Entre más
espiritual es un hombre, más carnal se considera; y entre más penitente es un
hombre, más impenitente se descubre ser. Con frecuencia los hombres más
penitentes son aquellos que se consideran los más impenitentes; y si yo he de
predicar el Evangelio a los penitentes y no a todo pecador, como pecador, entonces
esas personas penitentes que de acuerdo a mis oponentes tienen el mayor derecho
a creer, son exactamente las personas que nunca se atreverán a tocarlo porque
están conscientes de su propia impenitencia y de su carencia de toda idoneidad
delante de Cristo. Pecadores, permítanme dirigirme a ustedes con palabras de
vida: Jesús no necesita nada de ustedes, absolutamente nada, no quiere que
hagan nada, no quiere que sientan nada; él da tanto el trabajo como el
sentimiento. Harapientos, menesterosos, tal como están, perdidos, abandonados,
desolados, sin ningún buen sentimiento y sin ninguna esperanza, en esa
condición viene Jesús a ustedes, y con estas palabras compasivas se dirige a
ustedes: “Al que a mí viene, no le echo fuera”. Si tú crees en Él, jamás serás
confundido.
C. H. Spurgeon - El Fundamento de la Fe
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