miércoles, 25 de abril de 2012


Talvez ustedes piensen que la fe es algo muy fácil, pero si son conducidos alguna vez a sentir la carga del pecado, descubrirían que no es una labor tan fácil. Si son conducidos alguna vez al cieno profundo, donde no hay ningún apoyadero, no es tan fácil que pongan sus pies sobre una roca, cuando la roca no pareciera estar allí. Yo encuentro que la fe es la cosa más fácil del mundo cuando no hay necesidad de creer en nada; pero cuando tengo la oportunidad de ejercitar mi fe, entonces descubro que no tengo tanta fuerza para aplicarla. Hablando con un campesino un día, él usaba esta figura: “En medio del invierno pienso algunas veces que podría desyerbar muy bien el campo; y al inicio de la primavera pienso: ¡oh!, cómo quisiera cosechar; me siento listo para hacerlo; pero cuando llega el tiempo de desyerbar, y cuando llega el tiempo de cosechar, descubro que me faltan las fuerzas”. Entonces, cuando no tienen aflicciones, ¿acaso no podrían suprimirlas de inmediato? Cuando no tienen que realizar ninguna tarea, ¿acaso no podrían hacerla fácilmente? Pero cuando el trabajo y los problemas se presentan, entonces descubren cuán difícil es enfrentarlos. Muchos cristianos son como el ciervo, que hablaba consigo mismo y se decía: “¿Por qué habría yo de huir de los perros? Poseo un par de notables cuernos y tengo también excelentes y veloces patas; yo podría causarles algún daño a esos galgos. ¿Por qué mejor no me detengo para mostrarles lo que puedo hacer con mi cornamenta? Puedo mantener alejados a los perros que sean”. Pero tan pronto ladraron los perros el ciervo salió huyendo. Lo mismo sucede con nosotros. “Tan pronto como aceche el pecado” –decimos nosotros- “lo vamos a destrozar y lo vamos a destruir; tan pronto sobrevenga algún problema, lo superaremos”; pero cuando llegan el pecado y la aflicción, entonces descubrimos nuestra debilidad. Entonces tenemos que clamar pidiendo ayuda del Espíritu; y por medio de Él podemos hacer todas las cosas y sin Él no podemos hacer absolutamente nada. 
C. H. Spurgeon - La Necesidad de la Obra del Espíritu

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hno. Allan, muchisimas gracias por traducir el sermón "Jacob y Esau". Y si no es mucho pedir hay dos sermones más que pienso que serían de gran bendicion y son el #477: "Never, Never, Never, Never, Never" y el #152 "Things that accompany Salvation". Escuche estos sermones en sermon audio y fueron de gran bendicion y edificacion. Me avisa cuando reciba los libros. Dios le continue bendiciendo. Angel L. Reyes, Jr.

Allan Román dijo...

Con mucho gusto voy a traucirlos en breve. Recibí los libros. Me gustaron mucho. Se trata de una edición seria. Felicidades.
Le envío un cordial saludo.