miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un golpe propinado a la justicia propia

Sólo déjame decir una frase solemne que puedes rumiar a placer. Si confías en tu fe y en tu arrepentimiento, estarás tan perdido como si confiases en tus buenas obras o confiases en tus pecados. El cimiento de tu salvación no es la fe, sino Cristo; no es el arrepentimiento, sino Cristo. Si yo confío en mi confianza en Cristo, estoy perdido. Mi tarea es confiar en Cristo; apoyarme en Él; depender, no en lo que el Espíritu ha hecho en mí, sino en lo que Cristo hizo por mí, cuando colgó realmente en el madero. Ahora, has de saber que cuando Cristo murió, cargó con los pecados de todo Su pueblo sobre Su cabeza y allí y entonces todos ellos cesaron de existir. En el momento en que Cristo murió, los pecados de todos Sus redimidos fueron borrados. Él sufrió entonces todo lo que ellos debieron sufrir; Él pagó todas sus deudas; y sus pecados fueron real y positivamente alzados de sus hombros en aquel día y puestos en Sus hombros, pues “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. Y ahora, si tú crees en Jesús, no queda ningún pecado en ti, pues tu pecado fue puesto en Cristo; Cristo fue castigado por tus pecados antes de que fueran cometidos.
Sermón no.350 C. H. Spurgeon

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