Todos nosotros por naturaleza estamos “muertos en delitos y pecados”. En el día en que nuestros primeros padres quebrantaron la ley murieron espiritualmente y todos nosotros morimos en ellos; y ahora hoy, separados de Cristo, todos nosotros estamos muertos para las cosas espirituales y estamos desprovistos de ese Espíritu viviente que nos capacita para tener comunión con Dios y para gozar y entender las cosas espirituales. Todos los hombres están desprovistos por naturaleza del Espíritu que vivifica para alcanzar la forma más sublime de vida. Los hombres no regenerados cuentan con una vida física y mental, pero carecen de vida espiritual, y no la tendrían jamás excepto si Jesús se las otorga. El Espíritu de Dios sale según la voluntad divina, e implanta en nosotros una simiente viva e incorruptible que es comparable a la naturaleza divina, y nos confiere una nueva vida en virtud de la cual vivimos en el reino de las cosas espirituales, comprendemos las enseñanzas espirituales, buscamos propósitos espirituales y estamos vivos para Dios, quien es Espíritu. Ninguno de nosotros tiene alguna vida de ese tipo por nacimiento; tampoco la recibimos gracias a ritos ceremoniales ni puede ser obtenida por algún mérito humano. Los muertos no pueden volver a la vida a no ser por un milagro y tampoco el hombre puede resucitar a la vida espiritual a no ser por la obra del Espíritu de Dios en él, pues Él es el único que puede vivificarnos. Cristo Jesús ha venido para llamarnos a que salgamos de los sepulcros del pecado. Muchos ya han oído Su voz y viven.
C. H. Spurgeon - Vida en Abundancia
miércoles, 28 de diciembre de 2011
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