Esta es la sugerencia de la hora presente: si el mundo no quiere venir a Jesús, ¿no ha de suavizar Jesús el tono de Sus enseñanzas para el mundo? En otras palabras, si el mundo no quiere elevarse hasta la iglesia, ¿no debería descender la iglesia al mundo? En vez de convidar a los hombres a que se conviertan, y salgan de entre los pecadores, y se aparten de ellos, unámonos al mundo impío, entremos en unión con él, y así penetrémoslo con nuestra influencia permitiéndole que nos influencie a nosotros. Tengamos un mundo cristiano. Con este propósito, revisemos nuestras doctrinas. Algunas de ellas son pasadas de moda, inflexibles, severas e impopulares; por tanto, eliminémoslas. Usemos todavía las viejas frases para agradar a los que son obstinadamente ortodoxos, pero démosles nuevos significados para ganar a los infieles filosóficos, que merodean por los alrededores. Cercenemos las aristas de las verdades desagradables, y moderemos el tono dogmático de la revelación infalible: digamos que Abraham y Moisés cometieron errores, y que los libros que han sido tenidos en reverencia por tanto tiempo, están llenos de errores. Socavemos la vieja fe, e introduzcamos la nueva duda, pues los tiempos han cambiado, y el espíritu de la época nos sugiere el abandono de todo lo que sea demasiado severamente recto, y demasiado seguro de parte de Dios. La engañosa adulteración de la doctrina es acompañada de una falsificación de la experiencia. Ahora se les dice a los hombres que eran buenos cuando nacieron, o que fueron hechos buenos por el bautismo infantil, y por tanto la gran sentencia: "Os es necesario nacer de nuevo", es privada de su fuerza. El arrepentimiento es ignorado, la fe es una droga en el mercado comparada con la "duda honesta", y se prescinde de la lamentación por el pecado y de la comunión con Dios, para dar paso a los entretenimientos, y el socialismo, y la política de diversos matices. Una nueva criatura en Cristo Jesús es considerada como una amarga invención de los intolerantes puritanos. Esto es cierto, aunque a renglón seguido exaltan a Oliver Cromwell; pero, claro, ahora estamos en 1888 y no en 1648. Lo que fue bueno y grandioso hace trescientos años es simple mojigatería el día de hoy. Eso es lo que el "pensamiento moderno" nos está diciendo; y bajo su guía se le está suavizando el tono a toda la religión. La religión espiritual es despreciada, y una moralidad de moda es colocada en su lugar. Acicálate prolijamente el domingo; compórtate; y, por sobre todo, cree en todo, excepto en lo que leas en la Biblia, y te irá bien. Tienes que estar a la moda, y pensar como aquellos que profesan ser científicos: este es el primero y grande mandamiento de la escuela moderna; y el segundo es semejante: no seas singular, antes bien sé tan mundano como tus vecinos. De esta forma Isaac desciende hacia Padan-aram: de esta manera la iglesia está descendiendo al mundo. Los hombres parecieran decir: no tiene caso proseguir al viejo estilo, trayendo a uno de por aquí y a otro de por allá, procedentes de la gran masa. Necesitamos una manera más rápida de hacer las cosas. Esperar hasta que la gente sea nacida de nuevo y se vuelva seguidora de Cristo, es un largo proceso; debemos abolir la separación entre regenerados y no regenerados. Vengan a la iglesia, todos ustedes, convertidos e inconversos. Puesto que ustedes tienen buenos deseos y buenas resoluciones, eso será suficiente: no se preocupen por nada más. Es cierto que no creen en el Evangelio, pero nosotros tampoco creemos. Ustedes creen en una cosa u otra. Vengan, si no creen en nada, no importa; su "duda honesta" es mucho mejor que la fe.
"Pero" - dirás- "nadie habla así". Posiblemente no usen las mismas palabras, pero éste es el significado real de la religión del presente día; esta es la tendencia de los tiempos. Yo puedo justificar esta amplia afirmación que estoy haciendo basándome en la acción o en el lenguaje de ciertos ministros, que están traicionando arteramente a nuestra santa religión bajo la pretensión de adaptarla a esta era progresiva. El nuevo plan es asimilar la iglesia al mundo, y de esta manera incluir un área más extensa dentro de sus límites. Mediante actuaciones semidramáticas hacen que las casas de oración se asemejen a un teatro; convierten sus servicios en exhibiciones musicales, y sus sermones los transforman en arengas políticas o ensayos filosóficos; de hecho, convierten al templo en un teatro, y a los ministros de Dios los convierten en actores cuyo oficio es divertir a los hombres. ¿Acaso no es cierto que el día del Señor se está volviendo cada vez más un día de recreación o de holgazanería, y la casa del Señor es, ya sea un templo lleno de ídolos chinos, o un club político, donde hay más entusiasmo por un partido que celo por Dios? ¡Ay de mí! Los vallados están aportillados, derribados son sus muros, y para muchos, a partir de este momento, no hay iglesia excepto como una porción del mundo, y no hay Dios excepto como una fuerza imposible de conocer por la cual operan las leyes de la naturaleza. Esta, entonces, es la propuesta. Para ganar al mundo, el Señor Jesús debe someterse Él mismo y someter a Su pueblo y Su Palabra al mundo. No voy a detenerme por más tiempo en esta propuesta tan aborrecible.
C. H. Spurgeon, sermón #2047 - No debemos transigir.
miércoles, 19 de mayo de 2010
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