Cuando podemos decirle a la gente: “Hemos contemplado Su gloria, y por lo tanto, podemos hablar de ella. No hablamos de algo que nos han contado, antes bien, hemos visto al Rey en Su gloria”. ¡Qué majestuosa posición ocupamos! Nuestro poder para atraer a los hombres a Cristo brota principalmente de la plenitud de nuestro gozo personal y de la intimidad de nuestra comunión personal con Él. El rostro que más refleja a Cristo, y que brilla más con Su amor y gracia, es el más capacitado para atraer la mirada de un mundo indiferente y aturdido, y para ganar a las almas inquietas, apartándolas de las fascinaciones del amor y la belleza mundanos. Un ministerio lleno de poder tiene que ser fruto de una intimidad santa, apacible y amorosa con el Señor.
Horatius Bonar (1808-1889) reconocido pastor escocés.
domingo, 16 de octubre de 2011
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