lunes, 18 de marzo de 2013

No olvidemos nunca el intercambio



Pablo nos dice en 1 Corintios 15: 3-5 lo siguiente: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce”. La locución: “por nuestros pecados” pone el énfasis en el don que Jesús hizo de Sí mismo al Padre para liberarnos del pecado y de la muerte. Basándose en este don de Jesús mismo, Pablo formula las expresiones más cautivadoras y fascinantes de nuestra relación con Cristo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5: 21). “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8: 9).



Vale la pena recordar el comentario de Martín Lutero, entonces un monje agustino, sobre esas paradójicas palabras de Pablo. Lutero dice: “Este es aquel misterio que es rico en gracia divina para los pecadores, en el que por un prodigioso intercambio nuestros pecados ya no son más nuestros sino de Cristo, y la justicia de Cristo no es de Cristo sino nuestra” (Comentario a los Salmos de 1513 – 1515). Y así somos salvados.



El Evangelio nos hace saber que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Vino para cumplir la ley, y ofreció una obediencia perfecta a todas sus exigencias. Las Escrituras describen la vida perfecta de Cristo como “su justicia” o “la justicia de Dios”. La justicia perfecta de Cristo es acreditada a la cuenta de cada creyente. Merced a ese intercambio Dios trata a los creyentes como si ellos mismos hubiesen cumplido la ley a la perfección pues Dios acepta la obediencia de Cristo como si fuese de ellos.



Por otra parte Cristo murió en la cruz y sufrió el castigo y la maldición de la ley que merecían los creyentes. Cristo murió para aplacar la ira de Dios por el incumplimiento de la ley. No es posible entender la muerte de Cristo sin un entendimiento de las exigencias de la ley, imposibles de cumplir por parte nuestra. Se nos informa que la paga del pecado es muerte y Cristo sufrió la muerte en lugar de los creyentes como su Sustituto.



Es bueno recordar con frecuencia este comentario esclarecedor de Martín Lutero y el prodigioso intercambio que hace Cristo a favor nuestro a través de la fe y es bueno dar gracias a Dios continuamente por esa salvación.



No olvidemos nunca el intercambio.

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