4.
LA BATALLA
“Pelea la buena
batalla de la fe” (1
Timoteo 6: 12)
El que quiera entender la naturaleza de la santidad tiene
que entender que el cristiano está envuelto en una batalla. Pablo tenía en
mente esta guerra espiritual cuando le escribió a Timoteo: Pelea la buena batalla de la fe.
1. El verdadero
cristianismo es una batalla
Hablo de ‘verdadero’ cristianismo. Hay muchas personas que
se llaman cristianas que no saben nada del combate espiritual, del conflicto o
de la abnegación. Pueden casarse en la iglesia, pueden ser sepultadas en la
iglesia, pueden llamarse “cristianas”, pero nunca ves una ‘lucha’ con respecto
a su religión. La suya no es la religión que el Señor Jesús fundara y que los
apóstoles predicaran. No es una religión que produce santidad.
¿Contra quién lucha el cristiano? ¡No contra otros
cristianos! Como regla general, cuando los cristianos desperdician su fuerza
altercando unos con otros, la única beneficiada es la causa del pecado. El
verdadero cristiano pelea una batalla constante contra el mundo, la carne y el demonio. Estos son los principales enemigos
de los verdaderos cristianos pues, con corazones corruptos, con un demonio
diligente y con un mundo que siempre está intentando hacerlos caer en la
trampa, los cristianos o pelean o se pierden.
a) Los cristianos tienen que combatir contra ‘la carne’.
Incluso después de la conversión, todos los creyentes llevan consigo todavía
una naturaleza propensa al mal y sentimientos emocionales que pueden
conducirlos al descarrío. Para enfrentar tales tentaciones hay necesidad de una
cotidiana lucha espiritual y de una diaria plegaria ferviente. Como Pablo
escribió a los creyentes de Colosas: “Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría (Colosenses 3: 5).
b) Los cristianos tienen que combatir contra ‘el mundo’.
La sutil influencia del amor impío del mundo por las cosas materiales es
difícil de resistir. Los cristianos le pueden temer a la risa o a la censura
del mundo incrédulo; pueden desear copiar el comportamiento de la gente
incrédula, pueden temer ser radicales a los ojos del mundo, pero esos son
enemigos espirituales contra los que tienen que luchar. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad
contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye
enemigos de Dios (Santiago 4: 4). ¡Los cristianos tienen que pelear contra
el mundo!
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad
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