miércoles, 16 de noviembre de 2011

Permítanme presentarles un cuadro. Ustedes recuerdan la lucha de Jacob y del ángel en la noche. ¿Han experimentado alguna vez lo que significa luchar con Cristo? Yo recuerdo cuando me encontró y entró en un conflicto de gracia con mi espíritu rebelde. Yo me erguí en altivez, y le dije virtualmente que no tenía necesidad de un Salvador; pero Él luchó conmigo pues no me dejaría ir. Me quedé pisando firme, según me imaginaba, en la ley, pero ¡qué caída me provocó cuando me reveló su naturaleza espiritual y demostró mi culpabilidad en cada punto! Entonces, pensé que estaba parado firmemente con un pie sobre la ley y con el otro sobre Su gracia, imaginando que yo podría ser salvado en parte por la misericordia de Dios y en parte por mis propios esfuerzos. Pero qué caída experimenté cuando aprendí que si la salvación era por obras, no podía ser por gracia, y si era por gracia no podía ser por obras; que las dos no podían mezclarse entre sí. Luego dije que pondría mi esperanza en el cumplimiento de los deberes que el Evangelio inculca; pensé que tenía el poder de hacer eso; me arrepentiría, y creería, y así ganaría el cielo. Pero qué caída experimenté y cómo cada uno de mis huesos parecía quebrado cuando me declaró: “Separados de mí nada podéis hacer. Ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”.
C. H. Spurgeon - Cristo: Caída y Levantamiento de Muchos

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