miércoles, 9 de diciembre de 2009

Cartas desde el sufrimiento - No.42

Menton
22 de Enero de 1891

Queridos amigos:

Confío que para estas fechas el clima ya haya cambiado para ustedes, puesto que hemos experimentado una decidida mejoría aquí. Continúen recordando a los pobres. Ha sido una dura prueba para nuestro país tener casi dos meses de heladas. Bien dijo el Salmista: ‘Ante su frío, ¿quién resistirá? Inclusive aquí las plantas y los árboles más delicados se miran como si hubiesen sido restregados con un hierro candente, y otros están bastante quemados por el frío extremo. No sé de qué otra manera describirlo.

Me alegra estar muy cerca de regresar a ustedes, pues me siento listo e incluso ávido de involucrarme una vez más en la feliz tarea de proclamar el Evangelio a la multitud. El sermón impreso de esta semana habrá de garantizarles que me sigo apegando a la vieja norma; estoy más obligado a hacerlo cuando noto los nuevos desarrollos del error, de los cuales me veo en la necesidad de decir que parecen, desde diferentes ángulos, tan horribles como ridículos. No podría decirse qué oiremos a continuación: pero Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

Rueguen al Señor de la mies que envíe obreros a Su mies, y que detenga a los que siembran la cizaña en medio del trigo. Pido su ayuda desinteresada en la obra del Colegio. Justo ahora, las corrientes de suministro para el Colegio están congeladas, pero como se trata de la obra del Señor, yo sé que no podrá fallar. Sin embargo, tenemos que preocuparnos por eso.

Confío en que el señor Stott será ungido en medio de nosotros para ser de gran utilidad en dar seguimiento a algunas cosas que, por falta de fortaleza, me he visto obligado a posponer. Hagan una oración por él, y por mí también, para que goce de libertad para hablar en medio de ustedes, y que reciba guía en la obra del Señor.

¡La paz sea con ustedes y con sus hogares! ¡Que el sol brille y que soplen vientos cálidos, y que en nuestro país se oiga la voz de la tórtola!

Suyo en intensa unión de corazón

C. H. Spurgeon

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