Como
ministros del Evangelio debemos recordar lo que bellamente dijo M’Cheyne:
“Pueden estar seguros” –dijo- “de que es la Palabra de Dios y no el comentario del hombre
sobre la Palabra
de Dios, lo que salva a las almas”; y yo he observado que si alguna vez
llegamos a presenciar una conversión, en el noventa y nueve por ciento de los
casos la conversión es más bien atribuible al texto del sermón, o a alguna Escritura
citada en el sermón, que a cualquier comentario del predicador, fuera trillado
u original. La Palabra
del Señor es la que rompe los grilletes y libera a los prisioneros; es la Palabra de Dios la que
salva instrumentalmente a las almas y, por tanto, tenemos que cotejarlo todo
con la piedra de toque. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a
esto, es porque no les ha amanecido”.
C. H. Spurgeon - Escrudiñad las Escrituras
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