Jesucristo mismo es para nosotros precepto, pues Él es el camino; Él es para nosotros doctrina, pues Él es la verdad; Él es para nosotros experiencia, pues Él es la vida. Convirtámoslo en la estrella polar de nuestra vida religiosa en todas las cosas. Él ha de ser lo primero, lo último y ha de estar ubicado también en el centro; sí, digamos: “Él es toda mi salvación y mi deseo”. Y, con todo, les suplico que no desdeñen la doctrina, no vaya a ser que al viciar la doctrina resulten culpables de insultar a Jesús mismo. Tratar con ligereza a la verdad es despreciar a Jesús como nuestro Profeta. Ni por un momento subestimen la experiencia, no vaya a ser que al descuidar al hombre interior desprecien también a su propio Señor como su Sacerdote limpiador; y ni por un instante olviden Sus mandamientos no vaya ser que si los quebrantan transgredan contra Jesús mismo como su Rey. Debemos tratar con reverencia todas las cosas que tienen que ver con Su reino por causa de Él mismo: Su libro, Su día, Su iglesia, Sus ordenanzas, todo eso ha de ser precioso para nosotros, porque tiene que ver con Él; pero al frente de todo tiene que estar siempre “Jesucristo mismo”, el Jesús personal, viviente y amoroso; Cristo en nosotros, la esperanza de gloria, Cristo, nuestra plena redención para nosotros, Cristo con nosotros, nuestro guía y nuestro solaz, y Cristo sobre nosotros, intercediendo y preparando nuestro lugar en el cielo. Jesucristo mismo es nuestro capitán, nuestra armadura, nuestra fortaleza y nuestra victoria. Nosotros inscribimos Su nombre en nuestro estandarte, pues es el terror del infierno, el deleite del cielo y la esperanza de la tierra. Llevamos esto en nuestros corazones en lo recio del conflicto pues es nuestra coraza y nuestra cota de malla.
C. H. Spurgeon - Jesucristo Mismo - Sermón # 1388
viernes, 20 de enero de 2012
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