miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amados, lo importante no es el oficio que desempeñen sino la dedicación; no es la posición, sino la gracia que nos capacita para glorificar a Dios. Dios será glorificado con toda seguridad en ese puesto de trabajo del zapatero donde el piadoso obrero canta acerca del amor del Salvador mientras sostiene su lezna, sí, y es glorificado muchísimo más que en muchos puestos de prebendas donde la religiosidad oficial cumple con sus escasos deberes. El nombre de Jesús es glorificado tanto por aquel carretero cuando arrea a su caballo y bendice a su Dios o cuando habla con su colega de trabajo junto al camino, como por aquel teólogo que, a través de todo el país, como Boanerges, retumba con la predicación del Evangelio. Dios es glorificado cuando permanecemos en nuestra vocación. Tengan cuidado de no desviarse de la senda del deber, abandonando su llamamiento, y tengan cuidado de no deshonrar su profesión mientras estén en ella; no tengan una alta opinión de ustedes mismos pero no consideren poca cosa sus llamamientos. No hay ningún oficio que el Evangelio no santifique. Si buscan en la Biblia, encontrarán que las más insignificantes formas de labor han estado de alguna manera u otra conectadas con los más atrevidos actos de fe, o bien con personas cuyas vidas han sido de otra manera ilustres. ¡Sé fiel a tu llamamiento, hermano, sé fiel a tu llamamiento! No importa lo que Dios haya hecho de ti; si Él te llama, permanece haciendo eso, a menos que estés muy seguro, ojo, a menos que estés muy seguro de que Él te llama a otra cosa.
C. H. Spurgeon - Sermón #666 - Vol.11

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