7 de Mayo – 1850
Otra vez tengo que confesar mi tibieza. Temo estar perdiendo mi primer amor. La frialdad y la inercia parecieran ser naturales en mí. Carezco de calor interno. Todo proviene del Sol de justicia a través de la rica y gratuita gracia soberana. ¡Qué misericordia es que no me haya quedado completamente muerto de frío, ni que hubiera sido entregado a la muerte estando pecaminosamente distanciado de Dios! ¡Señor, ayúdame a seguirte, y que Tu diestra me sostenga! ¡Oh, Señor, yo necesito fuerzas! No quisiera temer sino confiar en Tu omnipotencia.
jueves, 28 de octubre de 2010
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