"No podría decirles cuánto debo a las solemnes palabras de mi buena madre. Cuando éramos todavía unos niños, nos sentábamos en torno a la mesa y leíamos versículo por versículo de la Biblia, y ella nos explicaba la Escritura. A continuación venía el momento de las súplicas. Posteriormente venía la oración de nuestra madre. Recuerdo que en una ocasión su oración fue así: “Ahora, Señor, si mis hijos continúan en sus pecados, no será por ignorancia que perezcan. Y mi alma ha de ser un testigo dispuesto contra ellos en el día del juicio si no se aferran a Cristo”. Esa idea de una madre sirviendo de testigo voluntario en contra mía traspasó mi conciencia y sacudió mi corazón. Esta intercesión por ellos ante Dios, y por Dios ante ellos es el verdadero camino de llevar a los hijos a Cristo".
C. H. Spurgeon, Vol.10 Pág. 418
lunes, 10 de mayo de 2010
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