Se nos dice a continuación que Cristo vino para redimir a los que estaban bajo la ley; es decir, el nacimiento de Jesús, Su venida bajo la ley y Su cumplimiento de la ley, han liberado de la ley a los creyentes como un yugo de esclavitud. Ninguno de nosotros desea ser libre de la ley como una regla de vida; nos deleitamos en los mandamientos de Dios, que son santos, justos y buenos. Deseamos poder guardar cada precepto de la ley, sin una sola omisión ni transgresión. Nuestro sincero deseo es el de alcanzar una perfecta santidad, pero no miramos en esa dirección para nuestra justificación ante Dios. Si se nos preguntara hoy: ¿esperan ser salvados por medio de ceremonias? Respondemos: “Dios no lo quiera”. Algunos parecieran fantasear que el bautismo y la Cena del Señor han reemplazado a la circuncisión y a la Pascua, y que si bien los judíos eran salvados por una forma de ceremonial, nosotros hemos de ser salvos por medio de otra. Nunca demos cabida a esa idea; no, ni siquiera por una hora. El pueblo de Dios es salvo, no por ritos externos, ni formas, ni supercherías sacerdotales, sino debido a que “Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”, y Él guardó la ley de tal manera que, por fe, Su justicia cubre a todos los creyentes y no somos condenados por la ley. En cuanto a la ley moral, que es la norma de equidad para todo tiempo, no es un camino de salvación para nosotros. Una vez estuvimos bajo esa ley, y nos esforzábamos por guardarla con el objeto de ganar el favor divino; pero ahora no tenemos un tal motivo. La palabra era: “Haz esto, y vivirás”, y por tanto, nosotros nos esforzábamos como esclavos para escapar del látigo, y ganar nuestro salario; pero ya no es más así. Luego nos esforzamos por cumplir la voluntad del Señor para que Él nos amara, y para que fuésemos recompensados por lo que hicimos; pero ahora no tenemos el designio de comprar ese favor, pues lo disfrutamos segura y libremente sobre una base muy diferente. Dios nos ama por pura gracia y nos ha perdonado nuestras iniquidades gratuitamente, y esto por una bondad gratuita. Ya somos salvos, y eso no por obras de justicia que hayamos hecho, o por actos santos que esperamos realizar, sino enteramente por la gracia inmerecida. Y si es por gracia, ya no es por obras, y es nuestro gozo y gloria que sea todo por gracia de principio a fin. La justicia que nos cubre fue obrada por Aquel que nació de mujer, y el mérito por el cual entramos en el cielo es el mérito, no de nuestras propias manos o de nuestros propios corazones, sino de Aquel que nos amó y se entregó por nosotros. Entonces somos redimidos de la ley porque nuestro Señor fue nacido bajo la ley; y nos volvemos hijos y ya no más siervos porque el grandioso Hijo de Dios se hizo siervo en lugar nuestro.
C. H. Spurgeon - El Gran Cumpleaños, sermón #1815
miércoles, 26 de octubre de 2011
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