Nuestras familias, nuestras escuelas, nuestras congregaciones, para no mencionar a nuestras ciudades, a nuestra patria, a nuestro mundo, deberían ponernos de rodillas diariamente, porque la pérdida de siquiera un alma es más terrible de lo que podemos concebir. El ojo no ha visto, el oído no ha escuchado, ni ha entrado en el corazón del hombre, lo que el alma tiene que sufrir para siempre en el infierno. ¡Señor, haz que sintamos misericordia! “¡Qué misterio: el alma y la eternidad de un hombre dependen de la voz de otro!”
Horatius Bonar (1808 – 1889). Reconocido pastor escocés.
miércoles, 29 de junio de 2011
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