lunes, 30 de junio de 2008

Spurgeon como poeta y autor de himnos

Inmediatamente después de la muerte de Spurgeon en 1892, comenzaron a aparecer muchas biografías escritas por personas que le habían conocido muy bien, y este fenómeno se prolongó por varios años. Unas veinte biografías, aproximadamente, aparecieron en unos cuantos años, pero sólo una de ellas contenía un capítulo sobre Spurgeon como autor de himnos. Este libro, conocido como la “edición autorizada”, fue escrito por R. Shindler con el título de: Del pupitre de maestro asistente al púlpito del Tabernáculo Metropolitano. Fue publicado en 1892 por los mismos editores de los sermones de Spurgeon, es decir, la empresa Passmore & Alabaster. En el año de 1892 apareció también la biografía titulada El Príncipe de los Predicadores escrita por James Douglas. En uno de los párrafos, el autor se refiere a algunas líneas que fueron escritas en el álbum de un amigo, firmadas precisamente por C. H. Spurgeon en Julio de 1889. El verso empieza y termina así:

“Aunque esté quebrantada, disonante y débil, oh Señor,
Mi voz dará testimonio de Tu sangre.”

“Cantaré la alabanza de Aquel que murió,
A toda la muchedumbre lavada con sangre.”

Usualmente Spurgeon escribía, en los álbumes de sus amigos, las famosas líneas de William Cowper: “Desde que por fe vi el torrente…”
En 1903, Charles Ray escribió una biografía de Spurgeon un poco ‘más moderna’. Ray comentaba: “Hemos de hacer una breve referencia a Charles Haddon Spurgeon como autor de himnos.” Pero se requiere algo más que una breve referencia para esta faceta tan olvidada del genio de Spurgeon. Con base en lo que R. Shindler escribió, parece que Spurgeon comenzó a escribir poesía a la edad de dieciocho años: un himno de seis estrofas titulado: “Emanuel”. Más tarde publicó himnos y poemas en la revista
La Espada y la Cuchara.
Debido a que, como Charles Ray comenta, “no se podía encontrar un himnario para la adoración pública que se adecuara exactamente a las necesidades de la congregación del Tabernáculo, el pastor Spurgeon decidió compilar un volumen de himnos seleccionado especialmente para uso en su congregación.” En 1866, publicó “Una colección de Salmos e Himnos para adoración pública, social y privada”, que se conoce como Nuestro Propio Himnario. En el Prefacio escribió: “el editor ha insertado, con gran renuencia, unos cuantos himnos de su propia composición”. En realidad incorporó 28 himnos, que contienen algunas paráfrasis de varios Salmos.
Naturalmente, los himnos fueron compuestos en torno a las doctrinas de la gracia que predicaba, y aparecen en el himnario bajo secciones tales como “El Espíritu Santo”, “Conflicto y Aliento”, “Eligiendo a un Ministro”, “Elección de diáconos y ancianos”, “Bautismo”, “La Cena del Señor”, “Reuniones de Oración”, “Espacios abiertos de adoración”, y, finalmente, “gracias especiales” o “Agradecimientos y Bendiciones” para antes y después de las comidas. Es una lástima que los himnos que compuso para la Santa Cena no sean utilizados en nuestros días, pues la Cena del Señor se vería grandemente enriquecida si esos himnos se cantaran hoy.
Su último himno: “La Fuente de la Alabanza” fue cantado por 500 ministros y estudiantes en la Conferencia Anual del Colegio del Pastor en 1890. Ellos se habían sentado para comenzar a cantar el himno, pero pronto se pusieron de pie, avivados por el acompañamiento de la corneta del señor Manton Smith, el conocido evangelista graduado del Colegio del Pastor.




jueves, 26 de junio de 2008

Poca fe, mucha fe

Al contemplar la justicia de Dios, nuestros ojos son atormentados por la visión de un Dios airado, con Su espada desenvainada, listo para abatirnos por causa de nuestras ofensas. Es gloriosa esa fe que puede arrojarse en los brazos de Dios, aun cuando la espada esté en Su mano, y no cree que Dios pueda herir al pecador que confía en la sangre de Jesús.

Triunfante es esa fe que marcha directo al cielo, y se queda frente al trono resplandeciente del Dios santo y glorioso, y puede clamar: "¿Quién acusará a los escogidos de Dios?"

Hermanos, sean grandes creyentes. Un poco de fe llevará sus almas al cielo, pero mucha fe traerá el cielo a sus almas.

C. H. Spurgeon

miércoles, 25 de junio de 2008

Un Primer Ministro habla acerca de Spurgeon

En 1923, el Muy Honorable David Lloyd George, durante una comida ofrecida por Sir Clifford J. Cory, en el hotel Cecil, en Londres, dio una conferencia sobre “Spurgeon y su obra”. La conferencia fue impresa privadamente y las copias de la misma son ahora escasas.
Comenzó diciendo que él era “uno de los muchos millones de admiradores de Spurgeon en todas partes del globo terráqueo”, y que, lamentablemente, aunque sólo le había oído predicar tres veces, habría deseado que el número hubiese sido tres veces mayor.
Como buen galés, Lloyd George, era aficionado a las “grandes tríadas” y así, habló de la simplicidad, de la lucidez y de la sagacidad de Spurgeon.
Bajo el encabezado de ‘simplicidad’, el Primer Ministro habló del poder de Spurgeon como predicador, enfatizando que sus sermones habían sido traducidos a todos los idiomas más importantes del mundo. “Con el rodar de los años, Spurgeon sigue siendo Spurgeon… un gigante, un gran orador.” Su elocución era perfecta y su voz era portentosa. Pero su inmenso poder de atracción era su simplicidad. Spurgeon era capaz de hacer que las cosas que había estudiado toda su vida se volvieran muy claras para hombres que no habían estudiado ni siquiera una hora.
A continuación, Spurgeon era caracterizado por la ‘lucidez’ o claridad de expresión. Eso no quería decir que fuera superficial, sino más bien que tenía un gran sentido de estilo. Viajando en tren en una ocasión, Lloyd George le entregó a un clérigo de la Iglesia de Inglaterra, un sermón de Spurgeon: “Pensando que Él era el jardinero”, y le pidió que lo leyera sin que prestara atención al nombre indicado en la pasta. El comentario del clérigo a Lloyd George fue: “¡Qué estilo! Se trata de literatura del orden más elevado.”
Spurgeon tenía estilo, pero no pensaba tanto en el estilo como para olvidar el mensaje. Fue la manera en la que se apoyaba en símiles, metáforas, descripciones e ilustraciones, la que lo hacía lúcido para sus oyentes, y ahora, para sus lectores. Lloyd George puso de ejemplo: “Allí andan las naves”, así como “Pensando que Él era el jardinero” como dos sermones que ejemplifican de mejor manera su lucidez, pues ambos son el producto de un símil. El secreto real de su lucidez, sin embargo, era que hablaba desde lo profundo de su corazón, y que su comunicación no era simplemente mental. Lloyd George estaba de acuerdo con Spurgeon en que para ser un gran ganador de almas, un hombre necesita un gran corazón.
Finalmente, Lloyd George alabó la ‘sagacidad’ o el sentido común de Spurgeon. Comentó que tenía una profunda penetración en cuanto al carácter humano y sus sermones estaban llenos de “pequeños camafeos, de diminutas fotografías de hombres y mujeres que conocemos, y, tal vez, de nosotros mismos.”
Era este práctico sentido común el que motivó a Spurgeon a fundar un instituto para entrenar predicadores y pastores. Sus conferencias a sus estudiantes le proporcionaban una oportunidad adicional para ejercer su sagacidad y transmitir su perspicacia, su conocimiento de la naturaleza humana, su idea de los gestos y ademanes de los hombres que se sentían llamados al ministerio. Lloyd George enfatizaba los puntos importantes que Spurgeon resaltaba en estas conferencias sobre la predicación: no predicar nunca fuera del alcance de las cabezas de la congregación; evitar ser demasiado florido o poético en el lenguaje; y dejar de hablar cuando realmente se ha terminado lo que se tiene que decir.
El primer ministro Lloyd George finalizó con estas palabras: “Mi sugerencia, en especial para cada joven, es esta: poner a Spurgeon en la lista de sus amigos. Pueden hacerlo a través de lo que ha sido publicado… recibirán su consejo por medio de esos grandes volúmenes que les ayudarán para su propósito. Les pido que vean que su nombre, que vivirá en la literatura, vivirá en esta parte de su obra (el Colegio del Pastor), a la que entregó mucho de su corazón y mucho de su trabajo que acortó su vida.”

domingo, 22 de junio de 2008

Spurgeon, un hombre del campo

Nacido en el condado de Essex, Inglaterra, en el pueblo de Kelvedon, Spurgeon conservó siempre un amor por el campo y por la gente del campo. Él mismo, sin embargo, no era un campesino, como lo demostró posteriormente en su administración de una gran iglesia y de sus múltiples instituciones.
Se ha dicho que su ‘gran alma se albergaba en un cuerpo de tipo rural’. En el púlpito a menudo usaba ilustraciones tomadas de la agricultura. En sus reuniones privadas, entretenía con frecuencia a sus amigos y a sus visitantes con un humor rústico, hablando de los caminos y de las flores del campo, de los árboles y de los pájaros.
En su adolescencia estudió mucho La Historia Natural de Selborne, escrita por Gilbert White (uno de los primeros verdaderos naturalistas de Inglaterra). Ese libro le fue entregado como un premio que le fue concedido en la escuela. Cuando era un estudiante, salía al campo para arar con Will Richardson, el jornalero de Stambourne, y, más tarde, asistió a un colegio de agricultura en Maidstone.
Su primer sermón impreso se titula “¿No es hoy la siembra del trigo?” Otros sermones le siguieron pronto: “El manzano en el bosque”, que, tal vez, es el mejor ejemplo de todos, pues Spurgeon se describe vagando en soledad por la Nueva Foresta, preparando el sermón.
Una mañana de Pascua predicó sobre la corona de espinas, y habló de un pájaro que hizo su nido en el centro de un arbusto muy espinoso, que le servía de protección y abrigo.
Spurgeon amaba especialmente la primavera. Una vez comenzó un sermón de esta manera: “estamos llegando a la estación más hermosa del año: la primavera, cuando todo lo que nos rodea se despoja de la fría mortaja del invierno, y se viste con el hermoso atuendo de una nueva vida.” En otro sermón exaltaba las bellezas del mes de Mayo, especialmente la vieja práctica de los campesinos de lavar sus rostros con el rocío el día primero de Mayo, pensando que los volvería frescos y hermosos. Así, - decía Spurgeon- deberíamos lavar nuestros rostros con el rocío del cielo.
El cielo estrellado también le servía como fuente de ilustraciones para sus sermones. En una ocasión dijo: “las promesas de Dios son como estrellas, pues no hay una sola de ellas que no haya guiado en su turno a las almas sacudidas por las tormentas, hasta su ansiado puerto.” También comparaba los textos de la Escritura con la Osa Mayor, la Cruz del Sur, la Estrella Polar y otras “constelaciones del amor divino, las Pléyades de la misericordia”.
Puesto que Spurgeon ministraba en una época en la que muchas personas abandonaban el campo para “hacer su fortuna” en la ciudad de Londres, creyendo que sus calles estaba pavimentadas de oro, Spurgeon atraía a estos cazadores de fortunas que habían abandonado las pobres y humildes áreas rurales. Por medio de la naturaleza, presentaba las doctrinas fundamentales de la gracia de una manera tan simple y casera, que todos podían entenderlas. Muchos exiliados de las pródigas y placenteras tierras de su niñez y juventud, encontraban alivio y encontraban al Salvador, cuando escuchaban a “este hombre del campo en la ciudad”, según Spurgeon había sido descrito.
No nos debería sorprender que exhortara a sus estudiantes, en sus Conferencias a mis estudiantes, a hacer uso de la naturaleza en sus sermones, como lo hacía el Salvador. “Debemos imitarlo” –dijo Spurgeon- “y abriendo nuestros ojos, descubriremos abundantes imágenes en torno nuestro.” En su conferencia, “¿Dónde podemos encontrar anécdotas e ilustraciones?”, primero se refirió a la historia, y, luego, a la historia natural, citando a libros tales como "Un recorrido alrededor de mi jardín". La ciencia también era recomendada como adecuada fuente de ilustraciones para los sermones, siendo la astronomía “una de las mejores fuentes de ilustraciones que el Señor nos ha provisto.” El sol, las nubes, las estrellas, los planetas y la luna, todo ellos proveían maravillosas ilustraciones para el predicador que quisiera “dejar entrar la luz” en sus sermones.
¡Cómo habría hecho uso Spurgeon de la televisión, de los vuelos supersónicos y de todos los descubrimientos hechos durante los viajes del hombre al espacio, para ponerlo todo al servicio del Evangelio!

domingo, 15 de junio de 2008

Los orfanatos de Spurgeon

Los amigos del orfanato de niños y niñas que sostenía Spurgeon, enviaban de continuo donativos para la obra. Alguien envío una vez 10,000 libras esterlinas, y otra persona envió mil camisas para los niños. Otros donaban alimentos, zapatos, calcetines y trajes. Un día el señor Charlesworth, el director de los orfanatos, recibió 6 docenas de nabos de un tendero. “Si usted quiere, puede quedarse con ellos”, -le dijo- “y espero que alguien más le envíe el carnero”. Alguien más lo hizo. Una o dos horas más tarde una oveja entera, engordada y sacrificada especialmente para el orfanato, fue entregada por un granjero. Spurgeon tenía la plena convicción de que todas las necesidades de los niños serían suplidas. “Si llegáramos al fondo del barril de la comida”, -señaló una vez- “el Señor oirá el ruido producido por raspar el fondo del barril y lo llenará de nuevo.”

domingo, 8 de junio de 2008

Algunas facetas del señor Spurgeon

En Mayo del año 1934 se llevó a cabo en Inglaterra la celebración del centenario del nacimiento de Charles Haddon Spurgeon. El Pastor del Tabernáculo Metropolitano en aquel entonces, H. Tydeman Chilvers, escribió un artículo en el periódico The Baptist Times, haciendo una valoración del ministerio y de la permanente influencia de Spurgeon. El artículo enfatizaba cuatro aspectos: el predicador, el puritano, el pastor y el filántropo.
Conocido como el “Príncipe de los predicadores”, Chilvers señalaba que en eso radicaba el secreto y el poder del hombre. Su predicación era con poder, el poder del Espíritu Santo. Spurgeon conocía la unción que venía de arriba, que debería ser codiciada por todo predicador de la Palabra.
Pero su predicación era también con convicción. Spurgeon creía en la absoluta soberanía de Dios. Ninguno de Sus propósitos podría frustrarse. El azar no se encontraba en el vocabulario espiritual de Spurgeon.
No había ninguna nota de vacilación en la predicación de Spurgeon. Nunca dejó en duda a su congregación acerca de las verdades y realidades de la Escritura. Se trata o del cielo o del infierno, de la salvación o de la condenación. Sus mensajes siempre fueron: “el Señor dice así”, y nunca, “me aventuro a sugerir”.
Debido a que fue primordialmente un predicador, ahora contamos con los 63 volúmenes de la serie de sermones del Púlpito de la Capilla New Park Street y del Púlpito del Tabernáculo Metropolitano.
A continuación, era un ‘puritano’ del siglo 19. Spurgeon ha sido llamado “el último de los puritanos” pero la verdad es que todavía quedan predicadores que proclaman las mismas doctrinas de la gracia que Spurgeon predicaba. Cuando era solamente un muchacho, se nutría de literatura escrita por los puritanos, y continuó nutriéndose de ellos durante su largo ministerio, en el que a su vez alimentó a los demás. Por supuesto que modernizó el discurso de los puritanos, convirtiéndolo al sencillo estilo anglosajón que el hombre de la calle podía entender. (En realidad, para el lector común de hoy, ese estilo anglosajón, que es proclamado como muy sencillo, no lo es. Es equivalente a leer a Shakespeare, pero hay que aclarar que así se expresaba la gente común en aquella época. El vocabulario que usa Spurgeon es muy diverso y contiene referencias y expresiones cultas.) Moldeado y formado por aquellos gigantes espirituales de los siglos 17 y 18, Spurgeon mismo se convirtió en un gigante espiritual, en un “heredero de los puritanos”.
Con frecuencia se nos olvida que Spurgeon, así como era un gran predicador, era también un pastor muy diligente. Él amaba a la gente que le fue confiada en Waterbeach, en la Capilla de New Park Street y luego en el Tabernáculo Metropolitano. “Yo habito en medio de mi pueblo”, solía decir. Trabajaba con ellos y por medio de ellos, impartiéndoles su amor por la verdad divina y su celo por el reino de Cristo. Oraban juntos, lloraban y reían juntos, y juntos eran ganadores de almas. Spurgeon le comentó a John Ruskin que estaba muy contento de ser pastor de esa muchedumbre de Newington Butts, (refiriéndose a la ubicación del Tabernáculo Metropolitano).
Cuando estaba enfermo o se recuperaba de alguna enfermedad en Mentone, Francia, le enviaba cartas amorosas a su congregación del Tabernáculo, exhortándolos a una mayor lealtad a Cristo y un mayor celo por Su Iglesia.
Finalmente, Spurgeon era un gran filántropo. Compartía con todos aquellos que tenían alguna necesidad. Proporcionaba hogar y abrigo a niños y niñas huérfanos. Cuidaba a las viudas en sus asilos. Enviaba a los Colportores a las aldeas, a los mercados y a los lugares más apartados para que distribuyeran Biblias y buena literatura cristiana. Y apoyaba de su propio bolsillo a los ministros y a sus viudas conforme a sus necesidades. Las ramas de palma sobre su ataúd se secaron desde hace mucho tiempo, pero su ministerio vive todavía.

viernes, 6 de junio de 2008

Spurgeon y el Ferrocarril

El sistema de ferrocarriles de Inglaterra ha experimentado duros tiempos durante la segunda mitad del siglo veinte. Algunos trenes tal vez se muevan más rápido, pero hay un menor número de trenes en circulación. En una época podía decirse que nadie vivía a más de 25 kilómetros de una vía férrea.
En las décadas pasadas, el sistema de ferrocarriles de Inglaterra ha servido muy bien al Evangelio de Cristo. Se dice del doctor F. B. Meyer que conocía el itinerario de los trenes tan bien como conocía la Biblia. Y ciertamente C. H. Spurgeon utilizó en gran manera los trenes en su extenso ministerio. Spurgeon nació cuando el ferrocarril estaba en su infancia, y creció con él, y la influencia de los trenes se desarrolló lado a lado con la influencia de Spurgeon.
Cuando era tan sólo un predicador adolescente en Cambridgeshire, viajó a Londres en tren. La prensa nacional pronto hizo caricaturas de Spurgeon mostrándolo como “Spurgeon sobre la locomotora” aludiendo a su veloz ascenso a la fama. Fue dibujado sentado en un tren llamado “El Spurgeon” y tales caricaturas sirvieron para acarrearle más publicidad y popularidad. Entre más se reían de Spurgeon, más le escuchaba el hombre de la calle.
Siempre que viajaba en tren, se aseguraba de hablar con sus compañeros de viaje. Algunos de ellos atestiguaron posteriormente la ayuda espiritual experimentada, y, en algunos casos, incluso la conversión recibida. En su primer viaje a Escocia en 1855, conversó un buen tiempo con el guardia, y luego hizo la observación: “disfruté de la conversación con él, que espero que Dios la bendiga para su bien.”
Hay que comentar que no apreciaba la prisa y el bullicio de las estaciones en el extranjero, ni el humo que se concentraba en los vagones.
En una de sus giras de predicación que cubría Hereforshire y Gloucestershire, Spurgeon dejó de leer el periódico y le dijo a su acompañante: “oremos”. Se pusieron de rodillas en el vagón y “tuvieron una de las reuniones de oración más dulces que fueran recordadas.”
Una interesante anécdota le ocurrió a Spurgeon cuando viajaba en un tren a un cierto lugar. Después de un rato de que el tren hubo partido, Spurgeon súbitamente descubrió que había perdido su boleto; más aún, se dio cuenta de que había salido de casa sin un centavo en su bolsillo. Un pasajero sentado a su lado, expresó su preocupación por su aprieto, pero Spurgeon simplemente le declaró: "voy viajando en los asuntos del Señor y estoy seguro que todo estará bien, que todo saldrá bien. He experimentado tantas intervenciones de la Divina Providencia, tanto en asuntos pequeños como en otros muy grandes, que siento que independientemente de lo que me suceda, voy a terminar cayendo a Sus pies agradecido." Cuando el tren llegó finalmente a su destino, el responsable de verificar los boletos, entró al compartimiento en que se encontraba Spurgeon. Cuando el recolector miró a la persona que estaba junto a Spurgeon, hizo una venia mostrando evidencias de que se conocían. Entonces el acompañante de Spurgeon le dijo: 'todo está bien'. El recolector inmediatamente dio la vuelta y salió, sin pedir los boletos. En la providencia de Dios, resulta que el compañero de viaje de Spurgeon era el gerente del ferrocarril. Ambos, él y Spurgeon, consideraron el incidente como una prueba divina de la provisión y el cuidado de Dios para aquellos que confían en Él, tanto en los pequeños detalles como en los grandes asuntos de la vida.
Los trenes le servían a menudo como ejemplos en sus sermones, proyectando luz sobre el camino de salvación de Dios, la fe, la provisión de Dios para Sus hijos, y una advertencia contra la tibieza y la rebelión.
Fue en un tren que los restos mortales de Spurgeon fueron llevados de regreso a Inglaterra procedente de Francia después de su muerte el 31 de Enero de 1892. Un tren francés lo transportó de Mentone a Dieppe (vía París); luego su cuerpo fue embarcado a través del Canal de la Mancha, y finalmente un tren de Inglaterra llevó el ataúd a Londres vía Lewes desde Newhaven.
En un magnífico sermón sobre Job 16: 22 (“Nuestra Última Jornada”) Spurgeon predicó sobre la partida del cristiano al hogar permanente y lo ilustró refiriéndose a un viaje en ferrocarril entre la estación de Borough Road y la estación de Elephant y Castle (el trayecto sólo toma unos cuantos minutos). Así el cristiano pasa inmediatamente a la presencia de su Señor a la hora de la muerte.

miércoles, 4 de junio de 2008

La Caligrafía de Spurgeon

Muchas veces la detección del crimen moderno se basa en los hallazgos de los expertos en caligrafía. Hay cartas anónimas que no permanecen anónimas por mucho tiempo, y los escritos usados para los chantajes, a menudo conducen a la policía a dar con el chantajista.
Durante mucho tiempo, la caligrafía ha sido considerada una clave para conocer el carácter. Se dice que los caracteres extravagantes escriben con mayúsculas embellecidas. Se dice que la persona con un complejo de inferioridad, usa letras iniciales muy sencillas, claras y con frecuencia pequeñas. El estudio de la caligrafía ha tenido siempre una fascinación particular para cierta gente que ha sido capaz de “leer entre líneas” y percibir modestia, altivez, fortaleza o debilidad.
En el año de 1924 un experto en caligrafía dedicó mucho tiempo y esfuerzos, para analizar la caligrafía de Spurgeon. Quienes han visto copias de las cartas o de las notas de los sermones de Spurgeon, estarán familiarizados con la característica caligrafía y la firma de Charles Haddon Spurgeon.
Por ejemplo, se considera que un estudio de la caligrafía de Spurgeon habría llevado a algunas personas que etiquetaban a Spurgeon como “ignorante e indocto”, a repensar su percepción. Los expertos creen que la caligrafía de Spurgeon era la de una persona verdaderamente educada. Sabemos que la educación de Spurgeon fue en gran medida autodidacta, puesto que con frecuencia superaba a sus maestros. A una temprana edad podía leer latín, griego y hebreo y conocía a fondo a los “clásicos” tanto religiosos como seculares. En una ocasión corrigió a su maestro de matemáticas, que daba la casualidad que era su tío.
La caligrafía de Spurgeon es inconfundible, dice el experto. Hay una mezcla de firmeza y libertad. Es fácilmente reconocible por cualquiera que la hubiere visto. Las ‘n’ colocadas al final de las palabras y las ‘c’ colocadas al principio, son inconfundibles. Muchos amantes de libros usados compraron libros que no mostraban la firma de Spurgeon, pero que tenían anotaciones marginales escritas por él. Su caligrafía ha sido descrita como la de “un líder inexorable”. No es de sorprender que fuera llamado “Gobernador”.
Su caligrafía era inalterable. Tuvo una consistencia durante toda su vida ministerial, especialmente después de que hubo seleccionado su firma definitiva, cambiándola de escribir su nombre completo, -con la que era muy complicada firmar los cheques-, a escribir una gran ‘C’ con la ‘H’ insertada en su interior. Fuera de eso, su caligrafía permaneció siendo la misma, como lo era la inmutable verdad de Dios que declaraba, tanto por medio de su lengua como por medio de la pluma. Sus notas escritas en el libro de Actas de 1853 en la Capilla Bautista de Waterbeach, son casi idénticas a sus últimas cartas pastorales destinadas al Tabernáculo Metropolitano en 1892.
La última valoración del experto en caligrafía fue que la caligrafía de Spurgeon era inimitable, esto es que desafiaba la imitación. El propio señor Spurgeon sabía esto, pues dijo en un sermón: “alguien podría imitar mi caligrafía durante un buen tiempo, pero al final no copia un rasgo o un trazo o una marca que sean características de mi estilo, y quienes saben, dicen: “esa no es la letra del señor Spurgeon, eso es una falsificación”.
Y se sabe que, así como hubo predicadores que imitaban el estilo de predicar de Spurgeon, había gente que procuraba imitar su caligrafía. Como era de esperarse, la única caligrafía que parecía similar a la suya, de alguna manera, era la caligrafía de su hijo Thomas.