En uno de los números de la revista La Espada y la Cuchara, Spurgeon publica un grabado que muestra la “tarjeta de la decisión” usada por sus evangelistas del Tabernáculo. Es una reproducción de Juan 3: 16 con las palabras TODO AQUEL impresas en grandes mayúsculas. Se dejaba un apropiado espacio en blanco en medio de esas palabras, con la instrucción: “escriba su propio nombre” cuando reciba a Cristo como Salvador.
Uno de los más usados evangelistas de Spurgeon, el señor J. Manton Smith, escribió una biografía de Spurgeon destinada a los niños: El joven de Essex que se convirtió en el más grande predicador de Inglaterra. El libro incorpora dos cartas dirigidas a sendos niños, ambas escritas por C. H. Spurgeon. Manton Smith suprimió los correspondientes nombres, dejando un espacio en blanco con la instrucción: “escriba su propio nombre en el espacio correspondiente”. Smith testifica que dos de sus propios hijos fueron convertidos por medio de la lectura de una de esas cartas y después de insertar sus nombres en el espacio apropiado.
Una de esas cartas da comienzo (después de que Spurgeon escribió en la esquina superior izquierda: “Oh Señor, bendice esta carta”) así:
Mi querido _______________:
Hace muy poco me encontraba en una reunión de oración en la que un gran número de ministros estaban reunidos. El tema de la oración era “nuestros hijos”. Al oír a esos buenos padres suplicando a Dios por sus hijos e hijas, pronto brotaron lágrimas de mis ojos. Conforme proseguían pidiéndole al Señor que salvara a sus familias, mi corazón estaba a punto de explotar por el fuerte deseo que fuera tal como lo pedían. Luego se me ocurrió: “escribiré una carta a esos hijos e hijas para comentarles acerca de las oraciones de sus padres.”
Querido_________________, eres grandemente privilegiado porque tienes unos padres que oran por ti. Tu nombre es conocido en los atrios del cielo. Tu caso ha sido presentado ante del Trono de Dios… Pero todas las súplicas y luchas de tu padre no te salvarán si tú mismo no buscas al Señor… tú no puedes salvarte a ti mismo, pero el grandioso Señor Jesús puede salvarte. Pídele que lo haga. “Todo aquel que pide, recibe”. Entonces, confía en Jesús, confía en que te salve. Él puede hacerlo, pues murió y resucitó otra vez para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
La carta finaliza: “Con todo cariño, C. H. Spurgeon.”
¿Has insertado tu nombre en el espacio en blanco: _________? Los sermones que hablan de la salvación del alma te han sido entregados como un don. Lee los sermones y escudriña tu corazón para ver si eres o no eres salvo por toda la eternidad. Escribe tu nombre y la fecha en el espacio en blanco cuando recibas a Cristo en tu corazón como Salvador y Señor después de leer el camino de salvación en estas preciosas páginas de sermones.
miércoles, 23 de julio de 2008
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