lunes, 16 de noviembre de 2009

El poder del Evangelio

Es harto conocido el relato de la conversión de Spurgeon. En la providencia de Dios, en aquella fría mañana de Enero, le correspondería predicar a un hombre ignorante, sin educación, sin preparación, que carecería de palabras que ofrecer a su escaso auditorio, excepto este versículo de Isaías: 'Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más'. Por su misma falta de preparación, no pudo sino repetir este versículo una y otra vez, hasta que por fin, viendo a Spurgeon, se dirigió a él y le dijo: 'jovencito, veo que tienes serios problemas; Dios te dice: Mirad a mí'. Y Spurgeon nos comenta: 'miré y vi al instante'.

¿Quiere decir esto que Spurgeon recorrió en un instante todos los tratados de teología de los puritanos que había leído? ¿Que recordó todos los oficios de Cristo, Su venida a la tierra, Su vida, Su muerte, Su resurrección, Su ascensión y Su intercesión en la gloria? No lo creo. No tuvo tiempo para eso.

Yo creo que en la palabra de Dios: 'Mirad a mí' iba la fuerza que Spurgeon requería para mirar, así como cuando Jesús le dijo al ciego de nacimiento: 'Pues le has visto, y el que habla contigo, él es'. Y en ese mismo instante lo quitó la vendas que le producían la ceguera espiritual y los tapones de los oídos que le producían la sordera espiritual, y en ese instante, y sólo en ese instante le respondió: 'Creo, Señor; y le adoró'. A aquel ciego, el grandiosísimo milagro de la devolución de su vista le había dejado indiferente. Lo sabemos porque, después de recuperar la vista, regresó de inmediato a su casa y cuando los vecinos le preguntaron: '¿Dónde está él?', les respondió: 'No sé'.

Jesús tuvo que hallarlo como se halla a una oveja perdida y cuando le preguntó: '¿Crees tú en el Hijo de Dios'? el ciego a su vez le preguntó: '¿Quién es, Señor, para que crea?'

Vemos entonces que en las palabras 'Pues le has visto, y el que habla contigo, él es', iba la fuerza, iba el poder del Evangelio que le llevó a ver y oír y decir: 'Creo, Señor'.

Lo mismo le sucedió a Spurgeon. En las palabras: 'Mirad a mí' iba la fuerza que le hizo mirar en un instante. El ciego de nacimiento que era Spurgeon, dijo en aquel instante: 'Creo, Señor'

Por esta razón, Spurgeon predicaba con fe en el poder del Evangelio, porque lo había experimentado. Por eso supo hablar así:

"El predicador debe hablar en nombre de Dios o mejor callar. Hermano mío, si el Señor no te ha enviado con un mensaje, vete a la cama, o a la escuela o dedícate a tus cultivos; porque ¿qué importa lo que tú tengas que decir si sólo sale de ti? Si el cielo te ha dado un mensaje, proclámalo como tiene que hacerlo quien es llamado a ser la boca de Dios. Si inventamos nuestro propio evangelio en el camino, producto de nuestras cabezas, y componemos nuestra propia teología, como los boticarios preparan sus compuestos de medicinas, tenemos una tarea inacabable frente a nosotros, y el fracaso nos mira a la cara. ¡Ay de la debilidad del ingenio humano y de la falacia del razonamiento de los mortales! Pero si tenemos que entregar lo que Dios declara, tenemos una simple tarea que nos llevará a grandiosos resultados, pues el Señor ha dicho: "Así será mi palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía."

¿Dónde aprendió el apóstol a hablar de manera tan positiva? En el primer versículo de este capítulo nos dice: "Por esto, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que nos fue dada, no desmayamos." Él mismo había sido una vez un perseguidor; y había sido convencido de su error cuando se le apareció el Señor Jesús. Este fue un gran acto de misericordia. Ahora él sabía que sus pecados le habían sido perdonados; sentía en su propio corazón que era un hombre regenerado, cambiado, limpiado, creado de nuevo y esto era para él una evidencia contundente de que el Evangelio era de Dios. Para él, de cualquier manera, el Evangelio era una verdad comprobada, que no necesitaba ninguna otra demostración fuera del efecto maravilloso que había ejercido sobre él. Habiendo recibido, él mismo, la misericordia, juzgaba que otros hombres también necesitaban esa misericordia igual que él, y que el mismo Evangelio que había traído luz y consuelo a su propia alma, les traería la salvación también a ellos. Esto le animaba para su trabajo. Esta conciencia que tenía le impulsaba a hablar como alguien que tiene autoridad. No dudaba en lo más mínimo, pues hablaba de lo que había experimentado.

Ah, amigos, nosotros no solamente entregamos un mensaje que creemos que es de Dios, sino que decimos lo que ha sido probado y comprobado dentro de nuestras propias almas. Para un predicador no convertido debe ser un aprieto terrible, pues no tiene la evidencia de la verdad que proclama. Un hombre que no conoce el efecto del evangelio en su propio corazón debe soportar mucha ansiedad cuando predica el evangelio. ¿En realidad, qué sabe del Evangelio si nunca ha sentido su poder? Pero si ha sido convertido por su mediación entonces tiene mucha confianza y no será perturbado por las preguntas y estratagemas de los que se le oponen. Su conciencia más íntima lo fortalece durante la predicación del mensaje. Nosotros debemos sentir también la influencia de la palabra para que podamos decir lo que conocemos, y dar testimonio de lo que hemos visto. Habiendo recibido misericordia no podemos sino hablar de esa misericordia positivamente, como una cosa que hemos probado y experimentado: y sabiendo que es Dios quien nos ha dado la misericordia, no podemos sino hablar deseando ansiosamente que otros también puedan participar de la gracia divina".

2 comentarios:

Armando Marcos dijo...

Estimado Allan, Gracias por la mensaje!

Sé que no debería escribir de nuevo por eso, pero a veces, tengo ainda el temor y la duda si realmente he sentido el poder del evangelio en mi vida, como el apóstol Pablo. Oigo los sermones de Spurgeon, Tom, a veces oigo el Chuy Olivares, pero he oído y oigo cada vez que escucho, me siento culpable, no totalmente seguro de mi salvación! Recuerdo lo que me dijo el otro día aquí, de tener valor, pero en mi mente viene dudas, y la otra vez ya está en mi cabeza, "no es elegido, si és , te asegures de tener la certidumbre" o "si se elegido no cabe duda de que no o és "
o peor "si usted fuera elegido, usted no haceria esto o aquel pecado", o "si yo fuera verdaderamente salvo, no sería apropiado o esclavo aquí ou dessa cosa ali", etc, etc
sabes, es de 7 años, 12 de diciembre, creo que me converti, ouindo uno de estos telepastores el televisor. you pedi perdón por mis pecados, y "aceptado a Jesús" y crea ser uno creyente, empecé a querer leer la Biblia, pero no estoy bautizado en el tiempo, y me persecución em mi hogar acorvadou, a lá epoca, alme no sé si era seguro aun! A veces, creo que quiero a Cristo y creer en él de todo corazón, como predica Spurgeon, como diz que Cristo vengo a salvar a los pecadores( as veces em mi mente diz" mas uste no és pecador!,e eu no acepto issomas...") pero aquí viene algo que dice, "si lo hace, usted es negar lo que Cristo ha hecho usted" o "Si hago eso, sería Yo ni siquiera me engañas! "

Mil desculpas pelo horrible español, a maioria de lo que escrevi usei el Google, pero, gustaria

Abraços
Armando
(PS: you tengo traducido várias cosas del blog: el diário quase que toda vez que atualiza!)

Allan Román dijo...

Hola Armando: no te preocupes de hacerme la misma pregunta repetidas veces. Estoy para servirte.
Spurgeon recomendaba que en caso de duda, volvieras a realizar el proceso completo: reconocer que Dios es amor, etc. pero que también es justo y castiga el pecado. La ley nos habla de nuestra incapacidad de cumplirla y sólo nos queda una camino: el arrepentimiento y la fe salvadora. El arrepentimiento, aunque es nuestra obligación, tiene que ser un don de Dios. Hay que pedirlo. Cuando Dios nos dice: 'arrepiéntete', en la orden viene el poder para cumplirla. Ojo: no necesariamente nos llega de inmediato. Yo lo explico de esta manera: es como una bomba de tiempo, que va a estallar en el preciso momento que Dios lo haya dispuesto. Pero tenemos Su promesa que Su palabra no regresará a Él vacía, sino que cumplirá lo que Él ha dispuesto. Entonces, hay que pedir el arrepentimiento creyendo que Él lo da. De igual manera, cuando Él nos dice: 'cree', en esa orden está el poder de creer sólo que creeremos cuando Él lo disponga. Recuerda que hay creer en los tres oficios de Cristo: como Maestro, creyendo Sus enseñanzas. Como Sacerdote, confiando en Su capacidad de salvarnos y como Señor, entregándonos a Su Señorío. La fe, también, es un don de Dios, entonces pídelo, llevando en tu mano, cuando le pidas ese don, Su misma promesa: 'Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera'. Con esa promesa, no te apartes del pie de la cruz, porque el Señor te dará la salvación.

Ten mucho ánimo, Armando. Ten fe, porque no serás echado fuera.

Un abrazo,

Allan