lunes, 10 de mayo de 2010

Cartas desde el sufrimiento - No.50

Westwood, Beulah Hill, Upper Norwood
18 de Octubre de 1891

A mi amado rebaño del Tabernáculo Metropolitano
Queridos amigos:

Puesto que todos ustedes oraron por mí tan importunamente, quisiera suplicarles que alaben conmigo de todo corazón. Mi estadía en la playa ha obrado portentos: me siento como un hombre completamente diferente, y mi doctor me da esperanzas de que cuando me haya restablecido no estaré tan mal, a pesar de los terríficos procesos por los que he pasado. ‘Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre’. Yo estoy muy, muy débil, y el restablecimiento de mi fortaleza tiene que esperarse que sea gradual. La inevitable caída de la temperatura es un gran peligro para mí, por varias razones, y por esto mi amigo médico desea que me vaya lejos. Espero salir el lunes 26. Oren para que mi viaje en compañía de mi esposa sea seguro. ‘Mil millas’ es una seria palabra para personas tan débiles. ‘Jehová cumplirá su propósito en mí’, y cuando regrese a ustedes en paz celebraremos un acto de acción de gracias en público, y bendeciremos al Señor sanador.

Los voy a dejar en las manos de nuestro Dios. Como una iglesia del Dios vivo ustedes son ‘como una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder’. El amor y la unidad de ustedes, igual que su oración y su fe, son conocidos por doquier. Espero que todas estas características soporten la presión adicional que será puesta sobre ustedes por la ausencia y la debilidad del pastor. Espero que lo soporten; pero cada uno de ustedes tiene que asegurarse de que la parte del servicio con la cual él o ella están individualmente involucrados, sea continuada con más eficacia que antes. Las almas tienen que ser salvadas, y Jesús ha de ser glorificado ya sea que el líder usual esté presente, o sea otro, o no haya ningún líder. Que el Señor escuche mi oración por ustedes, así como ha oído la oración de ustedes por mí. Yo estoy demasiado débil para hacer alguna aparición en público, o de lo contrario iría y suplicaría para que ahora, en la hora de su prueba, sean encontrados como oro puro que no teme que el calor continúe.

Les ruego su cooperación para con mi hermano, y con el señor Stott, y con los líderes en toda la obra regular y en el servicio de nuestro Señor. He llamado al doctor Pierson para que venga desde América con miras a que haya un avance en todo. Yo estaba ponderando el tema en mi corazón, y pensando que como ustedes han oído a tantos hombres diferentes pudiera ser bueno si, antes de mi retorno, alguien estuviera con ustedes por un buen tiempo, es decir, el mismo predicador durante algún tiempo. Nadie me sugirió al doctor Pierson; salió de mi corazón, y pienso que fui guiado por el Señor. Este amado hermano es el autor de varias obras poderosas del lado de la verdad, un hombre de un ardiente celo misionero. Yo he tenido la más íntima comunión de corazón con él como un paladín de la fe. Hace mucho tiempo me dijo que él renunciaría a toda ocupación para servirme, y yo le creí. Me senté a escribirle; y el hecho notable es que él ya me había escrito de tal forma que al día siguiente de mi carta tuve noticias suyas, dándome a entender que había llegado el momento en que su ofrecimiento inicial podría ser renovado. Yo creo que esto viene del Señor. Yo soy responsable por la acción, y no espero ninguna censura sino la aprobación manifiesta de mi Señor.

No permitan que nada decaiga. Pudiera haber algunas deficiencias que deban ser compensadas a mi regreso, pero traten de que sean tan leves como sea posible. Si los amigos ocuparan sus puestos no habría ninguna deficiencia.

No me voy a agobiar con ninguna preocupación. Dejo el rebaño con el Grandioso Pastor de las ovejas, y siento que ustedes serán guiados y alimentados. Que el Señor nos conceda que ya sea que hablemos o estemos callados, que nos regocijemos o suframos, que vivamos o muramos, todo sea para Su gloria y para el progreso de Su Evangelio. Yo soy deudor ahora de todas las iglesias y de todas las clases de la sociedad. La simpatía que me han mostrado cada día casi me rompe el corazón de gratitud. ¿Quién soy yo?

Una cosa sé: yo soy su amante servidor en Cristo Jesús, y el mensajero del Señor para muchas almas, que nunca me vieron, pero que han leído los sermones. Para ustedes, los del Tabernáculo, soy un pariente muy cercano.

Que Dios los bendiga.

Suyo en nuestra Cabeza que es una.

C. H. Spurgeon

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