viernes, 30 de marzo de 2012

Cristo recibe a los pecadores


Hay una antigua tradición, que voy a repetir como una censura para quienes tienen justicia propia, y como un consuelo para los pecadores. Dean Trench, citando a un moralista persa, cuenta una de sus antiguas fábulas acerca de Jesús. Por supuesto, es únicamente una fábula; pero contiene el propio espíritu de la verdad acerca de la cual he estado predicando. Cuando Cristo, de acuerdo a esta fábula, viajaba a través de cierta región, se quedó en la cueva de un ermitaño. Sucedió que vivía un joven en una ciudad vecina, cuyos vicios eran tan grandes que, de acuerdo a la habladuría común, el diablo mismo no se atrevía a asociarse con él para no volverse peor de lo que era. Este joven, oyendo que el Salvador, que podía perdonar el pecado, se encontraba en la cueva del ermitaño, fue a verlo. Cayendo de rodillas, hizo la confesión de su culpa, y reconoció que era completamente indigno de misericordia, pero suplicó a Cristo, en el amor de Su gracioso corazón, que lo perdonara por el pasado, y lo convirtiera en un hombre nuevo en el futuro. El monje que vivía en la cueva, le dijo al joven: "vete de aquí; tú no eres digno de estar en un lugar tan santo como este"; y, volviéndose al Salvador, le dijo: "Señor, en el otro mundo, asígname un lugar tan lejos de este infeliz como sea posible". El Salvador respondió: "Tu oración ha sido escuchada; tú eres justo con justicia propia, así que te asigno tu lugar en el infierno; este hombre es penitente, y busca misericordia de mis manos; Yo le asigno su lugar en el cielo. De esta forma, ambos verán cumplido el deseo de su corazón." He aquí, en esa vieja fábula, la propia esencia de la doctrina de la justificación por fe. Vayan ustedes, los que confían en sus propias buenas obras, y perezcan. Vengan, ustedes, los que confiesan sus actos malos, ódienlos, huyan de ellos, y confíen en Jesús, y serán salvos, mientras que aquellos que andan tratando de establecer su propia justicia, perecerán eternamente. ¡Oh, que mi Señor atraiga a algunos de ustedes a Él en este instante! ¿Qué dices tú? ¿Acudirás a este Hombre, que recibe a los pecadores? Él te pide que vayas a Él; ¿irás? No puedes argumentar que eres demasiado vil, pues Él acepta a los propios desechos de los hombres: él no echará fuera a los desechados por el diablo, si sólo acuden a Él. Por muy desesperanzados que estén de ustedes mismos, no deben decir de Él: "me rechazará". Confíen en que los recibirá, y confíen en Él ahora. ¡Oh Espíritu del Dios viviente, demuestra la divinidad del Evangelio de Cristo, en esta precisa hora, convirtiendo a los leones en corderos, y a los cuervos en palomas, y que el primero de los pecadores demuestre Tu poder para salvar! Amén.
C. H. Spurgeon - sermón #2889

miércoles, 21 de marzo de 2012

Leyendo recientemente ciertas obras de algunos autores que pertenecen a la iglesia de Roma, me ha impresionado el maravilloso amor que revelan por el Señor Jesucristo. En un tiempo, yo tenía la convicción de que era imposible que alguien fuera salvado en esa iglesia; pero, frecuentemente, cuando termino de leer los libros de esos santos varones, me he sentido como un enano a la par suya, y me he dicho: “Sí, a pesar de sus errores, estos varones deben de haber sido instruidos por el Espíritu Santo. A despecho de todos los males que han abrevado tan profundamente, estoy completamente seguro de que deben de haber tenido comunión con Jesús, pues de otra manera no habrían podido escribir como lo hicieron”. Tales escritores son escasos y surgen a grandes intervalos pero, aun así, aun dentro de esa iglesia apóstata hay un remanente de acuerdo a la elección de la gracia.
C. H. Spurgeon - Resignación Cristiana - #2715

martes, 13 de marzo de 2012

¿Eres un elegido?

Yo pertenezco a Cristo por la redención, pero al mismo tiempo puedo estar seguro de que pertenezco al Padre: “Todo lo mío es tuyo”. ¿Confías en Cristo? Entonces tú eres uno de los elegidos de Dios. Ese sublime y profundo misterio de la predestinación no tiene que turbar el corazón de nadie que sea creyente en Cristo. Si crees en Cristo, entonces Cristo te redimió, y el Padre te eligió desde antes de la fundación del mundo. Descansa dichoso en esta firme creencia: “Todo lo mío es tuyo”.

¡Con cuánta frecuencia me he encontrado con personas que se turban por la elección! Quieren saber si son elegidas. Nadie puede venir al Padre, sino por Cristo; nadie puede llegar a la elección, sino por la redención. Si tú viniste a Cristo, y eres Su redimido, queda fuera de toda duda que fuiste escogido por Dios y que eres un elegido del Padre. “Todo lo mío es tuyo”.

C. H. Spurgeon - La Oración Pastoral de Cristo por Su Pueblo.

sábado, 10 de marzo de 2012

Aspectos de la Santidad

g) La santificación es algo que es susceptible de crecimiento y desarrollo. Un cristiano no puede ser más perdonado ni más justificado que cuando creyó por primera vez, pero ciertamente puede ser más santificado. Los santos más santos de Dios están todos de acuerdo: ven más, y saben más, y sienten más, y hacen más, y se arrepienten más y creen más, conforme avanzan en la vida espiritual y caminan más y más cerca de Dios. Hemos de crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3: 18).
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

miércoles, 7 de marzo de 2012

¡Las páginas de la historia sólo serían dignas de ser relegadas al olvido si no fuera por los dulces aromas que la iglesia ha dejado en ellas!


C. H. Spurgeon, sermón no. 482 – Volumen 8

viernes, 2 de marzo de 2012

Aspectos de la Santidad

La santificación es algo de lo que cada creyente es responsable. Los creyentes, como hijos de Dios, tienen el conocimiento del mensaje del Evangelio y tienen una nueva vida y una nueva esperanza en su interior. Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia (2 Pedro 1: 3). Si los cristianos, a pesar de todo, no son santos, ¿de quién es la culpa sino de ellos mismos? Si no son santificados, ¿a quién pueden culpar sino a ellos mismos? Si el Salvador de los pecadores nos proporciona gracia regeneradora, ¿no deberíamos estar seguros de que espera que usemos Sus dones? Dejar de hacer eso es estar entre quienes, tristemente, contristan al Espíritu.
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad