sábado, 18 de diciembre de 2010

Diario de Spurgeon

8 de Mayo – 1850

Junta para ver asuntos de los maestros. Demasiadas bromas y ligereza que no van de acuerdo con mis opiniones de lo que debería ser un maestro de la escuela dominical. Señor, guárdame del mal del mundo y no permitas que me descarríe; pero si éstos son miembros de Tu pueblo, ¡ayúdame para que te sirva mejor que ellos, y para que sea más semejante a mi Maestro! ¡Oh Dios mío, guárdame siempre cerca de Ti; ayúdame a vivir más para Tu gloria, y a honrarte más de lo que lo hecho hasta ahora; a vivir únicamente para Ti, y gastar lo mío y aun yo mismo en Tu servicio! ¡Presérvame, perfeccióname, guárdame y bendíceme!

“¡Guárdame, oh guárdame, Rey de reyes,
Bajo Tus propias alas todopoderosas!”

Unas sabias palabras

Hermanos, si hay algo bueno en lo que es llamado catolicismo, o en el ritualismo, o en las modernas novedades filosóficas, que los fanáticos de esas religiones se queden con lo que encuentren ahí; nosotros no los envidiaremos, pues no podrían encontrar nada digno de obtenerse en sus formas de adoración o de creencia, que sea diferente de lo que ya tenemos en la persona del todo suficiente Salvador. ¡Qué importa que sus velas brillen radiantemente pues el sol mismo es nuestro! ¡Qué importa que sean sucesores de los apóstoles pues nosotros seguimos al Cordero mismo dondequiera que va! ¡Qué importa que sean sumamente sabios, pues nosotros habitamos con la propia Sabiduría encarnada! Déjenlos que vayan a sus cisternas, ya que nosotros nos atendremos a la fuente de agua viva. Pero en verdad no hay ninguna luz en sus luminarias; lo único que hacen es incrementar la oscuridad; son líderes ciegos de los ciegos. Ponen sus vacíos resonantes en competencia con la plenitud de Jesús, y predican otro evangelio que no es otro. La imprecación del apóstol sea sobre ellos. Ellos agregan a las palabras de Dios, y Él les añadirá sus plagas.
Sermón no.978 - Toda Plenitud en Cristo. C. H. Spurgeon

lunes, 15 de noviembre de 2010

El objetivo de todo ministerio

Se da por sentado que el objetivo del ministerio cristiano es convertir a los pecadores y edificar el cuerpo de Cristo. Ningún pastor fiel puede hacer menos. El aplauso, la fama, la popularidad, la honra y la riqueza, todo ello, son cosas vanas. Si las almas no son ganadas, si los santos no maduran, el ministerio es vano.

Por lo tanto, la pregunta que cada quien debe responder a su propia conciencia es: “¿Ha sido el propósito de mi ministerio y ha sido el anhelo de mi corazón, ganar a los perdidos y guiarlos para que sean salvos? ¿Es esa la meta de cada sermón que predico y de cada visita que realizo? ¿Es para ésto que oro y trabajo y ayuno y lloro? ¿Es bajo la influencia de este sentimiento que continuamente vivo, camino y hablo? ¿Es para ésto que trabajo y me agoto, contando como mi gozo principal, junto con la salvación de mi propia alma, ser el instrumento para que otros sean salvos? ¿Para ésto existo? ¿Moriría con gusto para lograrlo? ¿He visto que el agrado del Señor prospera mi mano? ¿He visto almas convertidas bajo mi ministerio? ¿Ha encontrado el pueblo de Dios refrigerio en mis palabras, yéndose gozoso por su camino, o más bien no he visto ningún fruto a mis labores y me contento con quedarme sin ser bendecido? ¿Me quedo satisfecho con predicar sin saber si he provocado alguna impresión para salvación, o si he despertado a algún pecador?

Nada que no sea un éxito positivo podría satisfacer al verdadero ministro de Cristo. Sus planes podrían avanzar sin problemas y su maquinaria externa podría funcionar sin pausa, pero si no hubiera el fruto real de la salvación de las almas, todo lo demás no tendría ningún valor. Su sentir es: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gálatas 4: 19).

“Los pastores” –dijo Owen- “raramente son honrados con el éxito, a menos que estén apuntando continuamente a la conversión de los pecadores. El éxito es asegurado por la resolución de que en el poder del Señor y con Su bendición, no dejará de presentarse. El hombre que ha decidido enfrentar cualquier dificultad, que ha contado el costo y que, poniendo sus miras en el premio, ha determinado luchar hasta conseguirlo, es el hombre que vence”.

La apatía del pasado ha desaparecido. Satanás ha tomado activamente el campo, y hay que encararlo de frente. Además, la conciencia de los hombres está inquieta. Dios pareciera estar luchando extensamente con ella, como antes del diluvio. Un hálito del Espíritu Divino ha pasado sobre la tierra, y por eso estos tiempos tienen un carácter trascendental, y es preciso mejorarlos mientras duren.

El único lugar verdadero de descanso donde la duda y el cansancio, el aguijón de una conciencia intranquila y los vivos deseos de un alma insatisfecha pueden ser acallados, es Cristo mismo. No la iglesia, sino Cristo. No las doctrinas, sino Cristo. No los formulismos, sino Cristo. No las ceremonias, sino Cristo: Cristo, el Dios-hombre que dio Su vida por la nuestra, sellando el pacto eterno y haciendo las paces para nosotros por medio de Su sangre en la cruz. Cristo, el depósito divino de toda luz y verdad, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2: 3). Sólo Cristo es el refugio del alma atribulada, la roca sobre la cual edificar, el hogar para vivir hasta que el gran tentador sea amarrado y cada conflicto haya terminado en victoria.

Horatius Bonar (1808 - 1889) reconocido pastor escocés

martes, 9 de noviembre de 2010

La importancia de un ministerio vivo

“¡Cuánta mayor influencia ejercería en el ministerio cristiano un puñado de hombres buenos y fervientes que una multitud de tibios siervos!”, afirmó Oecolampadius, el reformador suizo, un hombre que enseñaba basándose en una experiencia que dejó plasmada por escrito en beneficio de otras iglesias y de otros tiempos.

La simple multiplicación de hombres que se autodenominan ‘ministros de Cristo’, sirve de muy poco. Podrían no ser otra cosa que desafortunados “obstáculos en el camino”. Podrían ser como Acán, que ocasionó problemas para el pueblo, o quizás como Jonás, que provocó la tempestad. Aun cuando su doctrina sea buena, por su incredulidad, por su tibieza y por su formulismo indolente, pueden hacer un daño irreparable a la causa de Cristo, paralizando y secando toda vida espiritual en torno suyo. El tibio ministerio de quien es ortodoxo en teoría genera con frecuencia una ruina más devastadora y fatal para las almas, que el ministerio de alguien que es notoriamente inconstante o un hereje flagrante. “¿Quién hay en el mundo que sea un zángano más pernicioso que un pastor ocioso?”, preguntaba Cecil. Y Fletcher bien dijo que “los pastores tibios producen creyentes negligentes”. La multiplicación de tales pastores, independientemente de su número, ¿podría ser considerada como una bendición para el pueblo?

Cuando la iglesia de Cristo, en todas sus denominaciones, regresa al ejemplo primitivo, y, caminando en las huellas apostólicas, busca imitar más a los modelos inspirados sin permitir que nada terrenal se interponga entre ella y su Cabeza viviente, entonces pondrá más atención en los hombres a quienes confía el cuidado de las almas, sin importar cuán eruditos y capaces sean, antes bien, asegurándose de que se distingan por su espiritualidad, celo, fe y amor.

Horatius Bonar (1808-1889), reconocido pastor escocés.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.57

Menton
17 de Diciembre de 1891

Mis queridos amigos:

Aunque no pueda estar presente para desearles las bendiciones de la temporada, no quisiera utilizar palabras de cumplidos, sino que quisiera decirles desde mi corazón: ‘les deseo una muy feliz Navidad’. ¡Que la mejor de las bendiciones descienda sobre sus reuniones familiares! ¡Que todos sus hijos sean hijos del Señor, y que de esta manera su unión en los lazos de la carne sea vuelta eterna por los lazos del espíritu! Que el gozo sea con ustedes, pero que sea gozo en el Señor.

Quisiera pedirles que recuerden mi responsabilidad de los huérfanos, y que los hagan felices en el día de la fiesta. Recuerden también a los pobres, y que nadie carezca de nada si ustedes tuvieren la posibilidad de aliviarlos, o de ayudar a lograrlo.

Creo que puedo decir con objetividad que estoy mejor. Si la enfermedad está desapareciendo o no, no podría decirlo, aunque me temo que no hay mucha diferencia; pero en términos generales de salud debo de haber mejorado, o de lo contrario mis sentimientos serían un puro engaño. De cualquier manera, guardo muchas esperanzas, y estoy lleno de alabanzas, y desearía poder ponerme de pie y proclamar el Salmo 103.

¡La bendición del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo sea con cada uno de ustedes eternamente!

Suyo muy afectuosamente

C. H. Spurgeon

martes, 2 de noviembre de 2010

Una seria advertencia

Así, también, necesitan ser advertidas ciertas personas que siempre son dadas a curiosas especulaciones. Cuando leen la Biblia no es para descubrir si son salvas o no, sino para saber si estamos bajo la tercera o la cuarta copas, cuándo ha de tener lugar el milenio, o qué cosa es la batalla de Armagedón.

Ah, amigo, escudriña todas estas cosas si tienes el tiempo y la habilidad, pero ocúpate primero de tu salvación. Bienaventurado el que entiende el libro del Apocalipsis; con todo, antes que nada, entiende ésto: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. El más brillante doctor en los símbolos y misterios del Apocalipsis será echado fuera tan ciertamente como el más ignorante, a menos que haya venido a Cristo y haya apoyado su alma sobre la obra expiatoria de nuestro grandioso Sustituto
.
C. H. Spurgeon, "Vuestra Salvación", sermón no. 1003

jueves, 28 de octubre de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.56

Menton
10 de Diciembre de 1891

Queridos amigos:

Cada mensaje que recibo de casa tocante a la obra del Tabernáculo, me consuela. La unidad de corazón y el espíritu de oración de ustedes, son un gozo para mí. Cuánto me gustaría poder ver sus rostros y dirigirlos en oración hasta el trono de la gracia celestial.

Sin embargo, me alegro de no estar todavía sobre la plataforma en medio de ustedes intentando dirigir una oración pública o un mensaje, pues la emoción me embargaría y pronto me vería sumamente exhausto. Sometí ésto a una prueba práctica intentando ofrecer una oración con unos seis o siete amigos, pero me vi derrotado y pasó algún tiempo antes de que pudiera recuperarme. Pero la mente está dispuesta todavía, y el organismo físico debe encontrar la senda de la restauración a su debido tiempo. Verdaderamente me siento mejor, y no tengo duda de que en el tiempo oportuno estaré tan fuerte como antes.

Yo no tengo el poder de apresurar el proceso de recuperación de mi fortaleza; ésto ha de llegar gradualmente, conforme al Señor le agrade concederla. Oren por mí pidiendo que el tiempo no sea muy largo.

Quiero que todos aquellos que se interesan en la obra del Tabernáculo vean que los fondos son los correctos al término del año. Mi ausencia ha puesto a prueba mucho la causa de casa y yo espero que cada quien resuelva evitar que se presente alguna deficiencia en cosa alguna, pues eso representaría una gran aflicción para mí. Sean juiciosamente generosos justo ahora y eso será sumamente oportuno. Nunca hemos de permitir que los fondos de la casa se vean restringidos mientras nosotros recibamos tan magnánimamente la gracia de Dios.

La señora Spurgeon y yo estamos felices por tener el privilegio de estar juntos en esta soleada tierra; ambos estamos llenos de gratitud al poder contar el uno con el otro, y ambos estamos agradecidos con ustedes por recordarnos en sus oraciones.

Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes

Suyo de todo corazón

C. H. Spurgeon

Diario de Spurgeon

7 de Mayo – 1850

Otra vez tengo que confesar mi tibieza. Temo estar perdiendo mi primer amor. La frialdad y la inercia parecieran ser naturales en mí. Carezco de calor interno. Todo proviene del Sol de justicia a través de la rica y gratuita gracia soberana. ¡Qué misericordia es que no me haya quedado completamente muerto de frío, ni que hubiera sido entregado a la muerte estando pecaminosamente distanciado de Dios! ¡Señor, ayúdame a seguirte, y que Tu diestra me sostenga! ¡Oh, Señor, yo necesito fuerzas! No quisiera temer sino confiar en Tu omnipotencia.

viernes, 22 de octubre de 2010

A propósito de enfermedades

Arrumbados. ¿Por qué?

Por C. H. Spurgeon


Las visitas de la enfermedad son misteriosas. Cuando el Señor está usando a un hombre para Su gloria, es muy singular que le hiera súbitamente, y suspenda Su utilidad. Tiene que ser algo bueno, pero, la razón de ello no se ve por ningún lado cerca de la superficie. Al pecador cuyos actos contaminan a la sociedad en la que se mueve, se le permite frecuentemente, año tras año, derrochar su vigor inagotable infectando a todos los que se le acercan. Ninguna enfermedad lo aparta de su ministerio mortal, ni siquiera durante una hora; siempre está en su puesto, siempre está lleno de energía en su misión de destrucción. ¿Cómo es que un corazón ávido del bienestar de los hombres y de la gloria de Dios, se ve obstaculizado por una constitución enfermiza, y ve sofocada su máxima utilidad por causa de los ataques de una dolorosa enfermedad? Podríamos hacernos esa pregunta si la hiciéramos sin murmurar, pero, ¿quién nos la respondería? Cuando el avance de un cuerpo de soldados es detenido por un fuego hostil que esparce dolorosas heridas por todos lados, entendemos que esto es sólo uno de los incidentes naturales de la guerra; pero si un comandante detuviera a sus tropas en medio de la batalla y procediera con su propia mano a eliminar a algunos de sus más celosos guerreros, ¿acaso no nos quedaríamos desconcertados tratando de entender sus motivos? Felizmente para nosotros, nuestra dicha no depende de nuestro entendimiento de la providencia de Dios: somos capaces de creer aquello que no somos capaces de explicar, y nos contentamos con dejar mil misterios sin resolver antes que tolerar una sola duda en cuanto a la sabiduría y la bondad de nuestro Padre celestial. La penosa dolencia que pone al ministro cristiano hors de combat (fuera de combate) cuando es más necesitado en el conflicto, es un tipo de mensajero del Dios de amor y ha de ser recibido como tal: esto lo sabemos, pero, pero no podríamos explicarnos con precisión por qué es así.

Hemos de considerar esto más detenidamente. ¿Acaso no es bueno que nos veamos perplejos y confundidos y como resultado nos veamos forzados a ejercitar la fe? ¿Sería bueno para nosotros que las cosas fueran tan ordenadas, que nosotros mismos pudiéramos ver la razón de cada dispensación? ¿Podría ser en verdad el designio del amor divino, suprema e infinitamente sabio, que pudiéramos medirlo con nuestra corta cinta métrica de la razón? Si todas las cosas fueran ordenadas de conformidad a nuestro criterio de lo que es conveniente y adecuado, ¿caso no permaneceríamos siendo tan necios y soberbios como niños mimados y malcriados? ¡Ah, es bueno que seamos sacados de nuestra ignorancia, para hacernos nadar en las dulces aguas del amor poderoso! Nosotros sabemos que es supremamente bienaventurado ser compelidos a abandonar el ego, a renunciar al deseo y a la opinión, y a quedarnos tranquilos en las manos de Dios.

Es de suma importancia que seamos conservados siendo humildes. La conciencia de la importancia propia es un odioso engaño, pero es un engaño en el que caemos tan naturalmente como crecen las hierbas sobre un muladar. Nosotros no podemos ser usados por el Señor cuando soñamos también con nuestra grandeza personal, cuando nos consideramos indispensables para la iglesia, y cuando sentimos que somos pilares de la causa y cimientos del templo de Dios. No somos nada ni somos alguien, pero es muy evidente que no lo consideramos así, pues tan pronto como somos arrumbados, comenzamos a preguntarnos ansiosamente: “¿Cómo progresará el trabajo sin mí?” Es como si la mosca que viaja en el coche del correo preguntara: “¿Cómo serán transportadas las cartas sin mí?” Hombres mucho mejores han sido depositados en la tumba sin haber llevado la obra del Señor a su culminación, y, ¿nos vamos a enojar e irritar porque por un breve tiempo debemos permanecer sobre el lecho de la languidez? Si fuéramos arrinconados solamente cuando se puede prescindir de nosotros, no constituiría ninguna reprensión para nuestro orgullo; pero si nuestra fuerza se debilita en el camino en la precisa ocasión en que nuestra presencia pareciera ser más necesaria, es la manera más segura de enseñarnos que no somos necesarios para la obra de Dios, y que cuando somos más útiles, Él puede fácilmente prescindir de nosotros. Si esta es la lección práctica, la aspereza de la enseñanza puede ser soportada fácilmente, pues, con toda seguridad, es más que deseable que el ego sea humillado y únicamente el Señor sea engrandecido.

¿No podría nuestro clemente Señor proponerse un doble honor cuando envía un doble conjunto de tribulaciones? “En trabajos más abundante” es un excelso grado, pero “sufridos en la tribulación” no lo es menos. Algunos creyentes han sobresalido en el servicio activo, pero han sido escasamente probados en el otro e igualmente honorable campo de la paciencia sumisa; aunque son veteranos en la obra, han sido sólo un poco mejor que bisoños reclutas en cuanto a la paciencia, y, debido a esto, se han desarrollado sólo a medias en su hombría cristiana en algunos aspectos. ¿Acaso no puede tener el Señor designios especiales para algunos de Sus siervos, queriendo perfeccionarlos en ambas formas de la imitación de Cristo? No parece haber alguna razón natural del por qué las dos manos de un hombre no pudieran ser igualmente útiles, pero pocos individuos se vuelven en realidad ambidiestros, porque la mano izquierda no es ejercitada de la misma manera. Los zurdos que figuran en la Escritura eran realmente hombres que tenían dos diestras, y eran capaces de usar ambas extremidades con igual destreza. La paciencia es la mano zurda de la fe, y si el Señor requiere de un Aod para herir a Eglón, o un benjamita que tire piedras con la honda a un cabello, y no errar, pudiera ser que alterne con él, y ejercite su paciencia así como también su diligencia. Si esto ha de ser así, ¿quién desearía evitar el favor divino? Sería mucho más sabio recordar que esa guerra en dos frentes requerirá de doble gracia, e implicará una responsabilidad correspondiente.

Un cambio en el modo de nuestros ejercicios espirituales puede ser altamente beneficioso, y puede prevenir males desconocidos pero serios. La obstrucción engendrada por el mucho servicio, como un parásito en la corteza de un árbol frutal, puede volverse dañina y, por tanto, el Padre, que es el labrador, quita al parásito dañino con los filosos instrumentos del dolor. Grandes caminadores nos han aseverado que se cansan más pronto en terreno plano pero que, al escalar las montañas y descender a los valles, algunos músculos nuevos son ejercitados, y la variedad del ejercicio y el cambio de escenario les permite mantener el paso con menor fatiga: los peregrinos que van al cielo probablemente puedan confirmar este testimonio. El continuo ejercicio de una sola virtud, exigido por circunstancias peculiares, es sumamente encomiable; pero si otras gracias se quedan sin uso, el alma podría quedar torcida, y el bien se exageraría al punto de quedar teñido por el mal. Las actividades santas son un instrumento de bendición para una gran parte de nuestra naturaleza, pero hay otras porciones de nuestra humanidad nacida de nuevo, que son igualmente preciosas y que no son visitadas por su influencia. La lluvia temprana y tardía puede bastar para el trigo, y para la cebada y el lino, pero los árboles que producen las fragantes gomas arábigas han de llorar primero con los rocíos nocturnos. El viajero de tierra firme contempla la mano de Dios por todos lados, y se llena de santa admiración, pero no ha completado su educación mientras no haya probado el otro elemento; pues “Los que descienden al mar en naves, y hacen negocio en las muchas aguas, ellos han visto las obras de Jehová, y sus maravillas en las profundidades”. Y su ventaja no está limitada a lo que ven, pues la anchura del océano les infunde salud, y sus aguas los limpian de las contaminaciones de la costa. Es bueno que un hombre lleve el yugo del servicio, y no es un perdedor cuando éste es intercambiado por el yugo del sufrimiento.

¿Acaso no puede corresponderles una severa disciplina a ciertas personas para capacitarlos para su oficio de obreros? No podemos hablar con una autoridad consoladora acerca de una experiencia que no hemos conocido nunca. Los que sufren conocen a aquellos que han tenido la misma experiencia, y su olor es como el olor de un campo que el Señor ha bendecido. Las “palabras al cansado” sólo las aprenden las orejas que han sangrado mientras la lesna las ha horadado junto al dintel de la puerta. La vida completa del pastor será un epítome de las vidas de las personas de su congregación, que se volverán a su predicación, como se vuelven los hombres hacia los Salmos de David, para verse a sí mismos y a sus aflicciones, como en un espejo. Sus necesidades serán las razones para sus aflicciones. En cuanto al Señor mismo, el perfecto equipo para Su trabajo llegó únicamente a través del sufrimiento, y lo mismo ha de suceder con quienes son llamados a seguirle vendando a los corazones quebrantados y soltando a los prisioneros. Hay almas que permanecen todavía en nuestras iglesias, cuya experiencia profunda y oscura nunca podremos ministrar mientras no seamos sumergidos en el abismo donde todas las olas de Jehová pasen sobre nosotros. Si este es el caso –y estamos seguros de que lo es- entonces podemos dar la bienvenida de corazón a todo lo que nos haga canales más aptos de bendición. Será un gozo soportar todas las cosas por causa de los elegidos; llevar una parte de “lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia”, será una bienaventuranza para nosotros.

¡Ay, podría haber causas mucho más humillantes para nuestras aflicciones corporales! El Señor podría ver en nosotros lo que le desagrada y le provoca a usar la vara. “Hazme entender por qué contiendes conmigo” debería ser la pronta petición del corazón celoso. “¿No hay alguna causa?” Nunca podría ser superfluo humillarnos e implementar el autoexamen, pues incluso si caminamos en nuestra integridad y podemos alzar nuestro rostro sin vergüenza en este asunto, en cuanto al pecado real, sin embargo, nuestras deficiencias y omisiones deben provocar que nos sonrojemos. ¡Cuánto más santos debimos haber sido, y pudiéramos haber sido! ¡De qué manera más prevaleciente pudimos haber orado! ¡Con cuánta mayor unción pudimos haber predicado! Aquí hay un espacio sin fin para una tierna confesión delante del Señor. Sin embargo, no es bueno atribuir cada enfermedad y cada prueba a alguna falta real, como si estuviésemos bajo la ley, o pudiéramos ser castigados de nuevo por aquellos pecados que Jesús cargó en Su propio cuerpo en el madero. Sería poco generoso para otros si miráramos al mayor ser sufriente como necesariamente el mayor pecador; todo mundo sabe que sería injusto y no cristiano juzgar en relación a nuestros hermanos cristianos, y, por tanto, seríamos muy poco sabios si nos aplicáramos un regla tan errónea y nos condenáramos mórbidamente cuando Dios no condena. Justo ahora, cuando la angustia llena el corazón, y los espíritus son magullados con un dolor y un trabajo muy pesados, no es la mejor estación para formar un juicio íntegro de nuestra propia condición, o de cualquier otra cosa; debemos dejar que la facultad de juzgar repose, y nosotros, con las lágrimas de una amorosa confesión, debemos arrojarnos en el pecho de nuestro Padre, y mirando a Su rostro, debemos creer que nos ama con todo Su infinito corazón. “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré”, ha de ser nuestra invariable resolución, y que el Espíritu eterno obre en nosotros una perfecta conformidad a toda la voluntad de Dios, cualquiera que ella sea.

Fuente: La Espada y la Cuchara, Mayo de 1876.

Diario de Spurgeon

6 de Mayo – 1850

Asistí a la reunión de oración. Por la tarde, tuvimos otra reunión sobre el tema de la gloria del reino de Cristo, con fines misioneros. “Preciso es que él reine”. ¡Salvador, ven y extiende Tu reino sobre todo el mundo; blande Tu cetro sobre todos los corazones! ¡Haz que yo sea Tu templo, y hónrame haciéndome un instrumento de bien en Tus manos! Señor, sálvame del orgullo y de la pereza que son mis dos grandes enemigos. ¡Guárdame, oh, guárdame y presérvame! Yo soy una oveja descarriada. Es en Tu poder que yo confío y en Tu fortaleza me apoyo. Yo soy menos que nada; sostenme con Tu propia diestra.
Hoy nos enfrentamos con espíritus malignos, no buscando a alguien con el don de poderes para echarlos fuera, sino más bien siguiendo las instrucciones de 2 Corintios 2: 10-11 que dicen: “Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”.

También las de Efesios 6: 11-18: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el es escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos…”

Asimismo siguiendo las instrucciones de 2 Timoteo 2: 25-26: “Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”.

También siguiendo las instrucciones de Santiago 4: 7: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.

Y, finalmente, siguiendo las instrucciones de 1 Pedro 5: 7-9: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo”.

Todos esos versículos nos enseñan cómo poder triunfar sobre Satanás.

martes, 19 de octubre de 2010

Un breve aviso a todos los amigos

Por este medio quiero comunicar a todos mis amigos y visitantes, tanto del blog como del sitio de traducciones de Spurgeon, que durante algún tiempo no podré responder sus correos ni sus comentarios como solía hacerlo anteriormente, con la diligencia que todos ustedes merecen.

El 22 de Junio del 2006 me hicieron una lobectomía pulmonar izquierda, que en castellano simple quiere decir que me quitaron aproximadamente un 80% del pulmón izquierdo por un adenocarcinoma moderadamente diferenciado primario de pulmón. En aquella ocasión los médicos me daban de tres a seis meses de vida. El Señor me ha dado más de cuatro años sin que el tumor, definido como sumamente agresivo, regresara.

El 30 de Agosto de este año fue descubierto un nuevo tumor, ahora en el bronquio izquierdo y en varios ganglios a ambos lados del mediastino, región ubicada entre los dos pulmones. El tratamiento será largo, e incluirá dosis agresivas inciales de quimioterapia, seguidas de unas 25 sesiones de radioterapia acompañadas de una dosis semanal de quimioterapia, un poco menos agresiva en su etapa posterior.

Le solicito sus valiosas oraciones para que en todo momento cumpla yo la voluntad del Señor en todo este proceso. Debemos recordar siempre que 'a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados'.

Un cordial saludo para todos ustedes.

Allan Román

viernes, 8 de octubre de 2010

¿Acaso no hay que exorcizar a los demonios?

Los poderes demoníacos asaltaron a la iglesia en el primer siglo y, presumiblemente, continúan haciéndolo en esta época. A la luz de ésto, ¿no es válido y necesario el ministerio carismático del exorcismo?

Echar fuera a los demonios es ciertamente una característica central de la actividad carismática, pero, en realidad, se contrapone a muchos pasajes de la Escritura. Para comenzar, la Biblia enseña que desde el advenimiento de Cristo, las personas no pueden ser poseídas por demonios en contra de su voluntad, sino sólo como el resultado de su intervención y cooperación voluntarias con el mundo de los espíritus. Así, la posesión demoníaca se ha visto grandemente reducida en frecuencia, y está virtualmente confinada a los círculos dedicados al ocultismo.

Sin embargo, los carismáticos ven posesiones demoníacas por todas partes, y expulsan demonios fuera de personas que no manifiestan ninguno de los ‘síntomas’ presentes en las descripciones bíblicas de posesión, aparte de la reacción histérica ‘programada’ que es vista algunas veces en adherentes carismáticos que están siendo exorcizados.

Brevemente, el caso bíblico en contra de la posesión demoníaca ‘involuntaria’ es como sigue:

1) Jesús enseñó que Su venida conduciría a un severo cese de los poderes de Satanás para poseer a las almas (Lucas 11: 20-22; Juan 12: 31).

2) Los propios demonios estaban conscientes del inminente fin de su libertad para poseer almas (Lucas 8: 28; Marcos 1: 24).

3) Se describe a los demonios como estando bajo cautiverio desde el Calvario, pues Cristo los ha despojado de su poder irrestricto para poseer las mentes y las almas de las personas (Efesios 4: 8; Salmo 68: 18).

4) Ninguna abierta manifestación de Satanás (ni de los demonios) será permitida sino hasta el fin de los tiempos. Él debe operar principalmente recurriendo al sigilo y a la clandestinidad y hacerlo por medio de la tentación y de las mentiras. El diablo es forzado a permanecer invisible en su operación. Ese no sería el caso si a los demonios les fuera permitido “encarnarse” virtualmente en grandes números de personas y hacerlo a su capricho (2 Tesalonicenses 2: 6-8).

5) Las actividades realizadas por los demonios son descritas de manera bastante concisa en varios pasajes del Nuevo Testamento, y la ocupación de las almas no es una actividad registrada. Ellos mienten, tientan, provocan discordia en la iglesia, hacen la guerra a la iglesia, persiguen y buscan constantemente plantar doctrinas falsas (por ejemplo: 1 Timoteo 4: 1; Santiago 3: 14-15; 1 Juan 4: 1-6; Apocalipsis 12: 17).

6) Nosotros tenemos ciertamente el registro de los exorcismos que fueron realizados como señales milagrosas por el Señor y Sus apóstoles, pero no hay ni una sola palabra de mandato o de instrucción que fuera dirigida a los ministros ordinarios y a los creyentes dándoles autoridad para exorcizar demonios. Tampoco se menciona nada en las Epístolas Pastorales, ni en los extensos pasajes de Romanos, Gálatas y Efesios que tratan con la actividad satánica y con la tentación.

Concluimos que la posesión demoníaca es una forma comparativamente rara de la tragedia humana. Si fuéramos confrontados con un raro caso de posesión, ¿qué deberíamos hacer? Deberíamos seguir el principio de que Cristo, el Señor, es el único capaz de liberar al alma explotada y poseída, y debemos exhortar a esa persona a que acuda a Cristo para ser liberada. ¡Somos tan incapaces de liberar a un alma poseída por el demonio, como de regenerar a un alma! Nosotros no podemos hacer nada, excepto exhortar a hombres y mujeres que acudan a Cristo –el único Sumo Sacerdote- para todas las aflicciones del alma.

Ningún creyente debería arrogarse para sí los poderes sacerdotales de Cristo, buscando efectuar algún tipo de liberación. Ningún creyente debería intentar interactuar personalmente jamás con un demonio, pues hacerlo es una grave violación del mandamiento de Dios que prohíbe comerciar y dialogar con las fuerzas de las tinieblas (Levítico 20: 27; Deuteronomio 18: 10-12).


La enseñanza del Nuevo Testamento es que nuestra lucha contra Satanás y sus huestes es un conflicto indirecto. Nosotros no tocamos, ni sentimos, ni hablamos, ni nos enfrentamos directamente con el enemigo, sino que luchamos usando la armadura y el armamento que Dios provee (ver Efesios 6: 10-18). Cuando nos tiente, nosotros debemos practicar los deberes espirituales que nos protegen, y nos defendemos, no repartiendo golpes verbalmente a los demonios, sino esparciendo el Evangelio y ganando así los corazones de hombre y mujeres.

Muchos sanadores carismáticos piensan que el exorcismo es una parte necesaria de la actividad de sanar, porque Satanás (o algún demonio opresor) está detrás de toda enfermedad. Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento se dice que Satanás o los demonios son responsables de la enfermedad, excepto en el caso de aquellas personas que fueron plenamente poseídas por el demonio. En todos estos asuntos la ‘nueva teología’ de los maestros carismáticos es extremadamente superficial y los jóvenes creyentes necesitan ser advertidos de ello.

¡Tenemos que recordar que la principal actividad de los demonios en contra del pueblo de Dios ahora es inficionar las iglesias con doctrinas inventadas por demonios! ¡Qué terrible ironía es que mientras Satanás obre sin obstáculos esparciendo la falsa enseñanza, muchos miembros del pueblo de Dios estén combatiendo en la batalla de hace 2,000 años ‘echando fuera’ a demonios imaginarios!

Tomado y traducido de: The Charismatic Phenomenon de Peter Masters.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.55

Menton
12 de Noviembre de 1891

Amados amigos:

No puedo reportarles un sorprendente progreso, pero siento que debo de estar mejor, sin importar lo que los signos pudieran decir. Con todo, los sentimientos son evidencias dudosas; y una cosa es forzada diariamente en mi mente, es decir, que soy débil como el agua, y que reconstruirse es más lento que derrumbarse.

Mientras tanto, la paciencia ha de tener su obra completa, y yo puedo sentirme apaciguado con jubilosa sumisión al recibir esos felices relatos acerca de las labores de mi querido amigo, el doctor Pierson. Si nada sufre mengua por mi ausencia, la tribulación de estar lejos no me resulta agobiante. Si el Señor bendice a mi sustituto más de lo que me ha bendecido a mí, me alegraré por haber sido dejado de lado por un tiempo. Ahora, en este asunto, mucho depende de cada miembro personalmente. El Señor los bendecirá a través de ustedes mismos. El espíritu misionero arde en el corazón del doctor Pierson; el señor Stott pareciera estar siempre en llamas; otras personas entre sus líderes son celosos por las almas; ¡que todo el grupo se inflame con fuego celestial! Entonces veremos a la congregación y a la vecindad circundante ardiendo con el interés del Evangelio, y finalmente derretida en arrepentimiento por el calor de la gracia divina.

Estoy muy tranquilo acerca del testimonio de mi púlpito, pues nuestro amigo el doctor Pierson no se arredra si tiene que defender la verdad o enfrentar a la falsa doctrina. De todo lo que escucho, juzgo que el error prolifera como siempre, y es muy tolerado por la comunión de hombres buenos con quienes lo promueven. Si yo no hubiera presentado mi protesta antes, me vería constreñido a presentarla ahora. ‘Los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor’. En cuanto a nosotros, amados, hemos de permanecer en lo que el Espíritu Santo nos ha enseñado, ¡y que lo que ha escrito en el Libro sea escrito también por Su propia mano en todos nuestros corazones! ¡Que el propio Señor los bendiga!

Suyo de todo corazón

C. H. Spurgeon

Más reflexiones de George Müller sobre la fe

Los siguientes lineamientos ayudarán al creyente a consolidar su fe:

1. Lee cuidadosamente la Palabra y medita en ella. A través de la lectura de la Palabra de Dios, y especialmente a través de su meditación, el creyente se informa sobre la naturaleza y el carácter de Dios. Además de la santidad y de la justicia de Dios, percibe que Él es un Padre sumamente amable, amoroso, clemente, misericordioso, poderoso y sabio. Por tanto, en pobreza, aflicción, muerte de seres queridos, dificultad en el servicio, o necesidad financiera, el creyente descansará en la habilidad de Dios para ayudarle. Ha aprendido por la Palabra que Dios es omnipotente en poder, infinito en sabiduría, y que está dispuesto a ayudar y a liberar a Su pueblo. Leer la Palabra de Dios, y meditarla, es un excelente medio para fortalecer la fe.

2. Tenemos que mantener un corazón recto y una buena conciencia y no debemos consentir, a sabiendas o de manera habitual, las cosas que son contrarias a la mente de Dios. ¿Cómo podría continuar actuando con fe si contristara al Señor y no le diera toda la gloria y la honra que le es debida? Toda mi confianza en Dios y toda mi dependencia de Él, desaparecerían en la hora de la tribulación si yo tuviera una conciencia culpable y continuara todavía en el pecado. Si yo no puedo confiar en Dios debido a una conciencia culpable, mi fe se ve debilitada. Con cada nueva prueba, la fe crece al confiar en Dios y recibir Su ayuda o decrece por no confiar en Él. Un hábito de intentar depender de uno mismo es derrotado o promovido. Si confiamos en Dios, no confiamos en nosotros mismos, ni en nuestros semejantes, ni en las circunstancias, ni en ninguna otra cosa. Si efectivamente confiamos en una o en algunas de estas cosas, entonces no confiamos en Dios.

3. Si deseamos que nuestra fe sea fortalecida, no deberíamos rehuir las oportunidades en las que la fe pudiera ser probada. Mientras más estoy en una posición para ser probado en la fe, más tendré la oportunidad de ver la ayuda y la liberación de Dios. Cada nueva instancia en la que Él me ayuda y me libra, incrementará mi fe. El creyente no ha de rehuir las situaciones, posiciones, o circunstancias en las que su fe pudiera ser probada, sino que debería abrazarlas alegremente, como oportunidades para ver la mano de Dios extendida para ayudar y liberar. Su fe se verá así fortalecida.

4. El último punto importante para el fortalecimiento de nuestra fe es que dejemos que Dios obre por nosotros y no intentemos una autoliberación. Cuando llega una prueba de fe, estamos naturalmente inclinados a desconfiar de Dios y a confiar en nosotros mismos, en nuestros amigos o en las circunstancias. Preferiríamos realizar una autoliberación que mirar simplemente a Dios y esperar Su ayuda. Pero si no esperamos pacientemente la ayuda de Dios o si intentamos realizar una autoliberación, entonces, en la siguiente prueba de nuestra fe, tendríamos el mismo problema. Nuevamente estaríamos inclinados a intentar liberarnos según nuestros medios. Con cada nueva prueba, nuestra fe decrecerá. Por el contrario, si permaneceos firmes para ver la salvación de Dios, y confiamos únicamente en Él, nuestra fe aumentará. Cada vez que vemos la mano de Dios extendida en favor nuestro en la hora de la tribulación, nuestra fe se ve incrementada aún más. Dios demostrará Su disposición para ayudar y para liberar en el momento perfecto.

Se pueden utilizar principios escriturales para vencer las dificultades en los negocios o en cualquier llamamiento terrenal. Los hijos de Dios, que son forasteros y peregrinos en la tierra, deben esperar tener dificultades en el mundo, pues aquí no están en casa. Pero el Señor nos ha provisto con promesas en Su Palabra, para hacer que triunfemos sobre las circunstancias. Todas las dificultades pueden ser vencidas actuando conforme a la Palabra de Dios.

Traducción realizada tomada directamente del libro: The Autobiography of George Müller. Whitaker House.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Reflexiones de George Müller sobre la fe

Cuando me han sobrevenido tribulaciones que eran mucho más pesadas que las necesidades financieras; cuando se difundían reportes engañosos afirmando que los huérfanos padecían de hambre o que eran tratados con crueldad; o cuando llegaban tribulaciones mayores en conexión con esta obra, semana tras semana, y yo me encontraba a casi mil quinientos kilómetros de distancia de Bristol; en esos tiempos mi alma confiaba plenamente en Dios. Yo creía en Sus promesas, y derramaba mi alma delante de Él. Después de estar de rodillas, podía ponerme de pie en paz, porque el problema había sido echado sobre Dios.

Por la gracia de Dios, yo no me jacto cuando hablo de esta manera. Yo tributo únicamente la gloria a Dios porque me ha capacitado para confiar en Él, y no ha permitido que desfallezca mi confianza en Él. Nadie debe pensar que mi dependencia de Dios sea un don inusual que me fue dado a mí, pero que otros santos no tendrían ningún derecho de esperar.

Confiar en Dios quiere decir algo más que obtener dinero por medio de la oración y de la fe. Por la gracia de Dios, yo deseo que mi fe se extienda hacia todas las cosas: a los más pequeños de mis asuntos temporales y espirituales, a mi familia, a los santos entre quienes laboro, a la Iglesia en general, y a todo lo que tiene que ver con la prosperidad temporal y espiritual de la ‘Institución del Conocimiento Escritural’.

Doy gracias a Dios por la fe que me ha dado, y le pido que la afirme y la aumente. No permitan que Satanás los engañe induciéndolos a pensar que ustedes no podrían tener la misma fe. Cuando yo pierdo algo, como por ejemplo alguna llave, le pido al Señor que me conduzca a ella, y espero una respuesta a mi oración. Cuando una persona con quien he hecho alguna cita no ha llega, y eso me causa un inconveniente, le pido al Señor que la apresure a llegar. Cuando no entiendo un pasaje de la Palabra de Dios, elevo mi corazón al Señor pidiéndole que, por Su Santo Espíritu, me instruya. Espero recibir la enseñanza, aunque yo no fijo ni el tiempo ni la manera en que he de recibirla. Cuando voy a ministrar la palabra, busco la ayuda del Señor. Si bien estoy consciente de mi incapacidad natural así como de mi completa indignidad, me siento confiado y alegre porque busco Su ayuda y creo que Él me ayudará.

¡Tú puedes hacer lo mismo, amado lector creyente! No pienses que yo soy alguien extraordinario que gozo de privilegios que están por encima de los que gozan otros amados hijos de Dios. ¡Te animo a que lo intentes! Permanece firme en la hora de la prueba, y verás la ayuda de Dios, si confías en Él. Cuando abandonamos los caminos del Señor en la hora de tribulación, se pierde el alimento de la fe.

Esto me conduce al siguiente punto importante. Tú me preguntas: “¿Qué puedo hacer para fortalecer mi fe?” La respuesta es esta: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1: 17). El aumento de la fe es un don perfecto, y ha de venir de Dios. Por tanto, debemos pedirle esta bendición.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Un benéfico comentario de George Müller

Yo deseo que todos los hijos de Dios que lean este relato de la obra del Señor en Bristol, sean conducidos a confiar en Él para todo lo que necesiten en cualesquiera circunstancias. Oro pidiendo que las muchas respuestas a la oración que hemos visto, los animen a orar, particularmente por la conversión de sus amigos y parientes, por su propio crecimiento en la gracia y en el conocimiento, por los santos a quienes conocen personalmente, por la condición de la Iglesia, y por el éxito de la predicación del Evangelio. Con afecto les advierto especialmente en contra del peligro de ser confundidos pensando, por el engaño de Satanás, que estas cosas son peculiares a mí y que no pueden ser disfrutadas por todos los hijos de Dios.

Todos los creyentes son llamados, en la simple confianza de la fe, a echar todas sus cargas sobre Dios y a confiar en Él para todo. No sólo deben convertir todo en tema de oración, sino que deben esperar respuestas a sus peticiones que hubieren hecho conforme a Su voluntad y en el nombre del Señor Jesús.

Yo no poseo el don de la fe mencionado en 1 Corintios 12: 9 junto con los dones de sanidades, de hacer milagros y de profecía. Es cierto que la fe que yo soy capaz de ejercitar, es el propio don de Dios. Sólo Él sustenta mi fe, y sólo Él puede aumentarla. Yo dependo de Él momento a momento. Si me dejara solo, mi fe fallaría por completo.

Mi fe es la misma fe que se encuentra en todo creyente. Ha ido aumentando poco a poco a lo largo de los últimos veintiséis años. Muchas, veces, cuando hubiera podido volverme loco por la aflicción, estaba en paz porque mi alma creyó en la verdad de esta promesa: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8: 28).

Cuando mi hermano y mi amado padre fallecieron, yo no tenía ninguna evidencia de que habían sido salvados. Pero no me atrevo a decir que están perdidos, pues yo no lo sé. Mi alma estaba en completa paz en esta dura prueba, que es una de las mayores pruebas que un creyente pudiera experimentar. Yo me aferré a esta promesa: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18: 25). Esta palabra, conjuntamente con el carácter íntegro de Dios, según se ha revelado a Sí mismo en Su santa Palabra, resolvió todos los cuestionamientos. Yo creí lo que Él ha dicho concerniente a Sí mismo y he tenido paz desde entonces en lo relativo a ese asunto.

Cuando, algunas veces, todo parecía ser oscuro en mi ministerio, habría podido ser invadido por la aflicción y la desesperación. En esos momentos fui animado en Dios por fe en Su poder omnipotente, en Su amor inmutable y en Su infinita sabiduría. Me decía: “Dios puede y quiere librarme”. Está escrito: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8: 32) Esta promesa guardaba la paz de mi alma.

Tomado de: The Autobiography of George Müller
Traducción de Allan Román

miércoles, 18 de agosto de 2010

Una Embajada Solemne

“¡Oh, hombres, volveos, volveos, ¿por qué moriréis?! Por la necesidad que sentirán de un Salvador en los dolores al partir al otro mundo, cuando las pulsaciones sean escasas y débiles, hasta que expiren exhalando un último suspiro; por la resurrección, cuando despierten, si no fuera a Su semejanza, para vergüenza y desprecio eternos; por el tribunal del juicio, donde sus pecados serán publicados, y serán llamados a rendir cuentas por los actos hechos en el cuerpo; por el espantoso decreto que arroja por siempre en el abismo a quienes no se arrepienten; por el cielo que perderán, y por el infierno en el que caerán; por la eternidad, esa horripilante eternidad cuyos años nunca se extinguen; por la ira venidera, y la quemante indignación que nunca se enfriará; por la inmortalidad de sus propias almas, por los peligros que afrontan ahora, por las promesas que desprecian, por las provocaciones que multiplican, por los castigos que acumulan, les rogamos: reconcíliense con Dios”.
C. H. Spurgeon, sermón #3497

viernes, 13 de agosto de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.54

Menton
Jueves 5 de Noviembre de 1891

Para El Tabernáculo
Amados amigos:

Para que les llegue esta carta el día domingo, les escribo en jueves. Ustedes desean saber cómo me encuentro; entonces, voy a responder la consabida pregunta en unas pocas palabras. Me encuentro casi en la misma condición que cuando partí. Lleno de confianza en que en respuesta a la oración seré perfectamente restaurado, debo esperar pacientemente en debilidad hasta que nuestro Padre celestial me devuelva mi fortaleza. No es una pequeña prueba sentir el deseo de hacer muchas cosas, y, sin embargo, tener que experimentar de nuevo tu incapacidad en los más simples esfuerzos. Subir unos cuantos escalones, dar cortos paseos, mover un bulto, y todas las insignificancias de ese tipo, se vuelven una dificultad, de tal manera que las palabras de Salomón son ciertas: ‘La langosta será una carga’. Pienso que podría predicar, pero cuando he visto a un amigo durante cinco minutos, comienzo a sentir que ya he tenido toda la plática que podría aguantar. De esta manera pueden ver dónde me encuentro, y mientras le dan gracias a Dios por Su bondad al restaurarme hasta este punto, les pido de nuevo sus oraciones para que mi enfermedad continúe menguando, y sobre todo, para que no recaiga.

Mi otro tema es mucho mejor. Por todo lo que oigo, hay un interés esperanzador generado en el ministerio que el Señor les ha provisto. Los peces están alrededor del barco. Que el Señor capacite ahora a los pescadores a echar la red diestramente, y que haya una gran redada de grandes peces. En ciertos momentos, la mayor demanda del pescador es un salabardo. Tiene capturado al pez, pero necesita de ayuda para sacarlo a la costa. Que cada miembro de la iglesia sea esa red de desembarco para el honorable predicador a quien oyen. Algunos de ustedes conocen ese arte sagrado a través de una larga práctica; otros han de iniciarse en ese hábito bendito. Las almas están siendo despertadas a todo su alrededor. Amados, ustedes mismos estén despiertos. ‘Cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás’.

Les estoy escribiendo temprano en la mañana de un cálido día de radiante sol; y el simple pensamiento de su santa asamblea, y sus amorosos pensamientos acerca de mí, hace que todo esto sea diez veces más poderoso para animarme y restaurarme. Si no tuviera a un pueblo tan apegado, me perdería mi mayor gozo terrenal y sucumbiría a la depresión que la debilidad física es tan propensa a producir. Mi querido hermano estará pronto con ustedes para reportarles sobre mi comportamiento, pero yo estoy doblemente feliz por tener a mi amada esposa como mi cuidadosa compañera, un gozo que me es dado en esta peculiar hora de necesidad.

Que el propio Señor los bendiga a todos ustedes, y especialmente a quienes ministran en la Palabra y en la doctrina.

Su amante amigo

C. H. Spurgeon

Nota: Salabardo: red colocada en un aro, que se emplea para sacar peces d
e las redes grandes.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El arte de la ilustración bíblica

Para el pastor Spurgeon la Biblia no era únicamente la fuente más adecuada para el material de un sermón, sino también era una fuente de material de referencia y de ilustración. A Spurgeon le gustaban mucho los ejemplos, a los que llamaba: “ventanas que dejan penetrar la luz”, según lo comentó en una conferencia conocida como: “El Arte de la Ejemplificación”; estaba convencido además de que, aun cuando hubiera otras fuentes disponibles, ninguna podía ser de más utilidad que la misma Palabra de Dios. Decía:

“La Biblia es su propio mejor ilustrador. Si necesitan una anécdota, un símil, una alegoría o una parábola, recurran a la página sagrada. La verdad escritural nunca se ve más hermosa que cuando está adornada con joyas tomadas de su propio tesoro”.

Como predicador, Spurgeon no estaba muy a favor de largas series de sermones, ni de predicar versículo por versículo de un libro completo de la Biblia, aunque predicó más series de sermones de las que muchos biógrafos modernos y críticos le reconocen. A pesar de su amor por los ‘puritanos’ y sus exposiciones devocionales de la Escritura, nunca favoreció realmente el método utilizado por los puritanos de un estudio de la Escritura versículo por versículo. Por un lado, Spurgeon consideraba que una larga serie de sermones obstaculiza en ocasiones la obra del Espíritu Santo, que conduce a un texto o a un pasaje en especial, si estuviera involucrado en una prolongada serie. Por otro lado, “es seguro que para cubrir una larga epístola se requiere de mucho genio de parte del predicador, y exige un mundo de paciencia de parte de los oyentes”.

Tampoco estaba a favor de que otras personas le pidieran al predicador que predicara sobre un texto o un tema dados por otros. Spurgeon comentaba que si recibiera una petición así, su respuesta sería invariablemente: “Jamás”; pero luego cedía un poco al respecto, y afirmaba: “Si tiene que haber excepciones, que sean pocas”. El pastor ilustraba su punto de esta manera:

“Permítanme recordarles que nadie maneja un taller al que puedan venir los clientes y dar sus propias órdenes. Cuando un amigo sugiere un tópico, reflexionen y consideren si es apropiado y comprueben si llega a ustedes con poder. Reciban la petición con cortesía, pues están obligados a actuar como caballeros y como cristianos. Pero si el Señor a quien sirven no arroja Su luz sobre el texto, no lo utilicen para predicar en ese momento, sin importar quién quiera persuadirlos”.

Hay otra valiosa razón para leer la Biblia, según Spurgeon. Él estaba de acuerdo con John Newton que “leía el periódico para ver cómo gobernaba al mundo mi Padre celestial”, pero iba más allá. Él creía que era útil sostener el periódico con una mano y la Biblia con la otra. Eso nos enseña mucho espiritualmente. Él propio Spurgeon pasó tres meses haciendo eso, y el resultado de ese experimento fue la publicación de una obra en 1878, intitulada: La Biblia y el periódico. En el prefacio de ese pequeño volumen decía:

“Hemos leído el periódico… para encontrar ilustraciones de la enseñanza de nuestro Padre celestial; y creemos que no lo hemos leído en vano, pues hemos recogido ejemplos como prueba y hechos como explicación, que hemos escrito en esas páginas. Los mundos de la naturaleza y de la providencia están llenos de paralelos con las cosas morales y espirituales, y sirven como cuadros que aclaran mucho más el libro inspirado a los hijos de Dios. La misma Biblia abunda en metáforas, y símbolos; es un grandioso libro de ilustraciones; prácticamente no hay una figura poética que no pueda encontrarse en la ley y en los profetas, o en las palabras de Jesús y de Sus apóstoles. Al predicador se le pide que hable como oráculo de Dios, y en consecuencia, debe imitar su método ilustrativo, y abundar en emblemas y parábolas. Un sermón que está lleno del comparativo “como” está lleno de ventanas que iluminan la mente, y de manos que la mantienen cautiva. Los discursos engalanados con símiles no solamente proporcionan placer a los niños, sino que personas más maduras se verán encantadas e instruidas también”.

De esta manera, en La Biblia y el periódico, Spurgeon nos enseña cómo leer las noticias del hombre pecador lado a lado con las noticias de un santo Dios, para que el pecador sea visto a la luz del Dios santo y Dios arroje luz sobre el pecador.







viernes, 6 de agosto de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.53

Menton
31 de Octubre de 1891

Amados amigos:

Estoy supremamente agradecido por haber podido telegrafiar a Londres para avisarles que no estoy exhausto por mi viaje de mil millas, sino que antes bien he sido reconfortado por él. Les escribí diciendo que ésto era ‘casi milagroso’, y mi querido hermano me hizo ver que podría dejar fuera el ‘casi’, y así ahorrar los dos peniques que corresponden a la tarifa por palabra. Bien, en verdad me parece que está más allá de todo lo que habría podido pedir o siquiera pensar. ¡Bendito sea el Señor sanador!

Estoy pendiente y en espera de noticias de casa que sean tan notables en relación a un avivamiento en el Tabernáculo, como lo son estas nuevas de parte mía en cuanto a mi restauración de la salud. Espero ahora grandes cosas en conexión con las labores del doctor Pierson y las de todos mis amigos en casa. Ya me han llegado buenas noticias en lo tocante a la utilidad de los sermones impresos; pero anhelo más. Divulgar mis sermones, es ayudar a la causa de la manera más eficiente. Orar pidiendo una bendición, es participar en ella. ¿Por qué no habríamos de ver una renovación de la fe, una nueva entronización de la verdad, un profundo y difundido avivamiento de la religión en casa, y un gran avance de las misiones en el extranjero? ¡Herederos del reino celestial, de acuerdo a su fe, así les sea dado a ustedes!

Su consiervo

C. H. Spurgeon

domingo, 1 de agosto de 2010

El sacerdocio de los creyentes

Yo sé que es un error común pensar que no puedes servir a Dios, a menos que te subas a un púlpito, o asistas a una reunión de oración. ¡Tonterías! Tú puedes servir a Dios, verdaderamente, detrás del mostrador y en el cuarto de trabajo; puedes servir a Dios cuando cavas una zanja, o recortas un vallado. Yo creo que Dios es servido, con frecuencia, por el sastre o el zapatero que están conscientes de su llamado, de la misma manera que es servido por obispos y arzobispos, o por hombres de cualquier iglesia en el mundo. De cualquier manera, si tú no puedes servir a Dios en todo lo que haces, tienes la necesidad de pedir que se te enseñe el secreto de la vida cristiana, pues ese secreto es la consagración de todo a Jesucristo.
C. H. Spurgeon El sacerdocio de los creyentes, sermón #3266

sábado, 31 de julio de 2010

Cartas desde el sufrimiento -No.52

Terminus Hotel, Marsella
28 de Octubre de 1891

Mis queridos amigos:

Si no les escribiera hoy, aunque es sólo miércoles, no les podría hacer llegar la carta para el domingo. Eso podría no representar ninguna pérdida para ustedes, pero sería una mortificación para mí, pues de alguna manera ha llegado a ser un hábito placentero mantenerme en contacto con ustedes mediante una carta semanal.

Por favor, alaben al Señor por mí y conmigo. No me siento peor a pesar del largo viaje que he hecho, antes bien, extrañamente estoy mejor. Toda la historia de mi alivio ha sido maravillosa, y esta última parte concuerda con el resto. ‘Confortará mi alma’, y ‘El que sana todas mis dolencias’. El nombre del Señor ha de ser engrandecido, porque tiene tal compasión por uno que siente su propia indignidad más que nunca. ‘Estaba yo postrado, y me salvó’.

Mi doctor le ha reportado mi caso a mi amigo, el doctor FitzHenry, de Menton, que es un hombre de igual capacidad y amabilidad, lo cual es una feliz combinación; por tanto, nadie de ustedes piense que estoy distante de la ayuda médica, en caso de que se presentara algún regreso de la enfermedad. Pero no anticipo nuevas recaídas, pues la temperatura de este lugar es como de verano, y esperamos, para más adelante, un clima mucho más cálido; ésto disminuirá grandemente el riesgo de enfriamientos.

Pero mi único gran reconstituyente será las noticias de un avivamiento en el Tabernáculo. Cuando los pecadores sean salvados y los santos sean santificados, mi sol habrá salido con el poder de sanar en sus alas. Si el Señor obra por medio del doctor Pierson, y del señor Stott, y de los hermanos en casa, y los hace útiles, con un factor de utilidad elevado a la décima potencia, en comparación conmigo en mis mejores días, me voy a alegrar sinceramente. ‘Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta’. ¡Oh, que usara a cada hombre y mujer entre ustedes! Aquéllos a quienes el Señor no usa, son muy propensos a ser sujetados por otro, y a ser orientados a sus malvados propósitos. Quienes no son abejas obreras usualmente se convierten en moscas muertas, y arruinan todo el tarro de ungüento de una vez. ¡Que nadie en nuestra iglesia se hunda en una condición tan desventurada; antes bien, por el contrario, que podamos ser tan bendecidos que nos convirtamos en bendiciones para quienes nos rodean!

Hermanos y hermanas, ¿podrían elevarse a la altura de una gran oportunidad? Yo pienso que pueden hacerlo y lo harán.

Mi amado hermano de los Estados Unidos no ha sido enviado entre ustedes por un nimio propósito. Si ustedes supieran toda la historia de cómo llegó a estar donde está ahora, ustedes sentirían ésto tan fuertemente como yo. Él trae el ofrecimiento divino de una gran bendición; ¿estamos listos a recibirla? ¿Estamos preparados para usar una pleamar? ¡Oh, que todo miembro pudiera decir: ‘yo estoy preparado’! Entonces pidan lo que quieran, crean que lo tienen, y salgan a recogerlo. Dios no decepciona nunca. Muchas veces cerramos con llave las puertas contra nosotros mismos, y rehusamos ser enriquecidos; ninguno de nosotros ha de hacer eso nunca más. Glorifiquemos a Dios aceptando lo que espera otorgar.

Acepte, cada uno de ustedes, mi amor verdadero en Cristo Jesús. Ámense unos a otros fervientemente con un corazón puro. Mi hermano, cuyo cuidado ha hecho mi viaje menos formidable, cuando regrese, tendrá una alentadora historia que contarles sobre mí, y sobre mi amada esposa, cuya presencia conmigo septuplica cada uno de los goces. Estoy rodeado de inesperadas misericordias, y les pediría que me ayuden a expresar una alabanza que una sola boca no podría expresar nunca, adecuadamente.

Suyo de todo corazón

C. H. Spurgeon

jueves, 22 de julio de 2010

Tomad, comed

Ustedes, jóvenes y jovencitas que están presentes aquí esta noche, en el primer domingo de mi retorno después de mi descanso: sería una noche muy feliz para mí si se atrevieran a tomar a Cristo. Cuando experimentaba turbación de alma, me parecía como si no debería tomar a Cristo. Hace años, cuando era un muchacho de quince años, ese solía ser mi problema. No me atrevía a pensar que Cristo murió por mí, y tenía miedo de confiar en Él con mi alma. Gradualmente caí en la cuenta de que, si me atrevía a hacerlo, podría hacerlo; y que, si en verdad lo hacía, estaría hecho y nunca sería deshecho; que si aprovechaba la oportunidad de que cuando Jesucristo pasara yo tocara el borde de Su manto, aunque fuera una terrible muestra de presunción como parecía serlo, sería, a pesar de todo, una presunción santa y bendita, y Cristo no se enojaría conmigo por ello. Y yo sé que, cuando creí por primera vez, parecía ser un ladrón que había robado una salvación; pero luego el Señor Jesús nunca me la quitó. Me aventuré, me arriesgué, me atreví a decir: “Yo creo en verdad que Él puede salvarme, y que me ha salvado”. Me apoyé en Él, y entonces encontré la paz. Hagan eso esta noche. Jesús dijo: “El que cree en mí, tiene vida eterna”. La posee ahora, es eterna y nunca la perderá. El que cree en Jesucristo no es condenado, a pesar de toda su culpa y de sus pecados pasados. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Ahora les he dado el Evangelio completo; así es como el Maestro lo expuso, y yo no he dejado fuera ninguna cláusula. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.
Sermón no.2350. Tomad, comed. C. H. Spurgeon

miércoles, 21 de julio de 2010

La señora Spurgeon escribiría más tarde sobre este período: "El Señor muy gentilmente nos concedió a ambos, tres meses de perfecta felicidad terrenal, aquí en Menton, antes de llevárselo al lugar muchísimo mejor de Su propia gloria e inmediata presencia. Durante quince años, mi amado había anhelado traerme aquí; pero no había sido posible hacerlo antes… Dimos largos paseos diariamente, y cada lugar que visitamos fue una entrada triunfal para él. Su goce fue intenso, y su deleite fue exuberante. Se veía que gozaba de una perfecta salud, y se regocijaba con el ánimo más resplandeciente. Luego, también, con cuánta felicidad apacible y profunda se sentaba, día tras día, en un acogedor rincón de su soleada habitación, escribiendo su última labor de amor, el comentario sobre el Evangelio de Mateo… Hasta los últimos diez días de su dulce vida, parecía que la salud retornaba, aunque lentamente; teníamos sólidas esperanzas de su plena recuperación, y él mismo creía que viviría para declarar de nuevo a su amado pueblo y a los pobres pecadores 'las inescrutables riquezas de Cristo'".

miércoles, 30 de junio de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.51

Westwood, Beulah Hill, Upper Norwood
25 de Octubre de 1891

Queridos amigos:

Únanse conmigo para dar gracias por el grado de recuperación con el que nuestro Dios me ha bendecido. Todavía no soy el que era antes. En cuanto a fortaleza y en cuanto a la desoladora enfermedad que todavía permanece todavía me hace falta mucha recuperación, pero todo es halagüeño. A su debido tiempo, por la bondadosa mano de Dios, he de regresar a ustedes en una condición semejante a la que estaba cuando la mano de la aflicción me hizo a un lado.

Estoy abochornado por haberles escrito tanto acerca de mí en todas mis cartas anteriores. Permítanme hablarles ahora acerca de nuestro Señor. Su misericordia es sumamente grande. La ayuda amorosa y la simpatía de los amigos no es sino un torrente que brota de esa desbordante fuente. ¿Qué podríamos darle? He de contestar esta pregunta a mi manera; pero suplico a mi amada iglesia y al pueblo que den una gloriosa respuesta, tal como se esperaría de ellos.

El doctor Pierson ha llegado entre ustedes con una humilde pero inquebrantable fe de que el Señor está a punto de desnudar Su brazo en medio de nosotros. Los líderes de la iglesia vieron ésto en su primera reunión con él, y quiero que cada miembro de la iglesia vea lo mismo. Espero que haya venido para segar lo que otros han sembrado; y también para reunir a algunos que se habían estado marchitando junto al camino y que no estaban en el campo.

Yo espero un gran avivamiento. Oro por ello y lo espero. Si todos permanecen amorosamente unidos y esperanzadoramente activos, así será. Que aquellos que no son obreros para el Señor se entreguen de inmediato al servicio; y que los obreros veteranos procuren hacer algo más.

Oro para que los servicios de este día, el de la mañana, el de la tarde y el de la noche sean como cuando el sol se levanta, y hay una mañana sin nubes. Que la escuela, y el colegio, y el orfanato, y la labor de los colportores, y todas las diversas obras, reciban un nuevo impulso.

Oren hoy especialmente por la escuela dominical; mañana asistan a la reunión de oración y escriban, por decirlo así, la letra inicial de una nueva página. Si el Señor los bendice de esa manera, será Su forma más benévola de bendecirme a mí. Yo vivo si ustedes prosperan. No podría reposar ni siquiera en la tierra donde reina la primavera, si los viera desfallecer, o cayendo en divisiones, o decayendo en la oración. Ustedes son mi gozo y mi corona, y al mismo tiempo son mi carga y mi cuidado. Que Dios los bendiga.

Muy delicadamente les voy a hablar sobre asuntos de la iglesia. Este año es un período de estrechez financiera y me alegraría mucho que sin necesidad de ninguna petición, cada mayordomo del Señor comprobara que no falta nada para cubrir las necesidades de la iglesia.

Cuiden a los pobres, busquen a los caídos, visiten a los enfermos de la iglesia, y vivan cerca de Dios mezclando la oración con la acción de gracias; y que el Señor los bendiga a ustedes y a sus hijos tanto ahora como en la eternidad.

Suyo con un amor espiritual y permanente

C. H. Spurgeon

Por mí y mi querida esposa, y por mi hermano y su esposa, y por el señor Harrald, por favor oren pidiendo misericordias para el viaje. Los mantendremos informados acerca de nuestro viaje.

jueves, 10 de junio de 2010

El doctor A. T. Pierson de Filadelfia ministró en el Tabernáculo Metropolitano mientras duró toda la última enfermedad de Spurgeon, y se quedó por un tiempo adicional después de su muerte. En una carta a su revista de Estados Unidos envió el siguiente comentario: “Este Tabernáculo Metropolitano es muy enfáticamente una casa de oración… se elevan oraciones casi incesantemente. Cuando no hay una reunión, hay otra. Éste es un enjambre de abejas, donde hay comparativamente pocos zánganos. Hay reuniones de oración antes de la predicación, y otras después de la predicación… No nos sorprende que el ministerio del señor Spurgeon haya sido tan bendecido. Él mismo lo atribuye principalmente a las prevalecientes oraciones de su pueblo. Toda la Iglesia de Dios podría aprender algo del Tabernáculo Metropolitano de Londres en cuanto al poder de la simple predicación del Evangelio apoyada por súplicas creyentes. Refiriéndonos a esta grandiosa iglesia, uno no puede olvidar tampoco su misión divina como protesta viva contra la secularización de la casa de Dios por medio de las atracciones del arte mundano y del esteticismo. Aquí no hay nada que distraiga la mente de la simplicidad de la adoración y del Evangelio… En mi opinión, esta lección es aplicable a toda la obra para Cristo, en todas partes. Nuestra confianza para atraer almas al Evangelio y al Salvador está puesta en demasía en los encantos de este mundo. El Espíritu Santo no tolerará nuestros ídolos. Si queremos tener un tipo de música secular y artística, sustituyendo con arte profano la simple alabanza; si queremos tener elaborados rituales en lugar de la simple oración creyente; si quisiéramos tener elocuentes conferencias en lugar de la simple predicación sincera del Evangelio, no ha de sorprendernos si los fuegos sagrados no arden en nuestros santuarios… Tal vez la razón por la que la obra de Dios muestra más signos de Su presencia y de Su poder en el extranjero más que en los servicios del santuario en casa (más en Londres que en los Estados Unidos) en parte se debe a que la obra de misión foránea no se ha visto avergonzada todavía por esos elaborados intentos de atracción estética que convierten a muchas de nuestras iglesias de casa en salas de conciertos, salones de conferencias y costosos clubes”.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Lo que el "pensamiento moderno" nos sigue diciendo

Esta es la sugerencia de la hora presente: si el mundo no quiere venir a Jesús, ¿no ha de suavizar Jesús el tono de Sus enseñanzas para el mundo? En otras palabras, si el mundo no quiere elevarse hasta la iglesia, ¿no debería descender la iglesia al mundo? En vez de convidar a los hombres a que se conviertan, y salgan de entre los pecadores, y se aparten de ellos, unámonos al mundo impío, entremos en unión con él, y así penetrémoslo con nuestra influencia permitiéndole que nos influencie a nosotros. Tengamos un mundo cristiano. Con este propósito, revisemos nuestras doctrinas. Algunas de ellas son pasadas de moda, inflexibles, severas e impopulares; por tanto, eliminémoslas. Usemos todavía las viejas frases para agradar a los que son obstinadamente ortodoxos, pero démosles nuevos significados para ganar a los infieles filosóficos, que merodean por los alrededores. Cercenemos las aristas de las verdades desagradables, y moderemos el tono dogmático de la revelación infalible: digamos que Abraham y Moisés cometieron errores, y que los libros que han sido tenidos en reverencia por tanto tiempo, están llenos de errores. Socavemos la vieja fe, e introduzcamos la nueva duda, pues los tiempos han cambiado, y el espíritu de la época nos sugiere el abandono de todo lo que sea demasiado severamente recto, y demasiado seguro de parte de Dios. La engañosa adulteración de la doctrina es acompañada de una falsificación de la experiencia. Ahora se les dice a los hombres que eran buenos cuando nacieron, o que fueron hechos buenos por el bautismo infantil, y por tanto la gran sentencia: "Os es necesario nacer de nuevo", es privada de su fuerza. El arrepentimiento es ignorado, la fe es una droga en el mercado comparada con la "duda honesta", y se prescinde de la lamentación por el pecado y de la comunión con Dios, para dar paso a los entretenimientos, y el socialismo, y la política de diversos matices. Una nueva criatura en Cristo Jesús es considerada como una amarga invención de los intolerantes puritanos. Esto es cierto, aunque a renglón seguido exaltan a Oliver Cromwell; pero, claro, ahora estamos en 1888 y no en 1648. Lo que fue bueno y grandioso hace trescientos años es simple mojigatería el día de hoy. Eso es lo que el "pensamiento moderno" nos está diciendo; y bajo su guía se le está suavizando el tono a toda la religión. La religión espiritual es despreciada, y una moralidad de moda es colocada en su lugar. Acicálate prolijamente el domingo; compórtate; y, por sobre todo, cree en todo, excepto en lo que leas en la Biblia, y te irá bien. Tienes que estar a la moda, y pensar como aquellos que profesan ser científicos: este es el primero y grande mandamiento de la escuela moderna; y el segundo es semejante: no seas singular, antes bien sé tan mundano como tus vecinos. De esta forma Isaac desciende hacia Padan-aram: de esta manera la iglesia está descendiendo al mundo. Los hombres parecieran decir: no tiene caso proseguir al viejo estilo, trayendo a uno de por aquí y a otro de por allá, procedentes de la gran masa. Necesitamos una manera más rápida de hacer las cosas. Esperar hasta que la gente sea nacida de nuevo y se vuelva seguidora de Cristo, es un largo proceso; debemos abolir la separación entre regenerados y no regenerados. Vengan a la iglesia, todos ustedes, convertidos e inconversos. Puesto que ustedes tienen buenos deseos y buenas resoluciones, eso será suficiente: no se preocupen por nada más. Es cierto que no creen en el Evangelio, pero nosotros tampoco creemos. Ustedes creen en una cosa u otra. Vengan, si no creen en nada, no importa; su "duda honesta" es mucho mejor que la fe.

"Pero" - dirás- "nadie habla así". Posiblemente no usen las mismas palabras, pero éste es el significado real de la religión del presente día; esta es la tendencia de los tiempos. Yo puedo justificar esta amplia afirmación que estoy haciendo basándome en la acción o en el lenguaje de ciertos ministros, que están traicionando arteramente a nuestra santa religión bajo la pretensión de adaptarla a esta era progresiva. El nuevo plan es asimilar la iglesia al mundo, y de esta manera incluir un área más extensa dentro de sus límites. Mediante actuaciones semidramáticas hacen que las casas de oración se asemejen a un teatro; convierten sus servicios en exhibiciones musicales, y sus sermones los transforman en arengas políticas o ensayos filosóficos; de hecho, convierten al templo en un teatro, y a los ministros de Dios los convierten en actores cuyo oficio es divertir a los hombres. ¿Acaso no es cierto que el día del Señor se está volviendo cada vez más un día de recreación o de holgazanería, y la casa del Señor es, ya sea un templo lleno de ídolos chinos, o un club político, donde hay más entusiasmo por un partido que celo por Dios? ¡Ay de mí! Los vallados están aportillados, derribados son sus muros, y para muchos, a partir de este momento, no hay iglesia excepto como una porción del mundo, y no hay Dios excepto como una fuerza imposible de conocer por la cual operan las leyes de la naturaleza. Esta, entonces, es la propuesta. Para ganar al mundo, el Señor Jesús debe someterse Él mismo y someter a Su pueblo y Su Palabra al mundo. No voy a detenerme por más tiempo en esta propuesta tan aborrecible.
C. H. Spurgeon, sermón #2047 - No debemos transigir.

La maravillosa historia del Evangelio

En verdad, anunciamos una historia maravillosa que podría parecer demasiado buena para ser cierta; pero es verdaderamente triste que la multitud de hombres siga sus caminos tras nimiedades y considere como simples sueños estas grandes realidades. Yo estoy sumido en la consternación ante el hecho de que el gran amor de mi Señor, que lo condujo a morir por los hombres, no sea considerado digno de su atención, y mucho menos de su fe. Se trata de un desposorio celestial, y verdaderas nupcias reales son puestas al alcance de ustedes; pero con una mirada de desprecio desechan todo eso y prefieren las fascinaciones del pecado.
C. H. Spurgeon, sermón #2047 - No debemos transigir.

lunes, 17 de mayo de 2010

Sobre el dinero

He leído al respecto de una camarera que viajaba a bordo de un barco americano, quien, cuando el barco se estaba hundiendo, vio grandes cantidades de monedas de oro esparcidas sobre el piso de la cabina por personas que las arrojaron allí, en la confusión generada cuando trataban de escapar. Ella reunió cuantas pudo, las envolvió, las ató a su cintura y saltó al agua. Naturalmente se hundió como si fuese una piedra de molino, como si estudiosamente se hubiese preparado para su destrucción.
C. H. Spurgeon, Vol. 52, Pág. 329

Acerca del dinero

Alguien le dijo a un ministro que había predicado un sermón, después del cual, se tendría una colecta: “Usted debería predicar a nuestros corazones, y así recibiría algún dinero”. El ministro respondió: “Sí, yo pienso que eso es muy probable, pues es allí donde ustedes guardan su dinero”.
C. H. Spurgeon, Vol. 38, Pág. 135

jueves, 13 de mayo de 2010

Hay una cierta mojigatería en los ministros que los descalifica para ciertas obras; no pueden hacer que su boca exprese una verdad en un lenguaje que las vendedoras de pescados entenderían. Bienaventurado es el hombre cuya boca dice la verdad de tal manera que las personas con las que habla la entienden.
C. H. Spurgeon, sermón #777

lunes, 10 de mayo de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.50

Westwood, Beulah Hill, Upper Norwood
18 de Octubre de 1891

A mi amado rebaño del Tabernáculo Metropolitano
Queridos amigos:

Puesto que todos ustedes oraron por mí tan importunamente, quisiera suplicarles que alaben conmigo de todo corazón. Mi estadía en la playa ha obrado portentos: me siento como un hombre completamente diferente, y mi doctor me da esperanzas de que cuando me haya restablecido no estaré tan mal, a pesar de los terríficos procesos por los que he pasado. ‘Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre’. Yo estoy muy, muy débil, y el restablecimiento de mi fortaleza tiene que esperarse que sea gradual. La inevitable caída de la temperatura es un gran peligro para mí, por varias razones, y por esto mi amigo médico desea que me vaya lejos. Espero salir el lunes 26. Oren para que mi viaje en compañía de mi esposa sea seguro. ‘Mil millas’ es una seria palabra para personas tan débiles. ‘Jehová cumplirá su propósito en mí’, y cuando regrese a ustedes en paz celebraremos un acto de acción de gracias en público, y bendeciremos al Señor sanador.

Los voy a dejar en las manos de nuestro Dios. Como una iglesia del Dios vivo ustedes son ‘como una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder’. El amor y la unidad de ustedes, igual que su oración y su fe, son conocidos por doquier. Espero que todas estas características soporten la presión adicional que será puesta sobre ustedes por la ausencia y la debilidad del pastor. Espero que lo soporten; pero cada uno de ustedes tiene que asegurarse de que la parte del servicio con la cual él o ella están individualmente involucrados, sea continuada con más eficacia que antes. Las almas tienen que ser salvadas, y Jesús ha de ser glorificado ya sea que el líder usual esté presente, o sea otro, o no haya ningún líder. Que el Señor escuche mi oración por ustedes, así como ha oído la oración de ustedes por mí. Yo estoy demasiado débil para hacer alguna aparición en público, o de lo contrario iría y suplicaría para que ahora, en la hora de su prueba, sean encontrados como oro puro que no teme que el calor continúe.

Les ruego su cooperación para con mi hermano, y con el señor Stott, y con los líderes en toda la obra regular y en el servicio de nuestro Señor. He llamado al doctor Pierson para que venga desde América con miras a que haya un avance en todo. Yo estaba ponderando el tema en mi corazón, y pensando que como ustedes han oído a tantos hombres diferentes pudiera ser bueno si, antes de mi retorno, alguien estuviera con ustedes por un buen tiempo, es decir, el mismo predicador durante algún tiempo. Nadie me sugirió al doctor Pierson; salió de mi corazón, y pienso que fui guiado por el Señor. Este amado hermano es el autor de varias obras poderosas del lado de la verdad, un hombre de un ardiente celo misionero. Yo he tenido la más íntima comunión de corazón con él como un paladín de la fe. Hace mucho tiempo me dijo que él renunciaría a toda ocupación para servirme, y yo le creí. Me senté a escribirle; y el hecho notable es que él ya me había escrito de tal forma que al día siguiente de mi carta tuve noticias suyas, dándome a entender que había llegado el momento en que su ofrecimiento inicial podría ser renovado. Yo creo que esto viene del Señor. Yo soy responsable por la acción, y no espero ninguna censura sino la aprobación manifiesta de mi Señor.

No permitan que nada decaiga. Pudiera haber algunas deficiencias que deban ser compensadas a mi regreso, pero traten de que sean tan leves como sea posible. Si los amigos ocuparan sus puestos no habría ninguna deficiencia.

No me voy a agobiar con ninguna preocupación. Dejo el rebaño con el Grandioso Pastor de las ovejas, y siento que ustedes serán guiados y alimentados. Que el Señor nos conceda que ya sea que hablemos o estemos callados, que nos regocijemos o suframos, que vivamos o muramos, todo sea para Su gloria y para el progreso de Su Evangelio. Yo soy deudor ahora de todas las iglesias y de todas las clases de la sociedad. La simpatía que me han mostrado cada día casi me rompe el corazón de gratitud. ¿Quién soy yo?

Una cosa sé: yo soy su amante servidor en Cristo Jesús, y el mensajero del Señor para muchas almas, que nunca me vieron, pero que han leído los sermones. Para ustedes, los del Tabernáculo, soy un pariente muy cercano.

Que Dios los bendiga.

Suyo en nuestra Cabeza que es una.

C. H. Spurgeon

Con motivo del día de la madre

"No podría decirles cuánto debo a las solemnes palabras de mi buena madre. Cuando éramos todavía unos niños, nos sentábamos en torno a la mesa y leíamos versículo por versículo de la Biblia, y ella nos explicaba la Escritura. A continuación venía el momento de las súplicas. Posteriormente venía la oración de nuestra madre. Recuerdo que en una ocasión su oración fue así: “Ahora, Señor, si mis hijos continúan en sus pecados, no será por ignorancia que perezcan. Y mi alma ha de ser un testigo dispuesto contra ellos en el día del juicio si no se aferran a Cristo”. Esa idea de una madre sirviendo de testigo voluntario en contra mía traspasó mi conciencia y sacudió mi corazón. Esta intercesión por ellos ante Dios, y por Dios ante ellos es el verdadero camino de llevar a los hijos a Cristo".
C. H. Spurgeon, Vol.10 Pág. 418

Con motivo del día de la madre

Si las oraciones de una madre no nos llevan a Cristo, son como gotas de aceite derramadas sobre las llamas del infierno que harán que ardan más fieramente en el alma por los siglos de los siglos. Procuren no apresurarse a la perdición sobre las oraciones de su madre.
C. H. Spurgeon, Vol. 3 Pág. 103

Predestinación

“Yo no dudo de que el Señor haya establecido, en lo concerniente a cada uno de Sus elegidos, el momento exacto cuando han de pasar de muerte a vida, la instrumentalidad precisa por medio de la cual serán convertidos, la palabra exacta que impactará con poder en sus mentes, el período de convicción que experimentarán, y el instante en que prorrumpirán en la gozosa libertad de una sencilla fe en Cristo. Todo está establecido, todo está arreglado y predeterminado en el propósito divino. Si los propios cabellos de nuestra cabeza están todos contados, mucho más lo están las circunstancias del más importante de todos los eventos que pudieran ocurrirnos”.
C. H. Spurgeon. Sermones, Vol. 13, Pág. 687

domingo, 9 de mayo de 2010

Teoría aceptada

Propongo como una teoría, que un hombre cristiano no pregunte: "¿Estoy llamado a predicar el evangelio? Sino que debe preguntar ¿Hay alguna razón para que yo no predique el evangelio?" El viejo plan era que los jóvenes predicaran ante la Iglesia para ver si podían predicar. Creo que debemos educarlos de tal manera que sólo que demuestren que no pueden predicar, no prediquen.
C. H. Spurgeon; sermón #3551
No tengo duda de que, si tenían hombres que podían predicar el evangelio, les pedían que fueran y lo predicaran; y si algunos salían de viaje, ya fueran capitanes o mercaderes que iban de lugar en lugar, o personas de influencia, o lo que fueran, les decían, "A cualquier lugar que vayan perseveren en propagarlo. Prediquen el Evangelio; divulguen a Jesucristo. Sean misioneros, todos ustedes." Ahora pues, en esto puedo regocijarme, y lo haré, pues así ha sido entre nosotros. En este momento presente, supongo que no menos de trescientos de nuestros hijos que hemos tenido en las rodillas, están predicando el Evangelio, mientras yo predico aquí, quiero decir ministros de Cristo predicando el evangelio. Además de eso, por todas esas calles están predicando nuestros evangelistas en las esquinas. Debería haber aún más de ellos. Algunos de ustedes que vienen a oírme los domingos en la noche, no deberían venir. Si tienen la gracia de Dios en su corazón, vengan y obtengan suficiente carne espiritual para que se alimenten, pero recuerden que Londres está desfalleciendo por falta del Evangelio. ¿Cómo se atreven ustedes, entonces, a estar sentados quietos para gozar del Evangelio mientras los hombres perecen? Hay casas que son accesibles; hay salas pequeñas y grandes; hay esquinas; hay todo tipo de lugares en donde se puede predicar a Jesús. ¡Oh! Esforcémonos con toda nuestra fuerza para hacer que sea conocido a lo largo y a lo ancho de esta gran ciudad.
Sermón #3551. C. H. Spurgeon

¡Oh! Cuán feliz sería cualquier pastor cuyo pueblo fuera tan piadoso, tan unido, tan generoso, tan perseverante, tan devoto, tan lleno de fe y del Espíritu Santo, que por todos lados se hablara de ellos, y por ellos, por su conducta, la Palabra de Dios resonara en otras partes. Asegúrense de eso, hermanos míos, asegúrense de eso. Dios nos ha colocado donde somos observados por muchos. Denles algo para observar que sea valioso. Con los ojos de una multitud de testigos sobre nosotros, corramos con paciencia la carrera que nos es asignada.
Sermón #3551 - C. H. Spurgeon.
¡Oh! Bendito es ese hombre para quien nuestro Evangelio llega con el Espíritu Santo. Amados, no nos admira si las personas se burlan del Evangelio en sí mismo, o si otros lo oyen y no son conmovidos por él, porque el Evangelio en sí mismo es como una espada sin el brazo de un guerrero que la sostenga. Pero cuando el Espíritu de Dios viene, el hombre ya no duda más. Es cuando Él coloca la verdad en el corazón (de manera que alma y espíritu, articulación y médula, se sumergen en ella) que los hombres son convencidos, convertidos, salvos, y la verdad es para ellos ciertamente una cosa viva. Rueguen, oh amados miembros de esta iglesia, rueguen porque la palabra de Dios, nuestro evangelio, pueda venir en el Espíritu Santo.
Sermón #3551 - El Evangelio nos llegó en poder.

viernes, 7 de mayo de 2010

Diario de Spurgeon

5 de Mayo – 1850

Un tercero, pero muy potente sermón, sobre Juan 1: 5. ¡En qué medida ha de ser el pueblo de Dios un pueblo propio, celoso de buenas obras! ¡Señor, ayúdame a honrarte! Esta tarde participé en la cena del Señor; fue un regio festín para mí, digno del hijo de un Rey. El señor S. se dirigió a mí delante de toda la gente. Escuela dominical por primera vez, y pasé visitando a la gente con mi amigo M. Me gusta bastante mi nuevo trabajo. Reunión de oración de los maestros después del servicio nocturno, de 8 a 9; cinco de nosotros oramos. Fui a cenar a casa del señor B. Hablé con el joven C. Me detuve para la oración familiar, pasadas las diez de la noche. Estuve demasiado excitado el día de hoy, en medio del atareado torbellino de una acción constante para sentirme tan sólido como podría desearlo. ¡Roca de la Eternidad, átame a Ti! Puedo sentir la ley mala todavía obrando en mí. Todo es de Dios. Él cumplirá Su promesa.

“Su honor está comprometido a salvar
A la más insignificante de Sus ovejas”.

viernes, 30 de abril de 2010

Diario de Spurgeon

4 de Mayo – 1850

Llegué a Newmarket a las 9. Me siento con el espíritu en alto. He andado repartiendo folletos. ¡Ayúdame a servirte, oh Señor mío! Hay un reporte en la iglesia que el señor S. y yo nos hemos metido en berenjenales. El señor A. me informó muy ásperamente al respecto. El señor H. no quiere participar en la comunión porque muchas personas han asistido a las carreras. Mi Señor lo sabe; no tengo necesidad de decirle que soy inocente. Aunque sea echado fuera y sea rechazado por los discípulos, el Señor no echará fuera a uno de Sus elegidos. En este sentido, puedo lavar mis manos en inocencia.

jueves, 29 de abril de 2010

"¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"

El cristiano se convierte en un hombre doble, se convierte en dos hombres en uno. Algunos han imaginado que la vieja naturaleza es suprimida en el cristiano. No es así, pues la Palabra de Dios y la experiencia nos enseñan lo contrario; la vieja naturaleza permanece en el cristiano sin ningún cambio, inalterada, y sigue siendo exactamente la misma naturaleza, tan mala como siempre lo fue; en cambio, la nueva naturaleza del cristiano es santa, pura y celestial, y de aquí que surja –como lo habremos de notar a continuación- un conflicto entre las dos.

Ahora quiero que adviertan lo que dice el apóstol acerca de estas dos naturalezas del cristiano, pues estamos a punto de contrastarlas. Primero, el apóstol en nuestro texto llama a la vieja naturaleza: “Este cuerpo de muerte”. ¿Por qué lo llama: “este cuerpo de muerte?”

Algunos suponen que se refiere a estos cuerpos que perecen; pero yo no creo eso. Si no fuera por el pecado, no deberíamos encontrar ningún defecto en nuestros pobres cuerpos. Adán, en el huerto de la perfección, no sintió que el cuerpo fuera un estorbo para él, y si el pecado estuviera ausente, no encontraríamos ninguna falla en nuestra carne y sangre.

Entonces, ¿de qué se trata? Pienso que el apóstol llama a la naturaleza depravada en su interior: ‘un cuerpo’, primero, en oposición a quienes hablan de reliquias de corrupción en el cristiano. Me he enterado de que la gente dice que hay reliquias, residuos y remanentes de pecado en el creyente. Esas personas no saben mucho todavía acerca de ellas mismas. ¡Oh!, lo que permanece no es un hueso ni un andrajo; el cuerpo entero de pecado es el que está allí, íntegramente, “desde su coronilla hasta la planta de su pie”. La gracia no mutila este cuerpo ni corta sus miembros; lo deja entero, aunque bendito sea Dios, lo crucifica, clavándolo a la cruz de Cristo.

Y además, yo pienso que lo llama ‘un cuerpo’ porque es algo tangible. Todos nosotros sabemos que tenemos un cuerpo. Es algo que podemos sentir. Sabemos que está allí. La nueva naturaleza es un espíritu, sutil y difícil de detectar. Algunas veces me cuestiono si está allí del todo. Pero mi vieja naturaleza constituye un cuerpo; nunca me es difícil reconocer su existencia pues es tan evidente como mi carne y mis huesos. Así como nunca dudo de que estoy en la carne y en la sangre, así tampoco dudo de que el pecado está dentro de mí. Es un cuerpo, algo que puedo ver y sentir, y que, para mi dolor, está siempre presente dentro de mí”.

Entiendan, entonces, que la vieja naturaleza del cristiano es un cuerpo; contiene una sustancia, o, como lo expresa Calvino, es una masa de corrupción. No es simplemente un pedazo de tela rasgada, un remanente, un paño del viejo vestido; más bien, toda ella, entera, permanece todavía allí. Si bien está aplastada por el pie de la gracia y ha sido arrojada de su trono, está allí, íntegramente está allí, en toda su triste condición tangible, como un cuerpo de muerte.

Pero, ¿por qué lo llama un cuerpo de muerte? Lo hace simplemente para expresar qué cosa tan terrible es este pecado que permanece en el corazón. Es un cuerpo de muerte. Tengo que usar una figura que siempre está adosada muy apropiadamente a este texto. Era una costumbre de los antiguos tiranos, cuando deseaban someter a los hombres a los más espantosos castigos, atarlos a un cadáver, colocándolos a los dos, espalda contra espalda; y así quedaba el hombre vivo con un cadáver amarrado a su espalda, en estado de putrefacción, pútrido, en estado de descomposición, que tenía que arrastrar dondequiera que iba.

C. H. Spurgeon, sermón #235 - El guerrero languideciente

viernes, 23 de abril de 2010

Anoche grabé el sermón no.2013, “La Infalibilidad de la Escritura”, y mientras lo grabábamos, muchos párrafos me impactaron, de manera renovada, por la profundidad de sus pensamientos. Traducir un sermón implica repetir su lectura unas tres o cuatro veces. Sin embargo, cuando vuelvo a leer los sermones tiempo después, percibo algunas nuevas perspectivas, algunas aristas ocultas, que se descubren con fuerza. Una de las características que más me sorprende de la predicación del pastor Spurgeon es su actualidad. Todos estos pensamientos que publico a continuación, son frases independientes, tomadas aleatoriamente del sermón, pero que constituyen una buena sustancia para una prolongada meditación:

“En lo relacionado a la verdad de Dios somos mayordomos, y debemos tratar con la tesorería del Señor, no según los lineamientos de caridad hacia las opiniones humanas, sino según la regla de fidelidad al Dios de la verdad. Somos intrépidos cuando declaramos con pleno convencimiento aquello que el Señor revela”.

“Cuando hablamos en el nombre del Señor en contra del error, nosotros no suavizamos nuestros tonos; más bien salen de nuestras bocas descargas de rayos”.

"Está escrito" es el gran cañón que silencia todas las baterías del pensamiento del hombre. Los que hablan en el nombre de Jehová, el Dios de Israel, deben hablar valerosamente.

“Hermanos, si alcanzamos una correcta comprensión de la verdad del Evangelio, (ése "La boca de Jehová lo ha dicho") nos moverá a proclamarla con mayor ardor y celo. No repetiríamos monótonamente el Evangelio a un puñado de personas adormecidas”.

“Yo me maravillo que Dios haya hablado por los profetas; pero me admira todavía más que haya escrito Su palabra en blanco y negro, en lenguaje inequívoco que puede ser traducido a todas las lenguas, de tal forma que todos podemos ver y leer por nosotros mismos lo que Dios el Señor nos ha dicho, y lo que, ciertamente, continúa diciendo; pues, lo que ha dicho, todavía nos lo dice a nosotros, de manera tan fresca como si lo hubiera expresado por primera vez”.

Cuando yo subo a este púlpito para predicar el Evangelio, nunca siento que puedo invitarlos con toda la calma a prestar atención a un tema que es uno entre muchos, y que puede ser abandonado por algún tiempo, con toda propiedad, si sus mentes ya estuvieran ocupadas en otra cosa. No; ustedes podrían morir antes que yo tuviera la oportunidad de hablar con ustedes de nuevo, y por lo tanto yo solicito una atención inmediata. No temo estarlos distrayendo de otros asuntos muy importantes cuando los invito a que presten atención a eso que la boca del Señor ha dicho; pues ningún otro asunto tiene una importancia intrínseca comparable con esto: éste es el tema supremo. Se trata de tu alma, de tu propia alma, de tu alma eterna, y es tu Dios Quien te está hablando. Te suplico que lo escuches. Yo no te estoy pidiendo un favor cuando te pido que oigas la Palabra del Señor: es una deuda que tienes con tu Hacedor y que estás obligado a pagar. Sí, y además, se trata de amabilidad hacia ti mismo. Inclusive desde una perspectiva egoísta, yo los insto a que oigan lo que la boca de Jehová ha dicho, pues en su Palabra hay salvación. Presten atención con diligencia a lo que su Hacedor, su Salvador, su mejor amigo, tiene que decirles. "No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación," sino que "Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma." "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios."