Amados, ninguna mentira proviene de la verdad, y nadie que reciba una mentira, ha sido guiado a esa mentira por el Espíritu de Dios, diga lo que diga. Por otro lado, la verdad es como una recámara cerrada para el hombre no regenerado; podría leer el índice de lo que está contenido en la preciosa bodega, pero no puede entrar al aposento secreto: hay Uno que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra; y la llave con la que abre es el poder del Espíritu Santo. Cuando Él abre una doctrina para que un hombre la aprenda, ese hombre la aprende correctamente, y nunca podría conocerla de otra manera. Podrías asistir a una universidad y sentarte a los pies del más erudito Gamaliel del presente día, pero no podrías conocer nunca, con tu corazón, la verdad, a menos que el Espíritu Santo te la enseñe. Nosotros no conocemos nunca una verdad en todo su poder mientras no sea grabada con fuego en nuestra alma, como con un hierro candente, mediante una experiencia de su poder, o mientras no sea grabada como sobre bronce por medio de la revelación mística del Espíritu. Únicamente el Espíritu puede entretejer la verdad con el corazón, y hacerla parte y porción de nosotros mismos, de tal forma que está en nosotros y nosotros estamos en ella.
¿Han sido conducidos ustedes de esta manera a la verdad? Si es así, denle la gloria a Dios, pues el Espíritu certifica de esta manera su adopción.
Tomado del excelente sermón no.1220, La Guía del Espíritu - la marca secreta de los hijos de Dios, predicado por don Charles Haddon Spurgeon en el cada vez más lejano siglo 19. Sin embargo, cuando las palabras de un predicador tienen el sello del Espíritu Santo, permanecen extrañamente vivas.
domingo, 7 de junio de 2009
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