martes, 29 de abril de 2008

Spurgeon: Predicando al Aire Libre

A Charles Haddon Spurgeon normalmente se le vincula con grandes edificios, tales como el Tabernáculo Metropolitano, Exeter Hall, el Palacio de Cristal y el Agricultural Hall. Sin embargo, y sobre todo en los primeros años de su ministerio, Spurgeon se dedicaba de manera consistente a la predicación en espacios abiertos, y hay que mencionar que su poderosa voz era escuchada por grandes multitudes al aire libre. En Julio del año de 1864, cuando contaba con treinta años de edad, le fue tomada una fotografía predicando al aire libre, señalando al cielo con su dedo en alto.
Este tipo de predicación comenzó durante su ministerio en Cambridgeshire, en especial en Waterbeach. Doquiera que podía reunir a una congregación en una aldea, o en cualquier campo, predicaba a algún grupo de personas que, con frecuencia, excedía al número de sus congregantes en la iglesia de Waterbeach. En esta actividad iba en contra del consejo de sus diáconos, que consideraban la predicación al aire libre como algo indigno que era una imitación de los metodistas.
“Lo mejor después de la gracia de Dios es el oxígeno” declaraba Spurgeon, y recomendaba la predicación al aire libre a los verdaderos ministros del Evangelio. Muy pocos de sus sermones al aire libre quedaron registrados, y sólo las ocasiones en que lo hacía fueron anotadas en su “Diario de ejercicios de predicación” que datan de los años de 1851 a 1853. Los comentarios registrados en el diario eran de este tipo: “prediqué en un campo de Teversham a muchas personas”; “prediqué en Ditton a un gran número de personas al aire libre”; “prediqué en Waterbeach a un grupo de dos mil personas procedentes de Riverside”.
Cuando fue a Londres, sus actividades al aire libre no llegaron a un fin. El 2 de Junio de 1855, Spurgeon escribió a su esposa: “anoche, aproximadamente 500 personas vinieron al campo… estoy persuadido de que muchas almas fueron salvadas.” Unos cuantos días más tarde, Spurgeon predicó a unas 10,000 personas en King Edward’s Road, en Hackney, y tres meses más tarde, 14,000 personas lo escucharon en ese mismo lugar. (El sermón que predicó en esa ocasión tiene asignados los números 39-40 de la serie de la Capilla de New Park Street).
En Junio de 1858 predicó en un hipódromo llamado Epson Race Course, y en varias ocasiones predicó en Gales, donde su poderosa voz fue claramente escuchada por más de 10,000 personas en cada ocasión. En Abercarne se estimó que 20,000 personas lo oyeron y “los hombres y las mujeres fueron sacudidos de un lado al otro por el mensaje celestial como trigo mecido por los vientos veraniegos.”
Tal vez la predicación al aire libre más sorprendente, ocurrió el 10 de Julio de 1859 en Clapham Common. Quince días antes de su predicación un hombre había muerto golpeado por un rayo mientras se protegía de la lluvia bajo un árbol. Diez mil personas se congregaron alrededor del árbol quemado por el rayo, mientras Spurgeon predicaba sobre el texto, “Vosotros, pues, también, estad preparados.” (Lucas 12: 40)
Cuando Spurgeon ya había alcanzado el cenit, la predicación al aire libre se volvió menos frecuente, principalmente debido a las multitudes que se congregaban en el Tabernáculo Metropolitano, y también debido a las múltiples instituciones que tenía que supervisar, de las cuales él era el fundador y presidente. El fin de esa era fue señalado cuando las escaleras del púlpito de la vieja capilla de New Park Street, fueron llevadas al jardín de la residencia de Spurgeon ubicada en Nightingale Lane, Clapham. Fueron colocadas allí junto al tronco de un gigantesco sauce.

lunes, 21 de abril de 2008

La agenda semanal del señor Spurgeon

El señor Spurgeon predicaba tres veces a la semana en el Tabernáculo Metropolitano: jueves por la noche, domingo por la mañana y domingo por la noche. Sostenía muchos compromisos de predicación en otras iglesias, que llegaban a un promedio de siete predicaciones más. Leía seis libros semanalmente, respondía cientos de cartas y tenía que supervisar 66 proyectos en total. Sin televisión ni estaciones de radio a la vista en aquella época, se calcula que predicó a más de diez millones de personas durante su vida. Parecía estar en todas partes. Hemos de agregar que escribía y publicaba un promedio de cuatro libros cada año.

¿Qué estamos haciendo nosotros por el Señor?

viernes, 18 de abril de 2008

Spurgeon: Asilos y Hospicios

El Colegio del Pastor era para Spurgeon ‘el primogénito y el más amado’ de sus proyectos. Pero todas sus demás obras le seguían muy de cerca. El doctor John Rippon, un notable pastor de la Capilla New Park Street en años previos, había comenzado una obra para ayudar a viudas necesitadas. Construyó un edificio en el que vivían gratuitamente, y Rippon les daba a cada una, una cantidad semanal.
Esta obra estaba vigente cuando Charles vino a Londres. A Spurgeon le dio gusto continuarla, pero cuando se inauguró el Tabernáculo, se hizo necesario reubicar a las personas en un edificio más cercano y más adecuado. Así fue que comenzó un proyecto de construcción de un nuevo edificio. Al mismo tiempo que se completaba este edificio, Spurgeon estaba construyendo otra institución más grande: un orfanato.
La idea de un orfanato surgió de la siguiente manera: en el verano de 1866, en una reunión de oración, Spurgeon dijo: “queridos amigos, nosotros somos una iglesia grande, y deberíamos estar haciendo más por el Señor en esta gran ciudad. Quiero que esta noche le pidamos que nos envíe una nueva obra; y, si necesitamos dinero para llevarla a cabo, oremos para que también nos envíe los medios.”
Unos cuantos días después Spurgeon recibió una carta de una tal señora Hillyard, expresando que tenía unas 20,000 libras esterlinas que querría dedicar al entrenamiento y educación de niños huérfanos. La señora Hillyard era una viuda de un clérigo de la iglesia de Inglaterra que nunca había oído hablar de Spurgeon. Ella le pidió a un amigo (que no era un admirador particular de Spurgeon) que le recomendara a alguien, una figura pública totalmente confiable, en cuyas manos ella pudiera poner su dinero para que fuera usado a favor de niños huérfanos, y este amigo de inmediato respondió: Spurgeon. Ella no había conocido nunca al famoso predicador, pero al oír esa recomendación, de inmediato le escribió.
Después de intercambiar alguna correspondencia, la señora le pidió a Spurgeon que fuera a verla. Spurgeon se hizo acompañar de un diácono. Conforme se acercaban a la dirección señalada, se dieron cuenta de la pobreza de las viviendas de la zona, que no sugería que algún ocupante de ellas poseyera esa suma de dinero. Así que cuando los dos hombres se reunieron con la señora Hillyard, Spurgeon le dijo:
“Hemos venido, señora, en relación a las doscientas libras esterlinas que usted mencionó en su carta.”
“¿Doscientas?” replicó ella. “Quise decir veinte mil.”
“Oh, sí, usted escribió veinte mil”, dijo Spurgeon, “pero yo no estaba seguro si habría algún cero de más por error”.
Spurgeon trató de no aceptar el dinero. Primero le sugirió que diera el dinero a parientes suyos, miembros de la familia, pero ella le garantizó que no estaba pasando por alto a nadie. Entonces Spurgeon le sugirió que le diera el dinero a alguien como George Müller, y le habló de la gran obra que Müller estaba desarrollando en Bristol a favor de los huérfanos. Pero la señora Hillyard permanecía firme en su decisión de dar el dinero a Spurgeon para que lo usara con los huérfanos, y expresó su certeza de que muchas otras personas querrían sin duda ayudar.
Spurgeon y el diácono, de regreso de su visita se acordaron de la oración elevada en la reunión de oración previa. Dios había respondido a su petición y les había dado tanto el proyecto como los medios para desarrollarlo.
Spurgeon comenta de una ocasión cuando él y un amigo pastor estaban visitando a un tercer amigo. Spurgeon declaró su confianza de que Dios satisfaría las necesidades del orfanato. Su amigo estuvo de acuerdo, y mientras hablaban llegó un telegrama anunciando que un donador desconocido acababa de enviar a Spurgeon 1,000 libras esterlinas para este proyecto.
El concepto usado por Spurgeon era el de construir casas individuales pero unidas entre sí, formando una sola fila, que albergaban cada una a catorce niños, bajo el cuidado de una señora que actuaba como madre de los niños. Se enfatizaba la disciplina, la educación y la educación cristiana. Spurgeon pensaba en todo, pues incluso les construyó una alberca.
Diez años después de haber construido el orfanato para niños, construyó otro para niñas. Spurgeon conocía virtualmente a todos los niños por nombre, y siempre tenía un centavo para cada uno de ellos. Siempre visitaba a los niños que se encontraban en la enfermería. Los niños llegaban de todas las denominaciones. Había blancos y negros, judíos y gentiles, anglicanos, presbiterianos, congregacionalistas, católicos, cuáqueros y bautistas.
El asilo y los orfanatos eran el fruto del cristianismo, y se destacaban en agudo contraste con la falta de tales instituciones entre los incrédulos. Inglaterra tenía en aquel entonces Sociedades de Libre Pensadores y Asociaciones Agnósticas, pero esas agrupaciones no hacían nada para ayudar a los pobre y a los que sufrían. Ellos se esforzaban por denunciar al cristianismo, pero desconocían todo lo relativo a la abnegación por causa del necesitado.

martes, 15 de abril de 2008

Entrenando a jóvenes predicadores

En su primer año en Londres, Spurgeon llegó a conocer a un joven llamado Thomas Medhurst. Este joven había hecho pequeños papeles en el teatro y esperaba ganarse el sustento con la actuación. Al escuchar la predicación de Spurgeon fue convertido, y pronto experimentó un tremendo celo por difundir el Evangelio. Comenzó a predicar al aire libre en algunos de los distritos más difíciles de Londres, y al poco tiempo, trajo a dos convertidos a Spurgeon, pidiéndole que los bautizara. Con gran sinceridad expresó su certeza de que Dios lo había llamado a Su obra, y declaró su determinación de pasar su vida predicando y ganando almas.
Como muchos jóvenes en aquellos días, la educación de Medhurst era deficiente y no tenía mayor cultura ni educación. Sin embargo, Spurgeon creía que era llamado por Dios, y reconociendo que poseía tanto un verdadero celo como un don natural para la oratoria, se sintió con la responsabilidad de ayudarle. Hizo arreglos para que asistiera a una escuela que era un internado, dirigida por un ministro, y asumió el pago de todos los gastos. Una vez a la semana, Medhurst debía visitar a Spurgeon para una tarde de instrucción en teología y en la obra ministerial en general.
Al poco tiempo, otros jóvenes, movidos por el fervor espiritual de la predicación de Spurgeon, expresaron el deseo de recibir el mismo entrenamiento. Ellos también eran celosos por la obra de Dios y ellos también predicaban en misiones y en escuelas de niños pobres y en las esquinas de las calles, pero estaban urgidos de recibir educación. Ante esa situación, Spurgeon comprendió que Dios estaba poniendo sobre él una pesada responsabilidad. Él no lo había buscado, pero ahora era evidente que debía fundar y sostener una escuela de entrenamiento ministerial.
Frente a este prospecto, buscó a un hombre que fuera capaz de ser líder de esa institución. Mientras Spurgeon oraba por encontrar ese hombre, otro hombre, George Rogers, que poseía las cualidades requeridas, estaba orando, pidiendo los medios para comenzar la tarea a la que sabía que Dios lo había llamado, es decir, la del entrenamiento de hombres para la obra del ministerio.
Rogers era un congregacionalista y no aceptaba la posición de Spurgeon en cuanto al bautismo de los creyentes. Pero los dos hombres tenían todas las otras doctrinas en común, y llegaron a un acuerdo. Spurgeon formó una institución que llamó “el Colegio del Pastor” y nombró como su director a George Rogers.
Durante los primeros años, las clases tenían lugar en la casa de Rogers, y ocho de los estudiantes vivían allí. Spurgeon asumió personalmente toda la responsabilidad financiera, y dependía de los ingresos que generaba la venta de libros y de sermones. Pero muy poco tiempo después de que el Colegio comenzó, la venta de los sermones se cayó. Spurgeon estaba dispuesto a vender su vehículo, es decir, su caballo y su carruaje, pero como era su medio de transporte, Rogers lo convenció de que no lo hiciera. Entonces, en ese preciso momento, una nota procedente de un banquero le informaba que un donador anónimo había depositado 200 libras esterlinas para el Colegio, y muy poco tiempo después, otras 100 libras esterlinas fueron depositadas en el mismo banco. Estos eventos milagrosos naturalmente aumentaban la fe de Spurgeon y le permitían creer que el Señor proveería.
¿Por qué se cayeron las ventas de sus sermones?
Un joven negro que había escapado de una plantación de esclavos en Carolina del Sur, se encontraba en Inglaterra, dando pláticas sobre sus experiencias. Ese joven negro era un verdadero cristiano, y Spurgeon lo invitó para que visitara el Tabernáculo, lo cual hizo un domingo por la noche y habló de sus sufrimientos y de su huída.
El asunto de la esclavitud era un tema álgido en los Estados Unidos y estaba conduciendo a la guerra civil, y la invitación de Spurgeon le atrajo muchas críticas. Muchas personas, tanto del sur como del norte de los Estados Unidos le pidieron que definiera su posición sobre el tema, y en respuesta Spurgeon escribió un artículo para una publicación americana.
“Desde lo más profundo de mi alma, detesto la esclavitud…y aunque comparto la mesa de la comunión con personas de todos los credos, sin embargo, con un dueño de esclavos no tengo ninguna comunión de ningún tipo. Siempre que me ha visitado alguno, he considerado mi deber expresarle mi aversión por su perversidad, y preferiría recibir a un asesino en mi iglesia, que a un ladrón de hombres.”
Por supuesto que estos comentarios generaron una tormenta de protestas, especialmente provenientes de los estados del sur. Efigies de Spurgeon fueron incineradas en varios lugares, y sus impresores americanos suspendieron la impresión de sus sermones, y varios periódicos urgían a sus lectores a destruir las copias de sermones que poseyeran, y a suspender cualquier compra en el futuro. Así se vio reducido dramáticamente el ingreso por venta de sus sermones.
Con el incremento del número de estudiantes, las clases tenían lugar en la Capilla New Park Street, que ahora se encontraba vacía, y los estudiantes dormían en los hogares de los miembros de la iglesia. Posteriormente las clases se trasladaron al Tabernáculo Metropolitano, en el nivel inferior del mismo.
Aunque algunos de los estudiantes procedían de buenos hogares y habían recibido buena educación, la mayoría de los solicitantes venían de más pobres circunstancias, y era por ellos por quienes Spurgeon se preocupaba especialmente. Spurgeon buscaba hombres que fueran:
1) Verdaderamente nacidos de nuevo.
2) Que hubieran sentido el llamamiento de Dios para el ministerio.
3) Bajo el efecto de los dos puntos anteriores, que hubieran comenzado a predicar, y se mantuvieran activos en esta actividad durante un tiempo considerable, de preferencia dos años.
Spurgeon enfatizaba siempre que él no estaba tratando de “fabricar predicadores” sino de ayudar a personas que ya estuvieran involucradas en esa obra “a convertirse en mejores predicadores”. En el colegio, el aprendizaje era un medio para alcanzar un fin: capacitar a los hombres para que fueran potentes predicadores y fervientes ganadores de almas.
No aceptaba a los estudiantes según su educación o clase social. En algunos casos tenía que enseñar los rudimentos de las letras y hasta analfabetos eran aceptados. En 1878 recibió a un estudiante negro del África. Todos los viernes por la tarde Spurgeon daba una conferencia y de esas conferencias surgió el conocido libro Conferencias a mis Estudiantes, El Arte de la Ilustración y Comentando y Comentarios. Spurgeon también ponía a improvisar a sus estudiantes. Les daba una palabra y sobre ella tenían que predicar. Por ejemplo, a un estudiante le tocó la palabra Zaqueo. Tenía que ponerse de pie y predicar basándose en esa palabra. El estudiante dijo: “Señor Presidente, hermanos, mi tema es Zaqueo, y es un tema muy apropiado para mí, pues, primero, Zaqueo era de pequeña estatura y yo también lo soy; Zaqueo estaba arriba de un árbol, y yo también estoy; Zaqueo se apresuró a bajarse del árbol, y yo también me apresuro a bajarme.” Y se sentó. Todos los demás estudiantes querían que siguiera predicando, pero Spurgeon dijo: “No, no podría agregar nada a una perfecta pequeña conferencia sin arruinarla.”

El Colegio tenía la Sociedad de Evangelistas de los cuales salieron notables evangelistas, tales como William Young Fullerton, y Manton Smith. Los estudiantes también plantaron muchas iglesias. El Colegio asimismo desarrolló una escuela nocturna que proveía una educación básica para adultos. Spurgeon desarrolló en esto, algo que el Gobierno Británico adoptó posteriormente. Muchos de los que terminaban la Escuela Nocturna, seguían luego los cursos del Colegio del Pastor. No tenían exámenes, graduación, ni títulos. Debido a eso y que sólo duraba dos años, le llovían muchas críticas. Pero esta escuela tenía un beneficio que las otras no poseían. El Colegio era parte de la vida del Tabernáculo, y la asociación con una iglesia grande y activa proveía una riqueza de instrucción y un poder de inspiración que no se podía encontrar en ningún otro lado.

Spurgeon tenía un enfoque muy práctico en cuanto al ministerio de sus estudiantes. Cuando las iglesias le pedían recomendaciones, él se metía a fondo en el asunto. Como un ejemplo del punto al que llegaba, tenemos este: una pequeña iglesia del campo le solicitó una vez un pastor, pero ofrecía un salario ridículamente pequeño. Spurgeon les escribió: “el único individuo que conozco que se adecua a ese salario, es el ángel Gabriel. Él no necesitaría ni salario ni vestidos. Él podría bajar del cielo cada domingo y regresar allá por la noche, por lo tanto, yo les aconsejo que lo inviten.”

Charles mostraba el mismo enfoque pragmático con sus estudiantes. Una vez le dijo a uno de sus estudiantes que estaba listo a partir hacia su primer pastorado:
“Quiero que tengas una operación antes de que te vayas. Voy a sacarte uno de tus ojos, voy a taponear uno de tus oídos, y voy a poner un bozal en tu boca. También te voy a conseguir un traje nuevo antes de tu partida, y debes decirle al sastre que en el saco te haga un bolsillo sin fondo. ¿Entiendes mi parábola? ‘Pienso que sí, señor’ replicó el estudiante, ‘pero me gustaría oír su interpretación.’ Bien, habrá muchas cosas en tu gente que tendrás que ver con un ojo tapado, y tendrás que escuchar muchas cosas con un oído tapado, mientras que a menudo estarás tentado a decir cosas que sería mejor no decir, entonces, recuerda el bozal. Después, todo el chisme que oigas en tu labor pastoral, ha de ser colocado en el bolsillo sin fondo.

sábado, 12 de abril de 2008

Spurgeon y el Dinero

En estos días de inflación y devaluación y de préstamos monetarios internacionales, en los que los editores cristianos en particular encuentran difícil sufragar sus gastos, es digna de consideración la actitud del Príncipe de los Predicadores en relación a las finanzas.
Spurgeon vivía, al igual que nosotros ahora, en un mundo que pensaba en el dinero, que amaba al dinero, que hablaba de dinero y cuyo principal propósito en la vida era hacer dinero. ¡Spurgeon vivía en una época cuando la libra esterlina estaba representada por un real soberano de oro y no por un mero pedazo de papel sin valor!
Como presidente del Colegio del Pastor, de un orfanato, de un asilo de ancianos, y de otras muchas instituciones, así como Pastor de una gran iglesia que a su vez contaba con veinte puestos misioneros de avanzada, con frecuencia confiaban al señor Spurgeon considerables sumas de dinero. Parte de ese dinero provenía de diversas fuentes (incluso anónimas), pero muchos de los fondos los generaba él mismo, por medio de la publicación de sus libros y sus compromisos de predicación fuera del Tabernáculo. Spurgeon abolió el cobro rentas por el uso de los asientos del Tabernáculo Metropolitano (práctica que era común en aquel tiempo), y después de unos cuantos años no aceptó recibir ningún salario, sino que vivía de las regalías generadas por sus libros. Su principio rector era: “en la mayordomía es necesario que un hombre sea encontrado fiel.”
¡Su astucia financiera comenzó a muy temprana edad! Cuando era todavía muy niño, asistía a una escuelita que operaba en casa de una señora y le hacía falta un lápiz para hacer sus sumas, pero no tenía dinero para comprar uno. Prefiriendo evitar la ira de su maestra (especialmente porque a menudo perdía sus lápices), fue a la tienda de la aldea y solicitó un crédito por un cuarto de penique, que entonces era la mínima unidad monetaria de Inglaterra. Su padre se enteró de eso y le propinó una dura reprimenda por el endeudamiento. A partir de ese momento, Spurgeon jamás incurrió en deuda alguna. El gran Tabernáculo Metropolitano fue construido libre de deudas. Spurgeon comentaba: “¡he odiado las deudas como Lutero odiaba al Papa!”
Más tarde, siendo Spurgeon todavía un muchacho, se ganó una moneda de plata de seis peniques que le ofreció el Reverendo Richard Knill si se aprendía el himno: “Los designios de Dios son inescrutables.”
Se ha dicho que podría escribirse un artículo acerca de “los seis peniques de Spurgeon”: los seis peniques que le dio a uno de sus huérfanos; los seis peniques que le dio a un pobre niño italiano cuando se encontraba de vacaciones en Italia, y así sucesivamente).
El primer esfuerzo literario de Spurgeon cuando era un jovencito de quince años le aportó un premio de una guinea (un poco más de una libra esterlina). Su ensayo se titulaba “el Anticristo y su progenie, o el Papado desenmascarado”.
Recibió su primer emolumento cuando predicó en Waterbeach, lugar donde le fue pagada una libra esterlina por dirigir siete servicios durante tres domingos consecutivos. En el mes siguiente recibió 50 chelines por predicar cinco sermones.
En muchas ocasiones rehusó recibir dinero si dictaba algunas conferencias, incluso en Estados Unidos, país que nunca visitó. Spurgeon comentó a raíz de recibir una de esas invitaciones: “nadie sabrá hasta que me muera cuán poco le importaba a C. H. Spurgeon el dinero.” Pero del dinero que recibía mantenía cuidadosas cuentas como mayordomo del Señor. Llevaba un libro de contabilidad titulado: “Cuenta del Fideicomiso de Charles Haddon Spurgeon.”
Siempre que recibía un legado para su uso personal, consultaba con su abogado para confirmar que no hubiera parientes vivos del donante que tuvieran más necesidad de ese dinero. ¡Qué bueno sería que tal integridad y magnanimidad prevalecieran hoy!
Spurgeon daba grandes sumas de dinero a causas y personas que lo merecieran. Cada día recibía cartas con peticiones de ayuda y ningún caso que lo mereciera fue rechazado jamás. Siempre llevaba consigo un fajo de billetes de cinco libras esterlinas en el bolsillo de su chaleco para su pronta distribución entre los necesitados, especialmente tratándose de necesitados ministros del Evangelio y de sus viudas.
Cuando murió y fue abierto su testamento, se comprobó que únicamente dejó el valor de su casa y el derecho de autor de sus libros. Habría podido ser un hombre rico, pero murió como un pobre, ya que distribuyó todo mientras vivía.

viernes, 11 de abril de 2008

El Hombre que predicaba en el Tabernáculo

Spurgeon había dicho en uno de sus sermones:

“En breve, habrá una reunión de personas en las calles. Me parece oír que alguien pregunta:

-¿Qué está esperando toda esta gente?

-¿Acaso no lo sabes? Él ha de ser enterrado hoy.

-Y ¿de quién se trata?

-Se trata de Spurgeon.

-¡Cómo! ¿El hombre que predicaba en el Tabernáculo?

-Sí, ese mismo. Ha de ser enterrado hoy.

Eso sucederá muy pronto. Y cuando vean mi ataúd siendo transportado a la tumba silenciosa, me gustaría que cada uno de ustedes, convertidos o no, se vea obligado a decir: “él nos exhortaba con sinceridad, en lenguaje claro y sencillo, y nos pedía que no pospusiéramos las cosas eternas; nos suplicaba que miráramos a Cristo. Ahora ha partido, y nuestra sangre no está a su puerta si perecemos."

viernes, 4 de abril de 2008

La Voz de Spurgeon

Es una verdadera lástima que los discos, CD’s, grabadoras, y sistemas de audio no hubiesen sido inventados oportunamente para poder grabar la voz del Príncipe de los Predicadores. Nos vemos forzados, entonces, a apoyarnos en el testimonio de parientes de las personas que “escucharon” a Spurgeon; también hemos de consultar pasajes descriptivos en las correspondientes biografías del predicador, para poder formarnos una idea de la maravillosa voz que Dios le concedió.
El doctor William Young Fullerton, (uno de sus primeros y más notables biógrafos) describe la voz de Spurgeon como “la más espléndida y meliflua voz desde los tiempos de Crisóstomo”. Sir Charles Owen la describió como la voz de “un tenor alto y claro” y la comparaba con la voz del notable tenor inglés Sims Reeves: “Spurgeon, vocalmente, era el Sims Reeves del púlpito anglófono; un ejemplo vivo del dominio perfecto de la voz.”
La era victoriana en Inglaterra era muy rica en materia de voces hermosas. Había grandes cantantes como Adelina Patti, Madam Melba y Jenny Lind. Había oradores como Gladstone y John Bright. Había otros grandes predicadores tales como el doctor Parker y el Canónigo Henry Liddon. Con espíritu cristiano, todos estos “gigantes del púlpito” declaraban que la voz de Spurgeon era insuperable, y afirmaban que era “dulce, resonante y entonada.” En un momento podía ser tan suave como el arrullo de una madre, y en otro momento resonaba con toda la claridad de un clarín que llamaba a las armas a las tropas de caballería.
Cuando predicó en el Palacio de Cristal a una multitud superior a las 20,000 personas, el señor Spurgeon fue capaz de dar una instrucción al organista que se veía como un diminuto puntito negro al fondo del gran salón.
La única vez que su voz falló (aparte de cuando estaba enfermo) fue cuando Spurgeon estaba dominado por la emoción. En una ocasión la señora Spurgeon pensó que su esposo moriría cuando estaba ensalzando al Salvador utilizando el texto “Será su nombre para siempre”. Sólo pudo terminar su sermón con acentos entrecortados y jadeantes, y, sin poder hablar y agotado, se sentó en su silla junto al púlpito.
Tal vez la más común descripción de su voz es que era como “una campana de plata”. La campana nunca abandonó su voz hasta un año antes de su muerte en Francia. Su súplica apasionada fue entonces: “óiganme todos los que puedan, mientras pueda ser oído.”
Una famosa escuela privada británica tiene como lema: “los modales hacen al hombre”. El doctor Parker cambió ese lema a “la voz es el hombre” a la luz de su gran contemporáneo, Charles Haddon Spurgeon. La voz revela muy bien el carácter. Una voz suave significa una naturaleza tranquila y calmada. Una voz estridente y gritona revela una naturaleza grosera. La nota clave de la voz de Spurgeon era la sinceridad. Él era de corazón sincero y era transparentemente honesto en su conversación. No había nada afectado o artificial en cuanto a su voz o a su carácter. Era una voz eminentemente apropiada para la predicación al aire libre, y Spurgeon se involucraba mucho en ese tipo de predicación, especialmente al principio de su ministerio.