Luego hay otros individuos que admiran debidamente los preceptos del Evangelio, y nunca se sienten tan felices como cuando se enteran de que reciben su debido cumplimiento, como, en verdad, deberían recibirlo; pero, después de todo, los mandamientos de nuestro Señor no son nuestro Señor mismo, y derivan su valor para nosotros y su poder para obedecerlos del hecho de que son Sus palabras, y de que Él dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Nosotros conocemos la verdad de Su declaración: “El que me ama, mi palabra guardará”, pero tiene que haber un amor personal para comenzar.
C. H. Spurgeon - Jesucristo Mismo - Sermón #1388
viernes, 20 de enero de 2012
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