viernes, 30 de mayo de 2008

La prostituta suicida

Una prostituta había decidido suicidarse. Entonces se dirigió rumbo al Puente de Blackfriars, que había elegido como el punto desde el que se arrojaría al río Támesis, para cumplir su propósito. La ruta que siguió la llevó a pasar frente a la Capilla New Park Street, y decidió entrar unos momentos. La mujer se sintió muy sobrecogida cuando oyó a Spurgeon predicar sobre el texto: “¿Ves esta mujer?” El predicador describió a la mujer de aquella antigua ciudad, que era notoria pecadora y la describió regando los pies de Jesús con sus lágrimas y enjugándolos con sus cabellos. El predicador dijo que Jesús la perdonó y a cambio ella lo amó. Habiendo oído esto, la mujer de la ciudad, la suicida en potencia, se arrepintió y encontró paz y gozo en su vida.
Tomado de CH Spurgeon. In the footsteps of the 'Prince of Preachers'. 'Siguiendo las huellas del Príncipe de los Predicadores', por Clive Anderson. Publicado en 2002.

martes, 27 de mayo de 2008

Spurgeon: el arduo trabajo y su recompensa

Algunas veces, también, -y me da vergüenza decirlo- he oído de obreros que se sienten desfallecer porque no son debidamente apreciados. Su obra no ha sido lo suficientemente advertida por el pastor, ni alabada por el supervisor, y sus colegas maestros de la escuela dominical no han tomado la debida nota ni de ellos ni de su clase. No diré mucho acerca de este motivo de desfallecimiento, pues es un asunto tan insignificante, que está muy por debajo del cristiano. ¡Aprecio! ¿Acaso esperamos el aprecio en este mundo? La nación judía despreció y rechazó a su Rey, e incluso si fuésemos tan santos como el Señor Jesús, no seríamos juzgados rectamente ni estimados convenientemente. ¿Qué importa eso? Si Dios nos acepta, no debemos desfallecer, aunque seamos unos perfectos desconocidos.
Tomado de Palabras de Consejo para Obreros Cristianos. Capítulo: El arduo trabajo y su recompensa. Pilgrim Publications, Pasadena, Texas.

domingo, 18 de mayo de 2008

El Spurgeon Cuadridimensional

En 1934, el año del centenario del nacimiento de Spurgeon, el Reverendo A. Cunningham-Burley, (un pariente político de Spurgeon) trazó un interesante paralelo entre las dimensiones de la tumba de Spurgeon en el cementerio de Norwood, Londres, y las cuatro cualidades sobresalientes de la vida del gran predicador.
La tumba es un túmulo de hermosas proporciones, con componentes superiores e inferiores que son complementarios en longitud, anchura, profundidad y altura. De la misma manera la vida de Spurgeon fue igualmente balanceada y simétrica.
Primero, la vida de Spurgeon se caracterizó por la longitud del servicio. Aunque murió antes de cumplir los cincuenta y ocho años, debido a que fue convertido a una temprana edad, fue capaz de proclamar el Evangelio durante más de cuarenta años. Incluso antes de su conversión, Charles había editado La Revista de los Niños, a la edad de doce años. A los quince años ganó un premio por un ensayo sobre el tema del “Papa y su progenie”. Convertido a la edad de dieciséis años, continuó atrayendo grandes multitudes a su Tabernáculo Metropolitano y dondequiera que predicara al aire libre o en los grandes salones seculares.
Luego, había una anchura de simpatía que caracterizaba a este gran hombre. Nunca fue sólo un “gigante del púlpito”, retraído en una altura de “dos metros por encima de la contradicción” según es llamado algunas veces el púlpito. Spurgeon tenía una relación de simpatía con muchas personas. Su preocupación por los niños, que resultó en la fundación de un orfanato; su cuidado por las viudas, que se reveló en la construcción del asilo; su amor por el hombre ordinario de la calle, que lo llevó a predicar el Evangelio al aire libre y que lo motivó a dar inicio a su Asociación de Colportores, de tal forma que la gente del campo pudiera oír el Evangelio y comprar Biblias y literatura cristiana en general, todo esto nos muestra que no había frialdad, que no era un egocentrista que viviera en la reclusión de la iglesia y del hogar.
En tercer lugar, había profundidad de sufrimiento. Qué resplandeciente ejemplo era Charles Haddon Spurgeon, y todavía lo es, para aquellos que sufren a veces de depresión mental y espiritual (al igual que el Salmista al que tanto amaba). La enfermedad corporal le proporcionaba muchísimo dolor. Aunado a ello, estaba la tensión nerviosa y emocional generada por la necesidad de ministrar a tan vastas multitudes, llegando a experimentar catástrofes que ocurrieron en algunos edificios, que resultaron en muertes y lesiones en medio de la congregación. Su paciencia y aguante durante días y noches de dolor, nos asombran conforme nos enteramos de ello en las diversas biografías. Spurgeon no gozó nunca de plena fortaleza y salud a lo largo de su ministerio, pero, al igual que el apóstol Pablo, descubrió que “Bástate mi gracia.”
Aun cuando se involucraba en la controversia (con la que no simpatizaba), mientras estaba físicamente debilitado, y cuando los amigos lo abandonaban, conservaba un espíritu jovial y nunca se quejaba. Su congregación del Tabernáculo sabía esto y el ejemplo de su Pastor era tal vez el más elocuente sermón que les predicaba.
Finalmente, Spurgeon era caracterizado por la altura de espiritualidad. Spurgeon ha sido descrito como un “místico raro y genuino.” El doctor Robertson Nicoll escribió, “lean a Spurgeon cuando entra en la región espiritual y sentirán que están con uno de los grandes místicos del mundo.”
Sin embargo, él fue un místico práctico. Mientras miraba a lo alto al Dios que hizo los montes, también cumplía sus deberes en la llanura. Pero fueron sus aventuras en la vida de plena comunión con Dios, -una experiencia exultante para él- las que luego influenciaron su obra cristiana y su testimonio prácticos. El servicio no estaba divorciado de la espiritualidad. En este aspecto se asemejaba al Señor. El servicio sacrificial iba mano a mano con la tierna simpatía.

sábado, 17 de mayo de 2008

Spurgeon: el servicio del Señor

Cómo deberíamos honrar la memoria de tales hombres como Juan Wesley, por ejemplo. Él podría haber sido, como en efecto lo fue, miembro del consejo de gobierno de la Universidad, y podría haber recibido un excelente emolumento. La así llamada "Iglesia," estaba abierta para él, y sin duda un obispado habría pronto recompensado sus esfuerzos y su elocuencia. Pero él pasó su vida puramente sirviendo a su Señor, de acuerdo a su conocimiento y convicción, y cuando se hizo un inventario de su vajilla, sólo poseía dos cucharas, una en Bristol y otra en Londres. Y cuando murió, ¿qué dejó en el mundo? Todo su tesoro ya se había ido al cielo, y murió en la pobreza, habiendo servido a su Dios con todo lo que tenía, y haciendo que el propósito de su vida fuera vivir enteramente para el servicio de su Señor.

viernes, 9 de mayo de 2008

Spurgeon: Un Amigo de los Niños

Se ha dicho con toda verdad que “cada gran hombre posee el corazón de un niño.” Ciertamente esto era válido en el caso de Charles Haddon Spurgeon. Intrépido y elocuente en el púlpito y franco en la controversia, era sin embargo un amigo encantador y un verdadero compañero de juegos de los niñitos. Spurgeon solía decir que debe haber algo en cada servicio “y en verdad en cada sermón” para los niños. Muchos niños debían su conversión a la sencilla predicación (aunque vinculada a profundas doctrinas) de Charles Haddon Spurgeon.
“¿Es un hombre amigo de los niños?” era una pregunta que se hacía en todas las congregaciones, cuando una corte de diáconos o un comité de selección presentaban el nombre de un ministro y sus calificaciones ante la consideración de la iglesia, para determinar si calificaba como pastor. En años subsecuentes, con el declive de la escuela dominical y de la asistencia de los niños con sus padres al servicio dominical, el mensaje a los niños ha pasado de moda y no se espera que los predicadores sean “los amigos de los niños”.
Spurgeon era, sin embargo, un amigo de los niños. Él podía ver las cosas (especialmente la verdad divina) a través de los ojos de un niño, pues él mismo cuando niño había estudiado intensamente la Escritura y la teología. También sabía que si podía interesar a los niños en sus sermones (especialmente a los que pertenecían a sus propios orfanatos), entonces contaría también con la atención de los adultos.
Muy pronto después de su conversión, Spurgeon comenzó a enseñar en la escuela dominical. Era “brillante, animado, simpático y atractivo.” Los niños eran atraídos a él de la misma manera que él era atraído a los niños, pues durante la semana los visitaba en sus propios hogares. De una pequeña clase en un rincón del salón de la escuela dominical de su capilla, Spurgeon fue promovido pronto a una plataforma donde podía caber una clase más numerosa. Los padres luego se unieron a sus hijos, y pronto fueron tan numerosos como los hijos.
Un antiguo miembro de la clase dominical de Spurgeon dijo años más tarde: “Spurgeon era tan original en todo lo que emprendía, que mucho de lo que hizo y dijo se mantiene muy fresco en mi memoria.”
Un jueves por la noche Spurgeon comentó a su congregación de New Park Street Chapel: “esta noche cuando venía hacia acá, vi a un niño sentado en una banqueta, llorando a grito partido acerca de algo que había roto. Si no hubiera tenido que venir aquí, me habría detenido para preguntarle por qué lloraba, pues no puedo soportar ver llorar a un niñito.
El señor “Gran-Corazón” tenía una compasión a semejanza del Salvador y mucha piedad por los niños. No es de sorprender que haya iniciado un orfanato para ellos. Esto niños del orfanato eran el único coro con el que contaba el Tabernáculo Metropolitano, y Spurgeon constantemente miraba sus rostros felices en el balcón cuando cantaban las alabanzas del Salvador.
Uno de los contemporáneos de Spurgeon solía decir que a él le gustaba hacer felices a los niños mientras predicaba pues sabía cuán afligidos serían cuando crecieran. Spurgeon pensaba de la misma manera.
Charles llevaba consigo dulces y muchas monedas para dar a los niñitos. No es sorprendente que sus visitas al orfanato fueran ávidamente anheladas por los niños, y cuando llegaba era “rodeado por completo como por abejas”. Daba monedas y dulces a cada uno de los niños sin excepción y de igual manera saludaba de mano a cada uno de ellos. Cuando sus múltiples enfermedades le impedían visitar el orfanato, les escribía cartas, especialmente con motivo de Navidad, o cuando enfermaban, o cuando había un duelo. Se dice que la mejor oración que Spurgeon ofreció en su vida fue una oración que dijo conjuntamente con un niño del orfanato que estaba muriendo.

sábado, 3 de mayo de 2008

El Humor de Spurgeon

El doctor Gilbert Laws solía afirmar que “Spurgeon aportó una transfusión sanguínea al púlpito victoriano”, y esto fue debido a que inyectó humor a sus sermones, en tanto que otros sermones eran doctrinalmente romos y homiléticamente pesados. No se trata de que Spurgeon dejara que su humor se escapara libremente. Lo mantenía estrictamente bajo control, y podía hacer que su congregación se riera en un momento y estuviera al borde de las lágrimas en el instante siguiente. Cuando dirigía el servicio de la Santa Cena, frecuentemente se le veía llorando.
Debido a su intrepidez en la controversia y a su denuedo en la predicación, muchos han desfigurado a Spurgeon como un hombre poseedor de una naturaleza fría, calculadora y flemática. Por el contrario, él tenía lo que uno de sus contemporáneos describió como “una sonrisa invencible”, y cualquiera que oyera su risa no podía olvidarla. Su humor era a veces breve y conciso y en otros momentos era burbujeante. Pero, independientemente del tipo de humor, siempre iba acompañado de una simpática y atractiva sonrisa que cautivaba a los jóvenes (especialmente sus huérfanos) y a los mayores por igual. Spurgeon nunca se reía de la gente (¡excepto de sí mismo!), sino siempre se reía con ellos.
Hay pocos retratos o fotografías de la adolescencia y juventud de Spurgeon, de tal forma que su sonrisa no está grabada sino hasta más tarde en su vida. Sin embargo, el humor que posteriormente lo caracterizó, comenzó en su cumpleaños decimosexto, cuando fue convertido. Su propio testimonio del gran cambio que le sobrevino, enfatiza el gozo recién encontrado que era evidente en su rostro.
“Recuerdo la mañana cuando encontré al Salvador. Era un día frío y nevado, y recuerdo que estaba junto al fuego, apoyándome en la repisa, después de haber regresado a casa, y casi inmediatamente después de que mi madre hubo hablado conmigo, la oí decir al otro lado de la puerta: ‘un cambio le sobrevino a Charles’. Ella vio que yo no era más lo que había sido. Yo había estado apagado, melancólico, afligido y deprimido. Ahora tenía una sonrisa y un aspecto alegre y contento y ella podía detectarlo.”
Cuando llegó a Londres por primera vez, esta sonrisa fue observada por el famoso doctor Stanford: “Spurgeon hizo algunas cosas osadas, con una sonrisa de una franqueza tan tranquila y refrescante, que algunos de los excelentes de la tierra lo observaban por sobre el marco de sus espejuelos, sorprendidos, no por lo que había dicho, sino por lo que iba a decir a continuación.”
El primer retrato de Spurgeon sonriendo fue tomado en el año de 1856. Sir W. Robertson Nicoll describió a Spurgeon como teniendo un corazón lleno de gozo y ojos llenos de luz, “y sus labios llenos de una risa.” Por contraste, el famoso predicador Joseph Parker, contemporáneo de Spurgeon, podía ser escuchado innumerables veces y aunque podía hacer a otros sonreír, a él no se veía sonreír nunca.
En fotografías posteriores la sonrisa todavía estaba allí, aun cuando se mostraban en su rostro la desilusión y la amargura de perder a los amigos por causa de la Controversia del Declive.
La última fotografía que le fue tomada muestra el rostro de Spurgeon “adornado con una sonrisa extasiada” según afirma el Reverendo A. Cunningham-Burley, un descendiente político de Spurgeon, y en su muerte, la expresión era “extrañamente sublime”. La muerte fijó en sus rasgos “una sonrisa serena y celestial”. Esto es natural, pues Spurgeon estaba ávido de ver al Salvador que había enaltecido durante tantos años, al predicar a Cristo y a éste crucificado.