viernes, 31 de julio de 2009

El 14 de Noviembre de 1888 Spurgeon escribió en La Espada y la Cuchara: ‘Nuestro dolor es que hemos estado fuera de nuestro púlpito y apartados de nuestra obra pastoral, durante las tres semanas que esperábamos que habrían dejado al navío en casa en perfecto estado y apertrechado y a la tripulación preparada para soportar la ausencia del capitán. Ahora debemos irnos con muchos asuntos pendientes y con muchos propósitos incumplidos. Pero debemos partir, pues de nada serviría que nos quedáramos aquí, ya que además de no resolver nada, las cosas no mejorarían. Como no podemos gastar nuestra fuerza, es sabio ir donde podamos guardarla. El Señor, a quien servimos, no permitirá que nuestra inevitable falta de servicio sea una seria afectación para la iglesia, que constituye Su gozo y Su cuidado. Ya están cayendo lluvias de bendiciones, y partimos en medio del sonido de una abundante lluvia.’

domingo, 26 de julio de 2009

Cartas desde el sufrimiento - No.34

Westwood, Beulah Hill, Upper Norwood
Noviembre de 1888

Queridos amigos:

Mientras mi enemigo sólo castigaba mi pie, yo podía hollarlo, pero cuando al gran dolor se agregó un sentido general de malestar, y ya no pude más pisar en tierra, me vi obligado a rendirme. Pienso que en este año he sido altamente favorecido por haber tenido tan pocas interrupciones. Confío que el Señor haya hecho fructífero mi ministerio entre ustedes. Podría no haberlo sido, si, de vez en cuando, Él no me hubiere enseñado, aparte, algunas lecciones personales.

Yo espero, con la bendición de Dios, estar recuperado para el próximo domingo, y posiblemente incluso para el jueves; pero al presente no puedo ponerme de pie.

Lo siento mucho pues sólo contaba con tres domingos antes de mi partida y me habría gustado que fueran especialmente buenos. Ruego a Dios que sean mejores, por medio del ministerio de otros, de lo que hubieran sido a través de mi ministerio. Envío mi afecto a todos y cada uno de ustedes; y así como solicito sus oraciones, yo también oro afectuosamente. Es Señor esté con ustedes.

Suyo de corazón

C. H. Spurgeon

domingo, 19 de julio de 2009

El testimonio de los anabaptistas

En el año de 1582, Franz Agricola, un teólogo católico romano de la provincia holandesa de Limburg, escribió en su libro Contra los terribles errores de los anabaptistas:

“Entre las sectas heréticas existentes, no hay ninguna que, en apariencia, lleve una vida más modesta o piadosa que la de los anabaptistas. Son irreprochables en su vida pública. No engañan, no juran, no pelean, no hablan ásperamente. Evitan las comidas y bebidas inmoderadas. No buscan la notoriedad personal, y entre ellos se encuentran la humildad, la paciencia, la rectitud, la pulcritud, la honestidad, la templanza y la integridad, en tal medida que uno podría suponer que tienen al Espíritu Santo.”

Por supuesto que el testimonio que ofrecían los anabaptistas, reconocido por Agricola incluso en su propia diatriba en contra de ellos, no quedó sin efecto en todas aquellas personas que tenían un anhelo por unas expresiones semejantes de cristianismo.

Esto debería ser un llamado para una revisión de nuestras vidas y de nuestro testimonio cristiano.

jueves, 16 de julio de 2009

C. H. Spurgeon y los anabaptistas evangélicos

Y ahora, me parece a mí que, en este día, cuando alguien nos pregunta: “Ustedes, como denominación, ¿cuáles grandes nombres pueden mencionar? ¿De cuáles padres pueden hablar?”, podemos responder: “más que cualquier otra denominación bajo el cielo, pues nosotros somos la antigua Iglesia apostólica que nunca se ha inclinado al yugo de los príncipes; nosotros, que somos conocidos entre los hombres, en todas las épocas, por diversos nombres, tales como donatistas, novacianos, paulicianos, petrobrusianos, cátaros, arnoldistas, valdenses, Lolardos y anabaptistas, hemos contendido siempre por la pureza de la Iglesia, y por su distinción y separación del gobierno humano. Nuestros padres fueron hombres habituados a las durezas, y desacostumbrados a la comodidad. Ellos nos presentan a nosotros, sus hijos, una línea ininterrumpida que viene legítimamente de los apóstoles, no a través de la inmundicia de Roma, no por las manipulaciones de los prelados, sino por la vida divina, la unción del Espíritu, la comunión del Hijo en el sufrimiento y la del Padre en la verdad.” Pero, ¿qué son nuestros padres a menos que comprobemos que somos sus dignos hijos? Prescindamos de nuestro linaje, y veamos si tenemos una gracia presente mediante la cual demostremos la sucesión de la que nos jactamos.

La verdadera sucesión apostólica, 1961, El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano. C. H. Spurgeon

miércoles, 15 de julio de 2009

C. H. Spurgeon y los anabaptistas evangélicos

Siento, esta noche, como si estuviera devolviendo las escrituras de este edificio a los verdaderos propietarios, reconociendo que esta casa no pertenece a ningún hombre, sino, primero, al Dios del mundo entero, y, en seguida, a quienes sostienen la pura, primitiva y antigua fe apostólica. Nosotros creemos que los bautistas son los cristianos originales. Nosotros no comenzamos nuestra existencia en la época de la reforma. Nosotros fuimos reformadores antes de que nacieran Lutero o Calvino. Nosotros no salimos nunca de la iglesia católica de Roma, pues nunca pertenecimos a ella, y tenemos una línea continua hasta los propios apóstoles. Hemos existido siempre desde los propios días de Cristo, y nuestros principios, a veces velados y olvidados, como un río que corre subterráneamente por trechos, han tenido siempre santos y honestos adherentes. Perseguidos igualmente por los católicos de Roma y por los protestantes de casi todas las denominaciones, nunca ha existido un gobierno que sostuviera los principios bautistas que persiguiera a otros; tampoco, creo yo, ningún cuerpo de bautistas sostuvo alguna vez que fuera correcto poner a las conciencias de otros bajo el control del hombre. Hemos estado preparados siempre para sufrir, como nuestros martirologios lo demuestran, pero no estamos prestos a aceptar ninguna ayuda del estado para prostituir la pureza de la Esposa de Cristo, para establecer alguna alianza con el gobierno, y nunca haremos de la Iglesia, aunque sea la Reina, la déspota de las conciencias de los hombres.
Reunión pública de nuestros hermanos Bautistas de Londres
Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, con motivo de la inauguración del nuevo edificio. La reunión se celebró el martes 2 de Abril de 1861, y la presidió Sir Morton Peto.

domingo, 12 de julio de 2009

Félix Manz - Un meteoro en la noche

El 5 de Enero de 1527, Félix Manz fue condenado a muerte, porque “en contra del orden y costumbre cristianos, se ha involucrado en el Anabaptismo… porque confesó haber dicho que quería reunir a las personas que aceptaran a Cristo y le siguieran, y unirse con ellas en el bautismo… de tal manera que Manz y sus seguidores se han separado de la Iglesia Cristiana y han estado a punto de formar y preparar una secta propia… porque condena la pena capital… debido a que tal doctrina es dañina y contraria al uso común de toda la cristiandad, y conduce a ofensa, insurrección y sedición contra el gobierno,… Manz será entregado al verdugo, quien le atará las manos, lo subirá a un bote, lo llevará hasta la última casa, (que estaba ubicada en una isla en medio del río) y allí colocará sus manos atadas a la altura de los tobillos, después de pasar sus brazos sobre sus rodillas, y colocará una vara entre sus rodillas y sus brazos, y así será empujado al agua, y se le dejará perecer en el agua; por este medio habrá expiado a la ley y la justicia…su propiedad será confiscada también.”

Desde la muerte de Conrad Grebel, Manz se había convertido claramente en el líder más destacado entre los Hermanos Suizos. Su noble vida, elocuencia, educación y entusiasmo, le habían vuelto extremadamente popular con las masas. En ese mismo grado, era un sedicioso peligroso en lo que concernía a Zuinglio. Por tanto, Manz debía ser eliminado.

Manz, de acuerdo a la sentencia, fue llevado maniatado desde la prisión de Wellenberg hasta el bote, después de atravesar el mercado de mariscos. A lo largo de todo el recorrido dio testimonio a los que participaban en la funesta procesión y a las personas que se agolpaban en las riberas del río Limmat, alabando a Dios porque aun siendo un pecador, iba a morir por la verdad. Además, declaraba que el bautismo de los creyentes era el verdadero bautismo de acuerdo a la Palabra de Dios y las enseñanzas de Cristo.

Después de que la sentencia fue pronunciada, fue colocado en un bote. Mientras le ataban sus manos y pies, Manz cantaba a gran voz: “In manos tuas, Domine, comendo spiritum meum” (Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu). Unos instantes más tarde el cuerpo se hundió en las frías aguas del río. La ejecución tuvo lugar el sábado 5 de Enero de 1527, a las tres de la tarde.

Félix Manz (1498 – 1527)

Fue uno de los fundadores del Anabaptismo Suizo. Dominaba el latín, griego, y el hebreo, y era un asiduo concurrente de los estudios bíblicos que impartía Zuinglio cerca del año 1520. Durante dos años pasó su tiempo evangelizando o en prisión. Su condena de muerte por ahogamiento en un río, fue una letal representación del bautismo que defendía.


Predicar a Cristo crucificado

Hay una palabra que todo verdadero siervo de Cristo debe ser capaz de explicar muy claramente; y esa palabra es: sustitución. Yo creo que ‘sustitución’ es la palabra clave para toda la teología: Cristo ocupa el lugar de los pecadores, y es contado entre los transgresores por causa de las transgresiones de ellos, no las Suyas propias; Cristo paga nuestras deudas y salda todos nuestros pasivos. Esta verdad involucra, por supuesto, que nosotros tomamos el lugar de Cristo cuando Él toma el nuestro, de tal forma que todos los creyentes son amados, aceptados, hechos herederos de Dios y en el tiempo señalado, serán glorificados con Cristo para siempre.

Hermanos ministros, si no predican otra cosa, hagan que sus oyentes entiendan siempre, claramente, que hay un Sustituto divino y suficiente en todo para los pecadores, y que, todos los que ponen su confianza en Él serán salvados eternamente.

Cuando hemos predicado a Cristo así, debemos predicar también Sus oficios. Debemos predicar a Cristo como el grandioso Sumo Sacerdote que vive para siempre e intercede por nosotros. Debemos predicarle como el Profeta cuyas palabras son divinas, y, por tanto, vienen a nosotros con una autoridad de la que no se puede hacer caso omiso. Debemos asegurarnos de predicarle siempre como Rey, poniendo la corona de alabanza sobre Su cabeza real, y reclamando de Su pueblo la inalterable fidelidad y lealtad de sus corazones, y el servicio indiviso de sus vidas.

Sermón #3218, C. H. Spurgeon


sábado, 11 de julio de 2009

Michael Sattler - Un testimonio superlativo

El martirio se convirtió en el distintivo característico de los anabaptistas. Entre aquellos que murieron por su fe a manos de las autoridades, hubo un sinnúmero de dignos testigos, a menudo desconocidos, inolvidables. Empero, no hubo ninguno que superara a Michael Sattler a la hora de la muerte. Su testimonio superlativo se convirtió en un símbolo de la fidelidad anabaptista a los ojos del mundo del siglo 16, doquiera que la historia de su heroico martirio encontró una audiencia.

En un día de primavera, en Mayo de 1527, Michael Sattler fue sentenciado a muerte en la ciudad imperial de Rottenburg, junto al río Neckar. La sentencia decía:

“Michael Sattler será entregado al verdugo. Éste lo llevará a la plaza y allí le cortará primero la lengua, y luego lo atará firmemente a una carreta y allí, con tenazas de hierro calentadas al rojo vivo, arrancará dos veces trozos de su cuerpo. Luego, de camino al sitio de la ejecución repetirá la operación cinco veces más, como la primera vez, y luego quemará su cuerpo hasta convertirlo en cenizas por ser un hereje superlativo.”

La sentencia fue leída el 18 de Mayo de 1527. Dos días después, el 20 de Mayo, fue ejecutado.

La tortura, preludio de su ejecución, comenzó en la plaza de la ciudad, donde se le cortó a Sattler un pedazo de su lengua. Luego arrancaron rebanadas de su cuerpo, utilizando unas tenazas de hierro calentadas al rojo vivo. De camino a la escena de la ejecución, las tenazas fueron utilizadas cinco veces más para desgarrar su cuerpo. En la plaza y en el propio sitio de la ejecución, capaz de hablar todavía, el inconmovible Sattler oró por sus perseguidores. Después de ser atado con cuerdas a una escalera y ser empujado al fuego, Michael exhortó a la gente, a los jueces, y al alcalde de Rottenburg a que se arrepintieran y fueran convertidos. Luego oró: “Dios todopoderoso y eterno, Tú eres el camino y la verdad: como no se ha demostrado que estoy en el error, quiero dar testimonio en este día de la verdad, con Tu ayuda, y sellarla con la verdad”.

Tan pronto como se quemaron las cuerdas que ataban sus manos, Sattler alzó el dedo índice de ambas manos, dando así la señal prometida a sus hermanos de que la muerte de un mártir era soportable. Entonces, la multitud que se había congregado para presenciar la ejecución escuchó esta plegaria que brotaba de sus labios chamuscados: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.”

Otras tres personas fueron ejecutadas. Después de múltiples y vanos intentos para obtener una retractación de la fiel esposa de Sattler, ella fue martirizada 8 días después, siendo ahogada en el río Neckar.

Michael Sattler (1490-1527)

Fue un importante líder y un evangelista de los Hermanos Suizos, y su área de actividad fue la Selva Negra. Había sido prior de un monasterio benedictino en Friburgo, pero abandonó el monasterio a raíz del impacto de la ‘Revolución campesina’. Se unió a los anabaptistas a fines de 1526. Presidió la conferencia secreta que tuvieron los anabaptistas en Schleitheim en 1527, que adoptó la así llamada Confesión de Schleitheim, la primera confesión en la historia de los anabaptistas. Trataba primordialmente con temas de discipulado y orden de vida de la nueva comunidad.

Poco después de la conferencia fue arrestado conjuntamente con varios más y llevado a juicio en Rottenburg. La crónica de su juicio y de su ejecución es uno de los más famosos relatos sobre los mártires anabaptistas. El juicio demostró que era un individuo altamente educado y un cristiano humilde y manso. Su ejecución fue un epítome de crueldad, pero el ex monje permaneció firme hasta el final. Bucer, el reformador de Estrasburgo, se refirió a él de esta manera: “No dudamos de que Michael Sattler, que murió en la hoguera en Rottenburg, era un querido amigo de Dios, aunque era un líder de los anabaptistas”.

viernes, 10 de julio de 2009

Cuadragésimo Aniversario

Aniversario número cuarenta de la publicación de los sermones de Spurgeon por parte de Pilgrim Publications.

Recibí recientemente un correo de mi buen amigo, el hermano Bob Ross, en el que hace un breve recuento de su proyecto de la publicación de los sermones de Spurgeon:


En 1955, a la edad de 20 años, viajé a Chicago en compañía de otro joven predicador que tenía a su cargo una misión en la que predicaba periódicamente a unas cuantas familias que tenían el propósito de comenzar una iglesia. Era mi primera visita a la ciudad de Chicago, y estando allí, visitamos una librería que vendía viejos libros usados, y que contaba con una impresionante colección de libros viejos. Esa librería se tornó definitivamente en una bendición para mí.

Mientras curioseaba entre la multitud libros, mis ojos se posaron en un estante que exponía un gran número de unos volúmenes negros envejecidos. Cuando los examiné de cerca, descubrí las palabras “Púlpito del Tabernáculo Metropolitano” y “C. H. Spurgeon” estampadas en oro sobre los lomos, y los libros también mostraban un logotipo oval, en la pasta, con la palabras: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado”. Era una colección de unos volúmenes originales de sermones de Spurgeon, publicados en la segunda mitad del siglo 19 por Passmore & Alabaster, en Londres, Inglaterra, durante el ministerio de Spurgeon en el Tabernáculo Metropolitano.

Le pregunté al gerente de la librería el precio de los libros e hice los arreglos pertinentes para su compra.

En la providencia de Dios, yo había conocido el nombre de Spurgeon en los días siguientes a mi conversión en el año de 1953, y había comenzado a procurar encontrar algunos de sus libros. Encontré y leí algunos de sus sermones en la biblioteca de una universidad bautista local. También encontré algunos en la biblioteca pública. Pero no había visto nunca nada parecido a este gigantesco conjunto de volúmenes originales encontrado en aquella librería de Chicago en el año de 1955, e inmediatamente se apoderó de mí el deseo de poseer esos libros.

Mirando en retrospectiva esta decisión de comprar esos libros, tendría que decir que esa compra fue, tal vez, la compra más significativa que haya hecho jamás. Pareciera que todo lo que he hecho desde aquel día ha tenido una relación directa con esos libros. De hecho, muchas otras personas han experimentado la influencia resultante de mi compra y la posterior publicación de aquellos libros.

La mayoría de mis amistades desarrolladas a través de los años han estado relacionadas con los libros. La mayoría de los ministros que he tenido el privilegio de conocer, la mayoría de las escuelas y de las iglesias a las que he sido invitado para dar conferencias y la mayoría de mis viajes han sido el producto de algo relacionado con los libros.

En el año de 1969 anuncié que la colección de sermones originales de Spurgeon, en su forma original, sin ninguna edición ni cortes, sería publicada nuevamente. El aviso fue enviado por correo el 5 de Mayo de 1969. Visité varios miles de iglesias, y me reuní con muchos predicadores y otras personas. Recibí una maravillosa respuesta de parte de los interesados, pero si hubieran sabido cuán escasos eran nuestros recursos para poder realizar este proyecto, probablemente no hubiéramos tenido ninguna respuesta en lo absoluto. Teníamos el dinero suficiente para cubrir únicamente la publicación del primer volumen, y confiábamos que recibiríamos órdenes anticipadas para poder financiar la publicación de los demás volúmenes. Nos tomó mucho más tiempo del que pensábamos, pero el plan funcionó.

En Julio de 1969 reservamos un puesto en la Convención Anual de la Asociación de Libreros cristianos, que se reunía en aquel año en Cincinnati, Ohio. Expusimos el primer volumen y fuimos bendecidos porque muchas librerías y bibliotecas se suscribieron para comprar los libros conforme fueran publicados.

El Señor bendijo y pudimos completar toda la serie en 1980. Dios ha seguido bendiciendo el esfuerzo a lo largo de estos 40 años.

Deseamos agradecer a cada una de las personas que de alguna manera han ayudado y han motivado la obra de publicar los sermones de Spurgeon. Que el Señor les bendiga.

Aquí termina el correo del hermano Bob Ross. Tengo que comentar, adicionalmente, que la colección que compró en Chicago no estaba completa, por lo que el hermano se tuvo que dar a la tarea de localizar por todo el mundo el resto de los volúmentes originales, para poder completar su proyecto. En ocasiones recibió algunos volúmenes en calidad de préstamo, y tuvo que regresarlos a sus dueños. Yo tengo la bendición de contar en mi biblioteca con los 63 volúmenes de los sermones, que en forma facsímil reproducen los sermones originales.

La colección que poseo viajó de Houston a Miami, donde un pastor que murió de cáncer los utilizó para bien de muchos en su ministerio. Cuando se enteró de que su muerte era inminente, puso a la venta su colección para sufragar parte de los gastos médicos involucrados y yo la compré. Entonces los sermones esta vez viajaron hasta la ciudad de México. Esos son los volúmenes que utilizo para mis traducciones.

El hermano Emmett O'Donnell, también de Houston, se dio a la tarea de transcribir los sermones a un inglés más actualizado y por lo tanto más entendible, y esa transcripción es la que tenemos disponible en el sitio para aquellos lectores que quieran aventurarse en el original y disfrutar de las excelentes dotes poéticas del pastor Spurgeon.

"Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre su rostro, y ponga en ti paz." Números 6: 24-26.


viernes, 3 de julio de 2009

Aritmética elemental

"Si nacemos sólo una vez, vamos a morir dos veces, pero si nacemos dos veces, moriremos solamente una vez, y después de esa única muerte, que no es muerte realmente, ¡entraremos en la vida eterna!"
C. H. Spurgeon