Inmediatamente después de la muerte de Spurgeon en 1892, comenzaron a aparecer muchas biografías escritas por personas que le habían conocido muy bien, y este fenómeno se prolongó por varios años. Unas veinte biografías, aproximadamente, aparecieron en unos cuantos años, pero sólo una de ellas contenía un capítulo sobre Spurgeon como autor de himnos. Este libro, conocido como la “edición autorizada”, fue escrito por R. Shindler con el título de: Del pupitre de maestro asistente al púlpito del Tabernáculo Metropolitano. Fue publicado en 1892 por los mismos editores de los sermones de Spurgeon, es decir, la empresa Passmore & Alabaster. En el año de 1892 apareció también la biografía titulada El Príncipe de los Predicadores escrita por James Douglas. En uno de los párrafos, el autor se refiere a algunas líneas que fueron escritas en el álbum de un amigo, firmadas precisamente por C. H. Spurgeon en Julio de 1889. El verso empieza y termina así:
“Aunque esté quebrantada, disonante y débil, oh Señor,
Mi voz dará testimonio de Tu sangre.”
“Cantaré la alabanza de Aquel que murió,
A toda la muchedumbre lavada con sangre.”
Usualmente Spurgeon escribía, en los álbumes de sus amigos, las famosas líneas de William Cowper: “Desde que por fe vi el torrente…”
En 1903, Charles Ray escribió una biografía de Spurgeon un poco ‘más moderna’. Ray comentaba: “Hemos de hacer una breve referencia a Charles Haddon Spurgeon como autor de himnos.” Pero se requiere algo más que una breve referencia para esta faceta tan olvidada del genio de Spurgeon. Con base en lo que R. Shindler escribió, parece que Spurgeon comenzó a escribir poesía a la edad de dieciocho años: un himno de seis estrofas titulado: “Emanuel”. Más tarde publicó himnos y poemas en la revista La Espada y la Cuchara.
Debido a que, como Charles Ray comenta, “no se podía encontrar un himnario para la adoración pública que se adecuara exactamente a las necesidades de la congregación del Tabernáculo, el pastor Spurgeon decidió compilar un volumen de himnos seleccionado especialmente para uso en su congregación.” En 1866, publicó “Una colección de Salmos e Himnos para adoración pública, social y privada”, que se conoce como Nuestro Propio Himnario. En el Prefacio escribió: “el editor ha insertado, con gran renuencia, unos cuantos himnos de su propia composición”. En realidad incorporó 28 himnos, que contienen algunas paráfrasis de varios Salmos.
Naturalmente, los himnos fueron compuestos en torno a las doctrinas de la gracia que predicaba, y aparecen en el himnario bajo secciones tales como “El Espíritu Santo”, “Conflicto y Aliento”, “Eligiendo a un Ministro”, “Elección de diáconos y ancianos”, “Bautismo”, “La Cena del Señor”, “Reuniones de Oración”, “Espacios abiertos de adoración”, y, finalmente, “gracias especiales” o “Agradecimientos y Bendiciones” para antes y después de las comidas. Es una lástima que los himnos que compuso para la Santa Cena no sean utilizados en nuestros días, pues la Cena del Señor se vería grandemente enriquecida si esos himnos se cantaran hoy.
Su último himno: “La Fuente de la Alabanza” fue cantado por 500 ministros y estudiantes en la Conferencia Anual del Colegio del Pastor en 1890. Ellos se habían sentado para comenzar a cantar el himno, pero pronto se pusieron de pie, avivados por el acompañamiento de la corneta del señor Manton Smith, el conocido evangelista graduado del Colegio del Pastor.
“Aunque esté quebrantada, disonante y débil, oh Señor,
Mi voz dará testimonio de Tu sangre.”
“Cantaré la alabanza de Aquel que murió,
A toda la muchedumbre lavada con sangre.”
Usualmente Spurgeon escribía, en los álbumes de sus amigos, las famosas líneas de William Cowper: “Desde que por fe vi el torrente…”
En 1903, Charles Ray escribió una biografía de Spurgeon un poco ‘más moderna’. Ray comentaba: “Hemos de hacer una breve referencia a Charles Haddon Spurgeon como autor de himnos.” Pero se requiere algo más que una breve referencia para esta faceta tan olvidada del genio de Spurgeon. Con base en lo que R. Shindler escribió, parece que Spurgeon comenzó a escribir poesía a la edad de dieciocho años: un himno de seis estrofas titulado: “Emanuel”. Más tarde publicó himnos y poemas en la revista La Espada y la Cuchara.
Debido a que, como Charles Ray comenta, “no se podía encontrar un himnario para la adoración pública que se adecuara exactamente a las necesidades de la congregación del Tabernáculo, el pastor Spurgeon decidió compilar un volumen de himnos seleccionado especialmente para uso en su congregación.” En 1866, publicó “Una colección de Salmos e Himnos para adoración pública, social y privada”, que se conoce como Nuestro Propio Himnario. En el Prefacio escribió: “el editor ha insertado, con gran renuencia, unos cuantos himnos de su propia composición”. En realidad incorporó 28 himnos, que contienen algunas paráfrasis de varios Salmos.
Naturalmente, los himnos fueron compuestos en torno a las doctrinas de la gracia que predicaba, y aparecen en el himnario bajo secciones tales como “El Espíritu Santo”, “Conflicto y Aliento”, “Eligiendo a un Ministro”, “Elección de diáconos y ancianos”, “Bautismo”, “La Cena del Señor”, “Reuniones de Oración”, “Espacios abiertos de adoración”, y, finalmente, “gracias especiales” o “Agradecimientos y Bendiciones” para antes y después de las comidas. Es una lástima que los himnos que compuso para la Santa Cena no sean utilizados en nuestros días, pues la Cena del Señor se vería grandemente enriquecida si esos himnos se cantaran hoy.
Su último himno: “La Fuente de la Alabanza” fue cantado por 500 ministros y estudiantes en la Conferencia Anual del Colegio del Pastor en 1890. Ellos se habían sentado para comenzar a cantar el himno, pero pronto se pusieron de pie, avivados por el acompañamiento de la corneta del señor Manton Smith, el conocido evangelista graduado del Colegio del Pastor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario