado en algún hospital extranjero. Ah, si su madre supiera que cayó con la fiebre amarilla, cuán triste se pondría, pues concluiría que pronto su amado hijo moriría lejos en la Habana, o en algún otro lugar, y que nunca regresaría a casa. Pero es justo en aquel hospital que Dios tiene el propósito de encontrarse con él. Un marinero me escribió contándome algo parecido a eso. Dijo: “Mi madre me pidió que leyera un capítulo cada día, pero nunca lo hice. Tuve que ser admitido en un hospital en la Habana, y mientras estaba ahí, había un hombre cerca de mí que se estaba muriendo, y murió una noche; pero antes de morir me dijo: ‘Amigo, ¿podrías acercarte a mí? Quiero hablar contigo. Tengo aquí algo muy preciado para mí. Yo era un sujeto desenfrenado, pero la lectura de este paquete de sermones me ha llevado al Salvador, y muero con una buena esperanza por medio de la gracia. Ahora, cuando muera y haya partido, toma estos sermones y léelos, y que Dios los bendiga para ti. ¿Y le escribirías una carta al hombre que predicó e imprimió esos sermones para decirle que Dios los bendijo para mi conversión, y que yo espero que los bendiga para ti también?’” Era un paquete de mis sermones, y Dios en efecto los bendijo también para aquel joven que, no tengo ninguna duda de ningún tipo, fue a ese hospital porque allí había un hombre que había sido llevado a Cristo que le entregaría las palabras que Dios había bendecido para él mismo y que bendeciría para su amigo. Tú no sabes, querida madre, tú no lo sabes. Lo peor que le puede pasar a un joven es algunas veces lo mejor que le puede pasar. 
C. H. Spurgeon - La Historia de un Esclavo Fugitivo