Hay una cierta mojigatería en los ministros que los descalifica para ciertas obras; no pueden hacer que su boca exprese una verdad en un lenguaje que las vendedoras de pescados entenderían. Bienaventurado es el hombre cuya boca dice la verdad de tal manera que las personas con las que habla la entienden.
C. H. Spurgeon, sermón #777
jueves, 13 de mayo de 2010
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