Todo el proceso de la salvación puede ser explicado brevemente así: el Espíritu de Dios nos encuentra con corazones inmundos, y viene y proyecta una luz divina al interior nuestro, para que veamos que los corazones son perversos. Luego nos muestra que, siendo pecadores, merecemos ser el blanco de la ira de Dios, y nos damos cuenta de que lo merecemos. Entonces nos dice: "Pero esa ira fue soportada por Jesucristo a nombre de ustedes." Él abre nuestros ojos, y vemos que "Cristo murió por nosotros", en nuestro sitio, y en lugar nuestro, y por nuestra causa. Lo miramos a Él, creemos que murió como nuestro Sustituto, y nos confiamos a Él. Entonces sabemos que nuestros pecados son perdonados por causa de Su nombre, y nos invade el gozo por el perdón del pecado con una emoción que no habíamos experimentado nunca; y en el siguiente instante, el pecador perdonado clama: "ahora que soy salvo, ahora que soy perdonado, Señor mío Jesucristo, seré Tu siervo para siempre. Voy a matar los pecados que te mataron a Ti; y si Tú me das la fortaleza de hacerlo, ¡te serviré mientras viva!"La corriente del alma del hombre corría antes hacia el mal; pero al momento que descubre que Jesucristo murió por él, y que sus pecados le son perdonados por causa de Cristo, el torrente entero de su alma fluye en dirección contraria, hacia lo que es recto; y aunque todavía tiene una lucha contra su vieja naturaleza, a partir de ese día el hombre es de limpio corazón; es decir, su corazón ama la pureza, su corazón busca la santidad, su corazón ansía la madurez. Ahora es un hombre que ve a Dios, ama a Dios, se deleita en Dios, anhela ser semejante a Dios, y ávidamente anticipa el tiempo cuando esté con Dios, y lo vea cara a cara. Ese es el proceso de purificación; ¡que todos ustedes lo experimenten a través de la obra eficaz del Espíritu Santo! Si están deseosos de experimentarlo, es proclamado gratuitamente para ustedes. Si anhelan verdaderamente el corazón nuevo y el espíritu recto, les serán dados gratuitamente. No es necesario que se preparen para recibirlos. Dios tiene la capacidad de obrarlos en ustedes en esta misma hora. El que despertará a los muertos con el sonido de la trompeta de la resurrección, puede cambiar su naturaleza con la simple volición de Su mente llena de gracia. Él puede, mientras estás sentado en este templo, crear en ti un nuevo corazón, renovar un espíritu recto dentro de ti, y enviarte de regreso como un hombre diferente de lo que eras cuando entraste, como si fueras un hijo recién nacido.
Extracto del sermón No.3159, La Sexta Bienaventuranza
martes, 14 de agosto de 2007
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