jueves, 10 de diciembre de 2009

Contra la justicia propia

Los ataques del pastor Spurgeon contra la justica propia eran incansables y perennes. Es asombrosa la capacidad de supervivencia que tiene ese mal. El sábado pasado fui a Cuernavaca para platicar sobre el Evangelio con algunas personas. Estuve hablando sobre la condición perdida del hombre, y me ayudaba para ello de los conocidos textos de Romanos 3, tales como "No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, etc." Enfaticé mucho esa parte del Evangelio para luego concluir en la necesidad que tenemos de que Dios nos dé el arrepentimiento y la fe. A nuestro regreso a la Ciudad de México, una de las personas que participó en la reunión tuvo la gentileza de acompañarme, aunque él vive en Cuernavaca. En el camino me dijo: "yo estoy convencido de que el hombre tiene libre albedrío". ¡Oh, frustración! Mi respuesta fue: "el hombre tiene libre albedrío para todo mal dentro de la esfera del mal, mas no para lo bueno". "No hay quien haga lo bueno", dice Pablo en Romanos 3: 12

He aquí unas palabras del pastor Spurgeon, contenidas en el excelente sermón que estoy traduciendo:

"Tu esperanza no ha de estar aquí, en lo que tus manos puedan hacer, sino allá, en aquella cruz, en lo que Él hizo, y allá, en aquel trono, en Aquel que resucitó para tu justificación.

La cosa más difícil del mundo pareciera ser lograr que la gente se apegue a esta verdad, pues he notado que mucho de la doctrina del pensamiento moderno no es nada sino la justicia propia disfrazada de nuevo. Les está pidiendo a los hombres que todavía crean en ellos mismos, que confíen en su carácter moral, que confíen en sus aspiraciones morales, o en esto o en aquello.

Estoy aquí esta noche para decirles que la base de su esperanza no es ni siquiera su propia fe, ni mucho menos sus propias buenas obras; sino que la base de su esperanza es lo que Cristo hizo de una vez por todas, pues “vosotros estáis completos en él”, y nunca podrían estar completos de ninguna otra manera."


Este sermón fue predicado al final de su vida, y fue leído nuevamente un 18 de Diciembre del año de 1892 porque fue considerado muy apropiado para esta época del año.

Sermón no.2287, Si no hay Resurrección

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