martes, 19 de junio de 2012


Permíteme recordarte aquí que todo lo que Dios ha dicho a cualquier santo, se lo ha dicho a todos. Cuando Él abre un pozo para un hombre es para que todos puedan beber. Cuando cae el maná, no es solamente para los que están en el desierto, sino que nosotros también, por fe, comemos todavía el maná. Ninguna promesa es de interpretación privada. Cuando Dios abre una puerta del granero para distribuir alimento, pudiera haber un hombre que se está muriendo de hambre que sirva de ocasión para que sea abierta, pero todos los hambrientos pueden acercarse y alimentarse también. Ya fuera que diera la palabra a Abraham o a Moisés, no importa; te la ha dado a ti como a uno de la simiente del pacto. No hay una sola bendición sublime que sea demasiado elevada para ti, ni una amplia misericordia que sea demasiado extensa para ti. Alza ahora tus ojos al norte y al sur, al este y al oeste, pues todo esto es tuyo. Asciende a la cumbre del Pisga, y mira hasta el último confín de la promesa divina, pues toda la tierra es de tu propiedad. No hay ni un solo torrente de agua viva del cual no puedas beber. Si la tierra fluye leche y miel, come la miel y bebe la leche. Las vacas más gordas, sí, y los más dulces vinos,  todo eso es tuyo, pues no se le puede negar nada de eso a ningún santo. Sé valiente para creer, pues Él dijo: “No te desampararé, ni te dejaré”. Haciendo un resumen, no hay nada que pudieras necesitar, no hay nada que pudieras pedir, no hay nada de lo que pudieras carecer en el tiempo o en la eternidad, no hay nada vivo, no hay nada muerto, no hay nada en este mundo, no hay nada en el mundo venidero, no hay nada ahora, nada en la mañana de la resurrección ni nada en el cielo que no esté contenido en este texto: “No te desampararé, ni te dejaré”. 
C. H. Spurgeon - ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca!


Esclavos que temen la maldición de Dios, aplíquense a sudar y a trabajar arduamente. Nosotros somos Sus hijos, y sabemos que no puede expulsarnos de Su corazón. Que Dios nos libre de la infame servidumbre de la doctrina que hace que los hombres teman que Dios pueda ser infiel, que Cristo pueda divorciarse de Su propia esposa y que pueda permitir que los miembros de Su propio cuerpo perezcan; que muera por ellos y, sin embargo, que no los salve. Si hay alguna verdad que la Escritura enseña, es que los hijos de Dios no pueden perecer. Si este Libro nos enseña algo, si no es una ficción de principio a fin, nos enseña en cien lugares que “Proseguirá el justo su camino, y el limpio de manos aumentará la fuerza”. “Los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti”.
C. H. Spurgeon - ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca!

jueves, 14 de junio de 2012


Hay pacientes en Londres que estarían muy felices de ser recibidos en un hospital. Estarían felices si pudieran ser llevados mañana por la mañana a algunas de esas nobles instituciones, para ser cuidados allá. Pero hay personas que están peor que ellos, pues hay algunos que no podrían ser transportados a un hospital, ya que podrían morir en el camino. Si han de ser sanados del todo alguna vez, están en una condición tan mala, que el doctor tiene que visitarlos. ¡Oh!, y ése es también el caso de algún pecador, y algunos lo sienten, y por esto tenemos la oración: “Visítame con tu salvación”. “Aquí, Señor, me postro delante de Ti, tan arruinado por el pecado que escasamente puedo volver mis ojos a la cruz; estoy muy ciego. Es cierto que Tu gracia puede salvar, pero mi mano está paralizada, y no puedo asir Tu gracia. Es verdad que Tu amor puede penetrar mi corazón, pero, ¡ah!, mi corazón se siente tan duro; entonces, ¿cómo puede entrar allí Tu amor? Oh, Salvador, Tú tienes que hacerlo todo por mí, pues mi caso es desesperado”. Cristo ama tales casos. Él vino a buscar y a salvar, no a los medio perdidos, sino a los perdidos. Deposita tu caso desesperado en Sus manos, ya que Él ha salvado a pecadores desesperados miles de veces, y los seguirá salvando todavía. Yo pido que antes de que descanses esta noche, antes de que te retires a tu cama, y te atrevas a cerrar tus ojos, que ésta sea la oración de tu corazón: “Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo; visítame con tu salvación”. 
C. H. Spurgeon - Un Ruego Excelente

Esta oración es una oración evangélica. Dice: “Acuérdate de mí… según tu benevolencia”. Todo lo que un pecador recibe le llega como un acto de benevolencia. No puede llegarte de ninguna otra manera, pues si recibieras lo que mereces, no recibirías nada de amor, nada de misericordia, nada de gracia. ¡Oh, pecador!, acude a Dios sobre la base de la clemencia y di: “Por causa de Tu nombre, y por causa de Tu misericordia, ten piedad de mí, ya que soy un pobre individuo que no merece nada”. Es una oración evangélica. 
C. H. Spurgeon - Un Ruego Excelente

Cuando el ladrón agonizaba, no dijo: “Juan, ora por mí”. Juan estaba allí. El ladrón no miró a la madre de Cristo diciendo: “Virgen santa, ora por mí”. Podría habérselo dicho. Él no se dirigió a ninguno de los apóstoles ni a los santos acompañantes que estaban en torno a la cruz. Él sabía adónde mirar, y, volviendo sus ojos agonizantes hacia Aquel que sufría en la cruz central, no dijo otra oración que ésta: “Señor, acuérdate de mí”. Es todo lo que necesitas. Ora pidiéndole a Dios, y sólo a Dios, pues sólo de Él debe venirte la misericordia. 
C. H. Spurgeon - Un Ruego Excelente

"Yo no soy lo que debería ser, yo no soy lo que quiero ser, yo no soy lo que espero ser en otro mundo. Pero aun así, yo no soy lo que solía ser antes, y, por la gracia de Dios, soy lo que soy".
John Newton, citado por J. C. Ryle.

miércoles, 13 de junio de 2012

En uno de los condados del norte de Inglaterra, había una mujer, una creyente en el Señor Jesucristo, cuya oración por su marido subía continuamente; pero él nunca entró en la casa de Dios, y la despreciaba porque asistía a la iglesia. Ella estaba acostumbrada a ir sola a su lugar usual de adoración, sin la compañía de compañeros humanos, y, sin embargo, no estaba completamente sola, pues había un perro que siempre iba con ella. Este perro se echaba enrollado bajo su asiento, y se quedaba muy quieto durante el servicio, y luego caminaba de regreso a casa con su ama. El primer domingo después de que ella murió, el pobre perro fue a la casa de reunión como lo hacía usualmente, y se echó en su antiguo lugar. Hizo lo mismo el siguiente domingo, y el esposo, notando que el perro salía tan regularmente, quedó intrigado por su acción, y se preguntaba adónde iría el perro ahora que su ama había partido; así que pensó que iría para ver. El perro fue delante de él hasta el asiento de su antigua ama, y se echó allí; el hombre entró buscando al perro, y se sentó en el lugar que solía ocupar su esposa, y Dios ayudó al ministro aquel día, para mostrarle que sus buenas obras y su justicia propia, en las que siempre había confiado, no bastarían para su salvación, y le predicó la plena salvación de Cristo Jesús, y el hombre creyó y vivió. ¿Acaso no fue él también "uno nacido fuera de tiempo", pues las oraciones de su esposa por él habían terminado, y ella había partido? Sin embargo, él fue llevado a Cristo.
C. H. Spurgeon - Sermón #2663

El señor Tennant, un famoso ministro norteamericano del tiempo de Whitfield, uno de los hombres más denodados y seráficos que hayan proclamado el Evangelio de Jesucristo, tenía un oyente que permanecía inconmovible ante una buena cantidad de sus sermones más fieles. Otros fueron salvados, pero no este hombre; parecía indiferente e inconmovible; pero, un cierto domingo, sucedió algo muy inusual. El señor Tennant había preparado su sermón con sumo cuidado, era lo que suele llamarse un sermón elaborado, que le había costado todo el pensamiento y todos los esfuerzos posibles; pero no se había adentrado mucho en la predicación cuando su memoria le falló por completo, y su mente rehusó trabajar, y, después de dar tumbos por unos momentos, se vio obligado a sentarse en medio de gran confusión, y confesar que no podía predicar a la gente ese día. El hombre que he mencionado, que nunca se había visto impresionado bajo el ministerio del señor Tennant, fue llamado aquel preciso día por la gracia soberana, como "uno nacido fuera de tiempo", pues fue conducido a ver que había una fuerza espiritual y sobrenatural que usualmente ayudaba al pastor a predicar, y que, cuando esa influencia divina fue retirada, el señor Tennant quedó tan débil como los demás hombres, y no pudo hablar con poder, como solía hacerlo.
Esta verdad, de alguna manera u otra, -pues las mentes humanas están extrañamente constituidas, y las cosas que no tienen efecto sobre ciertas personas, afectan muy grandemente a otras que participan de la misma experiencia-; esta verdad, repito, indujo al hombre a pensar; y cuando pensó, fue conducido a creer en Dios y a confiar en el Señor Jesucristo para la salvación de su alma. Él fue, sin ninguna duda, uno "nacido fuera de tiempo".
A mí me gustaría sufrir un colapso, como lo experimentó el señor Tennant, si por ese medio algunos de ustedes nacieran de nuevo para Dios; preferiría quedarme mudo, y ganar un alma para Jesús, que hablar lenguas humanas y angélicas, pero que los corazones de los hombres no fuesen conmovidos por la verdad que proclamo.
Cuán a menudo he experimentado que he regresado a casa, y he suspirado, y he clamado, y he gemido por un sermón en el que no sentí ninguna libertad, y que más bien consideraba un completo fracaso, pero se ha demostrado posteriormente que, una persona por aquí, y otra por allá, han pasado al frente bendiciendo y alabando a Dios precisamente por aquel testimonio que me parecía tan defectuoso y débil, pero que el Espíritu del Señor grabó salvadoramente en ellos. Así que, todavía, hay algunos que, de esta manera, son "nacidos fuera de tiempo", por medio del uso que hace el Espíritu Santo incluso de la debilidad y del aparente fracaso del predicador.
Podemos utilizar otra ilustración tomada del lado opuesto de la misma verdad. Algunos son convertidos cuando dan la impresión de estar en un estado mental en el que parecería muy improbable que fuesen conmovidos. Recuerdo que me encontraba un día en casa del doctor Campbell, cuando me narró la historia de un ministro estaba predicando una noche en el antiguo Tabernáculo de Whitefield en Moorfields, y estaban presentes, bajo muy extrañas circunstancias, dos jóvenes que habían caído en hábitos disipados, y que se habían citado en esa precisa noche para cometer algún grave pecado. Si hubiesen hecho lo que habían planeado, podría haber sucedido que se hubiesen lanzado a una carrera de vicio de la cual, tal vez, no se habrían podido desenredar nunca. Ellos iban pasando por el Tabernáculo de Moorfields, que algunos de ustedes recuerdan, y como querían saber la hora en la que habrían de llevar a cabo este propósito impío, uno de ellos le dijo al otro: "entra y mira la hora; con seguridad hay un reloj allí dentro." Pero el reloj no estaba colocado como está colocado aquí, a espaldas del predicador, sino en el lado opuesto; así que el joven tuvo que caminar dentro del templo un trecho mayor del que hubiera querido, para poder ver el reloj. Si recuerdo correctamente, el predicador esa noche era Matthew Wilks, y estaba simplemente expresando un comentario singular, algo que llamó la atención del joven y que lo retuvo en el pasillo. Su compañero esperó afuera durante unos instantes, pero como hacía frío, decidió entrar, y mirar él mismo reloj, y sacar a su amigo. Entró; las flechas del Señor traspasaron el corazón de ambos jóvenes, y el segundo de esos dos jóvenes era John Williams, el famoso misionero, y, finalmente, el mártir de Erromanga. Así, ellos también fueron "nacidos fuera de tiempo."
Era difícil pensar en la posibilidad de que esos hombres se convirtieran en predicadores del Evangelio, como lo hicieron, puesto que en aquel preciso momento, estaban desesperadamente decididos a cometer un grave pecado contra Dios, y sus corazones estaban enteramente entregados a los placeres y a las insensateces de este mundo; pero así sucedió, y nuestro Señor sabe todavía cómo detener a los hombres, así como detuvo a Saulo de Tarso cuando iba camino a Damasco. 
C. H. Spurgeon - sermón no. 2663



domingo, 10 de junio de 2012


“El más valeroso creyente descubre algunas veces que su fe se convierte en incredulidad”.

C. H. Spurgeon – sermón #3444 – Vol. 61

jueves, 7 de junio de 2012

I. Entonces, en primer lugar, tenemos aquí EL LETARGO DE LA MUERTE, en el que todos nosotros nos encontramos sumidos por naturaleza. Ven conmigo ahora, cristiano, a "la piedra de donde fuiste cortado," al "hueco de la cantera;" a la arcilla fangosa "de donde fuiste arrancado." Ven conmigo a las cámaras de la muerte; pues allí estuvo una vez tu alma, "muerta en tus delitos y pecados." Hay algunas personas en este mundo, lo sabemos, que niegan rotundamente que el pecador esté realmente muerto en pecados. Yo recuerdo que, hace algún tiempo, escuché a un predicador que aseveraba que, aunque las Escrituras decían que los hombres estaban muertos, se referían a una muerte metafórica: que no estaban real ni verdaderamente muertos, sino sólo metafóricamente. Ahora bien, cuando hay una metáfora, a mí me gusta siempre apegarme a esa metáfora hasta el final.

Algunos de los eminentes doctores de la época de Rowland Hill, afirmaban que no existían los ángeles, que únicamente se trataba de metáforas orientales. "Muy bien," comentó Rowland Hill, "entonces fue un grupo de metáforas orientales el que cantó al nacimiento de Cristo: "¡Gloria a Dios en las alturas!" Los ángeles son metáforas orientales: entonces fue una metáfora oriental la que hirió a 185,000 combatientes del ejército de Senaquerib en una sola noche. Los ángeles son metáforas orientales: entonces fue una metáfora oriental la que se presentó a Pedro en prisión, y rompió sus cadenas, y lo condujo por las diferentes calles. "Verdaderamente," dijo, "¡estas metáforas orientales son unas cosas maravillosas!"

Intentaremos aplicar la misma regla aquí. "¡Y él, metafóricamente, os dio vida a vosotros, cuando estabais metafóricamente muertos en vuestros delitos y pecados!" ¡Ese es un admirable evangelio metafórico! Además: "tener una mente carnal, es la muerte metafórica; tener una mente espiritual, es vida metafórica y es paz metafórica." Un lenguaje así no tiene ningún significado. Amigos míos, este asunto acerca de la muerte metafórica es una insensatez; los hombres están realmente muertos en un sentido espiritual.

Pero debo decirles en qué consiste esta muerte. Para comenzar, entendamos que hay diferentes grados de vida. Está la vida de una planta, que la piedra no posee; por lo tanto, la piedra está muerta. Está la vida de un animal, que la planta no posee; y si se hablara de vida animal, podría describirse a la planta como muerta en ese sentido. Además, hay una vida mental; y puesto que el animal no tiene mente, podría decirse que el animal está muerto mentalmente. Luego hay un grado más allá de la vida del alma de un hombre: la vida espiritual.

El hombre impío tiene únicamente dos partes: alma y cuerpo; el cristiano tiene tres: cuerpo, alma y espíritu; y como un cuerpo sin un alma estaría naturalmente muerto, así, un hombre sin espíritu, un hombre que no haya tenido una chispa provocada por el grandioso ser de luz llamado Dios, está muerto espiritualmente. Sin embargo, hay algunas personas que aseveran que los hombres que son impíos están espiritualmente vivos. Vamos, pecador, si tú piensas así, debo debatir contigo por unos momentos.
C. H. Spurgeon - La Resurrección Espiritual