Pablo nos dice en 1 Corintios 15: 3-5 lo
siguiente: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que
apareció a Cefas, y después a los doce”. La locución: “por nuestros pecados”
pone el énfasis en el don que Jesús hizo de Sí mismo al Padre para liberarnos
del pecado y de la muerte. Basándose en este don de Jesús mismo, Pablo formula
las expresiones más cautivadoras y fascinantes de nuestra relación con Cristo: “Al
que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él” (2 Corintios 5: 21). “Porque ya conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico,
para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8: 9).
Vale la pena recordar el comentario de Martín
Lutero, entonces un monje agustino, sobre esas paradójicas palabras de Pablo. Lutero
dice: “Este es aquel misterio que es rico en gracia divina para los pecadores,
en el que por un prodigioso intercambio nuestros pecados ya no son más nuestros
sino de Cristo, y la justicia de Cristo no es de Cristo sino nuestra” (Comentario a los Salmos de 1513 – 1515).
Y así somos salvados.
El Evangelio nos hace saber que Cristo vino al
mundo para salvar a los pecadores. Vino para cumplir la ley, y ofreció una
obediencia perfecta a todas sus exigencias. Las Escrituras describen la vida
perfecta de Cristo como “su justicia” o “la justicia de Dios”. La justicia
perfecta de Cristo es acreditada a la cuenta de cada creyente. Merced a ese
intercambio Dios trata a los creyentes como si ellos mismos hubiesen cumplido la
ley a la perfección pues Dios acepta la obediencia de Cristo como si fuese de
ellos.
Por otra parte Cristo murió en la cruz y sufrió
el castigo y la maldición de la ley que merecían los creyentes. Cristo murió
para aplacar la ira de Dios por el incumplimiento de la ley. No es posible
entender la muerte de Cristo sin un entendimiento de las exigencias de la ley,
imposibles de cumplir por parte nuestra. Se nos informa que la paga del pecado
es muerte y Cristo sufrió la muerte en lugar de los creyentes como su
Sustituto.
Es bueno recordar con frecuencia este
comentario esclarecedor de Martín Lutero y el prodigioso intercambio que hace
Cristo a favor nuestro a través de la fe y es bueno dar gracias a Dios
continuamente por esa salvación.
No olvidemos nunca el intercambio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario