miércoles, 31 de agosto de 2011

La Lógica del Amor

Amados, habemos unos cuantos que sabemos mucho acerca de las profundidades del amor de Dios. Nuestro amor es superficial. ¡Ah, cuán superficial! El amor a Dios es como un gran monte. La mayoría de los viajeros lo avistan a la distancia, o recorren el valle en torno a su base. Unos cuantos escalan hasta un descansadero ubicado en alguna de sus elevadas estribaciones, desde donde ven una porción de sus sublimidades. Por aquí y por allá algún viajero aventurero escala un pico menor, y mira al glaciar y a la elevada montaña a una distancia muy cercana. Más escasos aún son aquellos que escalan el pináculo más alto y pisan la nieve virgen.

Así es en la Iglesia de Dios. Todo cristiano permanece bajo la sombra del amor divino; unos cuantos disfrutan y regresan ese amor en un grado notable; pero hay unos cuantos –en esta época, tristemente, unos pocos- que alcanzan un amor seráfico, que ascienden al monte del Señor para estar allí donde el ojo del águila no se ha posado, y para caminar por el sendero que el cachorro del león no ha hollado nunca, por los lugares altos de una completa consagración y de un ardiente amor inextinguible.

Ahora, fíjense bien, puede ser difícil ascender tan alto, pero hay una ruta segura, y solo una, que el hombre tiene que seguir si quiere alcanzar esa sagrada elevación. No es la senda de sus obras, ni la vereda de sus propias acciones, sino ésta: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. Juan y los apóstoles confesaron que así habían obtenido su amor. Para el amor más sublime que haya resplandecido jamás en algún pecho humano no hubo otra fuente que ésta: Dios amó primero que el hombre. ¿No ven ustedes cómo es eso? Saber que Dios me ama echa fuera mi temor atormentador acerca de Dios, y una vez que ese temor es expulsado, hay espacio para un abundante amor a Dios. Cuando el miedo sale, el amor entra por la otra puerta. Así que entre más fe en Dios haya, más espacio hay para el amor que llena el alma.

C. H. Spurgeon - Sermón no.1008

Sobre el amor a Dios

Hay algunas gracias que, en su vigor, no son absolutamente esenciales para la pura existencia de la vida espiritual, aunque son muy importantes para su sano crecimiento; pero el amor a Dios tiene que estar en el corazón, o de lo contrario no hay allí ninguna gracia de ningún tipo. Si alguien no ama a Dios, no es un hombre renovado. El amor a Dios es una marca que está siempre asentada sobre las ovejas de Cristo, pero que nunca está asentada sobre nadie más. Al reflexionar sobre esta sumamente importante verdad, quiero que consideren el contexto del texto. Encontrarán en el versículo séptimo de este capítulo, que el amor a Dios es establecido como una indispensable señal del nuevo nacimiento. “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. Entonces no tengo ningún derecho a creer que soy una persona regenerada a menos que mi corazón ame a Dios verdadera y sinceramente. Sería vano que yo, si no amara a Dios, citara el certificado que registra una ceremonia eclesial y dijera que eso me regeneró. Ciertamente no hizo eso, pues de otra manera se habría presentado el resultado seguro. Si he sido regenerado, yo podría no ser perfecto, pero sí puedo decir esto: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Cuando por la fe recibimos el privilegio de convertirnos en hijos de Dios, recibimos también la naturaleza de hijos y con amor filial clamamos: “¡Abba, Padre!” Esta regla no tiene ninguna excepción. Si un hombre no ama a Dios, tampoco ha nacido de Dios. Muéstrenme un fuego sin calor y entonces pueden mostrarme una regeneración que no produce amor a Dios, pues así como el sol tiene que producir su luz, así un alma que por la gracia divina ha sido creada de nuevo, tiene que poner de manifiesto su naturaleza mediante un sincero afecto hacia Dios”. “Os es necesario nacer de nuevo” pero ustedes no han nacido de nuevo a menos que amen a Dios. Entonces cuán indispensable es el amor a Dios.
C. H. Spurgeon - La Lógica del Amor, sermón no. 1008

lunes, 29 de agosto de 2011

Aspectos de la Santidad

6. Algunos usos prácticos que podemos darle a la doctrina del pecado

a) En primer lugar una visión escritural del pecado es uno de los mejores antídotos para un tipo de teología vago y nebuloso que es tan común: ‘algo acerca de Cristo, algo acerca de la gracia, algo acerca de la fe’. Esa teología nebulosa no ejerce ninguna influencia en la vida cotidiana ni proporciona paz en la hora de la muerte. Quienes se someten a un tipo de teología así, a menudo se dan cuenta demasiado tarde que no hay nada sólido o real en su religión.

Los seres humanos no mirarán resueltamente al cielo ni vivirán como peregrinos aquí mientras no sientan realmente que están en peligro de irse al infierno por causa de sus pecados. Podemos estar seguros de que las personas no vendrán nunca a Jesús y no estarán con Él ni vivirán para Él, si no saben por qué necesitan venir. Aquellos a quienes el Espíritu Santo atrae a Cristo son los mismos a quienes les ha infundido una convicción de su pecaminosidad.

b) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto para contrarrestar la teología liberal y modernista. La tendencia de esta teología es rechazar todas las declaraciones dogmáticas de la verdad e intentar convencernos de que todo es verdad, que todo el mundo está en lo correcto y que eventualmente todo el mundo será salvado. La expiación de Cristo, la personalidad del demonio, los milagros de los que habla la Escritura, la realidad y la eternidad del castigo futuro, todas estas verdades han sido descartadas por la errónea creencia de que hacerlo hará que el cristianismo sea más aceptable frente a las ideas modernas.

c) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto para un tipo de cristianismo ceremonial y formal. Un niñito se queda satisfecho con los juguetes y con diversos objetos en tanto que no esté hambriento. Lo mismo sucede con nosotros en los asuntos del alma. Una vez que una persona entiende su pecado y su necesidad de un Salvador, entonces la música, las flores, las velas, el incienso, los pendones y las ceremonias elaboradas por el hombre le parecerán un triste desperdicio de tiempo.

d) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto contra la teoría de la perfección libre de todo pecado. Por todos los medios hemos de apuntar a lo más alto. Pero si la gente habla en serio cuando nos dice que en este mundo un creyente puede vivir por años en una inquebrantada comunión con Dios, debo decir que tal visión no es escritural y es peligrosa. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1: 8).

e) Una visión escritural del pecado es el mejor antídoto en contra de las visiones rastreras de la santidad personal. Durante mucho tiempo he tenido una triste convicción de que la norma de vida cotidiana entre los cristianos profesantes ha ido en declive paulatinamente. Pudiera ser que el incremento de las riquezas haya introducido una plaga de mundanalidad y un gusto por sentirse a sus anchas. Pudiera ser que la controversia religiosa haya marchitado nuestra vida espiritual. Sea cual fuese la razón, ha habido últimamente una norma más baja de santidad personal de la que solía haber en los días de nuestro padres. Yo estoy convencido de que el primer paso para alcanzar una norma más alta de santidad es darse cuenta más plenamente de la sorprendente pecaminosidad del pecado.
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

lunes, 22 de agosto de 2011

Diario de Spurgeon

22 de Mayo – 1850

Mi debilidad es mi mayor fuerza, pues es entonces cuando confío únicamente en Jesús, cuando siento mi propia dependencia. Yo soy una vasija de barro y he estado entre las ollas de los irredentos. ¡Hazme ahora una vasija para Tu uso! Tu sangre es mi confianza, pues he sido lavado; ¿quién me ennegrecerá ahora como para que no esté sin mancha al final? ¡Dicha, dicha indecible, éxtasis divino, yo vuelo más allá de los confines de la tierra y mi Esposo me sostiene en Sus brazos y yo soy Suyo y Él es mío, mi glorioso Príncipe, mi Redentor, mi Amor!

martes, 16 de agosto de 2011

Aspectos de la Santidad

5. Lo relativo a la falacia del pecado

La falacia del pecado puede ser demostrada por nuestra disposición a ofrecer excusas por él y a minimizar su culpa. Decimos: ‘Es sólo un pecadito… Dios es misericordioso… teníamos una buena intención… no podemos ser tan detallistas… ¿dónde está el daño?’ ¿Qué es lo queremos decir? Queremos decir que estamos tratando de engañarnos a nosotros mismos para creer que el pecado no es realmente tan pecaminoso. Me temo que no nos damos cuenta de la sutileza extrema del pecado. Raramente se presenta como pecado, al principio.

Qué razones reales tenemos para la humillación y el abatimiento del ego; razones para considerar la necesidad de un cambio de corazón, el cambio que la Biblia llama regeneración, nuevo nacimiento y conversión. Por otro lado, cuán agradecidos debemos estar por el mensaje evangélico que nos habla del remedio para nuestra enfermedad. No tenemos que tener miedo de estudiar la naturaleza, el origen, el poder, el alcance y la vileza del pecado si, al mismo tiempo, miramos a la salvación provista para nosotros en Jesucristo. “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5: 20).

J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

jueves, 11 de agosto de 2011

Aspectos de la Santidad

4. Lo relativo a la maldad del pecado

Yo no creo que nosotros, con nuestra inadecuada concepción del pecado, podamos captar jamás su extrema fealdad ante los puros ojos de Dios. Un ciego no puede notar la diferencia entre una obra de arte famosa y una ruda señal en una aldea; un sordo no puede notar la diferencia entre un simple silbato y un gran órgano.

Tenemos que fijar en nuestras mentes lo que dice el profeta acerca de Dios: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1: 13), y que, por tanto, “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18: 4). Incluso de los labios de Jesús tenemos las palabras: “E irán éstos al castigo eterno” (Mateo 25: 46). ¡Estas son palabras terribles cuando consideramos que están escritas en el libro de un Dios misericordioso!

J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


lunes, 8 de agosto de 2011

Yo siento un gran deseo en mi corazón y me gustaría compartirlo con ustedes. Mi deseo es que haya más convertidos en este lugar de los que hubieren sido convertidos jamás en cualquier lugar desde que el mundo existe, pues nunca antes fue congregada una audiencia tal para oír a un hombre. Si me será concedido ese deseo, yo no lo sé, pero si tenemos suficiente fe para eso, podría suceder y sucederá; ¿por qué no habría de suceder? ¡Oh, que algunos grandes pecadores pudieran ser salvados, pues siempre se convierten en los mejores santos! ¡Oh, que el Señor tomara a algunos de los cabecillas del ejército del diablo y los convirtiera en lugartenientes a Su servicio! Nadie es tan valiente por Cristo como quienes fueron osados para pecar. ¡Que la grandiosa misericordia los encuentre a ustedes, empedernidos pecadores! Recuerden que el camino de la salvación es éste: confíen en Jesús, y serán salvos; mírenlo a Aquel a quien les he presentado justo ahora sangrando, gimiendo y muriendo en el madero. ¡Miren, miren, y vivan! Dependan únicamente de Él, entréguenle su corazón únicamente a Él, y descansen en Él, y recuerden que no es posible que alguien venga a Jesús y ponga su confianza en Él y aun así perezca.
C. H. Spurgeon . Sermón #743





miércoles, 3 de agosto de 2011

¡Ah, amigo mío!, permíteme que te asegure, y, ¡oh!, cuánto me alegra poder hacerlo, que hay esperanza para el más vil por medio de la sangre preciosa de Jesús. Nadie podría ir demasiado lejos para que el largo brazo de Cristo no pudiera alcanzarle. Cristo se deleita en salvar a los peores pecadores. Él les dijo a Sus apóstoles: “Predicad el evangelio a toda criatura, pero comenzad”, ¿dónde?, “comenzad en Jerusalén. Allí viven los desdichados que escupieron en mi rostro. Allí viven los seres crueles que clavaron los clavos en Mis manos. Vayan y predíquenles el Evangelio a ellos primero. Díganles que puedo salvar, no meramente a los pequeños pecadores, sino al peor de los pecadores. Díganles que confíen en Mí y vivirán”.
C. H. Spurgeon - sermón # 742
¿Conoces el plan de salvación? Óyelo y vive por él. Has ofendido a Dios. Dios tiene que castigar el pecado. Es una ley inamovible que el pecado tiene que ser castigado. Entonces, ¿cómo puede Dios tener misericordia de ti? Pues bien, únicamente de esta manera: Jesucristo vino del cielo y sufrió en el lugar, en la condición y en sustitución de todos los que confían en Él. Sufrió lo que ellos debían haber sufrido, de tal manera que Dios es justo, y, con todo, es capaz al mismo tiempo de perdonar al peor de los pecadores a través de los méritos de Su amado Hijo. Cristo ha pagado todas tus deudas, si fueras un creyente en Él. Si tan sólo vienes y descansas en Jesús y únicamente en Jesús, Dios no puede castigarte por tus pecados, pues Él castigó a Jesús por ellos, y no sería justo de Su parte castigar a Cristo y luego castigarte a ti, exigir el pago de la Fianza primero y después exigir el pago del deudor.
C. H. Spurgeon - sermón #742