martes, 27 de noviembre de 2012

¿He experimentado este nuevo nacimiento?



Entonces, amados, todos aquellos que son creyentes en Cristo, que son conocidos por los hombres por su excelencia de carácter, -en tanto que Dios los conoce por haberlos escogido por Su gracia- son conducidos a tiempo a ejercer sus privilegios a través del nuevo nacimiento que es obrado en ellos por el Espíritu Santo. Si sólo nacemos una vez, hemos de morir dos veces; pero si nacemos dos veces, morimos una sola vez, y después de esa única muerte, que no es realmente muerte, entramos en la vida eterna. La regeneración nos hace en realidad los hijos de Dios, justo como la adopción nos hizo virtualmente hijos de Dios. Por la regeneración, nos volvemos real y verdaderamente herederos de Dios, y coherederos con Cristo; y nuestro derecho al cielo, a todas las bendiciones del pacto de la gracia y a las promesas de Dios, surge de este nuevo nacimiento celestial. El cielo es la herencia de los hijos de Dios; no es una posesión comprada con su dinero, o ganada por cualesquiera obras que hubieren realizado. Esta herencia es el derecho de nacimiento de todos los que han nacido de nuevo, nacidos de arriba; así que la pregunta que debe hacerse cada uno de nosotros es: “¿He experimentado este nuevo nacimiento?” “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. “Lo que es nacido de la carne, carne es”, y es sólo carne; “y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es”; y como el cielo y todas las otras bendiciones del pacto son espirituales, no podemos poseerlas hasta que nosotros mismos seamos “nacidos del Espíritu”. 
C. H. Spurgeon - Sermón#3206 -La Iglesia de los Primogénitos

lunes, 26 de noviembre de 2012

Credos



“Yo creo en los credos si es que están basados en la Escritura… Todo ser humano tiene que tener un credo si es que cree en algo”.
C. H. Spurgeon – Sermón #659 – Volumen 11.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Hacerlo todo para la gloria de Dios



Ustedes han oído acerca de uno que estaba tan enamorado, que, en verdad, comía, y bebía y dormía por el ser amado; así el cristiano debe “hacerlo todo para la gloria de Dios”. Dirá alguien: “¿puede hacerse éso? ¿Acaso hemos de seguir a los monjes católicos y entrar a un monasterio?” ¡No!, no tengo ninguna duda de que hacen bien en rasurarse sus cabezas; hay probablemente una gran necesidad para ello. Pero a menos que nos volvamos dementes, no hay necesidad de que imitemos su ejemplo. El cristiano no ha de encerrarse, y convertirse en un eremita, y pensar que por eso él puede cultivar la santidad. Eso es impiedad; la santidad cristiana es social; es la luz de la palabra, la sal de la tierra. Hemos de estar en el mundo, aunque no hemos de ser del mundo; nuestro sacerdocio es ejercido en la calle, en el taller, en la familia y junto a la chimenea. De día y de noche, hemos de ofrecer oraciones y alabanzas y acciones de gracias a Dios, y así ser un sacerdote perpetuamente. 
C. H. Spurgeon - El Sacerdocio de los Creyentes

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Una interesante anécdota


Una vez se anunció que un predicador iba a predicar en una oscura aldea pero se desató una tormenta terrible, y, aunque el predicador mantuvo su compromiso, descubrió que sólo asistió una persona al lugar de reunión. Él predicó a ese único oyente un sermón tan denodado como si la casa hubiese estado atestada. Años después se enteró que había nuevas iglesias por todo el distrito, y descubrió que su único oyente de aquel día había sido convertido, y se había constituido en el evangelista de toda esa región. Si hubiera declinado predicarle a aquel solitario oyente, cuántas bendiciones habrían sido retenidas. 
C. H. Spurgeon - Sermón #1044 - Volumen 18

lunes, 5 de noviembre de 2012

Un pensamiento para el día de hoy



“Amados, tenemos que estar dispuestos a morir por Cristo, o no tendremos ningún gozo en el hecho de que Cristo murió por nosotros”.
C. H. Spurgeon, sermón #651 – Volumen 11.

jueves, 1 de noviembre de 2012

La A y la Z del alfabeto de la salvación



Algunos están intentando la igualmente imposible tarea de ser salvados por Jesucristo cuando se hubieren preparado para Él. En otras palabras, hablan acerca de ser salvados por Cristo; pero, en lo íntimo de su corazón, no creen que Cristo pueda salvarlos antes de que hubieren alcanzado un estándar de excelencia. Ahora, nosotros sabemos por las Escrituras que Jesucristo vino al mundo para salvar a Su pueblo de sus pecados, y lo hará de principio a fin o no lo hará en absoluto. Él será el Alfa y la Omega, la A y la Z del alfabeto de la salvación, o de lo contrario no tendrá nada que ver con ello; sin embargo, miles de oyentes del Evangelio están diciendo constantemente: “nosotros creeremos en Jesús cuando sintamos más nuestros pecados, cuando sintamos más arrepentimiento; cuando hayamos hecho esto y sentido aquello y experimentado lo otro”.

Ah, señores, este plan de introducir a Cristo al final de la obra, después de que hubieren completado su primera parte por cuenta propia, es un error sumamente necio, y es también un error fatal. Es como poner a los bueyes a que aren una peña. Permítanme preguntarles: ¿Son ustedes algo mejores de lo que solían ser? Ustedes han estado intentando prepararse para Cristo, durante un largo tiempo. ¿Están de alguna manera más preparados de lo que estaban al principio? ¿Acaso nunca les ha parecido que las líneas de Hart son verdaderas?

“Si te esperas hasta que seas mejor,
Nunca vendrás en absoluto.”

De esta manera les he mostrado cómo puede ser aplicado el texto en relación a los hombres.
C. H. Spurgeon - Arar en una Peña

¿Paz por el camino de las ceremonias?



Algunos esperan alcanzar la perfecta paz por el camino de las ceremonias. Mucha gente nos dice que estamos viviendo en una época muy ilustrada, pero yo estoy inclinado a pensar que Carlile estaba inusualmente cerca del blanco cuando dijo que “el Reino Unido cuenta con alrededor de treinta millones de personas, mayormente necios”, pues, en efecto, pareciera como si la gente, en estos días, fuera en gran medida necia.

Por ejemplo, un hombre dice que si venimos y le confesamos nuestros pecados, él puede perdonarnos en el nombre de Dios; y que puede, al rociar unas cuantas gotas de agua sobre un niño, y farfullar ciertas palabras, transformar a un heredero de la ira en un heredero del cielo; y que, si nos aproximamos a lo que él llama ‘un altar’, él nos dará el propio cuerpo y la sangre de Cristo para que lo comamos y la bebamos.

Bien, cuando yo era joven, pensaba que cualquiera que hablara de esa manera, debería ser tratado como los gitanos, que eran metidos en prisión por recibir monedas de plata de sirvientes necios y por pretender que les dirían su suerte; y, en años posteriores, me ha sorprendido algunas veces que no se hubiere puesto en vigor una ley contra estos caballeros; pues, ciertamente, la impostura que buscan vendernos con engaño es mucho más terrible que aquella de los gitanos que adivinaban la suerte. El así llamado “sacerdote” no tiene ningún poder para perdonar pecados, o para cambiar la naturaleza del bebé que rocía, o para ofrecer el sacrificio de la misa. No hay nada más en él de lo que hay en cualquier otra persona; y aunque hable tan alto como pueda, sus pretensiones son completamente vanas e inútiles. Si confías en él, el resultado para ti será el mismo que ha sido para decenas de miles de personas antes de ti, pues descubrirás que todas las ceremonias que los hombres han inventado, sí, y todos los ritos que el propio Dios ha dado, no pueden traer salud a un alma enferma, o acallar el tumulto de una conciencia despierta, o conducir al alma a un estado de reconciliación consciente con el Altísimo.

Oh, señores, ustedes pueden ser rociados, y confirmados, y sumergidos, y pueden ir a la mesa de la comunión, y no sé cuántas cosas más; sí, podrían viajar a lo largo de siete mil leguas de ceremonialismo, pero estarán exactamente tan inquietos al final, como lo estaban al comienzo. Ese no es el camino de la paz, ni Dios hará que lo sea. Es arar en una peña, y no hay ninguna posibilidad de que provenga algún fruto de allí. 
C. H. Spurgeon - Arar en una Peña