jueves, 21 de marzo de 2013

Aspectos de la Santidad



4.
LA BATALLA

“Pelea la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6: 12)

El que quiera entender la naturaleza de la santidad tiene que entender que el cristiano está envuelto en una batalla. Pablo tenía en mente esta guerra espiritual cuando le escribió a Timoteo: Pelea la buena batalla de la fe.

1. El verdadero cristianismo es una batalla

Hablo de ‘verdadero’ cristianismo. Hay muchas personas que se llaman cristianas que no saben nada del combate espiritual, del conflicto o de la abnegación. Pueden casarse en la iglesia, pueden ser sepultadas en la iglesia, pueden llamarse “cristianas”, pero nunca ves una ‘lucha’ con respecto a su religión. La suya no es la religión que el Señor Jesús fundara y que los apóstoles predicaran. No es una religión que produce santidad.

¿Contra quién lucha el cristiano? ¡No contra otros cristianos! Como regla general, cuando los cristianos desperdician su fuerza altercando unos con otros, la única beneficiada es la causa del pecado. El verdadero cristiano pelea una batalla constante contra el mundo, la carne y el demonio. Estos son los principales enemigos de los verdaderos cristianos pues, con corazones corruptos, con un demonio diligente y con un mundo que siempre está intentando hacerlos caer en la trampa, los cristianos o pelean o se pierden.

a) Los cristianos tienen que combatir contra ‘la carne’. Incluso después de la conversión, todos los creyentes llevan consigo todavía una naturaleza propensa al mal y sentimientos emocionales que pueden conducirlos al descarrío. Para enfrentar tales tentaciones hay necesidad de una cotidiana lucha espiritual y de una diaria plegaria ferviente. Como Pablo escribió a los creyentes de Colosas: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría (Colosenses 3: 5).

b) Los cristianos tienen que combatir contra ‘el mundo’. La sutil influencia del amor impío del mundo por las cosas materiales es difícil de resistir. Los cristianos le pueden temer a la risa o a la censura del mundo incrédulo; pueden desear copiar el comportamiento de la gente incrédula, pueden temer ser radicales a los ojos del mundo, pero esos son enemigos espirituales contra los que tienen que luchar. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigos de Dios (Santiago 4: 4). ¡Los cristianos tienen que pelear contra el mundo!
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


    
    




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