martes, 28 de enero de 2014

La fuerza del libre albedrío

¡Ah!, he oído que algunos hombres hablan como si la fuerza del libre albedrío de la naturaleza humana fuera suficiente para llevar a los hombres al cielo. El libre albedrío ha llevado a muchas almas al infierno, pero nunca ha llevado todavía a un alma al cielo. Ninguna fuerza de la naturaleza puede bastar para servir al Señor debidamente. Nadie puede decir que Jesús es el Cristo sino por el Espíritu Santo. Nadie puede venir a Cristo si el Padre, que ha enviado a Cristo, no le trajere. Si, entonces, el primer acto de la vida cristiana está más allá de toda fuerza humana, ¿cuánto más están más allá de cualquiera de nosotros esos pasos más elevados? 
C. H. Spurgeon - Sansón Vencido #224

viernes, 17 de enero de 2014

Una motivante reflexión



La súbita muerte de una persona a mitad de su carrera nos desconcierta, y hacemos la inevitable pregunta: ¿por qué? Dios no nos da una respuesta directa, pero hace saber que Él determina la extensión de nuestro tiempo en la tierra. Cuando nuestra tarea ha sido concluida a los ojos de Dios, nos llama al hogar. Pero mientras estamos en la tierra, Él quiere que mantengamos nuestros ojos fijos en Jesús, el Capitán y Perfeccionador de nuestra fe.  

martes, 14 de enero de 2014

Oremos un minuto



Vamos ahora, pobre alma, si quieres encontrar a Dios, oremos un minuto. “Oh, Dios, sálvanos, pues sólo Tú puedes hacerlo. Por Tu grande misericordia sana nuestras heridas, pues de lo contrario nos vamos a desangrar hasta la muerte. Nosotros nos apoyamos en Tu promesa en Cristo Jesús, Tu Hijo; concédenos Tu salvación ahora, te lo suplicamos, por Su nombre. Amén”. 
C. H. Spurgeon - La Prerrogativa Real

La botella de bálsamo



¡Oh, qué botella de bálsamo es esa: el amor redentor! ¡Cuán dulcemente se posa en el alma! El Señor le muestra al hombre herido que si bien está lleno de pecado, él puede desprenderse de ese pecado sin ninguna violación de la justicia cuando el alma cree en Jesús. Ahora dejen que el bálsamo caiga un minuto. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”: ese hecho nos produce heridas. Pero ahora “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”; ningún bálsamo de Galaad fue alguna vez tan potente como ese. Pobre pecador culpable, si confías en Cristo ahora, tu pecado ya no será más tuyo; fue cargado hace mil ochocientos años sobre la espalda de Cristo, tu grandiosa Fianza. Él fue castigado por ese pecado, y lo ha arrojado en las profundidades del mar. Tú eres perdonado; vete en paz. 
C. H. Spurgeon - La Prerrogativa Real

La infinita soberanía de Dios

El Señor puede derribar a los hombres en los lugares más impensables. Yo he sabido que la flecha de la convicción ha alcanzado a un hombre que no había entrado en un lugar de adoración durante años. Tal es la infinita soberanía de Dios que llama pueblo mío al que no era Su pueblo, y es hallado por los que no le buscaban. Sí, incluso en las guaridas del pecado un hombre no está protegido de las flechas de Dios; me refiero a las flechas del infinito amor de Dios. Dios puede todavía tocar la conciencia. Ustedes saben que leviatán está forrado en su cuerpo con escudos fuertes, “cerrados entre sí estrechamente”; con todo, aun en leviatán hay un punto débil. El astuto cazador sabe cómo encontrarlo. Hay algunos hombres tan escépticos, tan ateos, tan profanos, tan abominables, que nadie se atreve a acercarse a ellos; sin embargo, lo hemos sabido –dígase para alabanza de la gracia soberana- el Señor ha herido aun a esos con Su espada grande y fuerte, y después los ha sanado mediante Su poderosa gracia. Nunca pierdan la esperanza por nadie. Si la salvación fuera una obra humana podrían desesperar; pero como es una obra de Dios, no desesperen de nadie. El desventurado que es lo más parecido a un demonio encarnado puede convertirse todavía en un ángel de Dios. Tal es la gracia de Dios que aunque los hombres hagan una alianza con la muerte y un pacto con el infierno, Él puede romper sus alianzas e invalidar sus pactos, puede arrebatar la presa de entre las fauces del dragón, y alcanzar renombre para Él. 
C. H. Spurgen - La Prerrogativa Real

miércoles, 8 de enero de 2014

Mensaje al pecador



Pecador, quienquiera que seas, Dios te ordena ahora que creas en Jesucristo. Este es Su mandamiento: Él no te ordena que sientas algo, o que seas algo, para prepararte para esto. Ahora, ¿estás dispuesto a incurrir en la gran culpa de hacer que Dios sea mentiroso? Seguramente te abstendrías de eso; entonces, atrévete a creer. Tú no puedes decir: “No tengo ningún derecho”; tú tienes el perfecto derecho de hacer lo que Dios te dice que hagas. Tú no puedes decirme que no eres apto; no se requiere ninguna aptitud, el mandamiento es dado y a ti te corresponde obedecer, no disputar. No puedes decir que no te atañe; es predicado a toda criatura bajo el cielo; y ahora, alma, es algo tan placentero confiar en el Señor Jesucristo que yo gustosamente quisiera persuadirme de que tú no necesitas ninguna persuasión. Es algo tan deleitable aceptar una perfecta salvación, ser salvado por la sangre preciosa y contraer esponsales con un Salvador tan brillante, que yo gustosamente espero que el Espíritu Santo te haya conducido a clamar: “Señor, creo; ayuda mi incredulidad”.  
C. H. Spurgeon - El Fundamento de la fe 
Recomiendo de manera muy especial la lectura del sermón no. 531 - El Fundamento de la Fe, del pastor Spurgeon, disponible ya en el sitio.  



El Evangelio es para los pecadores como pecadores

Entre más espiritual es un hombre, más carnal se considera; y entre más penitente es un hombre, más impenitente se descubre ser. Con frecuencia los hombres más penitentes son aquellos que se consideran los más impenitentes; y si yo he de predicar el Evangelio a los penitentes y no a todo pecador, como pecador, entonces esas personas penitentes que de acuerdo a mis oponentes tienen el mayor derecho a creer, son exactamente las personas que nunca se atreverán a tocarlo porque están conscientes de su propia impenitencia y de su carencia de toda idoneidad delante de Cristo. Pecadores, permítanme dirigirme a ustedes con palabras de vida: Jesús no necesita nada de ustedes, absolutamente nada, no quiere que hagan nada, no quiere que sientan nada; él da tanto el trabajo como el sentimiento. Harapientos, menesterosos, tal como están, perdidos, abandonados, desolados, sin ningún buen sentimiento y sin ninguna esperanza, en esa condición viene Jesús a ustedes, y con estas palabras compasivas se dirige a ustedes: “Al que a mí viene, no le echo fuera”. Si tú crees en Él, jamás serás confundido.
C. H. Spurgeon - El Fundamento de la Fe