miércoles, 5 de febrero de 2014

El paquete de sermones de Spurgeon

Muchos marineros han sido desenfrenados, temerarios, sin Dios, sin Cristo, y al fin han terminado en algún hospital extranjero. Ah, si su madre supiera que cayó con la fiebre amarilla, cuán triste se pondría, pues concluiría que pronto su amado hijo moriría lejos en la Habana, o en algún otro lugar, y que nunca regresaría a casa. Pero es justo en aquel hospital que Dios tiene el propósito de encontrarse con él. Un marinero me escribió contándome algo parecido a eso. Dijo: “Mi madre me pidió que leyera un capítulo cada día, pero nunca lo hice. Tuve que ser admitido en un hospital en la Habana, y mientras estaba ahí, había un hombre cerca de mí que se estaba muriendo, y murió una noche; pero antes de morir me dijo: ‘Amigo, ¿podrías acercarte a mí? Quiero hablar contigo. Tengo aquí algo muy preciado para mí. Yo era un sujeto desenfrenado, pero la lectura de este paquete de sermones me ha llevado al Salvador, y muero con una buena esperanza por medio de la gracia. Ahora, cuando muera y haya partido, toma estos sermones y léelos, y que Dios los bendiga para ti. ¿Y le escribirías una carta al hombre que predicó e imprimió esos sermones para decirle que Dios los bendijo para mi conversión, y que yo espero que los bendiga para ti también?’” Era un paquete de mis sermones, y Dios en efecto los bendijo también para aquel joven que, no tengo ninguna duda de ningún tipo, fue a ese hospital porque allí había un hombre que había sido llevado a Cristo que le entregaría las palabras que Dios había bendecido para él mismo y que bendeciría para su amigo. Tú no sabes, querida madre, tú no lo sabes. Lo peor que le puede pasar a un joven es algunas veces lo mejor que le puede pasar. 
C. H. Spurgeon - La Historia de un Esclavo Fugitivo

No hay comentarios: