En el año de 1582, Franz Agricola, un teólogo católico romano de la provincia holandesa de Limburg, escribió en su libro Contra los terribles errores de los anabaptistas:
“Entre las sectas heréticas existentes, no hay ninguna que, en apariencia, lleve una vida más modesta o piadosa que la de los anabaptistas. Son irreprochables en su vida pública. No engañan, no juran, no pelean, no hablan ásperamente. Evitan las comidas y bebidas inmoderadas. No buscan la notoriedad personal, y entre ellos se encuentran la humildad, la paciencia, la rectitud, la pulcritud, la honestidad, la templanza y la integridad, en tal medida que uno podría suponer que tienen al Espíritu Santo.”
Por supuesto que el testimonio que ofrecían los anabaptistas, reconocido por Agricola incluso en su propia diatriba en contra de ellos, no quedó sin efecto en todas aquellas personas que tenían un anhelo por unas expresiones semejantes de cristianismo.
Esto debería ser un llamado para una revisión de nuestras vidas y de nuestro testimonio cristiano.
domingo, 19 de julio de 2009
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