miércoles, 30 de noviembre de 2011

Diario de Spurgeon

24 de Mayo – 1850

Un día de dicha inmerecida. No estoy desterrado por completo de la presencia del Señor. He aquí, aunque Él me matare no podría hacer otra cosa que esperar en Él, puesto que he recibido grandes muestras de Su amor. ¡Señor, cuando me encuentre sumido en oscuridad y en zozobra, cuando mi cabeza esté inclinada hasta el suelo, regresa entonces a Tu siervo para animarlo y apoyarlo! ¡Para siempre, oh, para siempre amarrado al Arca, y protegido del diluvio, llegaré al fin a la terra firma (tierra firme) de gloria! ¡Oh, no permitas que Te deshonre! ¡Que nunca cause oprobio a la causa de Cristo! Guárdame, y estaré infinitamente seguro, y reposaré seguramente.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Pero en estos días me encuentro con personas que son “poderosas en las Escrituras”, sí, y muy acuciosas en asuntos de doctrina, quienes

“Podrían dividir un pelo
Entre su lado oeste y su lado este”,

respecto a puntos de teología; pero en cuanto a la caridad para con los pobres, en cuanto a visitar a los necesitados, a cuidar las almas de los hombres, en cuanto a vivir santamente y a prevalecer con Dios en la oración, no se encuentran en ninguna parte. Yo les ruego que aborrezcan una religión que sólo está en el libro. Deben tenerla en el corazón. Deben tenerla en la vida, pues de lo contrario este Niño que nació en Belén sólo los afectará en la medida en que lean los Libros de la Escritura, y allí termina el asunto en lo que a ustedes respecta. Sí, sí, sí, conozcan la Biblia, eso es bueno, pero practiquen lo que les dice su Biblia, pues eso es mejor. Sí, sí, sí, entiendan las doctrinas de la gracia, entiéndanlas claramente; pero ámenlas, vívanlas, pues eso es mucho mejor. Sí, sí, sí, sean teólogos sólidos, pero hemos de ver en ustedes una santa humanidad también. ¡Que Dios nos conceda que así sea! De otra manera, les digo que su conocimiento libresco los dejará siendo todavía enemigos de Cristo.

C. H. Spurgeon - sermón #2325

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amados, lo importante no es el oficio que desempeñen sino la dedicación; no es la posición, sino la gracia que nos capacita para glorificar a Dios. Dios será glorificado con toda seguridad en ese puesto de trabajo del zapatero donde el piadoso obrero canta acerca del amor del Salvador mientras sostiene su lezna, sí, y es glorificado muchísimo más que en muchos puestos de prebendas donde la religiosidad oficial cumple con sus escasos deberes. El nombre de Jesús es glorificado tanto por aquel carretero cuando arrea a su caballo y bendice a su Dios o cuando habla con su colega de trabajo junto al camino, como por aquel teólogo que, a través de todo el país, como Boanerges, retumba con la predicación del Evangelio. Dios es glorificado cuando permanecemos en nuestra vocación. Tengan cuidado de no desviarse de la senda del deber, abandonando su llamamiento, y tengan cuidado de no deshonrar su profesión mientras estén en ella; no tengan una alta opinión de ustedes mismos pero no consideren poca cosa sus llamamientos. No hay ningún oficio que el Evangelio no santifique. Si buscan en la Biblia, encontrarán que las más insignificantes formas de labor han estado de alguna manera u otra conectadas con los más atrevidos actos de fe, o bien con personas cuyas vidas han sido de otra manera ilustres. ¡Sé fiel a tu llamamiento, hermano, sé fiel a tu llamamiento! No importa lo que Dios haya hecho de ti; si Él te llama, permanece haciendo eso, a menos que estés muy seguro, ojo, a menos que estés muy seguro de que Él te llama a otra cosa.
C. H. Spurgeon - Sermón #666 - Vol.11

martes, 22 de noviembre de 2011

Las traducciones de los salmos que hizo Lutero fueron de tanto servicio como sus discusiones y controversias; y los himnos de Charles Wesley, de Cennick, de Toplady, de Newton y de Cowper, ayudaron tanto en el avivamiento de la vida espiritual en Inglaterra como la predicación de John Wesley y George Whitefield. Necesitamos cantar más. Canten más y murmuren menos, canten más y calumnien menos, canten más y objeten menos, canten más y lamenten menos. Que Dios nos conceda hoy glorificar a Dios, como lo hicieron aquellos pastores, alabándolo.
C. H. Spurgeon - Sermón #666 - Vol. 11

viernes, 18 de noviembre de 2011

Yo no creo que ningún cristiano trabaje demasiado duro y, como regla, si los que se matan en el servicio de Cristo fueran enterrados en un lote especial en un cementerio, pasaría mucho tiempo antes de que se llenara. Trabajen muy duro por Cristo.
C. H. Spurgeon – Volumen 62, Sermón #3499

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Permítanme presentarles un cuadro. Ustedes recuerdan la lucha de Jacob y del ángel en la noche. ¿Han experimentado alguna vez lo que significa luchar con Cristo? Yo recuerdo cuando me encontró y entró en un conflicto de gracia con mi espíritu rebelde. Yo me erguí en altivez, y le dije virtualmente que no tenía necesidad de un Salvador; pero Él luchó conmigo pues no me dejaría ir. Me quedé pisando firme, según me imaginaba, en la ley, pero ¡qué caída me provocó cuando me reveló su naturaleza espiritual y demostró mi culpabilidad en cada punto! Entonces, pensé que estaba parado firmemente con un pie sobre la ley y con el otro sobre Su gracia, imaginando que yo podría ser salvado en parte por la misericordia de Dios y en parte por mis propios esfuerzos. Pero qué caída experimenté cuando aprendí que si la salvación era por obras, no podía ser por gracia, y si era por gracia no podía ser por obras; que las dos no podían mezclarse entre sí. Luego dije que pondría mi esperanza en el cumplimiento de los deberes que el Evangelio inculca; pensé que tenía el poder de hacer eso; me arrepentiría, y creería, y así ganaría el cielo. Pero qué caída experimenté y cómo cada uno de mis huesos parecía quebrado cuando me declaró: “Separados de mí nada podéis hacer. Ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”.
C. H. Spurgeon - Cristo: Caída y Levantamiento de Muchos

martes, 15 de noviembre de 2011

"Nos hemos enterado de algunas personas que al estarse ahogando se sujetaban de otras que a duras penas podían salvarse a sí mismas pero que no podían sostener a otra, y que por tanto, se veían forzadas a deshacerse de quienes se aferraban a ellas. Pero tú te puedes aferrar a Cristo sin miedo; Él es un nadador todopoderoso que llevará a tierra a toda alma que se abrace a Él".
C. H. Spurgeon - Cristo: Caída y Levantamiento de Muchos

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ya les he hablado antes de los dos montañeses de Escocia que querían remar a través de un cierto brazo de mar en una ocasión. Habían estando tomando whisky en abundancia antes de subirse al bote, y comenzaron a remar, y siguieron remando, pero no podían avanzar. No podían entender cómo era que, a pesar de todo lo que remaban, se mantenían en la misma posición, hasta que uno de ellos dijo: “Sandy, ¿levaste el ancla?” No, no había levado el ancla, así que allí estaban con el ancla enterrada y tratando de alejarse sin conseguirlo.

Tienes que levar el ancla, joven amigo, ya sea de la bebida, o de la lascivia o del juego o del robo. Eres un insensato si pretendes remar cuando sabes que el ancla está hundida todavía en el lodo.

C. H. Spurgeon, sermón #2325 - Vol. 39

domingo, 6 de noviembre de 2011

Diario de Spurgeon

23 de Mayo – 1850

Fui a la capilla; había muy pocas personas allí. “Confortará mi alma”. ¡El mismo tema de nuevo! ¡Cuán cierto es eso; cómo me ha revivido! Breves pero gloriosos son los días de mi refrigerio que valen años de aflicción y turbación. ¡Oh Amado mío, si mi camino se extendiera sobre los rescoldos del infierno durante toda mi vida, con sólo que Tú te mostraras, me apresuraría a atravesar el fuego para encontrarme contigo! No he experimentado tanto éxtasis como en algunos días anteriores. ¡Yo soy del Señor para siempre; cuánto le debo! ¡Abogado, Hermano, Esposo mío, no permitas que mi primer amor pierda calor y se enfríe! ¡Guárdame y presérvame en Tus manos!