domingo, 22 de junio de 2008

Spurgeon, un hombre del campo

Nacido en el condado de Essex, Inglaterra, en el pueblo de Kelvedon, Spurgeon conservó siempre un amor por el campo y por la gente del campo. Él mismo, sin embargo, no era un campesino, como lo demostró posteriormente en su administración de una gran iglesia y de sus múltiples instituciones.
Se ha dicho que su ‘gran alma se albergaba en un cuerpo de tipo rural’. En el púlpito a menudo usaba ilustraciones tomadas de la agricultura. En sus reuniones privadas, entretenía con frecuencia a sus amigos y a sus visitantes con un humor rústico, hablando de los caminos y de las flores del campo, de los árboles y de los pájaros.
En su adolescencia estudió mucho La Historia Natural de Selborne, escrita por Gilbert White (uno de los primeros verdaderos naturalistas de Inglaterra). Ese libro le fue entregado como un premio que le fue concedido en la escuela. Cuando era un estudiante, salía al campo para arar con Will Richardson, el jornalero de Stambourne, y, más tarde, asistió a un colegio de agricultura en Maidstone.
Su primer sermón impreso se titula “¿No es hoy la siembra del trigo?” Otros sermones le siguieron pronto: “El manzano en el bosque”, que, tal vez, es el mejor ejemplo de todos, pues Spurgeon se describe vagando en soledad por la Nueva Foresta, preparando el sermón.
Una mañana de Pascua predicó sobre la corona de espinas, y habló de un pájaro que hizo su nido en el centro de un arbusto muy espinoso, que le servía de protección y abrigo.
Spurgeon amaba especialmente la primavera. Una vez comenzó un sermón de esta manera: “estamos llegando a la estación más hermosa del año: la primavera, cuando todo lo que nos rodea se despoja de la fría mortaja del invierno, y se viste con el hermoso atuendo de una nueva vida.” En otro sermón exaltaba las bellezas del mes de Mayo, especialmente la vieja práctica de los campesinos de lavar sus rostros con el rocío el día primero de Mayo, pensando que los volvería frescos y hermosos. Así, - decía Spurgeon- deberíamos lavar nuestros rostros con el rocío del cielo.
El cielo estrellado también le servía como fuente de ilustraciones para sus sermones. En una ocasión dijo: “las promesas de Dios son como estrellas, pues no hay una sola de ellas que no haya guiado en su turno a las almas sacudidas por las tormentas, hasta su ansiado puerto.” También comparaba los textos de la Escritura con la Osa Mayor, la Cruz del Sur, la Estrella Polar y otras “constelaciones del amor divino, las Pléyades de la misericordia”.
Puesto que Spurgeon ministraba en una época en la que muchas personas abandonaban el campo para “hacer su fortuna” en la ciudad de Londres, creyendo que sus calles estaba pavimentadas de oro, Spurgeon atraía a estos cazadores de fortunas que habían abandonado las pobres y humildes áreas rurales. Por medio de la naturaleza, presentaba las doctrinas fundamentales de la gracia de una manera tan simple y casera, que todos podían entenderlas. Muchos exiliados de las pródigas y placenteras tierras de su niñez y juventud, encontraban alivio y encontraban al Salvador, cuando escuchaban a “este hombre del campo en la ciudad”, según Spurgeon había sido descrito.
No nos debería sorprender que exhortara a sus estudiantes, en sus Conferencias a mis estudiantes, a hacer uso de la naturaleza en sus sermones, como lo hacía el Salvador. “Debemos imitarlo” –dijo Spurgeon- “y abriendo nuestros ojos, descubriremos abundantes imágenes en torno nuestro.” En su conferencia, “¿Dónde podemos encontrar anécdotas e ilustraciones?”, primero se refirió a la historia, y, luego, a la historia natural, citando a libros tales como "Un recorrido alrededor de mi jardín". La ciencia también era recomendada como adecuada fuente de ilustraciones para los sermones, siendo la astronomía “una de las mejores fuentes de ilustraciones que el Señor nos ha provisto.” El sol, las nubes, las estrellas, los planetas y la luna, todo ellos proveían maravillosas ilustraciones para el predicador que quisiera “dejar entrar la luz” en sus sermones.
¡Cómo habría hecho uso Spurgeon de la televisión, de los vuelos supersónicos y de todos los descubrimientos hechos durante los viajes del hombre al espacio, para ponerlo todo al servicio del Evangelio!

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