miércoles, 30 de mayo de 2012

Ustedes saben, queridos amigos, que hay momentos, incluso en la historia de los reinos terrenales, en los que los gobernantes dicen, al menos por sus acciones si no es que por sus palabras: "hay sedición por todas partes, pero dejaremos que continúe; no queremos parecer severos, así que no queremos suprimir a los rebeldes."

¿Cuál es la consecuencia inevitable de tal conducta? Pues bien, que el mal se torna peor y peor; los hombres rebeldes presumen basándose en la libertad que les es concedida, y se toman mayores libertades; y, a menos que el legislador tuviera la intención que su ley fuera pateada por toda la calle como un balón de fútbol, a menos que pretenda que la paz y la seguridad de sus súbditos que cumplen con la ley sea absolutamente destruida, al final está obligado a actuar; y dice: "no; no puede permitirse que este estado de cosas continúe. Yo sería cruel para con los otros a menos que desenvaine la espada y haga justicia para ser respetado por todo mi reino."

Yo les digo, queridos amigos, que la cosa más terrible del universo sería un mundo lleno de pecado, y, sin embargo, que no hubiera un infierno para su castigo. La más espantosa condición en la que se podría encontrar alguien es la condición de absoluta anarquía, cuando cada persona hace lo que le plazca, y la ley se vuelve totalmente despreciable. 
C. H. Spurgeon - Sermón no. 2705

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