Introducción
Durante un buen número de años he experimentado la convicción que la santidad práctica y la completa entrega a Dios de nuestro ser están siendo desatendidas. La piedad ha sido asfixiada por la mundanalidad, la devoción personal a Cristo difícilmente existe y las normas de vida cristiana han sido relajadas. La importancia de “adornar en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito 2: 10), ha sido olvidada.
Es inútil profesar una buena doctrina evangélica a menos que vaya acompañada de una vida santa. La insinceridad de profesar ser un cristiano que cree en la Biblia pero que no vive una vida santa pronto es percibida como una impostura que acarrea desprecio para nuestra religión.
Sin embargo, es de suma importancia que entendamos el tema en su integridad a la luz de la enseñanza de la Biblia. Mi intención en este libro es tratar de explicar lo que la Escritura realmente enseña sobre el tema. Y puesto que hay varias ideas erróneas al respecto que son enseñadas por algunas personas, comienzo por alertarlos acerca de esos errores.
1. ¿Es sabio enseñar, como lo hacen algunos, que la santidad de los creyentes viene por fe únicamente, y de ninguna manera por el esfuerzo personal del creyente?
Ningún cristiano bien instruido negará jamás que la fe en Cristo es el principio de toda santidad. Mientras no creamos en Él, no tenemos ninguna santidad en absoluto. Pero la Escritura nos enseña en verdad que el creyente necesita aplicar un esfuerzo en esta materia, junto con su fe. El mismo apóstol que escribió: “Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios (Gálatas 2: 20), también escribió: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre (1 Corintios 9: 27). En otros lugares leemos: “Limpiémonos de toda contaminación…” (2 Corintios 7: 1); “Procuremos…” (Hebreos 4: 11); “Corramos con paciencia…” (Hebreos 12: 1).
De acuerdo a la enseñanza de la Escritura, hay una diferencia entre cómo nos justifica la fe y cómo nos santifica. La fe que justifica es una gracia que simplemente confía, reposa, y se apoya en Cristo (Romanos 4: 5). Todos los que simplemente creen, son justificados. La fe santificadora es una gracia que, como el muelle real de un reloj, mueve al creyente hacia la santidad; “lo único que cuenta es la fe que se expresa a través del amor (Gálatas 5: 6). El Nuevo Testamento no habla en ninguna parte de “santidad por fe”. Si bien es cierto que se nos dice que somos justificados por fe sin las obras de la ley, en ninguna parte se nos dice que somos santificados sin las obras de la ley. Por el contrario, aprendemos que, “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2: 17).
Justificación: Justificar a una persona es declarar que esa persona es justa. Es una palabra legal, esto es, está vinculada con las cortes de justicia; un juez justifica a una persona, declarando que esa persona es justa. Dios justifica a los creyentes sobre la base de lo que Jesucristo hizo por Su pueblo.
J. C. Ryle, Aspectos de la Santidad.
1 comentario:
Hermano Allan, muchas gracias por la traducción del sermón El Remedio Universal. Le envío un saludo grande en el Señor y que nuestro Padre le guarde en todo!!
Martín Palormo
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